Mies vailla menneisyyttä (un hombre sin pasado) es mi película favorita del cineasta Aki Kaurismäki, a quien tuve la suerte de conocer en persona en un evento hace once años, por lo que pude expresarle en el breve momento en el que hablamos, cuánto me había cambiado la perspectiva sobre la vida esta película suya.
A veces, sólo basta una historia tras la pantalla en el momento indicado, para ver que existen otros caminos posibles más allá de los que veamos asibles.
Ésta es una historia cuya intensidad en la temática traspasa el corazón más pétreo, y está realizada de tal manera que se ven postales con cada escena que se sucede; es decir que, si tomásemos una fotografía de cada momento, bien podría ser una serie de obras pictóricas que representan una historia donde la temática recurrente es el punto de inflexión en la vida de personas de las clases menos favorecidas en Finlandia.
Kaurismäki nos cuenta en forma realista, aunque con tintes extravagantes dados por los personajes, cómo un golpe que al principio duele al punto de casi matarnos, puede devenir en un cambio ulterior que termina favoreciéndonos.
El protagonismo de un mensaje anticapitalista está presente todo el tiempo en la trama de esta historia en donde se ponen de manifiesto los sentimientos más profundos, al modo escandinavo; quiero decir que, si esperan largos diálogos y gritos desgarradores o un vertedero de lágrimas, ésta no es la película que andan buscando. Los finlandeses no son verborrágicos per se. Habrá quien lo sea; sin embargo, son de expresar con pocas palabras lo que desean transmitir.
A la hora de contar cómo la vida de una persona puede dar un vuelco de la noche a la mañana, Kaurismäki es el cineasta adecuado, pues lo hace sin artificios, sin parafernalia. Alejado del estilo hollywoodense, sus historias son contadas de manera ascética y asertiva. Conoce las problemáticas de los pobres y los errores del sistema; de ahí en más, se mueve como pez en el agua y las escenas se comprenderían aún si el filme fuera mudo.
Siendo una de las películas finlandesas más exitosas a nivel internacional, fue nominada para el Oscar a la Mejor Película de Lengua Extranjera en la Gala del 2003. Y aquí quiero traer a colación que, en ese momento, Kaurismäki boicoteó la gala y a los Estados Unidos, debido a la guerra en Irak.
En 2002, la película recibió el Gran Premio en el Festival de Cine de Cannes, y Kati Outinen, la protagonista femenina (Irma) fue premiada como Mejor Actriz.
La trama es la siguiente:
El hombre (Markku Peltola) llega en tren a Helsinki por la noche y se duerme en un banco del parque, donde es golpeado brutalmente por tres delincuentes que sólo le roban el dinero, arrojan sus documentos a la basura (causa del conflicto que da nacimiento a esta historia). Creyéndolo muerto, lo ridiculizarán al ponerle sobre la cara su máscara de soldador y la valija vandalizada abierta tapándolo como si fuese un muñequito roto que quedó en el piso aplastado por unos niños malcriados.
Muy mal herido en la cabeza, el hombre llega a un baño público y cae al suelo. Es llevado a un hospital en estado de coma, y es declarado muerto.
Cuando los médicos se van, él se levanta súbitamente, y con vendaje y todo, se coloca el tabique de la nariz en su lugar, sale del hospital y empieza a vagar hasta llegar a un puerto pobre en donde lo encuentra una familia que vive en un contenedor allí mismo.
El hombre es hallado por la mañana junto al mar, y cuidan de él devotamente, pese a ser un desconocido y aunque apenas les alcance la comida para ellos cuatro.
El accidentado ha perdido la memoria y ni siquiera recuerda su propio nombre; vive en una nada absoluta donde sólo el presente existe.
En ningún momento se queja de nada.
Se habla poco; se hace mucho.
El filme pone la vista en la otra Finlandia, la del mundo de los marginados, que es en donde comienza su nueva vida el protagonista.
En cuanto el hombre está recuperado físicamente, el guardia portuario de Karski, Anttila (Sakari Kuosmanen), que hace negocios al "alquilar" contenedores vacíos del puerto para vivienda, organiza un contenedor para el hombre que le alquila semanalmente. Éste intenta conseguir un trabajo, pero como no sabe su nombre, lo expulsan de la oficina de empleo insultándolo.
Una noche de viernes, su salvador vuelve de trabajar y tras bañarse en su precaria ducha exterior, invita al hombre sin pasado a comer sopa en el Ejército de Salvación, y es allí cuando conoce a Irma, quien sirve la cena a las personas de escasos recursos; la misma Irma que le conseguirá ropa en el mercado de las pulgas de esa entidad religiosa a la que ella pertenece.
Está tan bien dirigida, actuada y fotografiada la escena de la primera mirada entre Irma y el hombre, que el flechazo entre ellos es obvio.
Creo pertinente mencionar que cuando vi la película por primera vez, sentí que era una versión moderna de la metáfora de “El holandés errante”, en donde un hombre es redimido por una mujer en la que puede confiar ciegamente. En el caso de la obra de Heine y de la ópera de Wagner, es un drama que se resolverá post mortem. En la obra de Kaurismäki, el drama contiene tintes de humor negro y vemos la luz al final del camino: la redención en la Tierra para un hombre de existencia gris y una mujer que nunca tuvo un amor.
El romance que nacerá entre el hombre e Irma surge y se desarrolla de un modo natural, y se convertirá en el idilio más puro, de ésos que pueden suceder el día menos pensado a las personas comunes que no pisan hoteles de cinco estrellas ni visten ropas de marca ni intentan impresionar con sus posesiones y logros.
Volviendo a la trama, en medio de esta nueva vida dentro de un contenedor devenido casa, y en la compañía de una mujer esencialmente buena, quien desde el vamos se muestra dispuesta hacia su persona, el hombre ve un día a los soldadores en el astillero trabajar, y recuerda vívidamente ser un soldador. Así es que le ofrecen un trabajo, pero la nómina del astillero le ordena que abra una cuenta bancaria, cosa imposible para alguien sin documentos ni nombre.
El banco se niega a abrir una cuenta anónima cifrada, a menos que tenga un nombre para solicitarla, y, como si todo fuera poco, en el mismo momento en que él está intentando explicarle a la empleada su situación, entra un hombre armado y exige el dinero de una cuenta que le pertenece, congelada, pero suya al fin.
Nuestro hombre es testigo de un robo extraño en ese pequeño banco y es encerrado en la bóveda junto a la única empleada de un banco en bancarrota.
La policía no cree en la historia de la pérdida de memoria y, por ende, descree del anonimato del hombre y lo arroja al calabozo, pese a que la empleada del banco lo deja fuera de toda sospecha. Por suerte, el hombre es inteligente y nada susceptible.
Él sabe que tiene derecho a un llamado y pide llamar a su novia.
Ahí es cuando el abogado del Ejército de Salvación (Matti Wuori) lo libera.
Más tarde, el hombre se encuentra con el ladrón del banco (Esko Nikkari) en el bar, quien le cuenta su historia: el banco se declaró en quiebra por su arrendador y se va del país. Él, a su vez, necesitaba robar su propio dinero para pagarles a sus antiguos empleados a quienes dejó en la calle sin pagarles el salario.
El “ladrón” le pide al hombre que reparta unos sobres con el dinero para cada exempleado suyo y que les diga que lo siente mucho. Nuestro hombre acepta y—por supuesto—cumple.
En cuanto el hombre sin pasado se aleja, el otro se pega un tiro.
La policía descubre finalmente la identidad del hombre, pues su esposa en Nurmes (ciudad en la provincia de Karelia del Norte), se comunica con ellos tras verlo en los diarios, y entonces, luego de ser avisado, le cuenta esta noticia a Irma y se funden en un abrazo cuya intensidad se percibe tras la pantalla.
Su sueño de amor está roto.
Él no quiere volver a Nurmes, pero Irma le dice que debe ir y él parte en tren lleno de tristeza.
Ya en Nurmes, “conoce” (porque no reconoce) a su esposa, (Aino Seppo) y descubre que se han divorciado debido a su adicción al juego, algo que no existe en este presente transformado y que ya no volverá a emerger. La mujer está ya en pareja con otro hombre que la ama, por lo que no existe conflicto alguno para que el protagonista vuelva a Helsinki con Irma.
Su pasado ha muerto.
Y cuando llega al puerto, se encuentra otra vez con los tres delincuentes que lo habían asaltado y herido tan gravemente, pero esta vez, él ya no está solo: los residentes del lugar liderados por Anttila, los rodean y los golpean; se revierte la situación.
Al final, el hombre e Irma vuelven el uno al otro y cruzan el puerto a lo lejos mientras Annikki Tähden canta la canción "Remember Monrepos".
Dentro de la deliciosa banda musical que se escucha en el filme, incluido el grupo Marko Haavisto & Poutahaukat, he elegido compartir con mis lectores una canción que es un hito dentro de la trama de esta maravillosa película: PAHA VAANII (Mal malo) en la interpretación de Juha-Pekka Leppäluoto (JP Leppäluoto), uno de los grandes íconos de la música finlandesa contemporánea, no sólo (y nada menos) que un barítono de voz aterciopelada, timbrada y oscura, sino eximio compositor de rock y baladas en finés e inglés, guitarrista, bailarín y ex DJ.
Activo desde 1995, JP Leppäluoto es el líder y cantautor de las bandas Charon y Harmaja, y vocalista de Gray, Northern Kings, Poisonblack, Raskasta Joulua y Dark Sarah, Leppäluoto Trio y Powerless Trio.
Unir la genial película de Kaurismäki con la magia de Leppäluoto me resultó una tentación difícil de eludir.
Comparto también el enlace hacia la película completa en finés, subtitulada en español latinoamericano