El asesinato de Fernando Báez Sosa, en manos de un grupo de varones ligados al mundo del rugby, abrió el debate nuevamente y dejó al análisis la necesidad de intervenir con urgencia la construcción y las prácticas de este deporte. Por eso, hablamos con Nemesia Hijós, Julia Hang, Juan Branz y Florencia Duarte.
La noticia fue dura y sacudió a la opinión pública. En lo que va del año ya se conocieron tres hechos de violencia relacionados a jugadores de rugby. En un boliche de Punta del Este, un jugador uruguayo, Giano Bernardi, le fracturó la mandíbula a un joven argentino que debió ser intervenido quirúrgicamente. Días más tarde, en La Plata, integrantes del Club Universitario viralizaron fotos íntimas de mujeres sin su consentimiento.
En menos de veinte días, el debate en medios y redes sociales tomó fuerza y dejó varios testimonios y opiniones encontradas: brutalidad, salvajismo y la masculinidad en su máxima expresión. Analizamos estos hechos junto a Nemesia Hijós, antropóloga social y becaria del CONICET, Julia Hang, Licenciada en Sociología y Doctora en Ciencias Sociales por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, Juan Branz, investigador del Conicet y autor del libro Machos de verdad (sobre cómo se moldean masculinidades en el rugby) y Florencia Duarte, integrante del espacio feminista Coordinadora de Hinchas.
LID: ¿Qué reflexión hacés sobre los hechos de violencia relacionados a los rugbiers de Villa Gesell?
Nemesia Hijós: “Me parece interesante pensar que el asesinato de Fernando no es un hecho aislado, sino un acontecimiento más que nos invita a problematizar y discutir cuáles son los contextos de los que devienen y en los que se producen estas acciones, y particularmente pensar el lugar que han tenido y tienen los medios de comunicación frente a estas circunstancias de violencias”.
Juan Branz: “Se podría haber prevenido en tanto y en cuanto pudiéramos comprender, como sociedades, las pautas culturales que organizan a determinados grupos, en este caso, en torno a la construcción de masculinidades y poder desarmar ese entramado cultural que obliga a varones de clases dominantes a actuar dentro de su repertorio de acción mediante la violencia para vincularse con un otro. Lo que vimos, por lo menos para mí, era totalmente previsible. No me sorprendió. Lo cual no nos dirige hacia la idea de que el asesinato pudo haber sido premeditado, no, eso no. Pero entendiendo cómo se modela lo que entendemos como masculinidad dominante en un grupo compartido por varones de clases dominantes, en este caso la institución rugby, no me sorprendió”.
Mi pequeña reflexión como jugador de rugby de todo esto.
Julia Hang: “Este deporte se constituyó en nuestro país como un espacio de ocio y esparcimiento de las clases medias y medias altas. En ese sentido, es un deporte elitista en sus valores pero que también, si uno ingresa y se acerca a los clubes de rugby, se ve que hay una heterogeneidad de actores y de clases sociales. Inclusive, hay muchos jugadores muy enojados acerca de estas generalizaciones que se hacen donde dicen no todos somos chetos o violentos. El acceso a este deporte siempre ha sido bastante igualitario, hay muchos chicos de sectores populares que llegan, pero en nuestro país el espacio se rigió como un espacio de distinción, donde los varones de sectores medios y medios altos ponían a jugar sus prácticas distintivas”.
Florencia Duarte: “Creo que es un deporte de pertenencia, de prestigio entre clases. Lo que pasó y lo que hicieron este grupo de asesinos, es reflejo de la cultura machista que exige demostrar cierta fuerza o superioridad ante otros”.
LID: ¿El deporte es violento o las personas son violentas?
JB: “El deporte tiene características de contacto y de agresividad. Nadie es violento. Decir que alguien es violento es como edificar la idea de que la violencia es un dato biológico y/o genético y que tiene que ver con cierta irracionalidad. Y este tipo de prácticas tienen que ver con prácticas racionales, lógicas que deben sostenerse y deben ponerse en acción y en práctica para sostener ciertas ideas, creencias y valores que se emparentan otra vez con un proyecto dominante en relación a lo sexogenérico pero también en relación al campo cultural, político e ideológico”.
JH: “La violencia está en el tipo de sociedad patriarcal que les impone a los varones un mandato de masculinidad en el cual estos varones deben ser fuertes, no deben tener miedo y deben irse a las manos para defender su valor y su hombría. Y el rugby, como varios de los deportes masculinos, justamente lo que hace es llevar al extremo esos valores. Los jugadores mismos ser un toro, que implica tener fuerza, el cuerpo grande, ir al choque. En ese sentido, hay algo del modo en que se inculca la práctica corporal, el modo en que se enseña a jugar al rugby, que necesariamente legitima estos valores. El problema es cuando estos valores deberían ser legítimos adentro de la cancha, pero se expanden al resto de la sociedad”.
Jugué 12 años al rugby. Amaba el juego. Afuera, "ser parte" era agridulce. Siempre incómodo. No me podía (¿quería?) integrar. Vi, escuché y hasta viví "anécdotas" que no pasaron a mayores pero que afirman que la rutina rugbier está SIEMPRE a un paso de tener un final brutal.
LID: ¿Qué pensás sobre el comunicado de la Unión Argentina de Rugby (UAR)?
NH: “Creo que no hay mucho más para agregar, es "políticamente correcto", una acción en la cual se han visto un tanto obligados -como institución que regula este deporte- a emitir, atendiendo a las formalidades del caso, ante la atención mediática, pero correspondiéndose a la lógica de no responsabilizarse, revisar ni reflexionar respecto de la formación o la construcción de base que reproducen desde sus clubes asociados”.
FD: “Me parece que no estuvo mal en salir, pero no fue empático ni cercano a la realidad”.
LID: Actualmente, el consejo directivo de la UAR está integrado por hombres ¿Crees necesario la apertura al cupo femenino?
JH: “Debería haber cupo, aunque con eso no alcance. Que haya mujeres no quiere decir que sean escuchadas ni que tengan la verdad, pero me parece importante que haya mujeres y se trabaje con perspectiva de género, tanto dirigentes, jugadores y periodistas”.
JB: “Es necesario y urgente. Después tenemos que ver y tendrían que disputar las mujeres que lo integren. Pero también tiene que haber varones que tomen conciencia de los problemas de violencia. Ellos tendrán que repensar sus propias prácticas como lo tratamos de hacer algunos varones. Y, sin dudas, la apertura del cupo femenino tiene que venir acompañada con un cambio de matriz cultural”.
LID: ¿Aplicarías ESI (Educación Sexual Integral) en los clubes? ¿Por qué?
NH: “Por supuesto que adhiero a la inmediata reglamentación en escuelas y clubes, es una herramienta fundamental y necesaria para deconstruir y repensar la forma en la cual estamos enseñando, pensando y aprendiendo los deportes, los cuerpos, los géneros y las sexualidades hoy”.
FD: “Si, la aplicaría. No sólo debe haber ESI en las escuelas, los clubes son espacios de formación social donde sabemos que hay menores que sufren situaciones de violencia y abusos”.
LID: ¿Considerás necesario modificar la estructura de este deporte? De ser así ¿por dónde iniciarías el cambio?
JB: “El cambio debería ser cultural, desarmando y comprendiendo para luego transformar, ni más ni menos, que las gramáticas que organizan los modos de presentarse como varón en un espacio estrictamente masculino y masculinizante. Las intervenciones continuas de capacitación, de reflexión y de concientización por parte, por ejemplo, de profesionales de la academia y de diversos campos disciplinares, sería un buen inicio”.
NH: “Una alternativa para modificar la reproducción de las prácticas y lógicas machistas, la celebración de la cultura del aguante, y la producción de otredades (que vemos tanto en el fútbol como también en el rugby) que separa un “nosotros” de “ellos”, es articular la problematización de los sentidos comunes, los debates que se instalan desde los medios de comunicación, con los estudios sociales del deporte que desde el campo nos ayudan a entender otros sentidos. El desafío está en generar políticas públicas que incorporen estas perspectivas interdisciplinarias, incluso porque nuestras investigaciones están financiadas por organismos estatales y deberían transformarse en insumos, herramientas, para la elaboración de instrumentos de transformación social”.