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18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

SUPLEMENTO IDEAS DE IZQUIERDA MX
“El traidor” de Anabel Hernández. El diario secreto de la DEA
Ramón Morales

A partir del diario secreto que Vicente Zambada Niebla entregó a la autora, ésta reconstruye la historia de cómo surgió y se consolidó el Cártel de Sinaloa, el “más poderoso del mundo” según el gobierno norteamericano.

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La mañana del 19 de marzo del 2009, el general Luis Arturo Oliver, subjefe operativo del Estado Mayor Presidencial, anunció la captura del Vicentillo, hijo del Mayo Zambada, líder del Cártel de Sinaloa. “La Secretaría de la Defensa Nacional informa que el día 18 del actual, personal militar logró la detención en esta ciudad [Ciudad de México] de Vicente Zambada Niebla, alias el Vicentillo, hijo de Ismael Zambada García” dijo en conferencia de prensa el general. “[Durante el operativo se localizó a] varios individuos portando armas en actitud sospechosa sorprendiendo en flagrante delito a Vicente Zambada Niebla, con cinco individuos más que fungían como su escolta personal”. En realidad, el general estaba mintiendo.

La noche anterior a su captura, Vicente Zambada se había reunido con personal de la DEA en el Hotel Sheraton de la capital. El motivo de la reunión era ofrecer protección y una vida diferente para él y su familia a cambio de brindar información a los agentes de la DEA contra los cárteles rivales de su padre y el Chapo Guzmán.

Ya en su anterior libro Los señores del narco, Anabel Hernández había denunciado la complicidad de altos funcionarios corruptos del Estado mexicano con el Cártel de Sinaloa. En ese libro se describía cómo generales del Ejército y directores de la policía corrupta de los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón no sólo recibían dinero del grupo del Mayo y El Chapo a cambio de protección, sino que ponían al servicio de ellos todo el aparato del Estado en contra de los otros cárteles rivales de Sinaloa para detenerlos o asesinarlos. Por la información dada a conocer en ese trabajo, Genaro García Luna, director de la Agencia Federal de Investigación (AFI) con Fox y luego reciclado por Calderón como Secretario de Seguridad Pública, hoy preso en Estados Unidos por recibir sobornos del crimen organizado, habría pretendido asesinarla.

En este nuevo libro El traidor, el diario secreto del hijo del Chapo, la periodista se adentra en las entrañas del Cártel de Sinaloa a través del diario secreto que Vicente Zambada escribió mientras permanecía preso en la cárcel de máxima seguridad de Chicago. El abogado del Vicentillo, Fernando Gaxiola, se lo entregó a la autora en una de las muchas reuniones que sostuvieron sigilosamente en distintos puntos de la Ciudad de México y de Chicago, a petición del mismo Vicente.

En una ocasión del 2011, apenas a meses de que Anabel Hernández publicara Los señores del narco, Zambada Niebla escuchó desde el penal de máxima seguridad Metropolitan Correctional Center (MCC) de Chicago una entrevista por radio que la escritora concedió para promocionar su libro. Al escuchar la entrevista, Vicente sabía que de alguna manera tenía que contactar a la multipremiada periodista… ¿Por qué?

El 30 de marzo de 2011, en la Corte del Distrito Norte de Illinois fue la primera audiencia del juicio del Vicentillo. Su defensa, liderada por el abogado Fernando Gaxiola, quería hacer valer el argumento de que su cliente, el hijo del Mayo, era una “autoridad pública”, sosteniendo que “por medio de los acuerdos entre la DEA, el FBI y el ICE con el Cártel de Sinaloa, estaba implícito un permiso para traficar, por lo cual no podían juzgarlo. Por supuesto, la fiscalía no aceptó ese argumento, no lo aceptaría jamás”. [1]

El Vicentillo estaba molesto porque las autoridades norteamericanas no habían respetado los acuerdos que se habían pactado entre la DEA y el Cártel de Sinaloa, y por eso el hijo del Mayo buscaba a la periodista, para contar su versión de los hechos. Gaxiola servía de enlace entre Vicente Zambada y Anabel Hernández, detallando lo que Zambada Niebla quería que se supiera y que la fiscalía norteamericana y el gobierno mexicano ocultaban. “El abogado [escribe Anabel] compartió conmigo documentos y hechos, sobre los cuales publiqué algunos reportajes que de una u otra manera tuvieron impacto en el juicio de Vicentillo y en las negociaciones con el gobierno de Estados Unidos.” Sin embargo, la mayoría de la información no la publicó, pues ponía en riesgo la seguridad del abogado y del juicio mismo de su cliente.

“Por medio de esos escritos de Vicentillo se revelaban los secretos del Cártel de Sinaloa y algunos de su padre. No era una historia que llegaba sólo a la epidermis, sino que, como bisturí, entraba, cortaba y diseccionaba cada parte de la anatomía de la que es considerada la organización de tráfico de drogas más importante del mundo, con presencia en prácticamente 70 por ciento del planeta. Vicentillo hablaba de quiénes eran en ese momento los socios más importantes de su padre, o los competidores. Sicarios, lugartenientes, cómo movían la droga, cómo sobornaban a todo el gobierno de México.” [2]

Hilando la historia de la concepción de su libro, que es casi una historia detectivesca ocurrida en este México surrealista, donde acostumbradamente la realidad supera la ficción, la autora continúa:

“Gaxiola me puso una condición para compartir conmigo esa información, y la respeté como respeto mis acuerdos con otras fuentes de información. Aún porque entendí la magnitud de la historia para él y para Vicentillo. Me pidió que no publicara nada de los documentos escritos por Vicentillo sobre el funcionamiento del cártel y sus integrantes, y toda la información que estaba soltando al gobierno americano, hasta que él hubiera muerto. El abogado vivía con la certeza de que el cáncer al final lo vencería (…)” [3]

A Fernando Gaxiola le habían detectado cáncer, el cual finalmente acabaría con su vida en el 2015. Anabel cumplió con su palabra.

Durante los años que duró el juicio, Gaxiola visitaba al Mayo, fungiendo de bisagra entre él y su hijo. De esa manera se fue haciendo de importante información que revelaba las siniestras operaciones de la DEA en México. El abogado le reveló a la periodista que “desde hacía años, al menos desde 1998, los miembros de la cúpula del Cártel de Sinaloa como el Mayo, el Chapo, Vicente Zambada Niebla y otros, tenían contacto directo con la DEA. Le daban información que la agencia usaba en operativos coordinados con el gobierno de México, principalmente la Marina, para arrestar a líderes y lugartenientes de los cárteles enemigos. A cambio, la DEA les daba protección” [4]

Muchas de las cabecillas narcotraficantes rivales al Cártel de Sinaloa como los Beltrán Leyva, los Arellano Félix, los Carrillo Fuentes y los Zetas fueron cayendo, arrestados o asesinados, en operativos de la policía. Ante los medios de comunicación, Genaro García Luna y su grupo de policías asociados con los cárteles del narcotráfico se colgaban la medalla de honor, presumiendo la “gran capacidad” de sus agentes para realizar las investigaciones y los operativos de élite. Sólo se trataba de un mito. En realidad, el Cártel de Sinaloa les daba esa información, y reiteradamente se constata en el libro que sicarios en la nómina del Chapo y el Mayo eran en realidad los que iban dentro de las patrullas, uniformados de policías, para ayudar al gobierno a ubicar a sus blancos. Otras veces la DEA, con información de Sinaloa, iba dentro de los Convoyes de la Marina. Mientras, el Mayo Zambada se anexaba las plazas de sus competidores, principalmente las fronterizas, para ampliar sus rutas del trasiego de cocaína y heroína.

La DEA, al capturar al hijo del Mayo logró, con la información valiosísima proporcionada por Vicente Zambada contra su propio cártel, incluyendo su familia y su padre, la detención en Estados Unidos de importantes lugartenientes que estaban en la nómina del Mayo. Gracias a esas detenciones fue que posteriormente se pudo localizar al Chapo Guzmán.

Narcotráfico y Estado, socios de conveniencia

La violencia vinculada a la narcoguerra es el principal problema de nuestro país sin duda, ésta ha moldeado irreversiblemente la vida de millones de mexicanos, en especial a la juventud y a la niñez. La información revelada en este libro es valiosísima para ampliar nuestro entendimiento de la violencia generada en el país a partir de la llamada “guerra contra las drogas”, impuesta desde Washington en nuestro continente. Comprenderlo en toda su amplitud es una tarea insustituible sin la cual será imposible acabar con la narcoguerra y sus secuelas de miles de muertos, desplazados y desaparecidos.

Para esto es necesario desmitificar el discurso del Estado sobre el narcotráfico que ha querido imponer la narrativa oficial, la cual reproducen periodistas sin talento y una gama muy amplia de contenidos culturales, como algunas narcoseries o las narconovelas. Esta narrativa ha reproducido como verdad absoluta que existe una guerra sin cuartel entre buenos y malos, pues no consideran las causas profundas de la llamada guerra contra el narcotráfico, ni la relación de asociación y enfrentamiento que existe entre el Estado y los cárteles.

Desde algunas corrientes de la izquierda ese discurso se ha hecho eco, argumentando que el crecimiento de la violencia y la impunidad, como lo ocurrido el 19 de Octubre con la captura y liberación de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, es originada por una “ausencia de Estado”, lo cual sería un resultado del debilitamiento extremo por la corrupción interna, a tal punto que se ve rebasado por los cárteles.

Sin duda, es cierto que la asociación flagrante entre el Estado y distintos grupos del llamado crimen organizado ha quebrantado la credibilidad del gobierno y sus instituciones, vulnerando la hegemonía que mantiene por sobre la población. Paralelamente, la presión que ejerce el imperialismo norteamericano contra nuestro país, con la intervención abierta de la DEA en nuestro territorio, debilita la soberanía del estado y, en ese sentido, ejercer una política independiente de los intereses estadounidenses para acabar con la violencia emanada del narcotráfico.

No obstante, el infierno que se vive en México con la “guerra contra el narco” refleja no una “ausencia de Estado”, sino el incremento de la militarización y la capacidad del Estado, con métodos más sofisticados de vigilancia y represión, de administrar el orden burgués. Durante los últimos 10 años, la policía y el Ejército tienen más presencia que nunca en la vida cotidiana de su enemigo número uno, los trabajadores y sus hijos. Con la guerra contra el narco han aumentado las violaciones a los derechos humanos, el hostigamiento y la extorsión del ejército y la policía contra los más pobres. El estado no es un árbitro que se encargue de impartir justicia sin distinción de clase. Por el contrario, como dijera Marx, es un instrumento de represión de la burguesía contra el proletariado, y los máximos representantes son el Ejército y la Policía. Esta es una realidad en la que siempre hay que insistir.

Como se demuestra a lo largo de la obra referida, altos funcionarios del gobierno y del Ejército van a las mismas fiestas que los “capos”, viajan en las mismas patrullas y se dividen las ganancias del tráfico de drogas. Por ejemplo, la periodista Anabel Hernández narra que en una plática, el Mayo le mencionó a su hijo: “Nosotros [cártel de Sinaloa] trabajamos para el gobierno”. En otra parte, se cuenta cómo Gaxiola le reveló una conversación que tuvo con el Mayo donde éste le afirmaba: “No nos conviene enfrentarnos al Estado, ellos tienen más balas”. Estos elementos nos permiten sustentar que ni si quiera el líder del grupo criminal más poderoso del planeta, según EE.UU., se ve a él mismo como aquél poderoso personaje capaz de doblegar al Estado, como nos lo repite la cacofonía del discurso oficial de Washington.

Incluso, con la mano en la cintura, la DEA pudo de la noche a la mañana traicionar al hijo del narcotraficante “más peligroso del mundo” sin ningún temor. Finalmente, bajo el manto de la narcoguerra, se desató un proceso de militarización que golpeó duramente a los trabajadores, la juventud y a las mujeres, misma que se mantiene bajo la administración de AMLO.

El “traidor” es una referencia imprescindible para arrojar luz en el entendimiento de la narcoviolencia, no sólo porque se adentra en el ADN del principal grupo criminal en el país, sino porque devela la relación directa entre complicidad estatal, la intervención imperialista estadounidense y el aumento de asesinatos y desaparecidos en nuestro país.

 
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