Después de terminadas las grandes batallas - que nunca son justas ya que los que mueren no son quienes las generan, y donde, además, las causas que las originan están ligadas predominantemente a los intereses económicos de los grupos de poder en los distintos momentos históricos - sabido es, hay otros procesos también, sin inferir en aquellos, que se inician espontáneamente por la prevalencia de la libertad y la independencia de los pueblos.
Suelen elevarse entonces, algunas veces, grandes monumentos en conmemoración de aquellos sucesos, o por el isócrono legado a las generaciones futuras. Y ya que “la historia la escriben generalmente los vencedores”, pasado el tiempo, ¿quién sabrá entonces dónde se encontraban la verdad y la razón?
Monumento en Plaza Libertad: primera versión
Es el caso del primer monumento levantado en Montevideo que ostenta sobre el alto fuste la recia simbólica dama que, en honor a la denominada Paz de la Unión (referente al conflicto que finalizó el 20 de febrero de 1865), fuera erigida en 1867 durante el gobierno de facto del General Flores, protagonista responsable del mismo. Un general despiadado, que nunca tuvo en su discurso ni en su acción, la frase “Clemencia para los vencidos”.
Ya fuera por la paz, la ley o la libertad, o por la vanidad de perpetuarse, lo cierto es que surgió la idea de construir un monumento conmemorativo de aquella mentada “paz”, y que, para definirlo, el Jefe Político de Montevideo, Manuel Aguiar, encomendó la realización de tan elocuente obra a los escultores que había entonces entre nosotros, encargándose el proyecto al artista italiano Giuseppe Livi, de sabida destreza escultórica, egresado de la Academia de Arte de Florencia y Carrara, quien no hacía mucho había llegado a esta ciudad.
Resultó favorecida la propuesta del proyecto de Livi de la ejecución de una columna de estilo corintio en mármol blanco, sobre un pedestal de mármol también con cuatro cabezas de leones y una altura total de 17 metros, sumando un peso final un total de nueve toneladas. Terminó coronando la sima de esta columna la representación de una alegoría a través de una figura femenina empuñando en su mano derecha un gladio romano, y en el brazo izquierdo, en alto, firme, una bandera a medio desplegar. Sobre su testa, el gorro frigio, vistiendo una túnica griega que jerarquiza la figura. Y en su planta izquierda, con pie desnudo, pisa la cabeza del opresor abatido, simbolizando también de esta forma la victoria sobre la tiranía. Para dar valor a esta figura, el autor no encontró mejor modelo que tomar el de su propia esposa: Rosa Pittaluga. El bronce empleado en la confección de la estatua provino de dos cañones que estuvieron activos durante las guerras civiles.
A este diseño se le reservó el espacio físico ya existente de una plaza pública. Durante el siglo XIX los distintos acontecimientos políticos y militares incidirían en el nombre de la nueva plaza. La denominación que se le adjudicó fue la de Plaza de Cagancha, dispuesto mediante decreto del 7 de febrero de 1840 en conmemoración a la victoria del general Fructuoso Rivera en 1839 ante las fuerzas de Pascual Echagüe (al frente de las brigadas rosistas) en la llamada Batalla de Cagancha, a orillas del Arroyo Cagancha, en el actual departamento de San José.
El monumento fue inaugurado el 20 de febrero de 1867. Tal vez porque ni siquiera los propios gestores y precursores del proyecto creían en él, (no así el artista), el mismo no llevó inscripción alguna, ni fecha ni leyenda. Y acaso la destreza creativa del autor Livi logró proyectarle la relevancia que después el pueblo hizo suya.
Segunda versión: “la Libertad”
Veinte años más tarde, en 1887, la estatua fue bajada con el fin de reparar los daños causados por un rayo. En el momento de la reparación fue sustituida la espada original por unas cadenas rotas con un grillete abierto, quitándole ambigüedad al primer símbolo y aportándole el significado que luego se perpetuó en el imaginario colectivo: “la Libertad”.
Y aunque ni la plaza ni la estatua jamás llevaron este nombre oficialmente, ya no habría modo de desvincularlo de sí, ya que es el conjunto del pueblo con su carácter modelador quien se empodera de los espacios y del idioma.
Tercera versión: espada en mano
En 1939, la Junta Económico Administrativa decidió reubicar la estatua (no se sabe por qué) en el patio del Museo Blanes, donde estuvo hasta 1942, año en que fue una vez más reinstalada en su ubicación original, pero esta vez, nuevamente con la espada en su mano. Pero a pesar de ello, ya no cambió la acepción que el pueblo en su sabia idiosincrasia, le había asignado.
Esta Libertad no es el símbolo genérico y emblemático de una antorcha en alto, sino que, es más, es la Libertad lograda por el esfuerzo de la pelea y la conquista final de los derechos. La simbología que la encierra tiene un sentido más completo y profundo.
“A las cinco de la tarde”
No fue por azar que el 9 de julio de 1973, tras doce días del Golpe de Estado, que ocurriera en la madrugada del 27 de junio, donde J. M. Bordaberry firmara la disolución de las Cámaras Legislativas, traicionando la potestad que el soberano le había otorgado y entregándola a la acción despiadada y despótica de los mandos militares del momento, y hundiendo así al país en la más oscura noche de las Dictaduras.
Y en ese 9 de julio de 1973, cuando el pueblo convocado a las cinco de la tarde, irrumpiera en la Avenida 18 de Julio, en la Plaza Independencia, para confluir hacia “Plaza Libertad”, a pesar de la brutal represión.
“A las cinco de la tarde. Eran, las cinco en punto de la tarde”
Pasaron los años oscuros, y el Pueblo con su tensa resistencia logró revertir el período de Facto. Pero aún desde el comienzo de la Democracia, la pelea por los Derechos Humanos Nacionales e Internacionales, siguió siendo Horizonte de Lucha. Y no se detendría su Marcha.
La Plaza (y el monumento) en la actualidad
Cada 20 de Mayo, cada 8 de Marzo, cada vez que haya algo que denunciar, cada vez que haya que imponer un reclamo, una marca de resistencia, allí estará el Pueblo manifestando con entereza la reivindicación de las causas justas, confluyendo en este lugar de encuentro y de denuncia, por:
_Defensa de la Diversidad y rechazo al Fascismo.
_Madres y Familiares de Desaparecidos y Asociación de ex presos Políticos.
_En contra de la Impunidad
_Marcha del Silencio
_Colectivos Feministas
_Marcha en contra de la Reforma “Vivir sin Miedo”
_Contra el Golpe de Estado en Bolivia.
_Por la Rebelión en Chile y contra la represión de los carabineros.
_En fin, por Latino América como epicentro de convulsiones Sociales y Políticas.
_Por la Globalización del Descontento.
Partimos de la Universidad
Por Chile, contra la militarización
Es paradójico tal vez, o relevante, que este símbolo destinado en su gestación a conmemorar el fin de una guerra civil, se haya transformado por la amplitud de sus referencias, en el ícono que es hoy. Gracias al contenido plasmado en su simbología abierta, concebida por el autor y el factor interpretativo del pueblo que pone en el más alto estrato, el sentido de Libertad y la Independencia.
Siempre que las circunstancias lo propongan, siempre que la situación lo requiera, estaremos marchando hacia la “Plaza Libertad” con una bandera en alto desplegada y una consigna de fuego en la garganta.
Bibliografía consultada:
Alfredo Castellanos (Montevideo en el siglo XIX) 1957.
C. Pérez Montero (La calle 18 de Julio 1719-1875) 1942.
José Ma. Fernández Saldaña (Historias del Viejo Montevideo) 1967.
Federico García Lorca. (Llanto por Ignacio Sánchez Mejía) verso. |