Hace dos años conocía a las trabajadoras del Hospital Posadas. En su mayoría enfermeras que por decir “no” a las 12 horas de trabajo insalubre en el turno noche se plantaron, y por eso las despidieron, basándose en la profunda precarización laboral que agobia a gran parte de la clase obrera hace décadas.
Nunca voy a olvidar a ese pequeño niño, que fue con su familia a una de las primeras movilizaciones, y decía por la tele y en sus cartelitos que no echen a sus enfermeras, que le habían salvado la vida.
Con ellas, echaron también a los principales referentes de diversas luchas del Hospital, particularmente a los que eran de izquierda y defensores de los derechos de los trabajadores y la salud pública de calidad.
Algunas tenían experiencia política, y otras recién comenzaban a transitar sus primeros pasos, saliendo del camino de "casa al trabajo, y del trabajo a casa".
Distintas generaciones, experiencias y edades se cruzaban. Algunas eran madres, e incluso abuelas, y cargaban con sus familias al hombro como si no les pesara. Otras estaban embarazadas. Otras padecían enfermedades terminales. Todas eran mujeres trabajadoras que enfrentaron los despidos y la persecución cuando el movimiento de mujeres en la Argentina, después del #NiUnaMenos y antes de que se masifique la lucha por el aborto legal, empezaba a transformarse en un fenómeno sin precedentes.
Ellas eran expresión de ese resurgir de las mujeres, que retomaba tradiciones que parecían estar pintadas de blanco y negro, donde a pesar de la explotación y opresión cotidiana que cargaban sobre sus espaldas, no agacharon la cabeza y se ponían de pie, para empezar a transformarse en referentes indiscutidas para miles de mujeres jóvenes y trabajadoras, que las miraban por la tele con empatía y admiración, a pesar de la bota de la burocracia y las patronales.
Es que se plantaron frente a la burocracia sindical y sus patotas, al Gobierno que venía de golpear a los jubilados (no sin resistencia en las calles, de la que ellas también eran parte), a la Policía y Gendarmería que querían impedir que se manifiesten. Defendieron sus puestos de trabajo, pero algo profundamente humano como el derecho a la salud.
Debatieron y se pusieron el pañuelo verde en la muñeca y alzaron sus puños. Esa bandera violeta, enorme como su lucha, que decía “despedidas del Hospital Posadas”, se izó sobre el amanecer del 8M de 2018 con un pañuelo dibujado alrededor de una “o” de “no”, después de muchos debates y deliberaciones en asamblea.
Un día conocieron a los mineros de Río Turbio, con sus cascos y sus luces que alumbraban la oscuridad de su trabajo. Pero ellas, las enfermeras del Posadas, los alumbraron a ellos, y en sus muñecas los obreros se enlazaron los pañuelos verdes, haciéndose compañeros y compañeras de ambas luchas, avanzando en la coordinación, cuando muchas voces intentaban dividirlas, negando que somos parte de una misma clase.
Pasaban los meses, venían de sufrir descuentos y aprietes, no tenían ni un mango, pero seguían y seguían. Se subieron al escenario para ser protagonistas de su propias vidas y de un festival con miles de jóvenes que las miraban, bailaban, cantaban y aplaudían.
Mientras... las centrales sindicales, que tenían la posibilidad de poner la fuerza de clase trabajadora a disposición de ellas, ocupadas por burócratas millonarios que coqueteaban con los CEOs, no movieron un dedo. Pero no les importó.
Esto que les cuento transcurría hace exactamente dos años. Entre la calle, la televisión, el Hospital, el Barrio Carlos Gardel, los pacientes. Recorriendo universidades, terciarios, otras fábricas y establecimientos laborales, que se transformaron en sus casas.
En el medio fueron protagonistas de varios 24 de marzo, para defender la tradición democrática del Hospital, donde hubo desaparecidos y un centro clandestino de detención, que no pudieron desterrar los que planificaron el genocidio, porque ellas también tomaron su bandera.
Estuvieron en infinidad de luchas de trabajadores, de las mujeres, de jóvenes y sectores populares. Y muchas de ellas, incluso dieron un paso más y abrazaron la militancia revolucionaria en el PTS, porque no se contentaban con luchas parciales, y van por la liberación completa de la humanidad con profunda convicción aprendiendo a cada paso.
También varias se sumaron a la militancia del Frente de Izquierda, como candidatas en la última elección nacional, acompañando a Nicolás del Caño.
Obviamente estos años no fueron fáciles. Hubo que resistir otros despidos, que avance la precarización, que se degrade la salud pública que asiste a los que más la necesitan, que vuelva el FMI y que se quede. Y hasta en el camino perder a Graciela y Laura, que fueron despedidas estando enfermas y no llegaron a poder vivir como se merecían este día en el que volvieron a trabajar sus compañeras, aunque estaban presentes; como también estaba Emanuel, trabajador del Hospital, que falleció producto de la desidia estatal en el 2014, tratando de salvarle la vida a un paciente.
Pasaron exactamente dos años, y hoy volvieron a su puesto de lucha. Y en el hospital, sus compañeras y compañeros, las recibieron con un abrazo colectivo y admiración, haciendo que hoy muchas y muchos levanten nuevamente la cabeza, a medida que pasaban por cada piso y servicio, orgullosas de sus compañeras que no se resignaron, y conquistaron todo lo que tienen con su lucha y su protagonismo.
Se viene otro 8M, parecido a aquel en que con el amanecer se levantó la bandera violeta del Hospital Posadas con una “o” de “no” que tenía a su interior un pañuelo verde por el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito en el Hospital, como el Posadas.
Seguramente, este nuevo 8M, y a eso apostamos, una vez más ellas sean el espejo donde nos miramos las mujeres, para enfrentar lo que padecemos y lo que se viene (que no será nada fácil) aprendiendo de las lecciones que nos dejaron, de los aciertos y de los errores, y del camino que marcaron, como tantas otras mujeres trabajadoras en la historia que iluminan nuestro presente y el futuro.
Tomando el consejo tan vigente del “viejo” León Trotsky, que ya hace como cien años atrás, un día escribió como si fuese hoy que “si en realidad queremos transformar la vida, tenemos que aprender a mirarla a través de los ojos de las mujeres”. Hoy, miremos los de las trabajadoras del Hospital Posadas.
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