Desde las 7 de la mañana cientos de personas de todas las edades llegaban a pie o en bicicleta a la zona de 137 66 y 67, donde está ubicada la parroquia Nuestra Señora de la Salud en el barrio de Los Hornos.
La parroquia fue uno de los 10 lugares de distribución donde se anunciaba que se iban a repartir casi 2 mil bolsones de mercadería en cada lugar. Cada bolsón de mercadería contenía alrededor de 12 productos esenciales, según informaron desde Cáritas y la Comuna.
Esta medida fue puesta en marcha por el municipio de Julio Garro, con ayuda del gobierno nacional, a través de la Mesa Social, órgano de emergencia en el que participan dirigentes de la oposición, referentes sindicales, de la Iglesia y la Universidad, no así varias organizaciones sociales que manejan comedores barriales, quienes vienen denunciando no sólo la falta de participación en dicho espacio, sino además la falta de respuesta municipal ante la escasez de alimentos en los comedores.
Días atrás circulaba en redes y por cadenas de Whatsapp. Decía que en esa sede eclesiástica de Los Hornos (otro punto de entrega sería 149 entre 62 y 63) iban a repartirse bolsones desde las 10 de la mañana. Horas antes definieron adelantar el horario. Al ser tantas las familias que se acercaron temprano, para las 10 se habían quedado sin alimentos. Demasiado rápido, demasiado poco.
Autoridades de Cáritas La Plata manifestaron que “se puede hacer un balance positivo de la jornada. Se realizó la entrega sin incidentes. Quizás hubo alguna situación de enojo, sobre todo de aquellas personas que no alcanzaron a recibir la ayuda, pero se desarrolló todo el operativo en paz”.
Sin embargo, muchos padres, madres y abuelos se fueron masticando bronca por haber estado horas haciendo cola en la calle sin poder llevar nada a sus casas. En otras parroquias también hubo mucha improvisación y desorganización.
Mientras el presidente Alberto Fernández se encarga de individualizar el problema llamando “idiotas” a los que no cumplen una cuarentena estricta y los medios nos taladran la cabeza todo el tiempo con #QuedateEnCasa, fomentando todo tipo de “ideas” para denunciar a los vecinos que salen a la calle, nada dicen de los millones de personas que son empujadas por las necesidades acuciantes a salir a buscar alimentos o “ganarse el mango”.
Avanza la cuarentena y también el hambre en los barrios de la ciudad. En los comedores no hay comida que alcance. Ni hablar de los vecinos que reclaman tierra en los asentamientos de Los Hornos y aun hoy siguen resistiendo, ¿cómo pretende el gobierno que cumplan la cuarentena sin techo y vivienda?
Iglesia y Estado siguen de la mano
Ayer el gobierno extendió las medidas de aislamiento hasta mediados de abril. Mientras las cifras de contagios y muertes por la pandemia aumentan pero no de manera alarmante aún, hay otro motivo que preocupa cada vez más al gobierno y a los intendentes del Conurbano bonaerense: los desbordes en los barrios populares por el hambre.
Para sobrellevar esta situación, el gobierno nacional implementó un subsidio de 10 mil pesos para los trabajadores informales, que solo llegaría a 3,600.000 mil personas y que en dos días de abierta la prescripción ya superó ese número. Como saben que eso es totalmente insuficiente para vivir un mes, también están empezando a buscar vías para acercar alimentos a los que más lo necesitan. Pero acuden a las iglesias y al Ejército como nexo con el pueblo trabajador, que les permita ganar legitimidad ante este desastre anunciado.
Sin embargo, nos preguntamos ¿son la Iglesia y el Ejército quienes se tengan que encargar de la distribución de alimentos?
La Iglesia que sigue beneficiándose de las arcas estatales y que se dedica a lanzar oraciones y perdones mundiales por las redes, debería destinar los millones de pesos que recibe para afrontar la crisis sanitaria que atraviesa el país.
El Ejército, que busca “lavar” su identidad bajo gestos de solidaridad y cuidado del pueblo, pero que sabemos es el mismo que cometió los peores delitos de lesa humanidad.
La solidaridad es desde abajo.
Los ejemplos de auxiliares, docentes y familias que organizan el reparto de alimentos en zonas como Tigre y Berisso, demuestran que son los propios trabajadores y trabajadoras quienes pueden hacerlo. ¿Quiénes más que ellos que conocen la realidad de los barrios mejor que nadie?
No podemos dejar a las comunidades libradas a su suerte, ni que la Iglesia oscurantista garantice la provisión de alimentos, menos aún las fuerzas represivas del Estado porque sabemos que son las mismas las que luego persiguen a los jóvenes de los barrios.
También los sindicatos docentes tienen que estar abiertos y transformarse en grandes centros de organización de la solidaridad tomando todos los recaudos necesarios para evitar el contagio.
Quedó demostrado que estas medidas paliativas son totalmente insuficientes.
La Izquierda propone la prohibición de desalojos y otorgar viviendas ociosas a las familias que viven hacinadas o que no tienen vivienda, y mantener el salario de todos los trabajadores y garantizar un salario mínimo de cuarentena de $ 30.000 para todos aquellos que no tengan licencias pagas (desocupados, no registrados, cuentapropistas, etc.) financiado con impuestos a las grandes fortunas y el no pago de la deuda.
Todo esto cada vez se vuelve más urgente porque el virus avanza, el hambre también. |