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La Izquierda Diario
31 de enero de 2025 Faceboock

TRIBUNA ABIERTA: MUERE EN PRISIÓN EL HOMBRE FUERTE DE LA ÚLTIMA DICTADURA MILITAR
Arce Gómez ¿pasado o futuro?
Vladimir Mendoza Manjón | Ex Ejecutivo del Magisterio Urbano de Cochabamba

Arce Gómez, ministro del Interior de la dictadura de Luis García Meza y autor de la conocida frase de que "todo boliviano tenía que andar con el testamento bajo el brazo" falleció ayer en la cárcel de Chonchocoro. Publicamos una nota alusiva de Vladimir Mendoza, ex dirigente de la Federación Departamental de Maestros de Cochabamba.

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Cuando los oídos de una sociedad parecen cerrarse para ciertos actores políticos, éstos tienden a manifestar sus puntos de vista de formas patológicas. En noviembre de 1979, las masas obreras y populares habían derrotado un golpe militar liderado por Natusch Busch. Victoria implacable, pues en un acto de impotencia bestial más que de fuerza, la aventura militar se cargó la vida de al menos 200 personas, justo en fechas donde las masas ceremonian a los muertos. Un rechoncho coronel de 49 años, relativamente desconocido y de nombre Luis Arce Gómez fungió como jefe de Inteligencia en la asonada golpista, que, una vez fracasada, contó con sus servicios en un torpe operativo destinado a robar del Servicio de Inteligencia del Estado (SIE) documentos con todo tipo de información de personas y corrientes políticas opositoras a la dictadura de Banzer.

Papeles valiosos para lo que se vendría después…

Arce Gómez, graduado en 1955, fue expulsado del ejército en 1960 acusado de violación a la hija de un superior, tras lo cual trabajó como fotógrafo del períodico Presencia, el mismo diario que después haría cerrar con sus pistoleros ya siendo ministro del interior. Su reincorporación al ejército después del golpe de René Barrientos no fue gratuita, sin duda, tenía el perfil adecuado para especializarse en inteligencia y asuntos de seguridad, ese tipo de cosas que terminaron de dar forma a las fuerzas armadas bajo financiamiento y tutela de Estados Unidos.

Los intentos por consolidar las libertades democráticas, en medio fraudes escandalosos, golpes, cinco presidentes en dos años, impulsaron una potente acumulación política en la clase obrera y los campesinos. Lo que parcialmente el movimiento obrero y campesino había logrado como conquistas democrático-sociales en el 52 (la relevancia de la organización sindical y la distribución de tierras) eran la base para plantear una posible perspectiva socialista, recurriendo también a medios tácticos en la democracia representativa. Esta lucha de clase del proletariado, entroncada con una furibunda explosión del movimiento campesino, hacían fértil el terreno para discutir la democracia en términos obreros y populares. De ahí que ese frente de colaboración de clases, la UDP, era apenas un parásito (a decir de Zavaleta) de este movimiento. Todo esto en medio de una crisis sin retorno de la hegemonía ideológica del nacionalismo burgués. Las clases dominantes, por tanto, tenían como único traductor de su imaginación política al núcleo represivo del Estado, al ejército. La derrota del golpe de Natusch fermentó la necesidad de venganza en las fracciones más reaccionarias de los militares y la oligarquía, encarnada en gentes poco señoriales como García Meza y Arce Gomez.

Así llegó el 17 de julio de 1980. Una anunciada batalla, cuidadosamente planificada en su estrategia militar. Si Natusch unos meses antes no había podido doblegar al pueblo movilizado con tanques, aviones y artillería pesada, ahora, la combinación de todos estos elementos con la represión selectiva de piezas claves de la posible resistencia civil, facilitó mucho las cosas para la ofensiva. El terrorismo focalizado que implementó sistemáticamente Arce Gomez ya había sido practicado previo a la toma del poder. Desde tirar bombas contra el semanario Aquí en febrero, hasta asesinar cruelmente a Luis Espinal, su director, en el matadero municipal, el mismo lugar donde la racionalidad moderna ejerce sus técnicas de tortura y muerte contra los animales. De yapa, pavoneando la plena impunidad de su conducta, Arce Gómez envió una bomba al café Lido en La Paz, concurrido por la izquierda, asesinando a 4 personas y dejando 63 heridos. En la jerga local de esos tiempos ya se hablaba de “arcesinatos”.

A diferencia de la ágil estrategia militar del golpismo, las organizaciones de izquierda y la COB actuaron rutinariamente. El anuncio de huelga general y bloqueo de caminos fue una medida resuelta pero carente de mediaciones tácticas. Hubo una reunión en la sede de la Central Obrera donde acudieron líderes sindicales y políticos, intervenida de inmediato por unos 20 paramilitares de Arce Gómez. Llegados en ambulancias de la Caja de Salud y con ametralladoras, asesinaron a Gualberto Vega, dirigente minero, Carlos Flores del POR (Vargas) y a Marcelo Quiroga Santa Cruz (PS-1), a quien los milicos se la tenían jurada desde que cometió la terrible osadía de enjuiciar a la dictadura corrupta y entreguista de Banzer usando los inocuos pero publicitarios medios parlamentarios.

Es harto sabido la invalorable asesoría política y militar que recibió García Meza de la dictadura argentina de Videla. Los métodos de terror usados con frialdad técnica, apoyados también por nazis prófugos como Altmann-Barbie, proveyeron la rápida toma de los centros urbanos y la aniquilación de la disidencia. El único contraste a este panorama fue la tenaz resistencia obrera, respaldada por las comunidades campesinas, en los centros mineros, que duró casi un mes y fue también finalmente aplacada debido al aislamiento. El heroísmo desplegado, por ejemplo, por los obreros de Caracoles y Viloco en agosto de 1980, con por lo menos 900 vidas segadas por las fuerzas armadas, no debe ser extirpado nunca de nuestra memoria colectiva.

Ya instalada en el poder, la dictadura creyó posible contrarrestar su aislamiento geopolítico – estaba amparada sólo por los gobiernos de facto de Argentina, Brasil y Chile en la región- haciendo buenos negocios con el narco. Administró estatalmente la producción y distribución de cocaína por medio de resguardos e impuestos a esta industria. Una parte selecta de la cúpula militar inició negocios comunes con Roberto Suárez Gomez o Guillermo Banzer Ojopi (primo del general Hugo), típicos latifundistas y pichicateros del oriente. Arce Gómez tenía su propia flota de “aviones taxi” cuya función era más que obvia. Las relaciones carnales entre la burguesía del oriente, el narcotráfico y los milicos nunca fueron tan mal disimuladas.

Pero como los yanquis son expertos para poner en evidencia a los maleducados usando sofisticadas investigaciones periodísticas salpimentadas con moralina antinarcótica, apuntalaron las divisiones en el propio aparato represivo del Estado para aislar a Arce Gómez, carente hasta el patetismo de cualquier sutileza de “hombre de estado”, e ir desgastando a la dictadura, aunque el punto decisivo de este desgaste hubiera sido más bien la creciente protesta popular contra los paquetazos económicos proempresariales.

Una vez fuera del poder formal, Arce Gomez disfrutó de la riqueza acumulada. Se paseó por Taiwán, recibido por sus amigos de la oscura secta Moon, llegaba a Bolivia en medio de gobiernos democráticos a comer churrasco en las haciendas de sus compadres y volvía a Suiza a recoger billetes si tenía alguna urgencia. Fue atrapado en un curioso (¿?) operativo de la DEA en el gobierno de Paz Zamora y extraditado a cumplir condena en EEUU. Después retornó a Chonchocoro a cumplir su sentencia de 30 años.

Murió ayer, 30 de marzo del 2020, en medio de un estado de excepción (que a decir verdad le solían excitar) planetario contra un microorganismo, así que el impacto de su muerte quedó algo relajado. Quizá no tanto. Hay gente en las redes sociales sugiriendo a Dios que lo tenga en su gloria. De esta gentuza siempre hubo, pero ahora se animan a decirlo públicamente. Hay que parar las orejas, quizá se aproximan vientos que soplan hacia situaciones tendientes a regurgitar hombres como Arce Gómez.

Posdata: Si alguien le interesa profundizar sobre las inestimables lecciones que dejaron éstas páginas de nuestra historia, les recomiendo:
“Rebelión en las venas” de James Dunkerley
“Las masas en noviembre” de René Zavaleta
“Autopsia del gorilismo” de Guillermo Lora

 
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