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La Izquierda Diario
9 de marzo de 2020 Twitter Faceboock

DICTADURA CÍVICO-MILITAR-ECLESIÁSTICA
La apología del genocidio de monseñor Aguer y el silencio cómplice de la Iglesia
Daniel Satur | @saturnetroc

El arzobispo emérito de La Plata niega a los 30.000 desaparecidos y dice que organismos de derechos humanos mienten. La Conferencia Episcopal posa de progre, pero con su silencio avala sus dichos.

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A nadie sorprende ya la verba provocadora del ultraconservador arzobispo (emérito) de La Plata Héctor Rubén Aguer. Mucho menos cuando interviene en temas políticos, donde pareciera esperar el momento oportuno para dejar su impronta reaccionaria, llena de sentencias clásicas de la ultraderecha.

Y desde que está “jubilado” (cobrando una renta de más de $ 100.000 del Estado gracias a un decreto de Videla aún vigente), le sobra tiempo para escribir desde su plácida habitación del Seminario Mayor de La Plata. Así, el jueves 5 (tres días antes de que la Conferencia Episcopal Argentina montara en Luján una nueva provocación contra el derecho al aborto legal), publicó un artículo en el sitio Infocatólica titulado “Relato y mentira”.

El problema no es que a esta altura, con sus 76 años, Aguer siga con sus diatribas medievales y oscurantistas (tópicos como aborto, homosexualidad-homofobia, abstinencia sexual y represión a la niñez son sus predilecciones). El punto es cuánto de sus palabras refleja un pensamiento extendido en la alta jerarquía católica, quien no deja de leer sus reflexiones.

Porque si bien a Aguer se lo ubica en la vereda de enfrente del papa Francisco y sus discípulos (como su sucesor en la diócesis platense, Víctor Fernández) nunca se escucha un distanciamiento de sus afirmaciones por parte de los obispos y arzobispos que hoy dirigen la Iglesia católica y posan de “progres” o “amigos de la comunidad”.

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Cuando la mentira es la verdad

En su reciente columna en Infocatólica, Aguer se mete en la discusión sobre el negacionismo respecto al genocidio argentino. Y no para cuestionarlo, obviamente, sino para hacerle apología. Para eso, primero reflexiona con cierta teoría sobre la verdad, la mentira y los relatos en nuestro tiempo. Dice...

  •  “Existe una tendencia, en la política argentina, a elaborar relatos (...) con relatores, sean profesionales habilitados para servicio de las corporaciones mediáticas, sean movidos por coincidencia ideológica o devoción personal”.
  •  “‘El Relato’ es la mentira (...) la Argentina es un país que vive mintiéndose a sí mismo (...) la mayoría de los políticos, los más exitosos especialmente, están acostumbrados a mentir; han perdido la noción de la diferencia entre verdad y mentira”.
  •  “El conocimiento objetivo de la realidad y la posibilidad de convertirlo en bien realizado resultan estragados por el relativismo gnoseológico y ético (...) [por] la convicción errada de que el modelo del hombre y su proyección familiar y social es el resultado de la mera evolución cultural, de la invención inmanentista del sujeto. El hombre sería autor de sí mismo sin referencia alguna a un orden objetivo que es externo en cuanto a su origen y fundamento, pero introyectado como ley en la propia naturaleza personal”.
  •  [Hoy gobierna] “una generación de políticos para quienes no tiene sentido una Verdad trascendente que ilumina y conduce en la realización de una justicia triunfante de las ideologías porque está apegada al bien social que puede alcanzarse, con objetividad, según es posible en este mundo”.
  •  [Así] “‘el Relato’ se empecina en negar la realidad; en eso cifra su carácter falaz. La Argentina padece las consecuencias de décadas de ‘Relato’”.

    Vaticano 2015. Papa Francisco y arzobispo de La Plata Héctor Aguer | Foto Infovaticana
    Vaticano 2015. Papa Francisco y arzobispo de La Plata Héctor Aguer | Foto Infovaticana

    Apología negacionista

    Generalidades y amalgama de nociones y conceptos. Eso hace Aguer para luego, tras una reflexión propia de sus somníferas homilías, ir al asunto que verdaderamente le interesa. “Es increíble que el mito de los treinta mil desaparecidos se convierta en ‘verdad’ obligatoria”, escribe asustadizo. Y en pocas líneas dispara contra la lucha por Memoria, Verdad y Justicia.

    Al igual que lo hizo en 2017, vuelve a cuestionar una ley votada aquel año en la provincia de Buenos Aires por la que se establece la obligatoriedad de hablar oficialmente de “dictadura cívico-militar” y de “30.000 desaparecidos”. Con la sangre en el ojo, Aguer refunfuña porque esa norma se promulgó durante el gobierno de Vidal, a quien el viejo arzobispo consideraba de los suyos. Debería agradecer que no se le agregó “eclesiástica” a la denominación de la dictadura, tal como lo fue realmente.

    Y agrega un cuestionamiento a la posibilidad de que se debata en el Congreso una ley contra el negacionismo respecto a las horrorosas consecuencias de aquel período. “Como si el horror de las ocho mil y pico de víctimas de la dictadura pudiera igualarse a los horrores máximos de la Shoah, o el genocidio armenio. Persisten en querer imponer que esa tragedia de nuestra guerra interna fue un genocidio y así se alimenta irremediablemente el odio y el afán de venganza”, se despacha.

    Y finaliza afirmando que “nuestro país se encuentra en un punto crucial de su derrotero; de continuar por esa ruta de la mentira, se irá desgastando lo que resta del ser nacional (...) Nos resta aspirar a que surjan, del anonimato, por las vías que están en el secreto de la Providencia, (argentinos de bien) para regenerar desde dentro la vida política y hacer vigente en ella la verdad, sin relato alguno”.

    Para Aguer las décadas de lucha incansable de sobrevivientes, familiares de víctimas, organizaciones de derechos humanos y partidos de izquierda se reducen a un relato mentiroso que, váyase a saber por qué providencia, se terminó imponiendo en toda una sociedad.

    Para el viejo monseñor no fueron 30.000 las personas detenidas desaparecidas durante la dictadura, que a su vez no fue cívico-militar sino una mera expresión de “nuestra guerra interna”. Con desprecio, escribe que a lo sumo las víctimas no militares de esa “guerra” fueron “ocho mil y pico”. Aunque, cristianamente, reconoce que se las eliminó con “horror”.

    En definitiva, nada que justifique llamarle “negacionismo” a la negación de aquello que durante casi cuatro décadas se transformó en patrimonio de toda una sociedad, aún de quienes no comulgan con la lucha revolucionaria de toda una generación diezmada por los genocidas.

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    El que calla otorga

    Como se dijo, no sorprende que Aguer sea orgulloso vocero de una minoría, siempre intensa, de apologistas de los crímenes de lesa humanidad, conformada por militares, policías, empresarios beneficiados con el genocidio, curas y fachos de variada procedencia.

    Lo destacable es que, ante una nueva provocación agueriana, quienes conducen la Iglesia católica y pretenden separarse de ese pensamiento momificado se mantengan en un silencio cómplice. Así lo hicieron cada vez que el tipo abrió la boca siendo un alto jerarca de la Conferencia Episcopal Argentina, en los tiempos de Bergoglio como cardenal. Así lo hacen hoy, cuando ya sin peso institucional sigue siendo una “autoridad moral” y un “formador de opinión” interno en la Iglesia.

    Todos los esfuerzos de la curia argentina por mostrarse consustanciada con ciertos valores progresistas supuestamente irradiados desde el Vaticano por Francisco (al que hasta Netflix intentó dibujarlo, falazmente, como “luchador” contra la dictadura) quedan en off side al mantener un silencio ensordecedor frente a los escritos de Aguer y sus reproducciones en portales católicos.

    El próximo 24 de marzo, al cumplirse 44 años del golpe genocida, posiblemente jerarcas como Víctor “Tucho” Fernández, Mario Poli u Oscar Ojea hagan algún discurso de ocasión, condenando los crímenes del pasado y, quizás, pidiendo “dar vuelta la página” tal como lo hizo Alberto Fernández recientemente frente a una camada joven de militares.

    Tal vez ese día Aguer se mantenga en silencio, para no escupirles el asado. Y todo seguirá con total normalidad, según ellos como Dios manda.

    La complicidad de monseñor Aguer con la pedofilia eclesiástica quedó demostrada palmariamente en la investigación que este medio junto a Pulso Noticias realizaron sobre el caso del cura Eduardo Lorenzo

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