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6 de febrero de 2020 Twitter Faceboock

OPINIÓN
Los rugbiers, las redes sociales y la violación como castigo
Eyelen Day | Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH)

Desde hace días las redes están llenas de comentarios que piden la muerte, la violación y la cadena perpetua para los 10 rugbiers que mataron a Fernando Báez Sosa, y reproducen la cultura machista y patriarcal. El repudio del Centro Universitario de la cárcel de Devoto.

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Desde hace días las redes sociales están llenas de cometarios de usuarios que piden la muerte, la violación y la cadena perpetua para los 10 rugbiers que mataron a Fernando Báez Sosa en la ciudad de Villa Gesell.

"Chistes" e imágenes alusivas en cuentas famosas por "el ingenio" para graficar hechos de la realidad política y social del país, y algunos comentarios de los usuarios reproducen la cultura machista y patriarcal.

¿Por qué se incita a cometer otro delito aberrante, como la violación, como respuesta al asesinato cometido por los rugbiers en Villa Gesell?

Podemos decir, citando a la antropóloga Rita Segato: “El crimen sexual no es del mismo tipo que los otros: es moralizador, castigador”. El violador no es un ser anómalo, es un producto social.

Las violaciones dentro del sistema penitenciario son hechos públicamente conocidos y popularizados con series como El Marginal y denuncias de organismos como Amnistía Internacional, que constan en informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con respecto a las agresiones sexuales, es difícil tener estadísticas fidedignas ya que es muy difícil averiguar hasta qué grado dichas agresiones se realizan con la conmiseración de los guardias de la cárcel y cuál ha sido su papel. Por otra parte, es poco probable que una persona privada de su libertad denuncie la agresión por las connotaciones que tiene.

Wilbert Rideau, exrrecluso condenado a muerte que se convirtió en autor y periodista galardonado mientras estuvo recluido durante 44 años en la prisión de Angola, escribió The Sexual Jungle, donde explicaba en qué consiste ser violado en dicho contexto: “La violación en prisión raramente es un acto sexual, sino uno violento, político y una representación de los roles de poder”.

En esa situación, el violado se convierte en “una mujer en esta perversa subcultura, y debe asumir su rol como ‘propiedad’ de su conquistador o quien quiera que lo haya reclamado y llevado a cabo su emasculación. Se convierte en un esclavo en todo el sentido del término”.

Miles de personas se encuentran dentro del servicio penitenciario Argentino, donde las condiciones de hacinamiento solo no garantizan las condiciones mínimas indispensables para la vida, falta de tratamiento médico, sanitarios, limpieza, metros cuadrados, comida, empleo y protección de no sufrir agresiones dentro del encierro al que fueron sometidos muchas veces incluso sin ser condenados.

Probablemente a los rugbiers no les suceda nada, ya que es un caso completamente mediatizado y sería una crisis para el servicio penitenciario. Sin embargo, no podemos dejar de repudiar este tipo de prácticas que pueden llegar a sufrir quienes están detenidos y no cuentan con los cuidados que estarían recibiendo los implicados en el asesinato de Fernando Báez Sosa.

La violación como castigo

Hace algunos años, a propósito de dichos del cantante Gustavo Cordera, el historiador Federico Mare escribió en La Izquierda Diario que “penetrar, en el imaginario masculino patriarcal (aun en su variante menos misógina o más cortés), es someter y humillar. Es practicar el coito como relación de poder (...) La cultura de la violación en Argentina no se reduce, por cierto, a los casos de abuso, sometimiento y agresión sexuales encuadrables en el art. 119 y ss. del Código Penal. No se restringe a los hechos criminales más morbosos o sensacionales que la prensa hegemónica de masas considera noticias policiales”.

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La violación no es sólo tortura física y aprovechamiento sexual para que el violador obtenga placer sino la humillación de la víctima, que es utilizada como un cuerpo sin derechos ni humanidad, como un objeto que se penetra, se hiere sin que pueda defenderse, bajo circunstancias que son coercitivas y sin consentimiento.

Desde una visión histórica podemos mencionar registros que demuestran que en diferentes épocas, en distintas sociedades, en diferentes partes del planeta se ha utilizado la violación como castigo.

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La sociedad romana tenía un sistema patriarcal, estratificado y esclavista, donde el paterfamilias, el ciudadano independiente, era la autoridad principal, enfatizando en la masculinidad una posición “activa” como premisa de gobierno, poder y estatus. El paterfamilias tenía vitae necisque potestas (poder de vida o muerte) sobre sus hijos, su esposa y sus esclavos. El sexo era un aspecto reglado, donde como muestra de dominio se manifestaba en la legislación romana.

Existía un sistema de control sobre las prácticas sexuales, la lex scantinia, que regulaba las relaciones de los hombres del imperio. Era penado para un hombre libre mantener una posición pasiva durante las relaciones sexuales con otro hombre, pues se creía que esto representaba una amenaza para la sociedad, catalogándose un rasgo de debilidad. Sólo las mujeres, los cautivos o esclavos podían ser penetrados asociando la penetración con sumisión y deshonra. Sobre los que el paterfamilias tenía disponibilidad absoluta de sus vidas y cuerpos, estos eran una cosa más sobre la que el paterfamilias ejercía su dominio.

Otra de las prácticas, que hacían los romanos, era la sodomización de los enemigos vencidos. Las legiones romanas disponían de una piedra redondeada sobre la que un centurión sodomizaba al jefe enemigo derrotado. Era la prueba de dominio total y de la victoria. Cuando alguien se sublevaba contra el orden de Roma, sabía que se exponía a la humillación total, a “pasar por la piedra”, si era derrotado.

La violación ha sido utilizada como método de tortura y de corrección en particular para "buscar normalizar" y castigar los cuerpos de las mujeres militantes durante del dictaduras. Entiéndase aquí la utilización de normalizar, como el intento de sujetar los cuerpos empoderados de estas mujeres que con convicción entregaban su vida a la lucha por cambiar el mundo y el sistema, más allá de las diferentes estrategias bajo las cuales lo hacían, todas sufrieron estas prácticas. Ellas con su militancia desafiaron el sistema, se escapaban de la norma imperante y de la moral católica que les reservaba solo un lugar como madres, o hijas dentro de los ámbitos domésticos. Hubo un ensañamiento particular con las mujeres militantes.

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Hace unos años atrás fue generalizado el repudio internacional que despertó la noticia de que en Pakistán, una Asamblea de Sabios ordenó la violación en grupo de Mukhtar Mai, cuyo hermano de 12 años fue acusado de haber cometido una violación. Luego se supo que el chico no había cometido el delito. Pero su hermana fue violada por varios hombres. “Todo está basado en el honor en ese sistema, y no hay nada más deshonroso para una familia que la violación de una hija", explicaba en aquel entonces la militante feminista Aisha Sarwari.

En la actualidad, como explica Mare en su artículo de La Izquierda Diario citado más arriba, soldados que violan o esclavizan sexualmente a mujeres de bandos contrarios, cosificándolas y deshonrándolas, no solo buscan atacarlas a ellas sino, más aún, desmoralizar y dañar al enemigo militar.

La violación como arma de guerra y tortura relacionada con los conflictos fue reconocida por primera vez por el tribunal penal internacional para la ex Yugoslavia. Que estableció que las mujeres musulmanas en Bosnia y Herzegovina fueron sometidas a violación en grupo y generalizada. Quedo demostrado que los grupos paramilitares serbios practicaban la violación sistemática cómo parte de la táctica desempeñada para expulsarlos del territorio.

En la actualidad se perpetúan estas prácticas. La ONU determinó, en el informe e/CN. 4/2002/83, que “Quizás más que el honor de la víctima, el blanco de la violencia sexual contra las mujeres es lo que se percibe como el honor del enemigo. La agresión sexual se considera una práctica para humillar al adversario” Unicef denunció la violación en dafur, sudan continua con total impunidad donde establece “la violación se utiliza como un arma para aterrorizar a mujeres y niñas y también para aterrorizar a sus familias y a comunidades enteras”.

Cuando una mujer sufre un acto de agresión sexual sufre múltiples cuestionamientos, dado que este acto está normalizado como castigo, seguramente algo que ella hizo que la convirtió en “merecedora” de tal acto.

Podemos mencionar más ejemplos sobre las raíces de la cultura de la violación y la idea de violación como castigo. Estos hechos vienen a cuenta para cuestionar y fundamentar por qué es importante repudiar el pedido de violación a los rugbiers como castigo. Este pedido que infesta las redes y parte de los medios de comunicación masiva no hace más que mantener los códigos machistas de dominación.

El repudio desde adentro

Desde el Centro Universitario de Devoto publicaron un comunicado en repudio de esos dichos. “Se manifestó un trato diferenciado y una discriminación al colectivo de privados de su libertad juzgando a todos los detenidos como agresores”, denuncian los detenidos de Devoto.

Comunicado del Centro Universitario de Devoto
Comunicado del Centro Universitario de Devoto

La fantasía de la violación correctiva o de la tortura entre presos como acto de justicia no es parte de la solución. Es parte del problema.

Fe de erratas: por una equivocación cometida en la edición, una versión original de este artículo no llevaba citadas las referencias al artículo de Federico Mare del año 2016 publicado en este mismo medio, lo que motivó la queja del autor y su correspondiente corrección.

 
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