Gente que se conoce por las redes, que compone música a distancia, que recomienda libros, películas, que lee en grupo, que se comunica, que debate y hasta define cosas importantes. Nada que cuestionar. Las redes, la virtualidad tiene un potencial enorme. Hoy en día se realizan hasta operaciones de gran complejidad vía web. La virtualidad significó un aporte significativo a la educación y que lo que suceda sea en forma virtual no niega procesos psíquicos, subjetivos. Solo basta con ver a un grupo de chicos en un juego en red para captar que allí pasan mucho más cosas que las que transcurren en la pantalla.
Pero poner el Hg #educación no garantiza que se está educando, ni que lo que pase no haya que cuestionarlo. Decir #EducaciónVirtual o #EducaciónAdistancia no garantiza que eso acontezca. Además partimos de que, al menos por datos oficiales, el 30% de la población no tiene acceso a internet y otro tanto tiene un acceso deficiente.
El otro día un estudiante secundario nos mandó un audio de Whats app con mucha ironía pero con bronca, y nos abrió decenas de interrogantes: “¿Está bien que nos llenen de tarea de matemáticas, geografía, como si nada pasara?”, “¡Despidieron a mi viejo! No tengo ganas de hacer todo lo que me piden”, entre otras preguntas. Y no es el único. A lo largo y ancho del país se repite la escena: ¿Cómo resuelvo esto? “No tengo internet”. “No entiendo la consigna”. “Es mucho, profe”. “Seño, ¿cuándo volvemos? La extraño”.
Mientras nos hacíamos muchas preguntas, prendimos la televisión y veíamos muy solventes al gobierno contestar. Por ejemplo, el Director General de Escuelas de Mendoza, José Thomas, evaluó como “positivo” el balance y aclaró que no le preocupa la vuelta a clases, porque “no se han perdido días de clases” y adelantó que, al menos en la provincia, por ahora no se evalúa una extensión del ciclo lectivo. Lo que plantean que faltan son recomendaciones para la “educación y salud emocional”. “Seguimos educando”, “es un éxito”, “nos prepara para la virtualidad total”, son algunas de las frases escuchadas esta semana de boca de los funcionarios de educación y, particularmente de Nicolás Trottta. Ahora se vendrán horas de televisión.
No se trata de poner en cuestión la excepción ante la emergencia (de la que todos estamos aprendiendo), sino la lógica que de trasfondo fundamentan los balances exitistas. Pero como educadores nos preguntamos ¿Cuál es el contenido que enseñamos? ¿Estamos compartiendo experiencias? ¿Hay diálogo? ¿Es posible educar a la distancia? ¿Eso es educación? ¿Instrucción, educación, formación son lo mismo?
¿Aprendizaje significativo?
Creemos que el “maestro/a”, en el sentido más amplio del “maestro”, no es el que imparte nociones, conocimientos y contenidos abstractos, sino que enseña a interpretar la realidad social. Entendemos la relación entre estudiante y educador no limitada a relaciones estrictamente académicas. Tampoco se trata que se garanticen exclusivamente desde lo presencial. Desde los conceptos de andamiaje de Ausubel, ZDP (Zona de Desarrollo Próximo) de Vigotsky, diálogos de Freire, apostamos al ida y vuelta. A pesar de esto son miles lxs docentes que buscan las maneras y hay experiencias interesantes.
Pero, como nos decía una directora: “las TIC no modifican la lógica de enseñanza. La perspectiva desde donde se usa la herramienta hace a la diferencia. La visión de la educación, el llamado posicionamiento docente, la creatividad y visión del hecho educativo y las posibilidades reales de acceso a los dispositivos. Todo entra en juego”. Para estas visiones críticas la lógica de los gobiernos sigue siendo la misma: cantidad. Ante la imposibilidad de demostrar en la presencialidad los 180 días de clases, ¿prima la lógica”mercantil”, como la llamó Freire: meter, meter, meter información?
Entendemos por aprendizaje a un proceso complejo a partir del cual se adquieren nuevas habilidades, conocimientos, destrezas, conductas e incluso herramientas para la crítica social a través del estudio, la experiencia, la instrucción, el debate y la observación.
¿Qué es lo que realmente está pasando estos días en la relación a la distancia entre estudiantes y escuelas?
En el caso que se de, está efectivamente algún tipo de relación. Y da para pensar que más allá de los límites propios de falta de infraestructura y materiales, aun si hubiera wi fi para todxs y dispositivos móviles, de qué se trata esta mentada y valorada educación virtual.
Partimos de afirmar que no es lo mismo virtualidad que nuevas tecnologías, las cuales sería más que significativas que sean de apropiación universal, de calidad, con docentes formados para aprovecharlas, pensarlas y usarlas masivamente. Sería muy presuntuoso que estemos pensando en superar esta brecha tecnológica digital, con el máximo desarrollo de la tecnología para toda la población. En términos estrictos pensando en educación y la cultura, podría haber muchos canales gratuitos de los más variados temas, conexión gratuita para todos, computadoras de avanzada en todos los hogares y un sinfín de tecnologías que pueden hasta terminar en la propia robótica ¿por qué no la hay? ¿por qué no hay acceso para todos?
Y decimos que enseñanza y educación no necesariamente son lo mismo, aunque a veces se use como sinónimos. Entendemos por enseñanza como la transmisión de conocimientos ya definidos por el maestro al alumno. Pero la educación es un proceso creador. Durante toda la vida la personalidad de los hombres y mujeres se "educa", se extiende, se enriquece, se afirma y se perfecciona. Las masas populares, la juventud, las y los trabajadores, siempre tienen grandes deseos de aprender a leer y escribir o de iniciarse o desarrollarse en todas las ciencias, cultura, deportes, artes. Al respecto, la escuela, internet, el cine, el libro, el teatro, el museo, etc., sólo pueden ser una ayuda, una herramienta, un facilitador, un ordenador.
Y cuando se creían superados ciertos paradigmas, y había, al parecer, un consenso teórico, como que los estudiantes no son tabulas rasas que hay que rellenar con tarea o intervenciones orales, llegó la fuerte impronta de la educación virtual y ahora la emergencia ante la Pandemia.
Todo docente estudió en su formación que la corriente conductista tiene su origen en las investigaciones psicológicas de Pavlov en el cambio de siglo pasado. Watson y Skinner, sobre todo, hicieron la versión pedagógica de estas investigaciones. Así centraron la teoría pedagógica en un/a profesor/a que es el poseedor de conocimientos y como portador de ellos es el centro y director del proceso.
Distribuye, secuencia, ordena el conocimiento (planifica) a estudiantes que no lo poseen y deben adquirirlos. El resultado es medible, observable y resultadista. Al estudiante le corresponde el rol de receptor pasivo del conocimiento. Su actividad es reprobada o aprobada por el docente. Esta forma de entender la educación ha sido fuertemente cuestionada ya que niega la crítica, los procesos.
La política y directivas oficiales proponen que, en el mejor de los casos, y cuando las posibilidades materiales lo permiten, planificar una sobreestimulación de información, de propuestas preparadas con maravillosas buenas intenciones a “la distancia”, por fuera de una concepción más amplia de la educación. Estamos ante una política educativa, que en nombre de la emergencia, propone una idea lineal del proceso educativo, donde el docente define, ordena y manda y no hay ida y vuelta. Y donde docentes con gran esfuerzo e inventiva tratan de garantizar ese flujo de información, pero que desde esferas superiores, funcionarios y sobre todo empresas que ven jugosos negocios, propician como modelo exitoso.
Cuando la tecnología pasa de ser un instrumento, una herramienta, útil, necesaria, potenciadora, a la vía por la cual este mecanismo de transmisión se realiza, volvemos a las viejas concepciones que parecen no haberse ido nunca. Y para peor ni siquiera se trata de pensar al “alumno” como una tabula rasa a rellenar, porque la memoria que funciona es la del dispositivo móvil.
Desde otro paradigma docentes de todos los niveles venimos sosteniendo hace rato que la clave es la actividad que el sujeto, y en interacción con objetos y sujetos se transforma y transforma el mundo, construye y se conforma a sí mismo, en su consciencia y personalidad. Sólo si hay proceso de aprendizaje podemos transformar esa vasta información emitida y deglutida en conocimiento.
No hay educación crítica, liberadora, sino partimos de considerar a les estudiantes como sujetos que tienen conocimientos, experiencias de vida, una cultura determinada. Si no cuestionamos como contenido de enseñanza la enorme desigualdad que hay ante la vista de millones en esta cuarentena. Si no partimos de pensar y pensarnos en una sociedad dividida en clases sociales mostradas con los ejemplos de vida de nuestros propios estudiantes. Aprendizaje significativo habrá si arrancamos por cuestionar que hay familias que están siendo despedidas y la relación entre el estado y con los capitalistas y cómo afrontarlo, o desde el punto de vista de la ciencia, explicando fehacientemente que este virus, hipótesis serias y científicas de su origen, cómo se propagó, y que tiene que ver con el capitalismo y su sistema de barbarie.
¿Por qué mientras despiden a los trabajadores de la industria de computadoras en Tierra del Fuego, las que hacen las famosas Notebook de las escuelas, no estamos pensando en producción a gran escala para todas las familias? ¿Cómo debatimos las angustias y depresiones que generan en los jóvenes toda esta situación? ¿Cómo pensamos la niñez en medio de cifras que se contabilizan de a millones de infectados y miles de muertos?
Por eso, para nosotros los instrumentos mediadores están inherentemente relacionados con la acción, con la “filosofía de la praxis”. Esto no sucede con la virtualidad tal como la entienden y nos “bajan” los expertos de educación de los ministerios. Un dispositivo móvil está programado y listo. Los memos y circulares exigieron a docentes: “tarea, tarea, tarea”. Pero si vemos las propuestas de programas “enlatados” son secuencias no avanza ni retrocede. No se explica, ni contiene. Solo responde al comportamiento esperado. Una música, un gif o un emoticon dan respuesta a una acción realizada por el alumno. Tufillo a la campana de Pavlov. Esto merecería seguir profundizando el debate.
Trabajadoras y trabajadores de la educación, educadores de todos los niveles, estamos capacitados para pensar y pararnos desde una perspectiva del conocimiento como construcción. Queremos las herramientas, las mejores a nuestro alcance para que virtual o no, a distancia o presencial nuestra labor parta de la pregunta, de la crítica. De pensar por ejemplo, ¿cómo enseñar Ciencias? ¿Se puede pensar la experiencia, la confrontación de hipótesis, la contrarrestración en la virtualidad? Definir qué enseñar y cómo es una parte de la tarea del docente. Pero no desde un lugar privilegiado y aislado, sino en contacto con la realidad, en un ambiente determinado, en contacto con la vida social de la que forma parte. Su rol social es mucho más amplio y al ser parte del ambiente regula, acomoda y es parte del ambiente en el que se dan muchos tipos de relaciones: entre pares, entre diferentes edades, entre adultos y niñes y jóvenes.
¿No tendría que ser la escuela hoy un gran lugar de divulgación masiva de ciencia, ante la Pandemia y sus diferentes e intencionadas interpretaciones? ¿No podríamos estar debatiendo que los sistemas de salud están totalmente colapsados por una política neoliberal? ¿No deberíamos divulgar cuáles son los métodos probados de detección del virus como los test? ¿No podríamos analizar y comparar tratamientos mediáticos del tema? Yendo más a fondo, ¿es posible aprender sin desafíos, si no hay conflicto? Piaget, Vigotsky y otros tantos más nos responderían que no. Acordamos en la centralidad del CONFLICTO como motor de aprendizaje, porque acción Pedagógica no es solo transposición didáctica.
Al decir de L.S. Vigotsky, “el maestro es el organizador del medio social educativo, el regulador y controlador de sus interacciones con el educando (...) el maestro modificando el medio va educando al niño(...) y es una parte de ese mismo medio (...)”
Consideraba que la única enseñanza eficaz es la que promueve el desarrollo y que parte de que toda actividad didáctica debe fundamentarse no «en el pasado» del niño sino en su futuro. Quiere decir que esto se determina sobre la base de la relación entre el tiempo actual y el venidero, el potencial (Zona de Desarrollo Potencial) y esto sólo es posible «en una actividad colectiva, bajo la guía de los adultos». La «característica fundamental de la instrucción es la creación de un área de desarrollo potencial». Y más. Si tomamos la definición de actividad como constituyente del ser humano y de la educación como actividad del plano social y no individual, nos preguntamos ¿cómo se aprende cuando están bloqueadas las formas de socialización y los espacios “no regulados” de conformación de la subjetividad como el recreo, calle, la plaza, el club? Es posible pensar las infinitas posibilidades que se exploran muchas veces espontáneamente, en las que es posible hacer hasta un ensamble musical en las redes, con esta falta de espacios de socialización. Claro que si, pero además de imaginación, iniciativa y ganas, queremos los recursos. Una plaza puede ser irremplazable, pero no hay por qué negar la posibilidad de permitir experiencias de socialización que, si bien aún no está claro cómo estructuran la subjetividad, no hay forma de demostrar que no son experiencias colectivas.
La educación tiende a modificar, reconstruir y no crear algo absolutamente nuevo. La pedagogía tiene definitivamente un carácter creativo sobre la base de la acción colectiva. En la actividad el sujeto, en interacción con los objetos se transforma y transforma el mundo, construye y se conforma a sí mismo, en su consciencia y personalidad. Debido a la complejidad y diversidad de las relaciones humanas surgen múltiples elementos significantes para la personalidad.
¿Escuelas + conectividad? ¿Impresoras 3D?
En tiempos de big-data y redes sociales, control social e influencia sobre los comportamientos, nadie niega los avances en tecnología de software que podrían ser enormes herramientas para pensar una educación de masas. Pero la sed de lucro y control las utiliza para analizar comportamientos, definir nichos de consumidores, vigilar a través de cámaras de seguridad, y no para pensar y repensar prácticas pedagógicas. Reunir virtualmente estudiantes, abrir debates de masas sobre temas de interés de los sectores populares u otras ideas que habría que pensar pueden ser muy buenas.
Las escuelas mostraron que pueden dar ejemplos de solidaridad muy grandes. El solo hecho de que en muchas escuelas, por ejemplo de CABA, haya impresoras 3D que puedan fabricar mascarillas para los hospitales, muestra un pequeño pero claro ejemplo del involucramiento en la realidad social que puede tener una escuela.
Nosotros creemos que todo lo más avanzado de la tecnología tiene que ponerse al servicio de pensar la educación. Desde ya que lo áulico (en términos amplios) la relación social colectiva no reemplaza a la virtualidad, pero tenemos que pensar cómo la virtualidad puede ayudar a moldear otros valores. Comenzando por el derecho a todos de tener este acceso y pasando por la socialización de la información por redes, el compartir recuerdos y experiencias, la organización de chat masivos entre estudiantes como si fuera una “asamblea” y hasta festejar un cumpleaños virtual (para no quedar solos o mal acompañados) son parte de una red que vigilan pero pueden escapar al control de los capitalistas. No por nada gran parte de las expresiones, estados de ánimos y otras cuestiones, hoy se expresan rápidamente por redes antes que en otros espacios. La exposición o la curiosidad.
Proponemos tomarlo en nuestras manos. Que los docentes y estudiantes debatamos los contenidos, métodos, maneras y escapemos al control del estado y de los capitalistas, exigiendo todos los insumos, el mayor nivel de tecnología, para un aprendizaje significativo para la clase trabajadora y los sectores populares. Es nuestro pequeño aporte al debate en medio del miedo, el desconcierto, las miles de directivas sinsentido y la necesidad de pensar nuestras vidas y nuestra labor en medio de una pandemia. |