Desde La Izquierda Diario venimos desarrollando una propuesta de plan a nivel nacional, y en esta oportunidad vamos a poner en debate una serie de medidas al alcance para la ciudad.
Vamos a tomar dos elementos fundamentales para combatir la pandemia. Por un lado lo que vienen señalando especialistas, organismos de salud y la propia OMS: la importancia de implementar un plan de testeo masivo siguiendo los ejemplos de Corea del Sur o Alemania, para minimizar riesgos y víctimas.
Desde el PTS – FIT señalamos la necesidad de contar con 250 mil test para una población de 44 millones como primer medida de urgencia, tomando el parámetro poblacional coreano. El costo de cada test según diversos medios, ronda entre los 1.500 a 3.000 pesos, siendo el RT-PCR el más usado hoy. Estamos hablando de un costo total que rondaría los 750 millones de pesos, o unos 12 millones de dólares. Una cifra insignificante al lado del costo que tendría el colapso de los hospitales abarrotados de pacientes infectados. En términos de ganancias empresariales es prácticamente un vuelto para, por ejemplo, las multinacionales asentadas en el puerto y polo petroquímico bahiense.
El otro elemento es la necesidad de garantizar respiradores en los hospitales, un instrumento indispensable que requerirán los casos más agudos con compromiso respiratorio. La Universidad Nacional de Rosario (UNR) va a producir unos 100 respiradores económicos a la semana. A un precio de 4 mil dólares promedio por cada uno (unos 250 mil pesos) se proponen producir en un mes 400 aparatos con un costo total de 100 millones de pesos. En nuestra ciudad, la UNS y la UTN pueden encabezar un equipo que, coordinando con la UNR y apoyado en su experiencia y prototipo, replique la experiencia. Si se produjera la mitad que en Rosario, se estaría aumentando 10 veces la capacidad de respiradores disponibles en hospitales locales, por un costo de 50 millones de pesos aproximadamente. Hoy gracias a la voluntad y solidaridad de un grupo de docentes y alumnos existe la propuesta de adaptar mecánicamente respiradores manuales, pero iniciativas ejemplares como estas deben ser acompañadas con un proyecto planificado y recursos a la altura.
A grandes rasgos, estamos hablando que para solucionar dos cuestiones fundamentales, detección de casos nacionalmente y asistencia de los más comprometidos hospitalariamente a nivel local, se requieren menos de trece millones de dólares. Lo que nos lleva a la otra gran cuestión: ¿de dónde sacar la plata para obtenerlos los recursos?
La ciudad cuenta con el puerto más importante de la Provincia de Buenos Aires (sólo Ing. White representa un 31% del total de movimiento de mercaderías de PBA), y destino por excelencia en el país para los buques cerealeros de gran calado. Solo para tener dimensión de los recursos que maneja, en 2018 según GlobalPorts en base a un estudio del CREEBBA, el balance comercial arrojó para el primer semestre un saldo positivo de más de 900 millones de dólares (unos 1.800 millones anuales). Tengamos en cuenta que en 2019 el dólar disparó su cotización licuando los costos en pesos de las multinacionales, y que el campo tuvo una cosecha record que significo que el puerto local exporte un 56% más cereales y derivados que en el año anterior (CGPBB). Un récord que rompió no solamente los números históricos portuarios sino que le permitió a las grandes cerealeras embolsar ganancias fabulosas. Estamos hablando de monstruos mundiales como Luis Dreyfuss, que exportó más de un millón 800 mil toneladas (aumento del 57% respecto a 2018), Cargill tres millones de toneladas (un 59% más) en 133 buques a 22 países, o el gigante yanqui ADM que exportó 2 millones y medio de toneladas (aumento del 70%).
Un impuesto de emergencia a la ganancia extraordinaria de estas empresas es lo que el Estado debería hacer ya, además de dejar de pagar la deuda externa, para poseer fondos de sobra para adquirir los tests o equipar laboratorios en todo el país. Permitiría abastecer hospitales con respiradores, insumos básicos necesarios, vestimenta hospitalaria, materiales diversos. Incluso se podría poner en pie nuevas Unidades de Cuidado Intensivo e instalaciones permanentes para atención de pacientes que, por ahora, se tendrán que conformar con las tiendas de campaña del ejército.
Además de los fondos, hay que poner en debate otro aspecto importante. La industria bahiense puede garantizar los materiales básicos para fabricar los insumos y elementos necesarios. El Polo Petroquímico es líder nacional y regional en producción de polietileno y PVC , dos elementos básicos para la fabricación de cualquier producto plástico o derivado que se utiliza en la vida común o la industria. A su vez, existe una serie de Pymes en la ciudad que producen artículos en base al polietileno y PVC que les proveen las gigantes del Polo. Incluso BioBahía (una empresa del Parque Industrial) produce glicerina, uno de los componentes que se utiliza para la producción de alcohol en gel.
En síntesis, la industria bahiense puede proveer los materiales necesarios y el puerto y las cerealeras los fondos. Tenemos un sistema de salud con personal capacitado y experimentado que puede ser reforzado con especialistas de las UUNN públicas, y un cuerpo de futuros graduados de enfermería y medicina que preparados en corto plazo, pueden ser destinados a la atención de los pacientes de menor riesgo permitiendo a los médicos y personal experimentado concentrarse en los casos más complicados sin sobreexigir su (ya de por si) extenuante trabajo. Para todos ellos exigimos salario igual a la canasta familiar.
No podemos esperar que las grandes empresas resignen un solo peso de ganancias, cuando año tras año han aprovechado nuestros recursos a cambio de dejarnos precarización de la vida, la salud y el trabajo. Es por ello que sólo con el protagonismo y compromiso de los trabajadores creando comités de control de la producción, se puede garantizar redirigir los recursos de la industria para concentrarlos en la crisis sanitaria. Son los trabajadores portuarios tomando el control del funcionamiento del puerto y las terminales cerealeras, los que pueden hacer efectivo que las multinacionales tengan que aportar fondos.
Lxs trabajadores de las empresas recuperadas Frigorífico Incob y Textiles Pigue, o los docentes y alumnos de las EET 1 y 2, muestran con su ejemplo como podría reorientarse la producción. Si se ponen los grandes resortes de la economía en función de las necesidades sociales las posibilidades serian inagotables.
Por eso partimos de exigir al Estado poner en pie un plan integral discutido democráticamente por todos los trabajadores de salud, universidades, la industria, puertos, entre otros. Un plan que ponga bajo la órbita estatal junto al sector público a todos los hospitales privados, laboratorios y fábricas y distribuidores de insumos médicos en un sistema único de salud. Planificar cada detalle contando con todos los recursos materiales y humanos disponibles y los que se necesitan para afrontar la crisis.
Hay que reordenar y redirigir el conjunto del sistema productivo y de salud para disminuir drásticamente el costo humano de la pandemia. De la mano con lo anterior, el reordenamiento de la producción y el control de los trabajadores permitiría concentrar los recursos en función de dar respuesta a las necesidades de los sectores populares, como trabajo, vivienda, acceso a los servicios básicos, a la salud y educación. |