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30 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

SUPLEMENTO IDEAS DE IZQUIERDA MÉXICO
Doce lecciones del freudomarxismo
David Pavón-Cuéllar

El freudomarxismo suele ser entendido en dos sentidos. En un sentido amplio, vago y difuso, abarca todos los esfuerzos de síntesis entre el marxismo y el psicoanálisis. En un sentido estricto, por el que aquí optaremos, tan sólo comprende los esfuerzos realizados en la etapa de entre-guerras, entre los años veinte y treinta del siglo XX, cuando se intentó integrar sistemáticamente las corrientes marxista y freudiana bajo un supuesto de profunda afinidad y complementariedad entre ellas.

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El freudomarxismo y su actualidad

El freudomarxismo en sentido estricto incluye trabajos de autores tan diversos como los grandes marxistas León Trotsky, Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui, los psicoanalistas austro-alemanes Siegfried Bernfeld, Wilhelm Reich y Otto Fenichel, los soviéticos Vera Schmidt y Aleksandr Luria, los frankfurtianos Max Horkheimer y Erich Fromm, los surrealistas André Breton, René Crevel y Tristan Tzara en Francia, Karel Teige en Checoslovaquia o Xavier Abril y Elias Piterbarg en América Latina, los críticos freudianos del marxismo Henri De Man y Max Eastman, y algunos inclasificables como el brasileño Oswald de Andrade, el húngaro Attila József y el francés Jean Audard. [1]

Muchos de los exponentes del freudomarxismo han caído ya en el olvido. Sin embargo, como podremos apreciarlo, todos ellos conservan su actualidad y su gran potencialidad subversiva. Es por esto que pueden aún darnos las doce lecciones que resumiremos a continuación.

1. Recordar lo corporal, pulsional y sexual

Los freudomarxistas nos recuerdan que la base material-existencial de nuestra conciencia radica no sólo donde la ubicó Marx, en lo social y económico, sino donde la situó Freud, en lo sexual y somático. Es para pensar en esta base que Trotsky recurre al psicoanálisis, concibiéndolo como un acercamiento conjetural a la “fisiología” subyacente a cualquier psicología. [2]

Lo psicológico, para el freudomarxismo, se explica por algo tan subjetivo como las tendencias y configuraciones corporales, pulsionales y sexuales, y no sólo por algo tan objetivo como las fuerzas y relaciones de producción. La objetividad y la subjetividad pueden incluso integrarse, fundirse y trascenderse en un único factor determinante. Es lo que ocurre en Fromm, quien plantea que la adaptación de lo instintivo a lo económico se resuelve en una “estructura libidinal” que a su vez determina pensamientos y sentimientos. [3]

Pensamos y sentimos no directamente lo decidido por el capital, sino lo determinado por nuestro cuerpo atrapado y atravesado por el capitalismo. Entre la producción capitalista y nuestra constitución psicológica está la mediación de lo abordado por el psicoanálisis. Necesitamos de Freud para entender cómo el sujeto se ve psíquicamente afectado por lo que aprendemos de Marx.

2. No desestimar la importancia de lo psíquico

El freudomarxismo nos ayuda también a comprender que lo psíquico es no sólo afecto y efecto, sino causa de la existencia. Esta causalidad, reconocida tardíamente por Trotsky [4], permite superar la representación leninista del psiquismo como “reflejo” pasivo. [5] Además de reflejar la realidad socioeconómica, el psiquismo la “falsea”, y es también por esto, como lo notó Horkheimer, que el marxismo necesita del psicoanálisis. [6] Lo necesita por algo que József supo mejor que nadie: porque todos estamos locos, no somos realistas, nuestra existencia no obedece a la realidad socioeconómica, sino a nuestra conciencia que distorsiona esa realidad en lugar de reflejarla. [7]

Desde luego que la realidad socioeconómica también determina lo psíquico. Sin embargo, como lo observó Reich, no lo determina externamente al reflejarse en él, sino internamente al “enraizarse” en él a través de la ideología. [8] Este enraizamiento ideológico es uno de los factores que hacen que la conciencia no pueda percibir la misma realidad socioeconómica sin deformarla.

Deformando la realidad que lo determina, lo psíquico-ideológico la determina. Se transmuta en la base determinante de lo socioeconómico. Es así como en el mundo interno, según Fenichel, se invierten la base y la superestructura. [9] Mariátegui [10] y Horkheimer [11] nos muestran que esta inversión es característica de una sociedad moderna liberal, hoy neoliberal, en la que todo parece obedecer a los sujetos, a su libertad, a sus deseos y pulsiones.

3. Sondear la base irracional de la racionalidad científica, tecnológica y socioeconómica

El peso de los deseos y las pulsiones en la vida social introduce una dimensión irracional cuya consideración requiere del auxilio del método freudiano. Esto fue muy bien apreciado en el freudomarxismo. Breton [12] y otros nos enseñaron a incursionar con el psicoanálisis en una irracionalidad psíquica indisociable del sistema racional socioeconómico elucidado en el marxismo.

La supuesta racionalidad de la sociedad y de la economía en el capitalismo, según lo examinado por Bernfeld, no es más que una especie de “ideología de la culpa” en la que se realiza la racionalización, transposición y materialización de pulsiones profundamente irracionales. [13] De Man [14] e Eastman [15] analizaron de modo minucioso cómo estas fuerzas pulsionales subyacen a los intereses aparentemente racionales que gobiernan el sistema capitalista. Sus análisis ponen en evidencia toda la irracionalidad psíquica de la racionalidad socioeconómica del capitalismo.

Teige [16] y Audard [17] nos demuestran que incluso la perfecta racionalidad científica y tecnológica de las fuerzas productivas es impulsada y sostenida en el capitalismo por una base irracional de pulsiones y deseos. Audard [18] nos convence de que el reconocimiento de esta base constituye una condición indispensable para el materialismo. Para ser plenamente materialistas, los marxistas deberíamos ser también freudianos.

4. Tomar en serio el deseo y la fantasía

Los freudomarxistas, materialistas consecuentes, nos hacen ir más allá de los intereses y de su racionalidad idealizada, más allá de las necesidades y de su naturalización ideológica. Nos conducen a la materialidad irracional y antinatural de la fantasía en la que se mueven las pulsiones y se despliega el deseo. Nos enseñan que debemos atravesar este espacio para llegar al comunismo.

De Man [19] fue quien mejor supo explicarnos que la emancipación por la que luchamos los comunistas no puede consistir en una satisfacción de las necesidades existentes en el capitalismo, sino que nos exige ir más allá del horizonte capitalista y concebir otras necesidades a través de nuestra fantasía y en función de nuestro deseo. Esta concepción de otras necesidades constituye por sí misma un gesto, prescrito por Crevel, en el que se desafía el realismo “cobarde” y “oportunista”. [20] Es así como permite realizar el ideal surrealista, enunciado por Breton, de “cambiar la vida” y no sólo “transformar el mundo”. [21]

Ni siquiera puede haber una verdadera transformación objetiva si no hay también un cambio subjetivo en el que se involucra necesariamente el deseo. El freudomarxismo nos recuerda que es con el deseo con el que se hace la historia. La historia de la humanidad, como bien lo decía Tzara, es “la historia de los deseos del hombre”. [22]

5. Considerar la sexualidad y su represión

Al hacernos tomar en serio el deseo y la fantasía, los freudomarxistas nos llevan a considerar la sexualidad reprimida por la que se desea y se fantasea. Nos enseñan también que esta sexualidad, estudiada por el psicoanálisis, no puede ser ignorada por quienes luchamos por el comunismo. Nos ayudan a comprender que no podemos ignorarla porque luchamos también contra una explotación y una opresión condicionadas o al menos favorecidas por la represión sexual.

Reich [23] mostró cómo el sujeto sexualmente reprimido es también el susceptible de ser económicamente explotado y políticamente oprimido. Se le puede explotar y oprimir porque ya se le subyugó, disciplinó, domesticó y amansó a través de su represión sexual. Esta represión lo volvió alguien obediente, dócil, dominable.

Si la dominación empieza por la sexualidad, es por una razón fundamental elucidada por el joven Fromm. [24] Es porque el instinto sexual, comparado con las necesidades de sueño, bebida o alimentación, resulta particularmente dúctil, manipulable, modificable, adaptable, postergable, intercambiable, reprimible y sublimable. Es por esto que representa el punto débil de la subjetividad, el más vulnerable ante la dominación, aquel por el que se nos debe atrapar cuando se nos quiere dominar.

6. Enfrentarse al patriarcado

El freudomarxismo nos enseña cómo la dominación patriarcal se vale de un suplemento de represión que se dirige selectivamente a la sexualidad femenina. Como Reich [25] nos lo explica, si la mujer tiende a estar sexualmente más reprimida que el hombre, es para que muestre una mayor sumisión que él y para que se deje así oprimir por él. Es para que el hombre domine social, política y económicamente a la mujer que se le hace padecer a ella una mayor dosis de represión sexual.

Entendemos, pues, que el propósito de liberación femenina sea fundamental para el freudomarxismo. Los freudomarxistas están entre los primeros que entienden que no puede lucharse de modo efectivo contra el capitalismo sin combatir al mismo tiempo el patriarcado.

Andrade [26] y Fromm [27] llegan incluso a reivindicar el matriarcado como su bandera. Ambos presienten que la revolución debe feminizarse para profundizarse y radicalizarse. Fromm no duda en situar lo matriarcal en la “base psíquica” del “programa social marxista”. [28]

7. Concebir una educación libre y liberadora

El marxismo requiere del trabajo de los freudomarxistas para basarse en el plano subjetivo, psíquico y corporal, sexual y pulsional. Es en este plano en el que se descubre la represión al servicio de la dominación. Es en el mismo plano en donde pueden concebirse formas radicales de liberación como las que se fundan en el deseo y la fantasía, las que reivindican el matriarcado y las que se concretan en proyectos educativos libres y liberadores como los impulsados por Bernfeld y Schmidt.

Tanto Bernfeld como Schmidt proyectaron y llevaron a la práctica estrategias revolucionarias de educación de niños y adolescentes, inspiradas en el marxismo y el psicoanálisis, que renunciaban a medios represivos y que así buscaban engendrar a los hombres nuevos y mujeres nuevas del socialismo. En su colonia de Baumgarten, Bernfeld [29] prefiere la comprensión y la persuasión que la coerción y la domesticación, y trata de fortalecer el sentimiento de comunidad al tiempo que debilitar el individualismo y el familiarismo. Por su parte, en la Detski Dom de Moscú, Vera Schmidt [30] recurre al amor en lugar del temor y de la autoridad, e intenta desarrollar así en los niños la capacidad de sublimación a expensas de la represión.

Tanto Schmidt como Bernfeld aspiran a socavar la base represiva de la dominación. Es con este propósito que trabajan en el medio educativo. Nos dan aquí una lección de radicalidad al servirse del psicoanálisis para atacar la raíz de aquello contra lo que luchan como comunistas.

8. Reconocer y respetar la singularidad concreta de cada sujeto

Una de las enseñanzas del método educativo de Schmidt es la de reconocer y respetar la singularidad concreta de cada sujeto. Esta singularidad no es aquí ni disuelta en generalizaciones abstractas ni mucho menos anulada mediante una estandarización de los niños. En contraste con la imagen prejuiciosa del socialismo uniformador y masificador, la escuela de Schmidt en la Unión Soviética es un espacio de singularización que resultaba inconcebible en los países capitalistas de la época.

La consideración de lo único de cada uno es un efecto positivo de la mirada psicoanalítica en el freudomarxismo. Entre lo que Gramsci [31] más valora del psicoanálisis está su atención a lo concreto singular. Tal atención puede servir para evitar el afán de nivelación de aquellos comunistas que han confundido la igualdad con la uniformidad y la comunidad con una masa indiferenciada.

El freudomarxismo nos recuerda que la comunidad está hecha de singularidades y que la igualdad sólo existe entre sujetos irreductiblemente diferentes unos de otros y por lo mismo incomparables entre sí como inferiores o superiores. Estos sujetos, cada uno con su propia historia, constituyen la singularidad abordada por el método psicoanalítico. Lo que el psicoanálisis le ofrece al marxismo, como bien lo notó Bernfeld [32], es una ciencia histórica del caso por caso, de la historia única de cada sujeto.

9. No soslayar las tensiones y contradicciones de la vida psíquica

Los freudomarxistas le aportan al marxismo una ciencia freudiana del sujeto que no sólo es histórica, sino dialéctica. La dialéctica psicoanalítica resulta indispensable para considerar las tensiones y contradicciones de la vida psíquica. Bernfeld [33] nos muestra que esta consideración exige pensar tan dialécticamente como lo hizo Freud al conceptualizar las oposiciones entre el yo y el ello, entre los principios de realidad y de placer o entre las pulsiones de vida y de muerte.

Los conceptos del psicoanálisis despliegan los desgarramientos subjetivos, los describen y explican, en lugar de soslayarlos y ocultarlos, como lo hace generalmente la psicología. En contraste con las engañosas imágenes psicológicas de la subjetividad unitaria y armónica, la representación dialéctica freudiana del sujeto, como lo han señalado primero Voloshinov [34] y después Gramsci [35], está hecha de conflictos y antagonismos por los que se muestra misteriosamente compatible con el marxismo.

Voloshinov [36] y otros nos enseñan que las tensiones y contradicciones que los marxistas descubren en la sociedad son, de hecho, las mismas que los freudianos redescubren en el individuo. Esto es algo que nadie podía percibir tan claramente como los freudomarxistas. Aprendemos de ellos que nuestras luchas de clases nos atraviesan y así nos emplazan a tomar posición dentro y no sólo fuera de nosotros.

10. Evitar el dualismo psicológico

Los freudomarxistas no sólo nos hacen considerar el mundo interno además del externo, sino que nos impulsan a reconciliarlos, reconectarlos, reintegrarlos el uno al otro. Este impulso fue crucial para el encuentro surrealista entre los ámbitos respectivos del psicoanálisis y del marxismo. Entre los dos ámbitos, así como entre el sueño y la vigilia o entre la locura y la razón, Breton revelaba “tejidos capilares” y “vasos comunicantes”. [37]

De lo que se trata, para Luria [38], es de superar el dualismo psicológico en el que el psiquismo se abstrae de su cuerpo y de su mundo. Este dualismo, tal como lo ve Crevel, obedece a una estrategia política en la que se busca “dividir para reinar”. [39] Se divide la subjetividad entre lo psíquico y lo somático a fin de valerse de lo primero para dominar lo segundo.

Los freudomarxistas nos enseñan que luchar contra la dominación exige dejar atrás el dualismo y adoptar una visión monista como la del psicoanálisis. En los términos de Andrade, hay que desvestirnos de la “ropa impermeable” entre el interior y el exterior. [40] Hay que recobrar al sujeto como lo que es, como un cuerpo indiscernible de su alma, de su idea o de su espíritu.

11. No idealizar ni espiritualizar la subjetividad

Una de las mayores lecciones del freudomarxismo es la de no reducir lo subjetivo a lo ideal o espiritual. Recibimos esta lección de Andrade [41] y Piterbarg [42] cuando los vemos reivindicar la verdad material de la desnudez corporal contra las ideas que la recubren, sofocan y traicionan. Es la misma lección que Abril nos da cuando rechaza la “psicología espiritista”, optando en su lugar por una investigación del sujeto como “cuerpo verdadero”, tal como es revelado por el marxismo y el psicoanálisis. [43]

Marx y Freud inspiran la representación materialista de la subjetividad por la que los freudomarxistas se remontan desde las ideas, razones y justificaciones del sujeto hasta sus frenos y cadenas, pulsiones y deseos. Es así como De Man [44] e Eastman [45] ahondan en la impulsividad inconsciente que subyace a la racionalidad consciente. Es así también como Bernfeld va más allá de los “motivos aducidos” para descubrir las “causas reprimidas” que los inducen. [46]

Los freudomarxistas nos instruyen en el arte de no ser idealistas al pensar en la subjetividad. Nos hacen aceptar que la existencia del sujeto no se guía sólo por sus ideas conscientes, por sus visiones, convicciones, justificaciones e intenciones deliberadas. Estos factores ideales, en efecto, no constituyen lo único determinante para el sujeto ni abarcan todo aquello que es y que lo anima, sino que son apenas una expresión de lo decisivo.

12. Desconfiar de la psicología existente y rechazar cualquier psicologización

Lo decisivo en la subjetividad, según el freudomarxismo, no corresponde a lo estudiado por la psicología académica y pretendidamente científica. Tampoco podría ser nunca descubierto por ella. Esta psicología no sirve aquí para descubrir nada, sino sólo para encubrir, disimular y mistificar, manipular y sojuzgar.

Los freudomarxistas nos enseñan a desconfiar de la psicología. Tzara la condena por desvincularnos, desinteresarnos del mundo y encerrarnos dentro de nuestro cómodo interior en donde “un sillón ha crecido” [47]. Reich la denuncia por su carácter ideológico, idealista, metafísico, individualista, burgués, normalizador, adaptativo, represivo, conservador y reaccionario. [48]

Además de cuestionar la psicología, los freudomarxistas critican diferentes formas de psicologización. Una, denunciada por Bernfeld, es la que pretende que las ideas son la “fuerza impulsora” de la economía, cuando sabemos que sólo “justifican” ciertas condiciones económicas. [49] Otra forma de psicologización, contra la que protesta Reich, es la consistente en deslegitimar insurrecciones, rebeliones y revoluciones al psicopatologizarlas, explicándolas por motivos psicológicos irracionales, cuando sabemos que son acciones racionales que se explican económica, social y políticamente por circunstancias como la miseria, la explotación o la opresión. [50]

Lecciones para el presente

Las doce lecciones que acabamos de recapitular ponen de manifiesto que el freudomarxismo es no sólo actual, sino aún más actual que en su tiempo, en el que todavía no cobraba toda su actualidad. Los años 1920 y 1930 eran aún demasiado pronto para dilucidar la psicologización, el fondo irracional de la racionalidad económica o el vínculo esencial entre capitalismo y patriarcado. ¿Acaso todo esto no se comprende mejor ahora?

Hemos debido esperar un siglo para que el freudomarxismo deje de ser prematuro. Ahora es claro que ha llegado su tiempo. Es por esto que ya no debería dar lugar a reacciones de incomprensión, aversión y persecución como las que lo rodearon en la etapa de entreguerras, cuando fue rechazado lo mismo por los partidos comunistas que por las asociaciones psicoanalíticas.

Ya es hora de que los freudianos concedamos que precisamos de medios tan radicales como los del freudomarxismo para impedir que nuestro psicoanálisis continúe adaptándose, domesticándose, aburguesándose, ideologizándose y así degradándose. También es el momento de que los comunistas nos resignemos a recurrir a una sensibilidad como la freudomarxista para esclarecer el origen subjetivo de muchas de nuestras incongruencias, derrotas y claudicaciones.

 
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