En 2016 escribíamos sobre el auge del neorreformismo en Galicia, integrado por Podemos, Esquerda Unida y Anova (“En Marea”). La “nueva” izquierda fue capaz de conquistar el gobierno de las ciudades de A Coruña, Santiago y Ferrol con sus promesas de remunicipalización, vivienda y políticas sociales, las cuales incumplieron sistemáticamente y llevaron a la pérdida de gobierno en las municipales de 2019.
Este fracaso precipitó las luchas internas y terminó por hacer estallar “En Marea” con el sector de Luis Villares presentándose a las elecciones generales del 2019 por su cuenta y llevándolos a otro estrepitoso fracaso, lo que ha culminado con su renuncia a seguir participando en política, aparentemente en forma definitiva. Desde la agrupación han declarado que no se presentarán a estas elecciones para “no contribuir a aumentar la fragmentación de la izquierda en Galicia”.
Así, lo que fue el partido instrumental de “En Marea”, integrado por Podemos, Anova, Izquierda Unida y figuras “independientes” de las coaliciones municipales, ha terminado por disolverse completamente. Para estas elecciones Podemos, Izquierda Unida y Anova se presentarán con el nombre de “Galicia en Común”, alcanzando un acuerdo “in extremis” el viernes 21 en donde se repartían los puestos de las listas, con un 55 % para los dos primeros y un 45 % para Anova.
Anova tiene su propia crisis interna que la llevó a tomar la decisión de no presentarse a las anteriores generales, al verse en fuego cruzado entre Unidas Podemos y el grupo de Luis Villares en la crisis de “En Marea”. Pero para esta ocasión, las luchas de poder (y de asientos) han dejado paso a una reeditada “unidad” de la izquierda, ante las nefastas expectativas electorales. Los sondeos más optimistas dan al neorreformismo un porcentaje cercano al 10 % y una notable pérdida de escaños, hasta situarse entre los 5 y los 7, muy por debajo de los 14 que obtuvieron en las anteriores elecciones donde fueron segunda fuerza y superaron al PSG-PSOE.
El desencanto neorreformista
Cientos de miles confiaron en estos partidos para echar al PP de los gobiernos locales y de la Xunta de Galicia y construir una “nueva” política, más “democrática” y “honesta”, para acabar con los recortes sociales y recuperar nuestros derechos. Pero la respuesta de Anova, Podemos, Izquierda Unida y aliados no ha sido más que la defensa del orden y el sistema capitalistas, falsas promesas e incluso palos (como en el caso del Centro Social A Insumisa en A Coruña donde el gobierno mandó a la policía para desalojar).
Este desencanto se ve acentuado por la entrada de Unidas Podemos al gobierno del Estado español, de la mano de la pata izquierda del Régimen del 78, el PSOE. Cada una de las capitulaciones que hace Podemos en el Estado no hacen más que desmoralizar a sus votantes, también en Galicia.
La vergonzosa actuación de Podemos en materia de memoria histórica, la renuncia a acabar con las reformas laborales de Zapatero y Rajoy, la capitulación ante la gran patronal del juego, etc., no hacen más que convencer a sus votantes de que no les vuelvan a dar su apoyo.
Y es justamente a caballo de la desilusión generada por el neorreformismo donde puede resurgir un viejo agente reformista, que es visto ahora por muchos como una opción más “de izquierda”, el BNG.
Resurgimiento del nacionalismo gallego y estabilidad en la derecha
Las encuestas le dan al BNG, tras muchos años de pérdida de votos, un porcentaje de entre un 16% y 18% de los votos, el mejor resultado en décadas, pudiendo llegar a los 13 o 14 escaños frente a los 6 que ostenta actualmente. El PSOE sería segunda fuerza, viéndose también beneficiado de la bancarrota de Podemos, Anova e IU y superando el 24 % del voto en todos los sondeos.
La cuestión territorial tuvo y tiene mucha importancia para entender la debacle del neorreformismo y el auge del viejo reformismo del BNG, entre otras razones. Ante una política territorial que varía entre la indeterminación y la defensa acérrima de la legalidad burguesa, sumado al apoyo de reducir la financiación a Galicia por la mayor parte de los diputados de “En Marea” hace ahora un año, entre otras decisiones, los votantes buscan alternativas que defiendan el derecho de autodeterminación. El BNG se muestra de esta forma como el único partido en el escenario parlamentario gallego que defiende este derecho, aunque también expresa ser un buen negociador con el Estado para recibir más inversión estatal y dice haber conseguido un “buen” acuerdo con el gobierno central. Un acuerdo basado en subsidios y bajadas de impuestos a grandes empresas que poco o nada beneficia a la clase trabajadora.
El PP gallego repetiría, según las encuestas, el primer puesto con mayoría absoluta en casi todos los sondeos, viéndose reforzado una vez más por su dirigente Feijóo, el cual incluso se desvincula de las siglas de su partido, tanto en la propaganda electoral como en comparecencias. “No seré rehén de ningún partido, ni siquiera del mío”, llegó a decir en un reciente mítin para así justificar su negativa a la coalición con Ciudadanos, aunque sí aceptó meter candidatos en su lista cerrada.
A pesar de ello, los profundos recortes en Sanidad y la falta de políticas sociales que traten los problemas económicos del pueblo gallego, unido a la nefasta fama del PP estatal por su endémica corrupción, influyen en una posible y ligera pérdida de votos.
Vox, en cambio, lo tiene muy difícil para entrar en el parlamento al estar casi seguro por debajo de la barrera electoral del 5%.
Conformismo y gestión “amable” del capitalismo
Como hemos visto, todos los partidos gallegos de izquierda con representación parlamentaria no se plantean en ningún caso la ruptura con el sistema capitalista y optan por gestionar las instituciones de la forma “menos mala” posible.
Ya sea defendiendo el actual estado autonómico o con una óptica independentista, todos se amoldan a las dinámicas del parlamentarismo burgués con promesas y discursos insuficientes. Además, nos han demostrado que ni siquiera son capaces de conseguir sus pequeños objetivos, como en el caso de los gobiernos municipales que no cumplieron con sus promesas de vivienda pública y en la mayor parte de los casos no sólo no remunicipalizaron los servicios si no que siguieron contratando a las mismas empresas corruptas y explotadoras.
El rol de neorreformismo también ha sido y es cada vez más el de apagafuegos de la lucha obrera y social, en unión con las burocracias sindicales. Se intenta vaciar la calle, como se demuestra con la no convocatoria de huelga el 8M este año.
Para enfrentar los ataques que continúan por parte de la patronal y la inacción y complicidad del gobierno estatal, es necesaria más que nunca, también en Galicia, una movilización independiente de la clase trabajadora y los movimientos sociales en defensa de todas sus demandas históricas. Gane quien gane las elecciones en Galicia, las calles no se deben vaciar y esperar a que la centro-izquierda cumpla sus promesas.
Al mismo tiempo, luchar por la construcción de una alternativa política obrera y anticapitalista que sea capaz aglutinar e impulsar la lucha de clases, sí es un objetivo político que merece la pena. |