A 44 años del golpe cívico, eclesiástico y militar que se llevó adelante en el país, hacemos un repaso de la lucha que dio Frente de Liberación Homosexual Argentino (FLHA) contra la represión policial.
“Hablar de homosexualidad en la Argentina no es sólo hablar de goce sino también de terror. Esos secuestros, torturas, robos, prisiones, escarnios, bochornos, que los sujetos tenidos por "homosexuales", padecen tradicionalmente en la Argentina –donde agredir putos es un deporte popular- anteceden, y tal vez ayuden a explicar, el genocidio de la dictadura.
El sexo de las locas, Néstor Perlongher (1984).”
"Acabemos con los homosexuales"
En la década de 1970 se conformó el Frente de Liberación Homosexual de la Argentina (FLHA), una organización que plantó la bandera por la liberación sexual y la lucha incansable contra la represión policial que azotaba a les LGBTIs.
Los integrantes del FLHA se enterarían años después, pero en 1969 las calles de Nueva York fueron testigo de la irrupción del movimiento de liberación sexual. En la “tierra de la libertad” la policía podía detenerte por estar usando más de dos prendas del sexo opuesto, hasta que en una razzia en el bar de Stonewall desató la furia de las disidencias que se enfrentaron a las fuerzas represivas. Esta rebelión por el derecho a vivir la sexualidad y los géneros libremente fue parte de un proceso internacional donde el cuestionamiento a la explotación, y la opresión hacia las mujeres y negros, llevó a miles a tomar las calles contra el régimen capitalista.
En Argentina la herramienta que utilizaba el estado para perseguir LGBTIs son los edictos policiales que establecían la posibilidad de detención por “exhibirse en la vía pública o lugares públicos vestidos o disfrazados con ropas del sexo contrario” o a quienes “incitaren o se ofrecieren al acto carnal”. Razzias en lugares de encuentro de LGBTIs, detenciones en las calles por tener el pelo largo, por comportamiento amanerado o por no respetar el género biológico, eran las denuncias recurrentes que aparecían en la revista Somos que publicaba el FLHA.
El fortalecimiento de la política represiva de los estados capitalistas no era casual, fue una respuesta al surgimiento de procesos inspirados en revoluciones como la cubana para que no se cuestionara profundamente un orden social que solo garantizaba desigualdad. Así es que en noviembre de 1974 ante la creciente organización obrera y respuesta ante las medidas de ajuste y persecución, Isabel de Perón impone el estado de sitio en el país. Esto dio impulso a la represión de organizaciones paraestatales de la extrema derecha como la Triple A, que entre 1973 y 1976 se calcula asesinó entre 1.500 y 2000 personas.
El caudillo una revista de la derecha peronista financiada por el Ministro de Bienestar Social de Isabel, López Rega, llega a llamar en un artículo de febrero de 1975 a “Acabar con los homosexuales” haciendo referencia al Frente de Liberación Homosexual. Es en ese marco que escala la violencia policial a LGBTIs:
Dada la situación de alta represión previo al golpe de estado de marzo de 1976 el FLH decide disolverse, en su último boletín denunciarían que con la escalada represiva “el estado devela su caracter de fuerza de choque de las clases dominantes y, al hacerlo, el mito del carácter natural de la sociedad burguesa, vacilante desde hace décadas, se derrumba estrepitosamente”:
¿Y ahora?
En la actualidad las demandas de las personas LGBTIs y mujeres ganaron una visibilidad impensada en la sociedad para esa época, son suficiente muestra les miles en las calles en el mundo reclamando por el aborto legal, la educación sexual, la igualdad salarial y contra la discriminación.
A pesar de los retrocesos y pérdidas de conquistas que significó el neoliberalismo para la mayoría de las personas en el mundo, como podemos ver con la crisis sanitaria que destapó el coronavirus, la movilización de les LGBTIs y mujeres hizo que se conquisten derechos. Sin embargo esos avances como el matrimonio igualitario, identidad de género o la ESI, no tuvieron como reflejo una igualdad en la vida donde la represión, la discriminación, los travesticidios y femicidios siguen siendo la regla. Las democracias capitalistas tomaron parte de esas demandas del movimiento de la década de 1970 para volver dócil y en muchos países hasta sirvió para que sean mejor vistas.
Pasada la dictadura el acoso policial y las detenciones hacia las travas y las personas trans, que en su mayoría debe acceder a la prostitución para subsistir gracias de la discriminación laboral, se mantuvieron intactos. A nivel nacional los edictos fueron derogados recién en 1998, sin embargo al día de hoy se mantienen vigentes en muchas provincias y en los hechos sigue sucediendo en cualquier parte del país.
Los casos como el de Higui y Joe Lemonge condenades a prisión por defenderse ante la violencia machista, o el de Mariana Gómez condenada por haberse besado con su novia en la estación de trenes de Constitución, son la muestra de que el estado a través de la policía y la justicia mantiene la persecución. Sin ir más lejos en 2017 Patricia Bullrich, vendiéndola como una medida “inclusiva” implementó un protocolo específico para detener personas LGBTIs, el cual fue derogado hace unas pocas semanas.
La cruzada que se encuentran dando sectores contra la “ideología de género”, que va desde las iglesias católica y evangélica, pasando por Trump y Bolsonaro y llegando hasta youtubers liberales, solo busca incrementar esta estigmatización que sufren las personas LGBTI, así como a las mujeres. La autoproclamación de Jeanine Añez como presidenta, encabezando un golpe de estado en Bolivia el noviembre pasado sosteniendo una enorme biblia en la casa de gobierno, es una muestra gráfica.
La escalada de intervención militarista y el fortalecimiento de las fuerzas represivas que se encuentran desarrollando los estados frente a la crisis del coronavirus, están lejos de ser un buen augurio para aquelles a les que solo nos queda nuestra organización y las calles para que se escuche nuestra voz y el reclamo por nuestros derechos elementales. El gobierno argentino plantea la posibilidad de imponer un estado de sitio para incrementar el control social de la calle. Las ocasiones de utilización de esta medida, como durante el gobierno de Isabel de Perón, muestran que está lejos de beneficiar a las grandes mayorías. Más aún si se la aplica como vía para imponer el aislamiento social y enfrentar así la propagación del coronavirus, sin una respuesta de fondo a un sistema de salud público que viene desfinanciado hace décadas y ante las consecuencias económicas que genera para millones de laburantes y jóvenes afectados por el detenimiento de la actividad económica durante la cuarentena, donde siempre les LGBTIs y las mujeres son les más perjudicades.