El martes 10 de marzo se realizó, en el marco del inicio del juicio por los crímenes de la Triple A en Bahía Blanca, un acto en memoria de Víctor Eduardo “Lalo” Oliva Troncoso, estudiante del departamento de humanidades de la Universidad Nacional del Sur asesinado en el año 1975 por dicha banda paraestatal.
El evento tuvo lugar en el edificio del departamento de humanidades y contó con la presencia de familiares de Víctor. Tras una presentación por parte del Decano del departamento y una intervención artística de dos compañeras, tomó la palabra Carlos Oliva Troncoso haciendo un repaso por la historia de su hermano, que recuperamos a continuación.
Nacido en Temuco de una familia obrera (su padre era trabajador ferroviario y sindicalista), la juventud de Víctor estuvo marcada por la militancia de izquierda desde su paso por la Juventud Comunista en secundarios, integrándose luego a las filas del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) vinculado al Movimiento de Izquierda Revolucionaria cuando cursaba sus estudios en la Universidad Católica de Temuco.
Pocos días después del golpe del 11 de septiembre de 1973 que depone a Salvador Allende e instaura la dictadura pinochetista Víctor es expulsado de la universidad por causas estrictamente políticas y tanto él como su hermano son detenidos y torturados, situación que en el caso de Lalo se repite en las instalaciones de la Fuerza Aérea en Temuco, por lo cual decide –contra la línea general del MIR- exiliarse en Argentina. Su paso por el país comienza en Cipoletti, luego se traslada a Buenos Aires y arriba a Bahía Blanca en abril de 1974, incorporándose a la carrera de filosofía en la Universidad Nacional del Sur.
Fiel a su ímpetu militante, es en un acto en solidaridad con el pueblo chileno desarrollado en las instalaciones de Colón 80 en que Víctor –en su condición de refugiado- se desempeña como orador principal y queda “marcado” por la patota de la Triple A dirigida por el Secretario General de la CGT y Diputado Nacional del FreJuLi, Rodolfo “Fito” Ponce, y el Rector Interventor de la Universidad Nacional del Sur, Remus Tetu.
El año 1975 quedaría signado por la acción de las bandas paraestatales cuya actividad había sido inaugurada con el asesinato del joven trabajador de la construcción y militante del PRT Luis Jesús “Negrito” García en septiembre de 1974.
A pocos meses de que David “Watu” Cilleruelo fuera ejecutado a plena luz del día y frente a sus propios compañeros –en un claro mensaje dirigido a la vanguardia del movimiento estudiantil- en los pasillos de la UNS, el 2 de Julio de 1975 Víctor es secuestrado en una camioneta de la Universidad y asesinado, teniendo que reconocerlo en la morgue del hospital municipal los pastores metodistas Guido Bello Henríquez y Aníbal Sicardi, con quienes desarrollaba trabajo territorial en Villa Nocito.
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La memoria como motor
Al concluir el acto su hermano Carlos, dirigente de una agrupación de DD.HH., cerró su intervención con dos frases cargadas de sentido y compromiso: en primer lugar, frente a las presiones conciliadoras del ’83 para acá y la excesiva demora en la realización del juicio, afirmó que “no nos pueden pedir que demos vuelta la hoja rápidamente”. En segundo lugar se refirió al reverdecer de la lucha en Latinoamérica (y puntualmente en Chile) en manos de la juventud que desde octubre del año pasado viene desarrollando la rebelión popular que catalizó a través de la acción de lxs secundarixs el descontento social extendido por 30 años, sentenciando que “la memoria no es un acto nostálgico, es un motor”.
Justamente por eso es importante que conozcamos la experiencia de toda una generación que se atrevió a pelear una transformación social profunda, por un mundo sin opresión y explotación capitalista. Por Víctor, por Watu, por lxs 30.000, marchemos con el Encuentro Memoria Verdad y Justicia al acto en la Plaza de la Memoria y la Resistencia este 24 de marzo, para terminar con el olvido y la impunidad, para continuar su lucha. |