Laura y su compañero son docentes de la escuela secundaria en Ituzaingó, en estos días estuvieron en permanente contacto con las familias de sus alumnos que les acercaron pedidos desesperados de ayuda. “La actitud que veo que se instala es que el otro es el enemigo”, nos dice Laura.
En su relato sobre las familias, le quedaron grabadas voces como esta: “Tengo cuatro nenas, ¿Cómo hago para quedarme en casa?” de una mamá con una hija discapacitada que se la rebusca como puede trabajando en la calle.
Laura reflexiona “el rol de la docencia tiene que ser el de integrar, hoy más que nunca con esto de “quédate en casa” es un sálvese quien pueda ¿Y quiénes se van a salvar?, los que tienen los recursos y pueden quedarse.”
“Me piden que me quede en casa, está bien, es importante, pero que nos garanticen las cosas para poder hacerlo”, le dijo angustiada la mamá de cuatro a Laura. Millones carecen de recursos, o dependerán de la poca ayuda que les llegue desde el Estado, y no son pocos los docentes que, como viene reflejando este diario, están día a día en los barrios repartiendo los bolsones de alimentos que en la mayoría de los casos alcanzan para muy poco.
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Sin embargo, no es una política del gobierno que sean las escuelas las que organicen la ayuda en esta pandemia, como explica Laura “está librado a la buena voluntad, no está organizado de forma centralizada la ayuda, nosotros los docentes podríamos jugar ese rol en esta crisis. No sacar a la gendarmería a los barrios, los docentes tenemos mucha más información de los pibes -y sus necesidades- que cualquier otro organismo”
Con medidas que sólo sirven para quien puede quedarse en su casa, Laura cuenta que ni los bolsones de comida, ni los refuerzos a las asignaciones, o el bono de diez mil alcanza en los barrios. Barrios que muchas veces no tienen acceso a agua potable o luz.
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La pandemia pone de manifiesto que la vida de millones no tiene nada que ver con evadir la cuarentena para ir a Pinamar, los medios ya hablan de la “bomba” del conurbano,y la respuesta oficial es más fuerzas represivas en la calle.
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Mientras tanto, el Ministerio de Educación se jacta de haber puesto en pie un sistema de aulas virtuales y cuadernillos para que los chicos no pierdan clases. Laura y sus compañeros estuvieron haciendo llegar esos cuadernillos a muchos hogares: “La escuela tendría que llegar de otra forma a los hogares, me preocupa la conectividad que tiene la escuela con las casas”, dice. “Pero no la conectividad a internet”, Laura habla de algo muy elemental, la conectividad con la realidad: “nos hicieron repartir cuadernillos, pero es ridículo pensar en un nene con siete hermanitos en una habitación hacinado haciendo esas tareas.”
No son pocos los ejemplos en los que son los propios trabajadores los que buscan salir a dar respuestas frente a la pandemia, docentes que salen a los barrios, fábricas como MadyGraf bajo control obrero que se proponen cambiar su producción para abastecer hospitales, trabajadores que organizan comisiones de seguridad e higiene en los servicios esenciales y estudiantes que piden abrir las universidades y sus laboratorios. Como asegura Laura “nosotros podemos ser los protagonistas en esta crisis”. |