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La Izquierda Diario
27 de marzo de 2020 Twitter Faceboock

REUNIÓN VIRTUAL
¿G20 o G-Cero?: una declaración insustancial que desnuda la falta de coordinación
Esteban Mercatante | @EMercatante

Los líderes de los países que integran el G20 realizaron el jueves una reunión virtual para discutir qué hacer frente a la pandemia y la crisis económica que se viene.

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Con las fronteras cerradas, casi todos los vuelos entre países suprimidos, cientos de miles de personas varadas en un tránsito incierto hacia su país de origen, acusaciones cruzadas entre EE. UU., China (y también Japón) por la responsabilidad de la pandemia, los líderes de los países que integran el G20 buscaron mostrar este jueves una unidad que no viene primando en las acciones gubernamentales.

La razón de ser del G20, fundado formalmente en 1999 pero recién puesto en marcha en 2008, es la acción coordinada entre las potencias imperialistas y un limitado número de países a los que estos aceptan incluir en la mesa chica, para lidiar con los principales temas de la agenda internacional.

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Si algo caracterizó a este foro desde su origen, es ser una correa de transmisión de aquellas cuestiones que más interesan al imperialismo norteamericano, y en ocasiones las que impulsa alguna de las otras potencias como pueden ser Alemania, Japón, China o incluso Rusia (país que no se recupera de la decadencia económica pero conserva juego geopolítico mundial). Todo esto es negociado siempre en mesas más chicas, ya sea previamente en instancias más acotadas como el G7 (selecto foro que nuclea a los países más ricos y también realiza sus reuniones anuales) o tras bambalinas en el mismo G20, como ocurrió con la tregua comercial con China, acordada en Buenos Aires en 2018, para volar por los aires al poco tiempo, y también en 2019 con la que se acordó en Osaka en otra reunión del G20.

Hasta la llegada de Trump, y sobre todo en los complicados años que siguieron al hundimiento de 2008, el G20 permitió a EE. UU., y particularmente al Tesoro de dicho país, coordinar acciones económicas. Los estímulos fiscales y monetarios (en este último caso orquestados por la Reserva Federal estadounidense, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra, los de Japón, China, Canadá y otros países), que muchos países pusieron en marcha por su cuenta para contener los efectos de la crisis, recibieron ahí algún viso de política común. Allí también se aseguró algo vital para las grandes corporaciones multinacionales, que fue mantener activas las políticas de apertura comercial y de capitales impulsadas desde hace décadas por la OMC y los organismos financieros multilaterales.

Desde la llegada de Trump, con su retórica de "América primero", las relaciones internacionales se han ido enrareciendo. No solo con China, sino también con sus históricos aliados de la OTAN. Como resultado de esto, todo el entramado de instituciones en las que EE.UU. cimentó la gobernanza global desde terminada la Segunda Guerra Mundial han ido entrando en parálisis e irrelevancia, y el G20 no fue la excepción.

¿Todo lo que haga falta?

Ya lo dice el dicho, las crisis son una oportunidad. La pandemia, y la catástrofe económica que puede sobrevenir como resultado de las medidas excepcionales tomadas para enfrentarla (que los mercados bursátiles anticipan y vienen desplomándose en consecuencia) vuelven a convertir al G20 en una instancia en la que la intervención de los gobiernos pueda volver a articularse. Lo que hemos visto desde que empezó la crisis han sido mayormente medidas unilaterales, muchas disruptivas de la integración global como fue el cierre de fronteras. Recién en las últimas semanas los bancos centrales coordinaron la intervención para apagar el pánico bursátil.

En este contexto, la reunión virtual del jueves se realizó a instancias de Mohamed bin Salmán, el monarca de Arabia Saudita, país que este año preside el G20.

En el comunicado emitido tras la reunión manifestaron "el compromiso de tomar todas las medidas sanitarias necesarias y buscar asegurar el financiamiento adecuado para contener la pandemia y proteger a la gente, especialmente a los más vulnerables".

Al mismo tiempo, respecto de las turbulencias financieras y la recesión, la declaración asegura que los países van a "hacer todo lo que haga falta para usar todas las herramientas de política disponibles para minimizar el daño económico y social de la pandemia, restablecer el crecimiento económico global, mantener la estabilidad de mercado, y fortalecer la resistencia ante los shocks".

De acuerdo al comunicado, los recursos comprometidos no son menores: 5 billones de dólares es lo que el conjunto de países está inyectando "como parte de política fiscal orientada, medidas económicas, y esquemas de cuarentena para contrarrestar el impacto social, económico y financiero de la pandemia". Eso surge de la suma de las medidas que vienen anunciando hace semanas los gobiernos. El 40 % (2 billones) corresponde al paquete aprobado por el Senado de EE. UU. el miércoles, dirigido sobre todo a salvar a las grandes empresas, que ahora deberá pasar por la cámara de representantes. Un monto cercano a este es lo que comprometió la Unión Europea, mayormente en inyecciones de liquidez a bancos y empresas para sobrellevar la parálisis económica, y en menor medida en iniciativas de gasto público para sostener ingresos de sectores afectados.

Es decir, el rimbombante anuncio del G20 no hizo más que compilar todo lo que vienen haciendo los Estados, cada uno por su cuenta, para contener una depresión económica que podría ser peor que todo lo vivido desde la crisis del ’30.

El G20 también declaró un compromiso de “ampliar la capacidad manufacturera para cumplir con las necesidades de suministro médico y asegurar que estas estén disponibles a un precio asequible y sobre una base equitativa”.

Subrayó también la necesidad de reabrir el comercio internacional al suministro de “material medico, productos agrícolas esenciales y otros servicios transfronterizos”. Respecto al levantamiento de algunas fronteras al comercio y a la circulación de personas, aseguraron que “las medidas de urgencia destinadas a proteger la salud serán limitadas, proporcionadas, transparentes y temporales”.

Entre las medidas que fueron sugeridas, pero que no tuvieron traducción práctica, está la propuesta de Alberto Fernández de crear un fondo humanitario para hacer frente a la pandemia.

No debería sorprendernos, siendo Arabia Saudita el país anfitrión, que nada diga la declaración sobre la guerra de precios del barril de petróleo que la tiene, junto a Rusia, como protagonista. Una de las mayores muestras que que la "cooperación" tan bien ponderada en los discursos es cada vez más difícil de llevar a la práctica.

G-cero

En síntesis, la cumbre virtual tuvo como principal saldo otro comunicado con poca sustancia que no deja entrever iniciativas comunes diferentes a lo que cada país ya viene haciendo por su cuenta.

Seguramente en pocos días volveremos a ver cómo EE.UU. y China vuelven a echarse la culpa por la aparición del virus. Tampoco debemos dudar que seguirá la carrera frenética entre los países para probar con éxito la primera vacuna, cuestión que se ha transformado en una de las medidas de seguridad más importantes.

El escenario de disputa, falta de coordinación y dificultades para sostener un liderazgo, nos recuerda a la caracterización realizada por el estudioso de las relaciones internacionales Ian Bremer, de que estaríamos ante un "G-cero", sin ninguna potencia que lidere y contenga las tensiones. Esto se muestra hoy de manera agravada, más allá de las fotos como la del jueves que pretenden exhibir lo contrario.

Mientras tanto, las bolsas, que algún día muestran serenidad ante la formidable muestra que activismo estatal para salvar la economía (y sobre todo a los bancos y grandes empresas), al día siguiente vuelven a entrar en pánico ante la evidencia de que estamos ante un escenario económico verdaderamente desconocido, y ante el cual no está claro cuánto pueden contener las medidas tomadas. Los anuncios de bancarrotas masivas, de empresas y de Estados, son enunciadas cada vez más categóricamente por analistas de todo el arco ideológico.

Ninguna iniciativa internacional de la clase dominante va a evitar que los peores costos de esta crisis caigan sobre las clases trabajadoras de todo el mundo. Los orígenes y desarrollo de la catástrofe que atravesamos muestran a cada paso las huellas en este crimen de un orden social definido: el capitalismo. Necesitamos salidas de otra clase: apelar a la fraternidad y la cooperación de los trabajadores y las trabajadoras de todos los países en todo el mundo. Solo esta fuerza social, desarrollada en un sentido revolucionario, es la que puede salvar a la humanidad.

 
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