Todas las revueltas, todas las tempestades del indio, han sido ahogadas en sangre.
Jose Carlos Mariátegui
¿Quiénes son los aymaras? El pueblo aymara es una de las nacionalidades pre existentes a la colonia, habitante del andes boliviano, sur peruano y nor chileno, su origen [1]es discutido aun, pero su existencia es indudable, tan indudable como que aún persisten sus formas de organización aunque su forma de vida es atacado por distintos factores, entre los cuales se encuentra el capitalismo despersonalizador y desculturizador, el capitalismo ataca toda forma de vida comunitaria, y así refuerza la idea individualista del sujeto consumidor; el combativo pueblo aymara pretende defender (y lo ha demostrado innumerables veces) su forma de vida, su forma de organización, y principalmente su derecho a existir como pueblo y cultura.
¿Por qué “una masacre más”? El pueblo aymara ha sufrido innumerables formas de ataque, desde el inicio y forma de la colonización, pasando por las reformas toledianas y los abusos de las autoridades coloniales del siglo XVIII, la invisibilizacion por la naciente república, la represión jurídica como la “Ley de exvinculacion de tierras” de 1874 y el brutal avasallamiento de tierras de comunidad, hasta sufrir en carne propia la represión militar de los golpes de estado incluido el ocurrido este año (2019) e incluso intentos por hacer desaparecer su población por medio de la esterilización [2].
Como algunos dicen “de muestra: un botón”, el historiador aymara Roberto Choque Canqui denuncia que en el lapso de diez años “Entre 1869 y 1879, por ejemplo, se calcula que las fuerzas regulares del estado, en sus incursiones a San pedro de Tikina, Waychu (Puerto Acosta), Janq`ulaymi y Taraqu, asesinaron cerca de 2600 indios” [3]. Pueden citarse en forma cronológica los levantamientos y por tanto las masacres que sufrió este pueblo, y esto nos serviría para ensayar una historia del pueblo aymara hasta nuestros días, pero de nada nos serviría si aun los vemos como un sujeto folklórico y no nos ocupamos del problema principal: el Sistema Capitalista, los embates de opresión se ven acentuados por el ingreso del liberalismo en épocas republicanas (un ejemplo es la especie de reforma agraria incursionada por la Ley de exvinculacion de tierras de 1874) y las políticas antiobreras y anti indígenas de los golpes militares y el consecuente ingreso del neoliberalismo en la política económica de nuestro país, en este fuego lento, se cocina una nueva conciencia de resistencia, que forma parte del gran cumulo de ejemplo de resistencias pero que jamás conforman una estrategia revolucionaria de liberación, este ejemplo nos demuestra la imperiosa necesidad de una estrategia desde abajo, aunque existan las ansias de empuje revolucionario encarnado en la combatividad de este pueblo lo único conseguido es el reformismo que siempre virará a derecha, mientras que la subsistencia de este pueblo aun pugna fuerza contra las políticas impostoras que lo invisibiliza aún más [4].
Recientes y frescas en la memoria, están las masacres de octubre de 2003 y noviembre de 2019; en 2003 la última semana de septiembre ocurre una masacre en la población aymara de Warisata y el malestar se extiende por los barrios alteños hasta ocupar territorialmente las zonas y convertirlas en territorios sin estado, el resultado en las calles: se tira abajo a un gobierno neoliberal y títere del imperialismo norteamericano, el resultado político: el “voto bronca” encumbra un gobierno neoliberal y reformista, encabezado por el símbolo “del indio al poder”, el resultado a trece años de gobierno es el retroceso de al menos 40 años en las formas políticas del estado y un retroceso a casi tres siglos volviendo a las masacres indígenas. La zona de Senkata es el centro de migración de aymaras de las provincias Aroma, Villarroel y Pacajes [5], esta zona demostró su combatividad en octubre de 2003; en 2019 reacciona luego de que el domingo 10 de noviembre la wiphala, símbolo de los pueblos indígenas, es quemada en el centro político, el lunes 11 comienzan las movilizaciones con bloqueo de carreteras y cerrando el paso de entrada o salida hacia o desde el interior del país, se sostienen las movilizaciones, el distribuidor de combustible para la ciudad es tomado, la planta de Senkata se halla vigilada por concentraciones vecinales, hasta que el martes 19 de noviembre al medio día, los militares en tanquetas de guerra y helicópteros despliegan una masacre contra vecinos, mujeres, niños y ancianos, el resultado oficial mostró 3 muertos cifra que era difundida por los medios de comunicación afines al golpe, esta cifra crece a 11 muertos, mientras en las calles y casas del barrio se hablan de más muertos e incluso de cuerpos retenidos por los militares; al puro estilo del Plan Cóndor y la verborrea que identificaba como enemigos a ‘subversivos y extremistas’, el gobierno golpista estigmatiza como ‘narco terroristas y mercenarios’ a los vecinos de Senkata. El pueblo aymara nos demuestra en 2019 que aun sin líderes o caudillos avanza de manera combativa pero a la hora de definir un horizonte político al cual dirigirnos se anula y cede paso al oportunismo.
¿Cuándo terminará esto? Esta pregunta es proyectada desde la voz doliente de una vecina de Senkata, y aunque se refería al momento político complejo que vivía nuestro país y de la cual su barrio fue víctima, ahondaba en la tristeza de al menos tres siglos de represión y persecución, desde los andes bolivianos también era la voz de los Mapuches, era la voz de los indígenas latinoamericanos, perseguidos como naciones clandestinas y precarizados al ser incluidos al mundo laboral como fuerza ‘bruta’ de trabajo. Esta pregunta además del dolor e impotencia contiene la combatividad de un pueblo pero más importante aún, contiene la convocatoria a construir una opción revolucionaria contra los embates de la derecha boliviana religiosa, policial y racista, pero también a construir una opción anticapitalista. Esta cuestionante nos empuja a organizar esa opción, desde las comunidades indígenas, desde los barrios, desde los sindicatos obreros, desde donde siempre estuvimos desde las calles, debemos construir el partido de obreros y campesinos.
¡¡¡Jallalla la lucha indígena!!! |