Como una película de suspenso, donde abundaron las escenas de tensión, así fueron las negociaciones en las que le tembló el pulso a trasnacionales y empresarios de los tres países socios. Las amenazas recurrentes de Trump parecen haberse conjurado este 10 de diciembre con la firma de los cambios por parte de las delegaciones canadiense, estadounidense y mexicana en Ciudad de México.
Robert Lighthizer, líder de la comitiva estadounidense, Chrystia Freeland, vice primera ministra canadiense, y Jesús Seade, subsecretario para América del Norte de la cancillería mexicana, rubricaron los cambios finales al documento en el emblemático Palacio Nacional.
Se espera que el tratado, con esta versión final, se ratifique en los congresos de los países socios antes del 20 de diciembre, con el apuro de cerrar el acuerdo antes de que inicie 2020, el año electoral en el cual Trump busca reelegirse.
EE.UU.: Presión in extremis para obtener más ventajas
“Hemos conseguido el mejor acuerdo comercial en la historia” se congratuló Robert Lighthizer, líder estadounidense de las negociaciones. El funcionario elogió al presidente mexicano López Obrador por la firma de los cambios del tratado. Un dudoso honor para el mandatario que una y otra vez reivindica el “respeto” y la “amistad” con el amo del norte, en una sucesión de gestos serviles ante las amenazas e insultos de Trump.
La modificación de las reglas de origen para la industria automotriz -70 % de contenido regional en la producción de automóviles que será revisada en 7 años en los componentes de acero y en 10 años en el aluminio- y la aplicación de una reforma laboral en México que facilita los despidos y trabas para pelear contra los contratos de protección patronal, y da ventajas para los productores agropecuarios estadounidenses son algunas de las imposiciones a favor de las transnacionales de bandera yanqui.
Débil crecimiento internacional
Para agregarle más adrenalina al clima de zozobra para gobiernos y empresarios, estuvo y está el bajo crecimiento de la economía internacional, azuzado por las disputas comerciales encabezadas por el magnate devenido en presidente de EE. UU., la más enconada con China.
Este escenario, de acuerdo con Paula Bach, está dado por la “debilidad de la economía global post 2008/9 en términos económicos estructurales. Se manifiesta fundamentalmente a través de la debilidad del crecimiento de la economía mundial, la de la inversión, el débil crecimiento del comercio mundial y la debilidad del crecimiento de la productividad del trabajo.”
Ganadores y perdedores
El acuerdo entre los partidos demócrata y el republicano fue clave para la firma de la versión final del T-MEC, cuyo contenido completo aún no se hizo público. El visto bueno de la líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, demuestra su voluntad de garantizar los negocios capitalistas de las trasnacionales estadounidenses. Así, en elmarco del inicio del impeachment, se anotan un punto hacia los comicios presidenciales.
Trump se fortalece también con su imagen de tiburón negociador que consiguió mejorar el acuerdo de América del Norte para que el imperialismo avance en la superexplotación y el saqueo de la región.
Del lado mexicano, e incluso en el ámbito internacional, López Obrador se fortalece como garante de la subordinación de México al imperialismo estadounidense y de los negocios del gran capital. Repite el gesto desplegado con la conversión de México en la Border Patrol dentro del territorio nacional contra los migrantes centroamericanos, pero ahora en el plano económico.
Algunos de los perdedores de esta partida son las patronales de las autopartistas y las automotrices. Sin embargo, lo cierto es que gozaron por décadas de las ventajas impositivas y la superexplotación laboral en México.
Pero quienes definitivamente se llevan la peor parte son las trabajadoras y los trabajadores de América del Norte: hay riesgo de que en EE.UU. la patronal intente presionar a la baja los salarios del sector automotriz, que ahora promedian 32 dólares la hora, ya que el piso salarial será de 16. En México, con la nueva reforma laboral se abre la puerta a la injerencia del estado en los sindicatos, y la patronal de las autopartistas y automotrices pretenderá cargar sobre la clase trabajadora el costo de las nuevas reglas de juego del T-MEC, con despidos, paros técnicos y más precarización laboral.
Asimismo, los pequeños productores del campo mexicano -ejidatarios y comunidades rurales- van a enfrentar una nueva avalancha de productos agropecuarios de EE.UU. -gran parte de ellos producidos por jornaleros y peones migrantes. Se puede dar una nueva ola de desplazamiento forzado de familias ante la pérdida de su medio de vida, la agricultura y la ganadería a pequeña escala.
Sin embargo, como contrapartida están en la memoria reciente la lucha de la clase obrera de la industria maquiladora de Matamoros, Tamaulipas, por el aumento salarial del 20 % y un bono de 32 mil pesos mexicanos y la lucha de los trabajadores de la General Motors en EE.UU., que recibió la solidaridad de sus compañeros mexicanos y de otros países.
De cara a la inminente ratificación del T-MEC, la clase trabajadora de América del Norte necesita superar las divisiones que crean los gobiernos y sus instituciones, y retomar el camino abierto por la solidaridad internacional entre los trabajadores estadounidenses y mexicanos, como en el caso de General Motors. Sólo así se podrán enfrentar los ataques que se vienen y luchar por la perspectiva de una integración regional centrada en las necesidades de la clase trabajadora y los sectores populares de México, Estados Unidos y Canadá, los Estados Unidos Socialistas de América del Norte. |