La noche previa a su asesinato en manos de los soldados de caballería de la Guardia del Gobierno del Partido Socialdemócrata Alemán, Rosa escribió un breve texto titulado "El orden reina en Berlín", donde denuncia esos brutales asesinatos contra la clase trabajadora y el pueblo sublevados, sin saber que al día siguiente le esperaba lo mismo. En el texto, del cual reproducimos algunos fragmentos a continuación, también compara la represión del gobierno alemán con la que llevó a cabo el gobierno francés contra los obreros de la Comuna de París, en 1871.
Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya ’se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto’ y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!
"’El orden reina en Varsovia’, anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a su trabajo de verdugos contra los insurgentes. ’¡El orden reina en Berlín!’, proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los oficiales de las ’tropas victoriosas’ a las que la chusma pequeñoburguesa de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! (...). ¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que impuso el ’orden’ en París, en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de capitular vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país al enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los cobardes! Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados, contra sus mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los hijitos de la burguesía, de la ’juventud dorada’, de los oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco antes ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles con indefensos, con prisioneros, con caídos! ’¡El orden reina en Varsovia!’, ’¡El orden reina en París!’, ’¡El orden reina en Berlín!’, esto es lo que proclaman los guardianes del ’orden’ cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos ’vencedores’ no se percatan de que un ’orden’ que periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin. (...). ¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas. Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas ’derrotas’, de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar. (...). Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta ’derrota’ una pieza más de esa serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta "derrota" florecerá la victoria futura. ’¡El orden reina en Berlín!’, ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya ’se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto’ y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!"
Sea éste nuestro homenaje a la más grande dirigente mujer del proletariado internacional, la Rosa Roja, a 101 años de su vil asesinato.
En mi tumba, como en mi vida, no habrá nunca frases rimbombantes.
Sobre mi lápida habrá solamente dos sílabas: zwi-zwi. Este es el canto del herrerillo,
que yo sé imitar con tanta perfección que logro que acudan inmediatamente.
Y en ese zwi-zwi (...) se oye desde hace unos días un pequeño trino, una minúscula voz de pecho. ¿Sabe usted lo que eso significa? Es la primera manifestación de la primavera. A pesar de la nieve, de las heladas y de la soledad –los herrerillos y yo– creemos en la próxima primavera.
Rosa Luxemburgo
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