Desde 1995, es decir, durante 25 años he militado en organizaciones políticas autodenominadas como revolucionarias, de carácter marxista-leninista. Durante 25 años, nuestra posición fundamental respecto de los distintos escenarios electorales fue la anulación primero, cuando el voto era obligatorio, y la abstención electoral después, cuando el voto fue transformado en voluntario. El fundamento de esta posición política, estuvo fijado respecto de las posibilidades de transformación desde la institucionalidad construida, evidentemente, al alero de la Dictadura Cívico-Militar de la burguesía chilena y del imperialismo norteamericano, fundamentalmente. Las supuestas transformaciones logradas durante 30 años de gobiernos “democrácticos” siempre, sin morigeración alguna, beneficiaron directamente a los grupos económicos principales, la concentración económica, el aumento de la explotación sobre los trabajadores, y sobre todo, el sostenimiento de un pacto espurio entre “derechas” e “izquierdas” que se contradecían y al mismo tiempo anulaban mutuamente para excluir la participación popular en el proceso político. La ideología neoliberal no solo se impuso por la derecha en términos militares, sino que fue aceptada y promovida por amplios sectores de “izquierda” disfrazando la eliminación de los derechos sociales y la profundización de la explotación capitalista, como verdaderos logros del crecimiento de un país “democrático”.
Concertacionistas y Nuevo Mayoritarios festinaron y celebraron tales logros, llenándose los conspicuos bolsillos, compartiendo el poder con el fascismo más recalcitrante. Todo este contexto, en donde los gato pardos de izquierda siempre vestidos con el traje allendista y progre, propugnaron mantener a las masas acalladas a través del aparente conformismo de los avances “en la medida de lo posible”. Sin embargo, la consecuencia de tales “progresos” se transformaron en el avance de la explotación posible sin límites. Los elementos centrales, los pilares del modelo instalados gracias a los fusiles y los tanques, es decir el sistema de AFP, la educación y salud de mercado, el código laboral entre otros, se han mantenido prácticamente intactos los últimos 30 años.
El contexto que hemos planteado, durante el periodo de profundización del programa económico- político instalado gracias al golpe político militar de Pinochet, en representación de la burguesía autóctona y el imperialismo, ponía a la orden del día una política de rechazo a la participación electoral en el marco de las elecciones burguesas, en donde las únicas alternativas de participación fungían de legitimadores de la institucionalidad instalada desde la violencia y el terror.
En el año 2011, asistimos a un punto de inflexión de esta tendencia, en donde el estallido estudiantil de la época remeció las bases del sistema, instaló e impuso un proceso de ascenso de lucha de masas sostenido pero leve, y que tiene como corolario histórico la explosión del 18 de Octubre de 2019, que culmina el periodo de ascenso leve de lucha de masas para convertirlo en un verdadero estallido social y rebelión popular al que asistimos hasta el día de hoy. A pesar de que todas las condiciones necesarias para el estallido, vale decir, la precariedad general que mantiene el proletariado y el pueblo mapuche a nivel nacional, las condiciones generales subjetivas no se encontraban en condiciones en el año 2011, y solo después de casi una década de acumulación de experiencias y luchas en el cuerpo, la represión sin vergüenza del segundo gobierno de Piñera, concentrado durante todo un año en contra de nuestros valientes estudiantes secundarios terminó por hacer estallar el odio que hemos acumulado durante más de cuarenta años. En este sentido, el estallido del 18 de Octubre desempolvó todo el rencor acumulado en décadas de frustración y derrota post golpe militar, liberando toda esa energía en un enorme estallido que aun mantiene su momentum expansivo, que no se ha detenido ante nada, no se ha detenido ante los milicos y el toque de queda establecido el 20 de Octubre, no se detuvo ante la represión de los pacos y la mutilación, ante la anquilación de dirigentes y luchadores sociales, y que no se detendrá ante nada.
Este “big bang” se expande con inusitada energía, y si bien no con la espectacularidad de los primeros momentos, continúa propinándole nuevas y contundentes derrotas al gobierno, a su prensa y al parlamento de los corruptos.
Este cambio de situación política, nos exige a los revolucionarios un análisis profundo de la táctica a seguir. De esta forma, es conveniente realizarse algunas preguntas. ¿Cómo ha cambiado el escenario político en las últimos 4 meses? ¿Ante este cambio de escenario, de que forma debemos adecuar la táctica? ¿A qué clases, sectores subclases, debemos eliminar, anular y conquistar para el propósito revolucionario? ¿debemos abandonar la estrategia revolucionaria de la conquista del poder político y la conquista del socialismo/comunismo?
En el complejo escenario que vivimos estos días, he leído y apreciado distintas posiciones respecto del que hacer y la posición política en relación al plebiscito del 26 de Abril, propiciado por el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” [1] que firmaron los partidos de la derecha, de la ex concertación y nueva mayoría y los representantes del Frente Amplio el 15 de Noviembre de 2019.
En efecto, la opinión generalizada en la izquierda revolucionaria respecto de este acuerdo, es que tiene como función contener la explosión social intentando cooptar a las fuerzas movilizadas a través de su institucionalización; en una trampa, como bien se ha descrito, que le otorgaría derecho a veto al congreso actualmente vigente, y que mantiene un quorum de . Vendría por tanto a ser o constituirse 2⁄3 en un equivalente al plebiscito del “Si” y el “No”, del año 1988, en donde habiendo ganado la opción “No” a la continuidad de Pinochet, en el plano de la política económica significó el triunfo del “Si”, que sostuvo todo el entramado de la dictadura, todos los pilares [2] que instaló Pinochet y sus cómplices para complacer a los grupos económicos autóctonos y transnacionales.
De la misma forma en que Piñera, haciendo gala de su oportunismo sin igual, intentó cooptar o apropiarse de la marcha de dos millones de personas del 25 de Octubre; prácticamente todas las fuerzas políticas que actúan en el parlamento intentan contener el estallido y apropiarse de su energía para apagarlo y redirigirlo hacia la continuidad del sistema económico-político que actualmente rige nuestras vidas.
Respecto de este, las fuerzas políticas han planteado diversas posiciones.
La inmensa mayoría de la derecha están por la opción “Rechazo”, a pesar de que plantearon un acuerdo titulado “...por la nueva constitución”. Sin embargo, algunas de sus figuras relevantes como Lavín, Desbordes y otros, están por la opción “Apruebo”. Obviamente que este posicionamiento no es casual y les permite no quedar “off-side”. ¿Con qué legitimidad participarían posteriormente en un proceso de creación de una nueva constitución si promueven con unanimidad el “Rechazo”?.
Por otro lado, Concertación, Nueva Mayoría y FA se han posicionado por el “Apruebo”, y probablemente haya matices respecto si eligen la opción Convención Mixta o Constitucional. Estos matices son irrelevantes.
Por último, la izquierda más radical, revolucionaria si se quiere y algunos sectores sociales como el que representa la ex candidata Roxana Miranda presidencial, han planteado explícitamente que esta convocatoria es una trampa, cuyo único propósito es cooptar a las masas en lucha abierta y canalizar toda esta energía hacia un proceso de relegitimación institucional, como objetivo principal, para sostener el sistema de acumulación y explotación que hoy impera sin grandes cambios. Algunas organizaciones han planteado directamente la abstención de participación en este proceso, y otras aún no han fijado posición.
La abstención de participación electoral tiene como propuestas política complementaria el fortalecimiento de las asambleas populares y al construcción de una Asamblea Popular Constituyente, soberana que determine todo, métodos, quorums, límites; y también hay quienes plantean o ponen en cuestionamiento la pregunta sobre como defenderemos lo que logremos como transformación en estas asambleas, es decir, el problema central del poder, la construcción de la fuerza material para garantizar que los intereses de los trabajadores y de los pueblos originarios no sean barridos luego por un golpe de Estado como el de 1973.
Ante todas estas miradas y posiciones quisiera plantar y proponer al debate cual es mi apreciación personal respecto de cual debe ser la posición política que considero correcta.
¿Abstenerse o Participar?
La política de abstención electoral tiene larga data. En la época del voto obligatorio (desde el año 1991 hasta el 2012), se manifestaba de dos formas, para quienes estaban inscritos en el registro electoral generalmente el llamado era a “anular”, y para quienes no estaban inscritos, simplemente no se inscribían. Ahora bien, para ser honesto, la articulación de una política, de una campaña escasamente existió. La única manifestación que tuvo algún éxito de carácter mediático fue la campaña del Movimiento Marginal Guachuneit que partió con la consigna sexista “Anula con la Tula” y que años después incorporó el “Objeta con la Teta” a la misma consigna. Cabe señalar que esta política no estaba enmarcada en una táctica política revolucionaria, alejada de las reivindicaciones proletarias, se constituyó más bien en un fenómeno cultural de resistencia, de carácter espontáneo, sin ningún impacto político organizativo de significación.
Una segunda etapa de la abstención electoral puede señalarse a partir del año 2012, en donde ya no hay voto obligatorio. Por supuesto que el ciclo político había cambiado un año antes, con el estallido del 2011, que transformó la década previa de explosiones esporádicas y constituyó el punto de inflexión para el inicio de un periodo de ascenso de lucha de masas. Las organizaciones que planteaban posiciones abstencionistas se venían transformando desde el año 2006-2008 al alero de los estallidos sociales esporádicos durante la primera década del 2000. La lucha intestina de las organizaciones en que participé estuvo marcada por el intento de transformar el carácter y estrategista [3] de dichas organizaciones en organizaciones político revolucionarias que se dotaran de una estrategia, de una táctica y que materializaran estas en la realidad concreta de la lucha de clases. Durante esta década, no hubo prácticamente manifestaciones relevantes de esta táctica hasta que se dió la coyuntura NO+AFP y las posteriores elecciones presidenciales del año 2016-2017.
Recordemos que el año 2016 surge con potencia el movimiento NO+AFP y que protagoniza algunas de las movilizaciones más potentes de la década. En este contexto, surge la iniciativa de organizar un plebiscito, el gran plebiscito NO+AFP. Es necesario explicar que el movimiento NO+AFP estaba constituido, en su dirigencia, por los gremios tradicionales de trabajadores que entonces estaban en manos de los partidos de la concertación, nueva mayoría y FA. Conjuntamente con su vocero, Luis Mesina ,perteneciente a la Confederación de Trabajadores Bancarios. Estos sectores propugnaban la realización del plebiscito como forma de preparar y promover una eventual candidatura del vocero del movimiento, o de algunos otros dirigentes con estas aspiraciones en los escenarios electorales que se avecinaban. Por otro lado, estaba un sector de la Izquierda Revolucionaria y las masas que apoyaban el movimiento, que se oponían a esta manipulación. Y que en los hechos la evitaron.
Es importante destacar que respecto del plebiscito NO+AFP, la visión de la Izquierda Revolucionaria en la que yo participaba, era que este tenía que ser desarrollado de forma independiente del Estado, es decir, realizado por las fuerzas populares y las masas del movimiento, que no podía ser catapulta para candidatos al parlamento corrupto o a las elecciones presidenciales, porque no queríamos un nuevo “Iván Fuentes”, y por último que el proceso de campaña en el marco del plebiscito tenía que ser utilizado para promover la posición revolucionaria y problematizar de cara a las masas de trabajadores respecto de como había que terminar con las AFP, de que forma defenderíamos un triunfo como este de la amenaza de las FF.AA., por tanto explicando que terminar con las AFP nos llevaba sin equívoco alguno hacia el enfrentamiento directo con las fuerzas materiales de la burguesía, militares, pacos, etc. Por lo tanto, para acabar las AFP y construir un sistema justo, requería necesariamente preparar las condiciones y fuerzas materiales para enfrentar dicho proceso.
Habiendo evitado que el reformismo, el neo reformismo y el oportunismo detrás del movimiento NO+AFP pudiera utilizar el plebiscito como plataforma electoral, planteamos una política de abstención electoral de cara a las elecciones presidenciales, con la campaña Yo Me Abstengo. En coherencia con la lectura del periodo y con la táctica general que se planteaba, que era la de profundizar la evidente crisis de legitimidad de las instituciones para transitar hacia una crisis de gobernabilidad que permitiera liberar la conciencia de las masas del embrutecimiento de la normalidad burguesa.
Lo que me interesa destacar de lo anterior, es la coherencia de la lectura de periodo, con la táctica de masas, tanto en el plano del impulso de las distintas formas de movilización del NO+AFP, del gran plebiscito, de impedir la manipulación para sacar candidatos y finalmente del llamado a la abstención electoral de cara a las elecciones presidenciales.
Habiendo sostenido esta posiciones, de no participación en elecciones burguesas, en un contexto y situación política determinada, es importante reflexionar sobre todo respecto de la enorme transformación operada en la situación política y de periodo a partir del 18 de Octubre de 2019.
El 18 de Octubre la legitimidad de las instituciones burguesas quedó pulverizada. No fue, claro está, en un solo movimiento, sin embargo el proceso que abrió comenzó a demoler sistemáticamente todo lo que quedaba en pié desde el punto de vista de la institucionalidad y de la normalidad en este país. Por lo tanto, la crisis de legitimidad que se preconizaba se transformó en una crisis de gobernabilidad, hoy en pleno desarrollo.
Esta tesis me lleva a plantear la siguiente reflexión, si ya no hay crisis de legitimidad que profundizar, las tácticas específicamente orientadas a dicho objetivo son innecesarias, o por lo menos deben ser revisadas. Por lo tanto es importante observar en el escenario político cuales son los objetivos generales que la Izquierda Revolucionaria debe plantearse, para tener una táctica que sea correspondiente con dichos objetivos. A mi juicio la abstención electoral, particularmente en este escenario, perdió su fuerza, ya no es útil al objetivo que se persigue, puesto que este ya no existe, ya se logró.
Parte de la Izquierda Revolucionaria está planteando hoy que no hay que participar en el plebiscito sobre la nueva constitución, porque, este plebiscito proviene del corrupto, amañado y tramposo acuerdo por la paz y la nueva constitución, a lo cual fue obligado el parlamento corrupto por el estallido social; sin embargo es verdad que ellos intentan contener el estallido, para desviar su energía en beneficio propio, esto es un hecho. Efectivamente la convocatoria al plebiscito es un engaño como el del ‘88, ¿como conjurarlo?
Este nuevo escenario plantea un montón de desafíos, que deben ser respondidas en función del nuevo escenario:
• En la medida que se agudizan las contradicciones y que los diversos sectores saltan a la lucha, ¿de qué forma contendremos el avance del fascismo, de los sectores sociales fascistas que intentan sostener la herencia de la dictadura de Pinochet?
• ¿Como derrotamos políticamente a la derecha sin que esto signifique entregarle en bandeja la energía del estallido a los corruptos de la Concertación/Nueva Mayoría/FA?
• ¿De que forma medimos la influencia real y la capacidad de movilización de masas de la Izquierda Revolucionaria en el marco del estallido?
• ¿De qué manera le damos vuelta la intención, jugando en su propia cancha, la intentona de relegitimación y de cooptación de la movilización a través del plebiscito?
Me parece que la política de la Izquierda Revolucionaria hoy debe estar dispuesta a jugar en todos, absolutamente todos los espacios y planos. Dada la crisis de gobernabilidad a que asistimos y que su profundización se convertirá necesariamente en una crisis revolucionaria, tarde o temprano, la IR tiene el deber y la responsabilidad de ganar la conciencia de las masas proletarias en este escenario, que le es absolutamente favorable. Para esto, la agitación y propaganda son un elemento aún más importante que en los tiempos de retroceso y reacción. Estando en la boca de todo el mundo el asunto del plebiscito, la política abstencionista le deja la cancha libre, precisamente a la reacción fascista y progre, y le impide al sector revolucionario ganarse la conciencia de las masas explicando realmente de que forma vamos a sostener lo que sea que ganemos en este proceso de transformaciones. ¿Cómo defenderemos la nueva constitución si es favorable a las mayorías proletarias del ataque que se sobrevendrá de las FF.AA. apoyadas por el imperialismo yankee y los sectores sociales fascistas que ya levantan cabeza? El otro aspecto es que el sentimiento de necesidad de participar en política es absolutamente mayoritario. El grado de politización es grande por lo tanto, un verdadero partido revolucionario no puede abstraerse o abstenerse de plantear una posición política y plantearle una consigna a los sectores más atrasados de las masas proletarias, es decir a quienes creen que votando el apruebo y la convención constituyente tienen todo resuelto, es precisamente a esas masas que hay que decirles y aclararles que los mismos que nos han tenido sometidos durante 40 años han creado esta “solución” y que además hay que prepararse y organizarse para la respuesta armada de la burguesía si lográramos definir un cambio significativo, por ejemplo, con el fin de las AFP.
Para demoler políticamente a la derecha, es importante que el triunfo del Apruebo sea mayoritario, de forma abrumadora. Entonces, propongo que hay que votar y marcar Apruebo, en la primera pregunta. El objetivo de esto es, como señalaba, demoler políticamente a la derecha reaccionaria y dejarle el único camino de la violencia [4]
En segundo lugar, necesitamos anular a los oportunistas de la Concertación, la Nueva Mayoría y el Frente Amplio. Es ya sabido que la fórmula de la Convención Mixta contendrá de facto la participación del parlamento corrupto, y que la fórmula de la Convención Constitucional permitirá el veto del congreso. Por lo tanto, ninguna fórmula de las planteadas satisface la demanda de una Asamblea Popular Constituyente y Soberana en donde se discutan TODOS los temas, sin amarras, sin vetos, en donde las masas proletarias, mayoría absoluta de este país decidan soberanamente su destino.
Es por esto que mi posición respecto de la pregunta número dos del plebiscito debe ser Anulada, marcando “Asamblea Popular Constituyente Soberana y SIN Corruptos”.
Respecto de la pregunta sobre de que forma medimos la influencia y capacidad de movilización de las masas proletarias respecto de nuestra táctica y política, precisamente este plebiscito nos permite medir con prístina claridad cual es el alcance de la influencia de los sectores que asuman esta política.
La Izquierda Revolucionaria debe plantearse audaz en este escenario, debe convertir el plebiscito “...de medio de engaño, que había sido hasta aquí, en instrumento de emancipación” [5] , siempre y cuando se formule una táctica correcta y que considere como se señaló el profundo cambio en la situación política provocado por el 18 de Octubre, y sobre todo el estado de ánimo de las masas alzadas en este proceso de ascenso revolucionario de las masas.
Por último señalar que esta propuesta respecto del plebiscito del 26 de Abril no excluye de ninguna forma la preparación activa que debe tener la clase trabajadora y sus organizaciones revolucionarias respecto de la autodefensa. Como ya se señaló, cualquier transformación que toque los intereses de los ricos y poderosos gatillará una respuesta armada sobre el pueblo y sus organizaciones, sin ninguna duda.
24 de Febrero, 2020 |