Por primera vez desde su asunción el gobernador se reunió con la totalidad de los intendentes de los 135 municipios de la provincia. La reunión se realizó en tres tandas para seguir las recomendaciones sanitarias.
Kicillof no solo intenta emular la reunión que él mismo mantuvo el domingo pasado con el presidente Alberto Fernández y el jefe del Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.
Luego de constantes tensiones por el reparto de puestos en el gobierno y también por temas presupuestarios, el gobernador quiso “escuchar a los intendentes”. Pero en realidad la reunión tiene el objetivo de alinear a la complicada tropa bonaerense detrás de las resoluciones presidenciales y recomendaciones ministeriales, y así evitar que los jefes municipales se corten solos cuando los especialistas vaticinan un salto en los efectos del COVID-19. Tengamos en cuenta que particularmente el conurbano se presenta como un escenario donde el desarrollo del virus puede generar una situación explosiva producto de la densidad poblacional, los altos niveles de pobreza, la desnutrición, las enormes carencias de infraestructura sanitaria y la grave contaminación ambiental que sufren especialmente los distritos más poblados del GBA. “Estamos en una guerra y hay que ser verticalistas”, señaló un intendente según el sitio Letra P.
La reunión entre el gobernador y los jefes comunales está a tono con el mensaje de unidad nacional que se trata de imponer desde el poder para enfrentar la “guerra” contra el coronavirus. Como sucedió con el acuerdo entre el peronismo y los vidalistas de Juntos por el Cambio para paralizar la Legislatura bonaerense, los dirigentes del Frente para Todos buscan ir a la guerra con los responsables de haber dejado en estado de coma el sistema de salud bonaerense. Una alianza muy mala para, según las palabras del jefe de Gabinete provincial Carlos Bianco, “estar preparados para el pico” del virus.
Con la mirada puesta en Olivos
Las distintas reuniones mantenidas entre el gobernador con los intendentes e intendentas, según su sección de pertenencia, se realizaron con un ojo puesto en Olivos donde el presidente se reunía con los gobernadores. El anuncio sobre el endurecimiento de la cuarentena flotaba desde temprano en el aire del teatro platense. Finalmente se confirmó la vigencia de la cuarentena desde hoy hasta el 31 de marzo, y se amenaza con distintas penas a quien la incumpla.
Ganar tiempo a toda costa parece la hoja de ruta de un gobierno que busca reforzar el aislamiento y la “responsabilidad social” para controlar el contagio y así evitar el colapso de un sistema de salud descalabrado; si bien en algunos hospitales se están implementando medidas muy limitadas y a la vez que se anuncian la reconstrucción de centros de salud abandonados durante años -o la finalización de hospitales cuyas obras están incompletas como sucede en La Matanza=, sigue sin existir un mínimo plan que garantice los test masivos y las camas y respiradores suficientes para enfrentar una posible agudización de la crisis que puede tener en el AMBA (CABA y GBA) un escenario grave.
El reforzamiento de la cuarentena anunciada por el gobierno a su vez va a acompañada por una mayor intervención de las fuerzas de seguridad que "ganarán las calles" en “tareas de prevención” según lo consignado. Seguramente se apuntará hacia las zonas más pobres del conurbano bonaerense donde viven millones de pobres que no cuentan con posibilidad alguna para protegerse de la pandemia. Otros cientos de miles de precarizados y cuentapropistas quedan sin ingresos. Para ellos solo promesas
Ninguna cuarentena puede proteger a los millones que viven hacinados en villas y asentamientos, y contra ellos seguramente apuntarán el control y amenazas de las fuerzas represivas, de la Bonaerense comandada por Sergio Berni, de la Gendarmería que mató a Santiago Maldonado, del ejército. Los intendentes y sus policías locales, por ahora satisfechos, y hasta un exultante Eduardo Feinman salió a decir que Alberto Fernández estaba actuando como un comandante en jefe. Tenemos que enfrentar el engaño de que “en nombre de la salud pública hay que relegar una parte de la libertad individual” que replican desde los medios; ese relato puede abrir las puertas a un mayor control social e intentos represivos.
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