La de millones hoy, la intranquilidad y la preocupación que despierta la bronca. Soy estudiante de historia del profesorado 45 de Haedo (Zona Oeste del Gran Buenos Aires). El terciario suspende las clases por ahora pero seguimos laburando. Trabajo de vendedor en los supermercados, levantando pedidos. Tengo un laburo precario, en negro. Como cinco millones de trabajadoras y trabajadores en Argentina. Como 1 de cada 3 que no contamos con ningún tipo de prestación laboral. No tenemos obra social o asistencia médica.
Y en medio de esta crisis sanitaria, millones estamos obligados a salir a trabajar porque día que no trabajamos, es día que no cobramos. Y nuestro estómago y el de nuestras familias no se pueden dar ese lujo.
Te llena de bronca que tengamos que salir a exponer nuestras vidas y las de nuestras familias sin ningún tipo de protección para parar la olla mientras mis jefes, y todos los patrones, que se llevan la mayoría del fruto de nuestro trabajo, bacanes haciendo cuarentena en sus lujosas casas. Estoy podrido de sostenerle la vela a parásitos que no hacen nada, que se llevan las ganancias y nosotros corramos el riesgo de enfermarnos.
Viajar, como todos los días, agolpados unos a otros en el transporte público, con el peligro que hoy conlleva. Recorrer cada uno de los supermercados y ver más trabajadores agolpados comprando los productos que, ya sabemos, necesitamos elementalmente para salvarnos de esta.
Y ahí aparecen rápidamente “los vivos” que se guardan la mercadería y aumentan los precios, las grandes alimenticias y las de productos de limpieza, siempre remarcando para ganar más.
Flasheando con cada tos y cada estornudo, propio y ajeno. Con cada síntoma que tiene el cuerpo te preguntás “¿esté bien o esté mal sentirme así? ¿serán síntomas propios del coronavirus? Dale, no te pongas paranoico”, te decís para darte aliento. Pero no lo naturalizo. No naturalizo que unos pocos se la lleven y otros muchos padezcamos en estas condiciones.
Porque no hay por qué seguir así. Y le saqué un par de fotos.
Las miles de imágenes que se le habrán cruzado en las pupilas a cada uno de ustedes y que guardamos con bronca y resentimiento. Porque podría ser de otra manera. Porque no vamos a comernos el verso del esfuerzo personal, el cuidado individual. Y es que no hay salida individual en una situación así. Es colectiva, el Estado te va a pedir que te aisles, sin garantizarte nada, para que no le exijas nada. ¿Cómo hacemos los millones de precarios y forzados?
Hay cosas que si se dejan para mañana es tarde. El problema no es el virus, ¡es el capitalismo! Y es que un puñado de parásitos no quieren perder para vivir en la cuarentena en sus mansiones, mientras arrojan a la enfermedad a nuestras familias.
Para que ganemos esta pelea por nuestra salud y nuestras vidas, ellos tienen que perder centésimos de sus ganancias. Hay que afectarlas. La deuda es con la salud pública. El colapso no es inevitable. Ahora los que ganaron, tienen que resignar. ¡Por nuestras vidas, daremos la pelea! |