Roberto Amador
| Obrero de Madygraf y docente de escuela secundaria
Opuestos por el vértice, los famas son los defensores del orden establecido mientras que los cronopios son rebeldes y contestatarias. El presidente dice ser de los segundos pero la realidad lo ubica del lado de los primeros.
El pasado 29 de diciembre en el marco de la presentación del “Plan Nacional de Lecturas” que será dirigido por el Ministerio de Educación a cargo de Nicolás Trotta; realizado en el Museo Casa Rosada, el presidente Alberto Fernández elogió a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar.
Calificando de “maravillosa” la obra de este último y a propósito de uno de sus “populares” libros, “Historias de cronopios y de famas”, dijo: "Yo que soy un cronopio me encantaría que cada argentino descubra qué es, si es un cronopio o un fama". ¿Pero quiénes son los cronopios y quiénes los famas?
De cronopios y de famas
Los cronopios están relacionados popularmente a la rebeldía, opuestos a las normas sociales establecidas y tienen como particularidad ser de los personajes más empáticos de la obra literaria de Cortázar, junto a la emblemática Maga de su novela Rayuela. Para el escritor, los cronopios son “personajes que van tomando un aspecto relativamente humano” y que tienen un poco “la conducta del poeta, la conducta del asocial, del hombre que vive al margen de las cosas”. Frente a ellos “se plantan los famas, que son los grandes gerentes de los bancos y los grandes presidentes de las repúblicas, la gente formal que defiende un orden”.
En el medio de ambos se encuentran las “esperanzas”, que pueden tener algunas características similares a los cronopios pero que en el fondo sienten un “gran respeto” por los “famas” [1].
Por lo visto, el presidente, que tan a gusto dice sentirse entre los “creadores”, en referencia a los artistas presentes en el salón, hizo una lectura algo ligera de la obra citada de Cortázar. Más que pasar la prueba como referente de los cronopios, si seguimos las características que nos da el escritor, Alberto Fernández parece estar en la vereda “ordenada” de los “famas”, quienes son representantes de “la gloria” y que siempre andan “con mucho cuello, mucha corbata, mucho sombrero y mucha importancia”. Además les place adjudicarse ser los referentes “de la buena conducta, del orden, de las cosas que tienen que marchar perfectamente bien porque si no habrá sanciones y castigos" [2].
No por nada, debe ser que el presidente de Fiat Chrysler Automobiles (FCA) Argentina, Cristiano Ratazzi, fama en toda la línea, elogió los primeros días del nuevo gobierno así como ya lo hicieron varios referentes de las cámaras empresariales y los dirigentes burócratas de las centrales sindicales CGT-CTA.
Parafraseando a Borges, podemos decir que los personajes viven en sus actos y que en esos actos se expresan ciertos valores humanos con los cuales se puede empatizar o no. Sin embargo, estos por más relación con el lector o con los lectores tengan, no mutan. Los cronopios, en sus acciones, en sus actos opuestos al de los famas, viven “eternamente”.
Como ese cuento titulado “Flor y cronopio" [3].Lejos de cierta visión naif, hay una relación y un acto que se extiende más allá del tiempo. No es la “crueldad inútil” que siente el cronopio al querer arrancar la flor sino la tensión en que se encuentra la naturaleza representada en ella. “Una flor solitaria en medio de los campos”, nos dice el cuento, pluralizando la tragedia que sería arrancar esa única flor, con el significado que ella tiene para la escena.
Un cronopio ama la naturaleza, siente que esta le da “una gran paz”. Si Alberto Fernández fuera un cronopio, lejos de apoyar la megaminería, se opondría a ella. Defendería el agua y no dejaría que se destruyan las vidas en pos de los negocios. Pero acá podrás ver cuál fue su actitud con respecto a la megamineria en Mendoza. ¿Alberto Fernández: cronopio o fama?
Para finalizar, queremos quedarnos con los cronopios, que como antítesis de los famas, son “seres muy libres, muy anárquicos, muy locos, capaces de las peores tonterías y al mismo tiempo llenos de astucia, de sentido del humor, una cierta gracia” [4], totalmente generosos, como son los jóvenes, como es esa juventud rebelde que no se calla y sueña, en una Latinoamérica en movimiento.