El resultado deja claro que los académicos saben más de marketing que de cine y así una obra desigual pero apreciable de Pedro Almodóvar arrasó cumpliendo lo anunciando mientras obras mayores como la impresionante “La trinchera infinita” se fueron con dos premios.
Lo peor de todo es que ya se sabía y comentaban los ganadores como si las filtraciones de las votaciones se hubieran vuelto un lugar común en las ceremonias del cine.
Los premios fueron de justicia, pero sin riesgo y los únicos dispuestos al compromiso en el discurso, los directores vascos creadores de la trinchera infinita, fueron silenciados por una máxima almodovariana, apreciable pero no magistral.
Hoy por hoy los discursos de Almodóvar y, todavía más, el de Amenábar, pueden ser asimilados sin demasiados problemas por el público y la crítica más acomodaticios, mientras que la furia que desprenden las imágenes de “La trinchera infinita” no fueron, en el mejor de los casos, comprendidas por los señores y señoras académicos.
La otra apuesta arriesgada la gallega “O que arde”, cuando menos, no se fue de vacío, aunque su comprometido mensaje ecologista y su ritmo pausado superaron lo previsible, instalado en las butacas del Palacio de los Deportes.
Cuando Almodóvar se muestra manso y conciliador gusta a la Academia cuando, como en “La mala educación”, lanza dardos envenenados, es condenado al ostracismo que en esta ocasión le tocó sufrir a la potencia política y humana de un filme como “La trinchera infinita”.
Foto de familia de los galardonados en la gala de entrega de los Premios Goya 2020 en el Palacio de los Deportes José María Martín Carpena, en Málaga. EFE/Jorge Zapata. |