La noticia fue internacional: el príncipe Harry y Meghan, los duques de Sussex, abandonan las obligaciones de la familia real. El mundo volvió a ver la fastuosidad de una de las instituciones más viejas y reaccionarias. ¿Quién paga la lujosa vida de los reyes europeos?
Ardió Troya. Redes sociales, revistas, portales de los principales diarios del mundo reflejaban que el hijo menor de la fallecida princesa Diana y su esposa querían ser “financieramente independientes” y abandonar los “deberes de la familia real”.
Pero lo que se mostró como una rencilla familiar y como el deseo de tener privacidad y no estar sujetos a protocolos y limitaciones impuestas por ser parte de la corona británica, dejó traslucir también la opulencia en la que vive sumergida la realeza. Lo mismo pasa con otras familias reales de Europa.
Estamos hablando de gente que llama “trabajo” a asistir a actos, a viajar por el mundo para llevar caridad a los pueblos que fueron colonias (y algunos hoy continúan con ese estatus) de los países imperialistas a los que pertenecen esas reinas, reyes, príncipes, duques y duquesas.
Esos actos protocolares y los viajes son parte de las “obligaciones reales” a las que el príncipe Harry, que nunca será rey porque en la línea sucesoria están primero su padre Carlos y luego su hermano mayor Williams, quiere renunciar.
Parece que lo que el príncipe llama “trabajo” le resulta agobiante . ¿Cómo estarán entonces los que conocen el verdadero significado de esa palabra, como las personas que trabajan sirviendo a la familia (ni que hablar del resto de los millones de trabajadores de Gran Bretaña), un ejército de empleados que recorren en los palacios varios kilómetros por día detrás de sus majestades atendiendo a sus requerimientos, por más ridículos que estos sean. En la serie The Crown se puede observar muy bien esto.
Sostener a los Windsor (ese es el nombre de la familia real británica), sale caro. Parece que los herederos de la corona, no se llevan muy bien y eso provocó que el matrimonio del nieto menor de la reina Isabel II decidiera mudarse de casa. Solo para remodelar la “casita” de Frogmore Cottage, donde fue a vivir el joven matrimonio, costó nada menos que 3,5 millones de euros.
Con cuánta plata cuenta la realeza y de dónde sale
En la Edad Media los reyes cobraban impuestos a sus vasallos para sostener, entre otras cosas, su estilo de vida y sus guerras. Con el capitalismo y la centralidad de la recaudación impositiva a cargo de los Estados, se podría decir que ese mecanismo se mantuvo bajo otros modos, otras formas.
Si nos basamos en la definición de la Real Academia Española, ya que de realezas hablamos, la definición de parásitos a esta gente le calza muy bien: “Organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo”.
La corona británica tiene tres fuentes de financiamiento. La primera es la subvención estatal, que en todas las monarquías europeas es la partida del Estado destinada a mantener los gastos de esa institución medieval.
Pero en Gran Bretaña tiene la particularidad que proviene de “terrenos de la Corona”, que son tierras ubicadas en Inglaterra, Gales y Norte de Irlanda, usufructuadas por la realeza, pero son de propiedad mixta (estatal y privada).
También poseen negocios inmobiliarios, terrenos agropecuarios, derechos mineros y cobran licencias y tasas por eventos internacionales como la Real Carrera de Caballos de Ascot. Todo ese patrimonio se calcula en unos 17.000 millones de euros.
Además de todo esto, el Gobierno inglés destina un 15% de su presupuesto a la “Casa Real”. Solamente entre 2018 y 2019 esa cifra fue de 95 millones de euros. Ahí se debe contar lo que costó la remodelación del palacete de los duques de Sussex, más los gastos de seguridad, trabajadores de los palacios y mantenimiento de los mismos.
Después está lo que se llama el “monedero privado” que son propiedades urbanas y agropecuarias pero exclusivas de la monarquía, desde 1265 (nunca olvidemos que estamos hablando de una clase de parásitos anteriores al capitalismo). Esto les da un ingreso anual de unos cuantos morlacos: 24 millones de euros. A esta altura, mejor no hacer la suma, o sí. Porque su sola existencia, preservada por los Estados capitalistas, debería causar mucho odio de clase.
Pero no es todo, falta la parte de las inversiones personales: colecciones de arte, símbolos de la iconografía monárquica y acciones en varias empresas. Esto último fue noticia cuando en los Paradise Papers apareció el nombre de Isabel II. La reina había puesto parte de su fortuna en territorio offshore de las Islas Caimán.
En este punto, recordemos la definición de parásitos. Porque en Gran Bretaña el año pasado, según el relator especial de la ONU –Philip Alston- el 20% de la población ya se encontraba bajo la línea de pobreza (14 millones de personas).
En ese país imperialista (los antiguos reales piratas del mundo), donde la población sostiene con sus impuestos a no más de 40 personas que tienen toda esa riqueza, después de más de 10 años de políticas neoliberales –luego de la crisis económica mundial del 2008-, la desigualdad de ingresos es la más alta de los países ricos, después de Estados Unidos.
Por el Estado Español, cómo andamos
Otros reyes, tal vez más gustosos de mostrarse, son el rey Felipe VI y la reina Letizia. Felipe es hijo de Juan Carlos de Borbón, el ex rey que fue coronado en nombre de Franco y juró por la constitución que había impuesto el dictador español.
Parece que la familia real es menos elegante que la inglesa a la hora de esconder sus negociados financieros. La "infanta" Cristina, hermana del actual rey, y su esposo fueron acusados por corrupción y saltaron a la vista de todo el mundo los chanchullos reales.
Nada más que para sostener a la familia y la casa real, el Estado Español destina de su presupuesto 8 millones de euros. A eso hay que agregarle lo que diversos ministerios aportan a la “Jefatura de Estado”, cargo que ostenta el rey.
Por ejemplo el Parque Móvil del Estado, que depende del Ministerio de Hacienda, le da casi 3 millones de euros anuales para el sostenimiento de la flota de autos de los que dispone la familia real española (44 autos y 60 choferes).
La familia real en este caso tiene todos los viajes al exterior cubiertos por el Ministerio de Exteriores, el Ministerio del Interior se encarga de la seguridad de la nobleza, aquí los gastos están bajo reserva.
Felipe VI recibe además, también del Estado, 240.000 euros anuales y tiene un patrimonio declarado de 16 millones de euros.
La monarquía en el Estado Español viene siendo cuestionada por diversos sectores de la población, sobre todo la juventud. El proceso de lucha por la independencia de Catalunya hizo crecer la bronca contra la realeza que es la institución que defiende a capa y espada el dominio del Estado sobre las nacionalidades que oprime.
El padre del actual rey, Juan Carlos, tuvo que abdicar (fue un gran servicio a esa institución reaccionaria, para preservarla), entre otras cosas, por el repudio generalizado que provocaba su estilo de vida excéntrico, desde cazar leones y elefantes en África, hasta pasear en su lujoso yate llamado “Fortuna” que se encuentra a la venta y parece que ningún gran empresario quiere comprar para no quemarse.
En el otro extremo, está el pueblo trabajador de España. La mitad de quienes viven en el Estado Español tienen dificultades para llegar a fin de mes, y 2,5 millones de personas viven en la indigencia. Mientras que son 12 millones los que el año pasado estaban a punto de caer en la pobreza.
Esta historia se repite, euros más, euros menos (siempre son más) en varios países del continente europeo: Holanda, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Suecia, Mónaco, Luxemburgo, Liechtenstein.
Diez familias parásitas de Europa, que tienen coronita. Llegará el día que los pueblos se las hagan volar de la cabeza.