Esta semana, la realidad política nacional estuvo marcada por las consecuencias de las amenazas de Donald Trump contra México. Como escribimos hace 7 días, con su “ofrecimiento” de intervenir militarmente en el país el gobierno estadounidense dio un salto en la injerencia imperialista. Por su parte, AMLO continuó buscando el diálogo y la “cooperación” con la Casa Blanca.
El jueves 5, el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, se entrevistó con AMLO y con Marcelo Ebrard en la Ciudad de México. Según la presidencia, hablaron de control de armas y combate contra las drogas. Según Ebrard, nada fue prometido. Sin embargo, puede presumirse que, en la negociación a puertas cerradas, llegaron a nuevos acuerdos entre ambos gobiernos. No olvidemos que en el mes de agosto, cuando Trump amenazó con nuevos impuestos a las exportaciones mexicanas a EE UU, López Obrador garantizó que la Guardia Nacional controlaría (reprimiría) a los migrantes, lo cual efectivamente hizo, actuando como lo hace la border patrol al norte de la frontera.
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Que esta reunión fue satisfactoria para Trump, no hay ninguna duda. Después de la misma publicó en tweeter que, aunque todo estaba dispuesto en EEUU para declarar terroristas a los cárteles mexicanos, respondiendo al “pedido” de AMLO se suspendería esa decisión. Éste ya había saludado la “comprensión” del fiscal genera Barr y, ante el anuncio de Trump, no dudó en afirmar que aquel “respetaba la soberanía nacional”.
Lopez Obrador lo presentará como un triunfo de su diplomacia. Pero el hecho es que Donald Trump realizó una nueva amenaza injerencista con la intención de presionar al gobierno mexicano. Y el otro hecho es que las últimas palabras de AMLO fueron aquellas donde presentó al magnate estadounidense como un verdadero demócrata.
Hay que considerar también que, como dijo el mismo Trump, se trata de una suspensión. Por ende, la amenaza se puede reactivar de acuerdo a las necesidades externas e internas de la Casa Blanca. Por ejemplo, en las cercanías de las elecciones del 2020, cuando el republicano requiera afianzar los lazos con su base social y electoral reaccionaria, apelando a su discurso de odio contra México y los migrantes. La “guerra contra el narcotráfico”, como ya se mostró en otras ocasiones, les ofrece a los candidatos de los partidos imperialistas en EEUU grandes réditos electorales.
Violencia y economía, nubarrones en el horizonte de la 4T
Las amenazas de Donald Trump iniciaron cuando la familia LeBaron –después que un comando armado atacó y perpetró el brutal asesinato de 6 niños y 3 mujeres de su comunidad– solicitó al presidente de EEUU que tome cartas en el asunto del narcotráfico en México. De igual forma, la masacre del 4 de noviembre reavivó en el país el debate en torno a la violencia creciente; y el domingo 1 de diciembre-justamente en el primer aniversario del gobierno de la 4T- se realizaron marchas opositoras a AMLO, en la Ciudad de México y varios estados, impulsadas por el PAN, el PRD, el ex presidente Vicente Fox, la familia LeBaron y otras organizaciones políticas y sociales de la derecha, en lo que fue una demostración de fuerzas frente al gobierno.
Pocos días después de la marcha y antes de la mencionada reunión con William Barr, AMLO se reunió con los integrantes de la familia LeBaron. Allí se hizo evidente el interés por contrarrestar la influencia negativa que puede tener este caso, sobre el que se desplegó gran cobertura de los medios de comunicación. Esto, a la par que miles de denuncias de desapariciones perpetradas por el Ejército y la Marina, se encuentran sin respuesta ni investigación por parte del gobierno, como denuncia la revista Proceso en su edición del 1/12.
Si los vaivenes de la relación bilateral y las amenazas de Trump son un factor de inestabilidad para el gobierno nacional, el aumento de la violencia en distintas entidades del país (como fue recientemente en Coahuila) es otro de los factores que puede restarle apoyo. De hecho, distintos analistas marcan que hay una caída relativa en la todavía alta popularidad del líder de Morena, motorizada por la percepción de un aumento de la violencia y de la acción del narcotráfico, así como por la evolución de la economía. Pero en esta semana, se confirmó una vez más que la política exterior que lidera Marcelo Ebrard quiere evitar los roces y el enfrentamiento con la Casa Blanca, a la par que garantiza la continuidad de la expoliación del país por parte de las transnacionales imperialistas.
En ese tenor, otro aspecto de la agenda política que resaltó en estos últimos días, es el empantanamiento del Tratado México Estados Unidos Canada (T-MEC). En los meses previos, el gobierno de Morena aceptó sin miramientos las exigencias estadounidenses, en torno a que la reforma laboral debía estar plenamente alineada con los requerimientos del T-MEC. Pero, ahora, el Congreso estadounidense pretende nuevos cambios, entre los que se podría incluir la exigencia de “certificación laboral” para las empresas que operan en México y la inspección por parte de las autoridades estadounidenses. El representante de AMLO, Jesus Seade, asegura que se resolverá el lunes, lo cual plantea un grave interrogante respecto a si el gobierno aceptará las condiciones del Congreso de EEUU, que significarían otro caso evidente de un salto en la injerencia del poderoso vecino del norte.
El empantanamiento del TMEC suma nubarrones a los que ya se ciernen sobre la economía mexicana. Un desempeño francamente recesivo en el 2019 (0% de crecimiento) es acompañado de previsiones nada alentadoras para el 2020: un bajísimo 1% que puede descender y transformarse en un número negativo. De confirmarse esta tendencia, el gobierno -que afronta además una deuda publica exorbitante y la posibilidad de un deterioro mayor a la calificación de la deuda de Pemex- tendrá aún menos margen para sus planes sociales. Y esto puede empujar a un mayor recorte presupuestal en salud, educación y administración publica, que ya implicó miles de despidos en el estado en el primer año de gobierno.
Mientras Trump presiona para profundizar la subordinación del país al imperialismo, el gobierno de AMLO enfrenta nuevas contradicciones políticas y económicas, que buscará descargar sobre las mayorías oprimidas y explotadas.
Para el 2020 que viene, cobra aún más fuerza la necesidad de construir una herramienta política de los trabajadores, las mujeres y la juventud, para pelear por una perspectiva socialista, antiimperialista y revolucionaria. |