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La Izquierda Diario
23 de febrero de 2020 Twitter Faceboock

Semanario Ideas de Izquierda
El ¿marxismo? de Badiou
Lucas Hernán

A propósito del reciente ensayo de Alain Badiou Qué entiendo yo por marxismo.

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Salió por primera vez a las librerías a principios de julio del 2019 y es parte de la colección Biblioteca del Pensamiento Socialista a cargo de Horacio Tarcus. El ensayo es una reproducción de la conferencia que se dictó durante 2016 en el marco del seminario “Lecturas de Marx” en la École Normale Supérieure de París. Los seminarios surgieron con los movimientos universitarios de 2009 y tienen el fin de reunir a estudiantes y militantes en lecturas con clásicos del marxismo.

Qué no es el marxismo

Por medio del método deconstructivo, Badiou comienza el ensayo con la tarea de intentar argumentar contra las definiciones que elaboró en su período estructuralista su profesor Althusser, como así también contra el mecanicismo estalinista. Ambos como interpretaciones dominantes de un momento histórico en donde se intentó encuadrar al marxismo en conceptos duros o preestablecidos. Contra todos estos discursos, Badiou propone desarrollar por qué el marxismo no es reducible a sólo una ciencia de la economía y de la historia, a una política o también por qué el marxismo no es reducible sólo a una filosofía.

Partiendo de las escrituras de El Capital, Badiou muestra como la obra no era presentada a sí misma como una nueva ciencia de la economía, sino como una crítica a la economía, sobre todo a la tradición liberal inglesa de Smith y Ricardo, con un sentido marcado en la negatividad a la visión general de la economía en tanto ciencia. En un segundo argumento contra esta idea, el autor se apoya en un texto de Mao Tsé-tung llamado ¿De dónde provienen las ideas correctas? en donde quedaría explícito que las “ideas correctas” (o sea el marxismo) si bien parten primero de la lucha de clases, y luego del campo de la contienda política, también provienen de la experimentación científica. Para Badiou esta tercera fuente de experimentación científica es central por sobre las otras dos y en este mismo sentido tomará prestada una definición en la que Lenin afirma que “en cierto sentido, el progreso científico y técnico está por encima de las clases”. De esta manera Badiou cierra su argumento planteando que, si marxismo es equivalente en gran medida a la experimentación científica y esta última tiene relativa independencia de “los resultados prácticos de lo que se juega en las relaciones de producción”, entonces no habría posibilidad de reducir al marxismo a una nueva ciencia de la economía.

En relación a la equivalencia entre marxismo y ciencia de la historia, Badiou busca desligar al marxismo del presupuesto mecánico de Stalin quien lo catalogó como la suma entre materialismo histórico y materialismo dialéctico. En esta dirección el autor va a dejar un interrogante central que se basa en que, “el materialismo histórico” (pregonado por el estalinismo) tiene como dado un sujeto que se historiza en su propio despliegue casi de manera independiente de los problemas concretos de la práctica política. De esta manera la conclusión se dirige hacia la imposibilidad de una equivalencia mecánica si se entiende al marxismo también como una teoría del sujeto político o al menos como una teoría de cómo se ubica el actor o los actores de la práctica política. Por otro lado, con este argumento central se crítica la idea althusseriana del marxismo como ciencia de una historia sin sujeto. Hacia el final, Badiou, volverá a textos de Mao quién hace del “proletariado” una posición puramente subjetiva como un todo indivisible entre “clase obrera”, “amigos de la revolución” y “masas”. De esta manera el autor intenta mostrar que el debate y las problemáticas respecto al sujeto de la historia son mucho más amplios que la hipótesis de equivalencia.

Si bien no es común usar el concepto de política “marxista” sino más bien el de política revolucionaria o comunista, en el ensayo se intenta escarbar sobre si puede existir una completa equivalencia entre marxismo y política, esta última entendida por Marx en el Manifiesto Comunista como el fin político de toma del poder por parte del proletariado. Al respecto Badiou plantea que, “si “marxismo” designa una política lo hace con esta complejidad singular en virtud de la cual describe como proceso de su desaparición” [1] [desaparición del proletariado, N. de A]. O sea, no puede haber equivalencia absoluta entre marxismo y política porque la destrucción del estado burgués es sólo un medio para el fin político del marxismo que es el comunismo.

Con el valor particular que le da Badiou a la filosofía como el estudio del día después de los acontecimientos, plantea que no puede haber equivalencia absoluta entre marxismo y filosofía porque si bien la esencia filosófica del marxismo es la dialéctica hegeliana “invertida” y concreta, hay una relación de ruptura no sólo con Hegel sino con toda la historia de la filosofía. En éste sentido, las tesis sobre Feuerbach supondrían para Badiou que, en tanto exista la filosofía, debe comprometerse con un proyecto de transformación social y convertirse en “una de las dimensiones pensantes de la política revolucionaria” [2].

Sobre las fuentes y las partes del marxismo ¿Qué es el marxismo para Lenin?

A diferencia de las tesis que sostuvo Althusser como así también la escolástica estalinista, Lenin en su texto Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo [3] propone una unidad dialéctica entre filosofía, ciencia y política que conforman las partes de este. Al mismo tiempo, las tres fuentes principales de las que nutre Marx su pensamiento no son fuentes que al sumarlas dan marxismo, sino que Marx, al mismo tiempo que toma lo mejor de las tres, tiene un espíritu de crítica radical y violenta. ¿Desde dónde? La hipótesis de Badiou es que la unidad de estas tres partes es el concepto de clase. A la filosofía idealista alemana, le cuesta hacer síntesis con la vida de millones de personas que pertenecen al proletariado, en definitiva no es materialista. La economía inglesa de Smith y Ricardo explica cómo se relacionan las mercancías, y Marx intenta explicar que atrás de cada mercancía hay relaciones sociales de explotación y opresión, y que el socialismo prohudoniano que dirige el movimiento obrero francés, tiene una estrategia pequeñoburguesa, que es impotente para aniquilar el capital. De esta forma la crítica de Marx a las fuentes es desde un sujeto particular. Desde una clase, el proletariado.

Así es entonces que Badiou por medio del coqueteo con el lenguaje clausewitizano va a desarrollar en toda la siguiente parte del ensayo una profundización, siempre en el marco de las abstracciones de Badiou, de la hipótesis de que “el centro de gravedad del marxismo es la relación entre clase y política”.

La organización política y la irreversibilidad

Con una interesante vuelta a Lenin, Badiou empieza a poner bajo la lupa como la tensión entre política y clase, está mediada por el desarrollo de la teoría organizativa leninista. Algo que en pocas palabras consistiría en educar en el ejercicio de discernir los intereses que tienen las clases sociales en pugna y organizar el discernimiento. “Educar y organizar”, dice Lenin. Son casi sinónimos.” Mientras que admite que en la cuestión de su forma, Lenin propondrá la forma de Partido, “marcada por una disciplina militar, porque está orientado a la idea de ser la cabeza de una insurrección victoriosa” [4].

Aunque no aborda mucho el problema político de la disciplina militar adentro de la organización, ya que no hay una distinción entre el partido de vanguardia y el partido-ejército que se propuso durante el siglo XX por distintas corrientes guerrilleristas; pareciera haber un reconocimiento de que Lenin quiere una organización de tipo “militar” en el sentido de una organización que saca lecciones de derrotas, particularmente de 1848, y de la comuna de París. Bajo este concepto transversal de organización es que Badiou comienza a “recuperar” las distintas dimensiones del marxismo (como filosofía, ciencia y política) que “deconstruye” al principio del ensayo. Entonces la filosofía se incorpora en la idea de que un pensamiento puede existir tan solo en la forma práctica de su organización, la ciencia aporta en dar fundamentos sobre los intereses de las clases contra las fábulas que la clase dominante crea, mientras que respecto a la política la recupera en la clave de una “figura del armado de una organización que [...] es capaz de hacer pasar a sectores enteros de la sociedad del estado de discernimiento al estado de la acción colectiva” [5].

Sin embargo, como la clave para Badiou pasa por dar cuenta de que todos estos fundamentos están contenidos de alguna u otra manera en el desarrollo teórico de Marx, es que vuelve al Manifiesto Comunista para argumentar que, si bien los comunistas hacen política no desde “afuera” sino desde adentro del proletariado, hay tres características claves que los distinguen de la clase: anticipar la etapa siguiente, el internacionalismo y por último la obstinación, o mejor dicho, el fin político por adelante de los tropiezos.

Profundizando sobre esto último la conclusión se dirige a que la organización es lo que orienta o dirige la situación política “en dirección a un irreversible”, ¿Pero qué es lo irreversible? Para Badiou una victoria, no puede ser parcial, sino que

… victoria es haber inscripto en la historia un punto de irreversibilidad” entonces el marxismo debe ser “una teoría que intenta dotar al movimiento general de una representación de lo que es irreversible de lo que no lo es, y que evita agotar sus fuerzas imprimiendo a las circunstancias una orientación que, con plena evidencia, sería muy fácilmente contrariada o revertida [6].

A modo de síntesis con el concepto de organización planteado al principio y el peso que le da a una orientación que conquiste posiciones que sean irreversibles es que concretará una definición final de marxismo. El marxismo –aclarará– es

… un pensamiento que sitúa de manera compleja, abarcando a todos los niveles de análisis y comprensión, la posibilidad de una práctica política ligada (no cabe duda) a la categoría de clase como categoría activa, como categoría que anima el conjunto del dispositivo, pero solo con el objetivo de inventar una práctica nueva cuyo núcleo sea superar (en la medida de lo posible) las divisiones que todavía aparecen en el discernimiento de los componentes de la situación y, a partir de eso, tejer de acuerdo con una orientación hacia lo irreversible las consecuencias unificadas del discernimiento.

En la propuesta final de la definición de marxismo, Badiou le da una centralidad al concepto de irreversibilidad [7]. Todo esto parecería dejar planteado el problema de la estrategia, sin embargo no necesariamente hay una equivalencia entre “conducir hacia lo irreversible” y la estrategia marxista, sino de hecho una negación de esta última. Veamos por qué.

¿Hay victorias tácticas que no son reversibles? Definitivamente no y es poco dialéctico (más bien poco marxista) pensar que puede existir en la realidad concreta la irreversibilidad de una posición. En la medida en que exista enemigo hay posibilidad de reversión de las posiciones conquistadas (una comisión interna dentro de una fábrica, parlamentarios, la revolución en un país, etc.). Léase aquí enemigo como burguesía en cualquier país del mundo.

Sin embargo en la táctica puede haber victoria, claro que no es “la victoria final”, o sea el último fin político, el comunismo. Pero lo que es importante es comprender que, si el fin es la irreversibilidad en la táctica pero, en la medida en que exista burguesía hay posibilidad de reversibilidad, entonces no debemos abandonar la primera norma sino que, se debe buscar un tipo de estrategia política que busque aniquilar al enemigo.

No se puede negar que exista alguna relación entre el concepto de irreversibilidad y estrategia, y si vamos al campo de la práctica política, Badiou viene utilizando este concepto para correr por izquierda la falta de estrategia de Syriza como así también la caída de los “socialismos realmente existentes” [8]. El punto nodal es que afirmar que hace falta una estrategia no necesariamente significa dotar de una en particular y aquí está el gran límite que hace de su propuesta una negación voluntarista de la estrategia [9]. Las armas de la crítica quedan en un marco de apelar a la voluntad general de los lectores y militantes a que encuentren “la Irreversibilidad” en su realidad cotidiana y de repente hagan la revolución. Plantear una solución al problema político de “la anticipación práctica del futuro” en la búsqueda voluntaria de esta abstracción coincide con su teoría del Acontecimiento, particularmente en el desarrollo lacaniano del sujeto que no puede preceder nunca al acontecimiento, sino que siempre es lo segundo respecto a éste último [10]. Si antiguamente Badiou cortaba de cuajo la posibilidad de que una organización pueda prever elementos generales de los acontecimientos, ahora parecería haber un giro a admitir la necesidad de esta previsibilidad pero no bajo las herramientas de la estrategia como son el cálculo de probabilidades y su relación de las lecciones históricas, sino bajo una gran centralidad de una “voluntad colectiva” que encuentre su abstracción.

Acerca de las abstracciones

Si bien el ensayo aporta en distintos análisis progresivos respecto a problemas generales de los marxismos dominantes luego de la segunda posguerra, incluso abriendo un debate estratégico adentro del marxismo, existe un gran límite constante durante todo el ensayo que se encuentra en las abstracciones respecto a conceptos como el de clase, organización, partido, revolución, etc.

En una de las preguntas que se le hace a Badiou al final de la conferencia, se plantea si el nivel de abstracción sobre el que desarrolla su definición de marxismo no entra en contradicción con el materialismo marxista. A este interrogante responde:

… de ningún modo creo que pueda caber contradicción con el materialismo que el marxismo invoca […] porque la ontología que propongo, que se sitúa en el más alto nivel de abstracción, es una ontología de la multiplicidad como tal […] doy una respuesta en cierto modo científica.

.

Si en efecto “ontología” significa “discurso sobre la multiplicidad de que ese trate”, entonces “no hay diferencia entre ontología y matemática”, y agrega:

Por supuesto, todo lo relativo a las leyes del mundo natural tal como lo conocemos, todo eso, va a competer a la matemática, porque en cualquiera de los casos estas cosas son. Y por otra parte, eso va a competer a la experiencia empírica o a la experiencia organizada por instrumentos científicos, ya que es particular.

En síntesis, para Badiou no hay contradicción entre el materialismo marxista y sus abstracciones porque en última instancia la matemática ofrece todas las leyes del mundo natural, ya que toda la realidad es matematizable. Entonces su lógica consiste en que no hay contradicción porque él se propone crear una ontología que abarca de forma (muy) general todos los grandes problemas del marxismo, mientras que cualquier detalle particular (cualquier contradicción) no es problema de su ontología sino un problema que corresponde a un estudio de la matemática.

Esto último se podría interpretar como una idea de coexistencia pacífica respecto a las luchas que se dieron y se dan en las múltiples interpretaciones (no matemáticas) sino históricas y políticas de esos conceptos adentro del mismo marxismo. Si bien el interrogante respecto a la irreversibilidad y permanencia de las victorias es saludable, prima una visión de leer al marxismo desde una teoría que intenta una equivalencia entre la práctica política y la abstracción matemática.

En la teoría de la guerra, el general Carl von Clausewitz, al mismo tiempo que daba cuenta de la posibilidad de una teoría que pueda prever el combate, se preguntará “hasta dónde debe llegar la teoría en el análisis de los medios” y a esto responderá que el alcance debe llegar “hasta saber emplear en la guerra las propiedades peculiares de cada uno”, así, “de este modo se reduce mucho el número de cuestiones objeto de la teoría, y se limitan también a los conocimientos precisos de a la Dirección de la Guerra” y justamente por esto es que “la estrategia utiliza mapas sin preocuparse con mediciones trigonométricas” [11] . Con esto lo que se quiere justificar no es el nivel más alto de abstracciones, sino que la teoría de la guerra no necesariamente llega hasta el más particular análisis de la naturaleza, como la matemática. Sin embargo, aunque es importante aclarar por qué no es válida la equivalencia entre matemática y práctica política, la propuesta de Badiou no es un ensayo de matemática. Entonces, ¿por qué consideramos que su planteo estratégico queda a mitad de camino? Porque Badiou tiene la imposibilidad de hacer de los debates históricos del marxismo conclusiones políticas, una imposibilidad contenida en el método deconstructivo, que entierra la historia de las internacionales socialistas y comunistas en la clave de “fantasmas”. En este sentido se puede decir que deja planteado un problema con las mismas herramientas que lo limitan a hacer su superación. Si algo queda claro es que, el marxismo no resurgirá ni estudiando matemática ni llevándolo a su máxima abstracción para evitar la historia de sus combates, la estrategia no actúa en el vacío de las ideas, sino que toma de la experiencia (de la lucha de clases) el fin y los medios que examina. [12].

 
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