Pasaron más de cuatro años de la desaparición forzada seguida de muerte de Gerardo Pichón Escobar. Ayer se encontraba el cuerpo de Carlos Orellano en el río Paraná, allí en el mismo lugar que aparecía Pichón Escobar un 21 de agosto por la tarde. Ayer una familia, acompañada de amigos del joven desaparecido y de organismos de derechos humanos emprendía una búsqueda con sus propias manos y lo encontraron, sin vida, en el río. La imagen de la hermana de Carlos en medios de comunicación es casi un déjà vu de la cara de Luciana Escobar (hermana de Pichón) en el 2015. Un boliche, patovicas, policías y un joven trabajador muerto son el denominador común.
Ser joven, laburante y pobre en Rosario sale caro. Te puede costar la vida en manos de policías y patovicas. Pichón y Carlos tenían 23 años. Ambos vivían en barriadas populares de la ciudad, fanáticos del fútbol, hinchas de Central y salían a divertirse a boliches los fines de semana. Pichón trabajaba en parque y paseos, era empleado municipal y Carlos trabajaba en la metalúrgica Liliana. Sus vidas cotidianas son expresión de millones de pibes que la pelean día a día soportando la precarización laboral, soñando con poder realizar proyectos, rodeados de amigos que están en la misma dando una batalla incesante contra las faltas de oportunidades, con posibilidades de educación limitada. Millones de jóvenes que bailan y se divierten en los momentos libres esperando que el esparcimiento sea un derecho mientras parece una utopía. Si, los hechos expresan que es utópico, porque si sos de barrio, te rebotan los patovicas, podes ser víctima de ataques clasistas y racistas como se vio recientemente con Fernando asesinado por una manada rugbiers e inclusive podes ser Carlos o Pichón, pibes asesinados con total impunidad por patovicas que tienen múltiples vínculos con el Estado y policías ligados al narcotráfico que deciden cuando se puede terminar tu tiempo.
Durante dos días se difundió la búsqueda de Carlos, con una investigación dudosa y llena de irregularidades, durante esos dos días no faltaron las notas periodísticas que ponían en duda lo que sucedió con Carlos y haciendo correr hipótesis de todo tipo, con testigos que aún no se sabe si son testigos, manejando una supuesta hipótesis de suicidio, hasta tergiversando el momento de encontrar su cuerpo, las cámaras de seguridad “no funcionan”, no hay registro. ¿Con Pichón pasó lo mismo? Si. Allá por el 2015, los medios de comunicación hegemónicos actuaron de la misma manera con el manejo de información o “desinformación”, los dueños del boliche (La Tienda), por aquel entonces también expresaban no tener registros de las cámaras.
Hace más de cuatro años, la familia de Pichón, desde el primer momento aseguró que las sospechas estaban puestas sobre los patovicas y policías, que habían golpeado en el boliche al joven que luego desapareció, sospecha que se corroboró años después. Hoy el padre de Carlos, entre dolor y desesperación declaraba: “Los datos que yo tengo es que vieron a tres personas empujando a mi hijo. Tres patovicas me lo tiraron al agua, en el muelle 3. No hubo ninguna pelea. En algún momento se metió en el VIP sin pulsera, esa fue la causa de muerte. Meterse en el VIP sin pulsera”.
Durante la jornada de ayer, decenas de comentarios y testimonios surgieron en las redes sociales contando experiencias en boliches rosarinos donde hay abuso de autoridad, violencia y una juventud totalmente expuesta a finales terribles. Sin embargo, Carlos hoy es noticia y no otros casos. Detrás de Carlos hay una familia dispuesta a buscar justicia, así como lo han hecho los familiares de Franco Casco, Pichón Escobar e innumerables jóvenes víctimas de la policía durante los últimos cinco años en la provincia que lidera el ranking de gatillo fácil. Familias que se enfrentan a un Estado que utiliza todas sus herramientas para encubrirse a sí mismo y a sus fuerzas policiales, inclusive con un rol deplorable del poder judicial que actúa en estos casos como garante de impunidad.
Por estos días se discute la aprobación de una emergencia en seguridad en Santa Fe que habilita mayor mano dura y refuerza al poder policial, una institución generadora del delito en la provincia que se cobra vidas como la de Carlos, que con tan solo 23 años, hoy apareció muerto luego de su desaparición. Un Estado que muestra su carácter de clase, actuando con un modus operandi calcado desde Pichón Escobar a Carlos Orellano, con una justicia que solo aplica si no sos joven, trabajador y pobre. |