En primer lugar, hablaré de este nuevo virus que la Organización Mundial de la Salud dio a conocer al mundo en septiembre de 2019 y los gobiernos del mundo restaron importancia hasta que apareció el primer caso en China, en diciembre de ese mismo año.
Lo llamativo es cómo han demorado los líderes mundiales en la toma de decisiones y, más aún, los que siguen adelante con sus actividades económicas, cuando hay una crisis mundial. Esta situación define, agrupa y expone a los engendros del neoliberalismo: China, Estados Unidos, la República Italiana, España, Brasil y Chile, entre otros.
Pero centrándonos en lo que ha ocurrido en nuestro país desde entonces, el acontecimiento ha puesto al descubierto a las instituciones públicas: salud, educación, seguridad, economía y, nuestra epidemia, los femicidios que no cesan.
El sistema de salud es el más aplaudido hoy por el gran trabajo que están llevando adelante y también porque son las y los profesionales más expuestos al virus. Pero este reconocimiento se percibe un tanto ficticio o mejor dicho precarizado, muy precarizado. Los profesionales trabajan más de 24 horas para cubrir las demandas, lo hacen con un faltante muy grande de insumos y en condiciones que no son óptimas. La pandemia llegó y nos encontró así: con un sistema de salud que desde hace años está en crisis.
La educación también venía en crisis, con alumnos hacinados en aulas de dos por dos, maestros y maestras con doble turno, ítem aula, cobrando salarios miserables por el trabajo que realizan, arriesgando su salud física y mental. Hoy se encuentran en el desafío de tomar las TIC y ver la manera de encontrarle la vuelta a esta situación.
A su vez esta situación ha permitido que muchos reconozcan el trabajo que ellas y ellos realizan en el aula. Y también los profesionales de la educación han visto lo complejo que es para un estudiante que no cuenta con estas nuevas herramientas o no tiene el apoyo de su grupo familiar, ya sea porque hay algún grado de analfabetismo en su familia o porque no cuenta con el apoyo de esta.
Con respecto a la seguridad ha quedado en evidencia que hay una seguridad para la clase trabajadora y otra para la clase privilegiada. Los de esta clase pueden ser escoltada por un par de patrulleros hasta sus residencias. Se les pide amablemente que no salgan de sus casas y se trata de reprenderles con una sanción que una fianza pueda pagar. Al contrario de la otra parte de la sociedad a la que las fuerzas de seguridad esperan ver el punto débil para multar o procesar. Hay testimonios de privilegiados como Axel Caniggia o el Surfer que volvía de vacaciones de Brasil y otros, al contrario, como la madre y el hijo que fueron agredidos en un supermercado de Mendoza, abuso de poder poniendo a un grupo de personas a hacer ejercicios y luego hacerlos cantar el himno (que, aunque muchos estén de acuerdo, no deja de ser abuso de poder por parte de la autoridad). Como dice una amiga, la punidad es selectiva y de clase. Muchos dirán que estoy generalizando, pero no estamos hablando de individualidades, sino de todo un sistema que esta rancio.
A través de distintas redes se vienen realizando campañas para acompañar a personas que están siendo víctimas de violencia de género y que en estos tiempos de cuarentena tienen que convivir con el agresor. Como hacer para aislar al agresor en estos tiempos donde la violencia no solo es con la mujer, sino que en los grupos familiares también lo es con los niños y las niñas que absorben estas situaciones violentas. Lamentablemente marzo se va dejándonos un triste saldo de trece femicidios y ya da mucha bronca cuantificarlos, porque no son números. Antes no fueron números, fueron historias. Historias que pasaron muy cerca nuestro.
Y si hablamos de economía podemos decir que nos encuentra en un muy mal momento, con casi la mitad de menores por debajo de la línea de la pobreza, con derechos vulnerados, sin una vivienda digna. Estadísticamente el 48% de niños, niñas y adolescentes son pobre y de ellos se desprenden otros tantos en condiciones de indigencia. , la realidad ya era critica antes de que nos llegara esta pandemia. Sin embargo, mucho dinero del estado se sigue depositando en las iglesias o en el sueldo de funcionarios del poder ejecutivo y judicial, ellos se llevan tajadas gordas que podrían ir a parar a este sector tan frágil y vulnerable, este sector que es la base de lo que será en unos años una nueva sociedad.
Lo que se viene...
No podemos olvidar a nuestra moneda devaluada 65 veces al valor del dólar y también que esta nueva crisis nos encuentra con el 8,9 % de desempleados, una cifra que seguramente los próximos meses, cuando los trabajos de la temporada estival hayan terminado, se incrementará. Esto nos hace pensar que en este sentido las cooperativas y las empresas recuperadas pueden ser una alternativa para una nueva forma de trabajo por el modo de organizarse frente a las distintas crisis que han atravesado y cómo han hecho para salir adelante en conjunto.
En todo lo antes mencionado, desde hace un largo tiempo nuestro país y América Latina camina sobre la resiliencia, resistiendo en movimiento a una crisis detrás de otra, reconstruyendose todo el tiempo, y a su vez transformándose en otra sociedad, sin dudas más solidaria y equitativa.
Desde el 8 de enero este nuevo bicho ha sido bautizado como CoViD19 en su acepción por CO-rona VI-rus D-isease (que en inglés significa enfermedad), desde entonces se ha comenzado a correr una carrera en busca de una vacuna que nos provea de una cura definitiva, mientras esperamos la llegada de esa cura deberemos tomarnos este tiempo para pensar acciones globales que cambien el rumbo de este sistema económico patriarcal. |