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La Izquierda Diario
9 de febrero de 2020 Twitter Faceboock

Semanario Ideas de Izquierda
Felix Weil y el movimiento obrero en Argentina
Laura Sotelo

Reproducimos aquí, con autorización de la autora, el prólogo de la reciente y primera edición en castellano del libro El movimiento obrero en Argentina. Una contribución a su historia de Felix Weil, editado por el Centro Cultural la Toma de Rosario, ocupado y gestionado por sus trabajadores y trabajadoras desde 2001 y que aún resiste amenazas de desalojo.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Felix-Weil-y-el-movimiento-obrero-en-Argentina

Intentamos remediar con esta publicación las demoras de la traducción al castellano de la obra de Weil sobre el movimiento obrero en Argentina. Esta dilación de casi 90 años proviene seguramente de lo que el propio autor, fundador y mecenas del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, no escribió este texto para lectores de habla hispana, sino para sus camaradas de la izquierda intelectual y militante de Alemania.

Felix Weil nació en Buenos Aires en 1889, en el seno de una acaudalada familia dueña de una empresa exportadora de granos. Su padre Hermann Weil, judío alemán y yerno del Káiser Guillermo II [1], dirigió en nuestro país la firma Weil Hermanos y Co., que llegó a controlar, junto con otras dos, el 90 % del comercio argentino de cereales. Su hijo Felix fue enviado a estudiar a Frankfurt, en el Goethe Gymnasium, cuando tenía solo 9 años, y fue allí donde trabó amistad con quien posteriormente se convertirá en el sociólogo de la literatura del Instituto de Frankfurt, Leo Löwenthal.

Tras la revolución bolchevique en Rusia y en medio de la agitación social que sucedió al fin de la guerra y la caída del Káiser, Felix Weil se transformó en revolucionario comunista, asumiendo una activa labor de traición anti burguesa que lo ubicó como un extranjero de su propia clase. Así, militó como estudiante socialista durante sus años de formación académica en Frankfurt y en Tubinga, en el Grupo de Estudiantes Socialistas, y a partir de 1919 trabó estrecha amistad con Karl Korsch y Clara Zetkin, a quien ocultó en su propia casa a fin de protegerla frente a las amenazas de muerte de la derecha nacionalista. Tales compromisos le valieron la expulsión de la universidad de Tubinga y unos días en la cárcel de Stuttgart en octubre de 1919. Felix Weil no declinó por eso su actitud de intelectual militante, y en 1923 organizó y financió la Primera Semana de Trabajo Marxista, que puede ser tomada como el seminario teórico fundacional de la Escuela de Frankfurt. Cuenta Ingo Malcher un suceso que muestra al joven en acción:

En el año 1922 se encontró en Berlín con el representante soviético Karl Radek y negoció con él entregas de trigo a la Unión Soviética. Sin embargo, en Moscú se calculaba una buena cosecha; el negocio fracasó. Al día siguiente sonó el teléfono en lo de Weil. Al otro extremo de la línea estaba el furioso director de la filial de Rotterdam de la empresa familiar. El Tageblatt reproduce la conversación: “¡Idiota!”, oyó tronar Weil. “Al menos por 24 horas fuiste el único no ruso en Europa, que sabía que los rusos no comprarán más. Si hubiéramos sabido eso, hubiéramos podido vender a la baisse gran cantidad de granos y hubiéramos ganado millones. ¿Por qué, por Dios, no nos has llamado inmediatamente?”.

Cuando en 1920 vuelve a Argentina a ocuparse de los negocios cerealeros del padre, el joven de 22 años comienza a preparar las fuentes y materiales de su investigación que, tras su regreso a Alemania, publicará en la ciudad de Leipzig en el año 1923.

Weil aprovecha sus obligaciones de heredero en Argentina para escribir una historia del movimiento obrero que aquí se hallaba en ciernes y actuar, a la vez, como militante en los marcos del PC local. Weil traía un permiso del Komintern, gestionado por Zinóviev, para realizar actividades secretas en la Argentina. Como lo plantea Camarero:

Más importante aún es señalar la actividad de Weil en un organismo de la IC; en concreto, su participación como miembro destacado del Buró de Propaganda Comunista para Sudamérica, que funcionó en Buenos Aires entre 1921 y 1925, lo cual evidencia la creciente centralidad que se le asignaba al PC argentino. Aquel Buró de Propaganda Comunista para Sudamérica fue la base sobre la que se montó el aún más relevante Secretariado Sudamericano de la IC, que residió en Buenos Aires y Montevideo, entre 1925 y 1935 [2].

El texto de Weil puede considerarse la primera historia del movimiento obrero en Argentina. Aunque, como lo dice Falcón, “los más antiguos estudios que se realizaron en nuestro país sobre el mundo del trabajo de las épocas pioneras de fines del siglo XIX, fueron las ´encuestas obreras´ llevadas adelante por militantes o funcionarios encargados por el Poder Ejecutivo Nacional” [3]. Estos primeros estudios de Adrián Patroni, Pablo Storni, Juan Alsina y Bialet Massé pertenecen más al género de los informes de situación y las condiciones de vida de los obreros que al tipo de ensayo histórico. Las historias de la clase obrera propiamente dichas son posteriores al trabajo de Weil, y tendrán más bien un carácter autoproclamatorio y justificacionista de las distintas vertientes políticas a las que pertenecían sus autores. “Así, tenemos la visión anarquista a la que pertenecía Abad de Santillán, la socialista de Jacinto Oddone y la sindicalista de Sebastián Marotta, entre otras” [4].

En este sentido, el estudio de Weil tiene un carácter exótico: no es un trabajo destinado a la difusión académica en nuestro país, ni fue escrito para justificar tendencias sindicales o políticas del movimiento obrero de la época, sino que guarda una especial afinidad con la orientación seminal que caracterizarían los primeros pasos de la Escuela de Frankfurt. En efecto, Karl Grünberg, primer director del Instituto de Frankfurt, había comenzado, desde 1911, la publicación del periódico Archivo para la Historia del Socialismo y del Movimiento Obrero (Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung), que encauzaría la dirección de las investigaciones del primer período del Instituto frankfurtiano. El ensayo de Weil puede tomarse entonces como un aporte a la construcción y documentación material de este proyecto.

Weil conoció en Argentina no solo a líderes sindicalistas como August Kühn o comunistas como José Fernando Penelón, sino que también, como joven que debe ingresar contra natura en los negocios familiares, tuvo asiduo trato con la flor y nata de los terratenientes argentinos más importantes, que eran en gran medida los titulares efectivos del Estado nacional de la época. Uno de los aciertos de Weil fue denunciar esta raíz social del Estado argentino, y dirimir, en virtud de la forma en que se posicionaban frente a él, el contenido de la política de los partidos y el carácter de las distintas tendencias sindicales en que se dividían entonces los trabajadores. Weil utiliza sus conocimientos directos de las relaciones entre el Estado, los terratenientes y el capital extranjero para caracterizar la subordinación, en ciertos aspectos prepolítica, de los arrendatarios, campesinos pobres y obreros del campo, a los terratenientes locales. Su conocimiento del movimiento obrero industrial estará mediado, en cambio, por el trato y las informaciones que le proveían los propios dirigentes del movimiento obrero, que en muchos casos, como Weil señala, eran completamente deficientes e inexactas. Así, pasa revista a las tendencias políticas y psicológicas anticapitalistas, al “carácter”, experiencias y expectativas de los inmigrantes europeos.

También hará mención fructífera de las transformaciones de la conciencia gestada en los choques locales con el capital y en las diversas relaciones de integración o conflicto que estallaron en el flamante Centenario de la Independencia.

Más allá de los aciertos de su texto, pueden señalarse debilidades y carencias en el conocimiento del joven Weil sobre nuestro país: la atribución de un carácter “socialista” a la Ley de Enfiteusis de Rivadavia, la confusión de regiones geográficas (ubica al Chaco en el sur, junto a la Patagonia), la desconsideración de tradiciones nacionales propias en la formación del movimiento obrero local, no disminuyen sin embargo, el valor de su ensayo, que dejamos, en adelante, para el juicio del lector.

Aclaración y agradecimiento

Muchas de las citas que hace Weil de textos de programas y congresos partidarios o de periódicos de la época, las hemos retraducido al castellano, en la mayoría de los casos, sin cotejar las fuentes originales. Queda, por tanto, para un futuro próximo, la conversión de las retrotraducciones hechas por nosotros a su fuente original. Queremos agradecer a Hernán Camarero su autorizada lectura de la presente versión y la indicación de más de un nombre preciso, cuya literalidad no puede conservarse prescindiendo de sus exactas referencias históricas.

 
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