Analía vive en La Plata. Es maestra de grado por las mañanas y auxiliar de educación en el turno tarde. Trabaja 10 horas por día y se moviliza en bicicleta de una escuela a otra. Tiene dos hijos y debe hacerse cargo sola del alquiler de su casa.
Como varios miles de trabajadores de la educación, no es docente titular, y debe afrontar también la complicada “empresa” de ir a los actos públicos cada vez que se termina una suplencia o provisionalidad. “Ir a los actos públicos es estresante, amo el trabajo que hago, pero las condiciones laborales son insalubres y estamos sobrecargadas de tareas, además muchas veces no tenemos los materiales necesarios para trabajar, tanto en mi trabajo como auxiliar como en el de maestra de grado” agrega Analía.
Horas invisibles
Según datos de la encuesta publicada en mayo del 2019 por Ctera, el 62 % de las y los docentes trabajan más de un cargo. Además la misma encuesta arrojó el dato que “el 99 % de las y los encuestados dedica horas al trabajo fuera de la escuela en actividades de planificación, preparación de materiales didácticos, elaboración de informes, corrección y diseño de evaluaciones, reuniones con otros docentes, tareas administrativas, atención de alumnas/os o de sus familiares. El 60% dedica entre 3 y 9 horas, el 11% entre 9 y 12 horas y el 12% más de 12 horas por semana”.
La ( mala) salud de las y los trabajadores de la educación
Asimismo el 80 % de las y los docentes encuestadas/os relacionaron ciertos problemas de salud con sus condiciones de trabajo, en particular el estrés y las disfonías.
Ansiedad, fatiga crónica, irritabilidad, insomnio, contracturas y problemas de la voz son hoy algunos de los síntomas más frecuentes en el colectivo docente.
Julieta es profesora de danzas y nos cuenta que el año pasado tuvo 4 laringitis seguidas. “ Trabajamos con cursos superpoblados y entonces tenemos que exigir más la voz. Me encanta dar clase, pero la sobrecarga de tareas afecta mi salud. Cada vez se espera mas de los docentes dentro del aula. A veces nos vemos sobrepasados y trabajamos por un sueldo que nunca está acorde a las necesidades que tenemos.” expresa Julieta.
Los problemas psicológicos están relacionados con las condiciones sociolaborales en las que ejerce la docencia. Las condiciones edilicias, las problemáticas sociales del grado o curso, el salario que no alcanza y la extensa jornada laboral profundizan los síntomas que afectan a las trabajadoras y trabajadores de la educación.
¿Qué es el síndrome de burnout?
El síndrome de burnout fue reconocido en el 2019 por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad asociada al empleo. Los principales grupos de riesgo son los trabajadores de la educación, de la salud y los trabajadores sociales quienes deben relacionarse con otras personas durante muchas horas.
Según la OIT ( Organización Internacional del Trabajo), el síndrome de burnout (o de “estar quemado”), es muy común en la docencia y se expresa en un agotamiento emocional, sensación de estar sobrepasado, despersonalización o endurecimiento emocional.
Algunas de estas enfermedades laborales no están contempladas en la legislación actual y el “esfuerzo extra” nunca tuvo reconocimiento salarial y legal. ¿Pero de dónde deviene la existencia de este síndrome?
Por las consecuencias sociales que el propio sistema capitalista genera y profundiza en tiempos de crisis, las y los docentes también abordan situaciones que exceden específicamente lo escolar, como el trabajo con niños, niñas y jóvenes que atraviesan situaciones de pobreza, indigencia y violencia.
A partir de esta situación hay miles de docentes que sufren problemas de salud que están directamente relacionados con su trabajo.
El ausentismo y la salud de los docentes
Mucho se ha hablado del “ausentismo” docente. En la provincia de Buenos Aires la ex gobernadora María Eugenia Vidal impuso un plus por presentismo (atacando también el derecho a huelga) y en Mendoza se instituyó el ítem Aula, votado por peronistas y radicales y rechazado por miles de docentes.
Este famoso “ ítem” modificó el régimen de licencias de las trabajadoras y los trabajadores de la educación e implicó que un 10 % del salario sólo se cobra si quien ejerce la docencia no falta más de tres veces justificadas por mes y hasta diez veces en el año, no acumulables.
El 79,5 % de las y los docentes van a trabajar en estado de enfermedad, según la encuesta realizada por la Ctera.
Un informe de la Dirección de Sanidad Escolar de la Nación señala que más de un 20 % de las y los docentes está en período de licencia prolongada o realiza tareas pasivas en las escuelas como consecuencia de las enfermedades laborales. Además, más del 35 % padece el síndrome de burnout, o “cabeza quemada”.
La salud laboral de las y los trabajadores de la educación debe ser parte de las discusiones paritarias y del pliego de reivindicaciones- que debería ser votado en forma democrática por toda la docencia y no a sus espaldas como viene haciendo la Ctera.
No se puede naturalizar que haya que trabajar 2 y hasta 3 cargos para llegar a fin de mes y que existan miles de docentes precarios, con salario en negro.
Es urgente un aumento del presupuesto educativo para comedores, construcción y reparación de escuelas (el Programa “Escuelas a la obra” que lanzaron desde la Gobernación incluye el arreglo de un ínfimo porcentaje de los establecimientos educativos de la Provincia) , materiales didácticos y crear todos los cargos que hacen falta.
Los millones que están siendo destinados al pago de la deuda deberían ir en forma urgente para el presupuesto educativo. La falta de recomposición salarial afecta directamente la calidad educativa y la salud de las y los trabajadores de la educación.
Es necesario poner la poderosa fuerza de este sector bisagra, que ronda el millón de trabajadores en todo el país, en pos de defender la educación pública de los miles de hijos de trabajadores que asisten a la escuela pública y mejorar las condiciones en forma integral.
Desde el PTS en el Frente de Izquierda y los Trabajadores se viene planteando la propuesta de reformar la jornada laboral docente de 6 horas, con un salario mínimo igual a la canasta familiar, un tope de 4hs frente al curso y el resto del tiempo destinado a otras tareas como corrección, preparación de clases y capacitación en servicio. |