Juan Paz
| Médico (Universidad Nacional de Tucumán)
El DNU que anunció el ministro de Salud para utilizar los recursos de la medicina privada, que nunca vio la luz, no se refería a una estatización. Se trataba de una “compra” de servicios de internación. Sin embargo, los empresarios de las clínicas privadas pusieron el grito en cielo ante ese eventual fantasma. ¿Cómo fue la relación con la medicina privada en el gobierno de Perón?
El gobierno nacional dio marcha atrás a un supuesto DNU anunciado por Ginés González García para intentar disponer de los recursos de la medicina privada y las Obras Sociales, con la tentativa de redistribuir los recursos hospitalarios cuando aumente la necesidad de internación. Ante el anuncio del ministro de salud, los empresarios de clínicas y sanatorios, de las prepagas salieron desesperados a revertir este intento de ser afectados para defender sus intereses de lucro, con una velocidad mayor a la que se replica el SARS-CoV2 en las células pulmonares. Se comunicaron con el presidente Fernández y esfumó el discurso del ministro que los puso en desazón. Los capitalistas de la salud marcaron la cancha en la lucha contra la pandemia.
“Bueno muchachos, es hora de ganar menos”, fue el mensaje de Alberto Fernández para los empresarios argentinos, a excepción, claro está, de los de la salud. A estos últimos, y a la burocracia sindical, les garantizó que la fortuna que amasaron durante años, a costa de la explotación de los trabajadores de la salud, permanecerán inalterables durante la pandemia. Basta con observar el empleo informal, los bajos salarios y la contratación de monotributistas que abundan en las clínicas y sanatorios privados garantes de los seguros privados. ¿Podríamos esperar que el gobierno tome medidas de fondo para dar respuesta a la salud del conjunto de la clase trabajadora, que atraviesa los embates de la pandemia? Por supuesto que no.
El Frente de Todos desde un inicio buscó el consenso empresarial, de los medios y la burocracia sindical para descargar el ajuste en las espaldas de los trabajadores. Nunca estuvo en su plataforma política perjudicar los intereses de los empresarios de la salud ni de la industria farmacéutica, sino todo lo contrario: garantizar sus ganancias. Este fue el motivo por el cual el empresario farmacéutico Hugo Sigman, de estrecha relación con Manzur, apoyó la fórmula Fernández- Fernández. Claudio Belocopitt, de Swiss Medical, la segunda empresa de medicina prepaga que más factura en el país, se acercó tardíamente al gobierno luego de observar el ajuste a los jubilados que lo entusiasmó por una futura reforma del sistema previsional que beneficie a su sector.
En la actualidad tenemos un sistema de salud fragmentado en tres subsectores: público, privado y de obras sociales los cuales tienen diferencias en la organización y en el financiamiento. El sistema público se encuentra descentralizado y financiado por el Estado, lo que significa que cada provincia determina su presupuesto en salud, por eso los sistemas sanitarios son diferentes entre las provincias. La medicina privada se encuentra representada por los sanatorios y los seguros privados; son financiados por el pago directo, los convenios con las obras sociales y aportes del Estado. Las obras sociales están financiadas por los aportes de los trabajadores, la patronal y el Estado, con esta “caja” manejada por la burocracia sindical compra los servicios de salud a la medicina privada. Algo similar ocurre con PAMI ya que en muchos lugares del país contrata los servicios de salud a Sanatorios y Clínicas privadas para atención de los adultos mayores.
Esta configuración de nuestro sistema de salud a beneficio de la medicina privada con hospitales desfinanciados y negociados lucrativos entre distintos actores, no se realizó de la noche a la mañana. Es producto de una relación histórica entre el empresariado de la salud, los gobiernos y las conducciones sindicales que a lo largo de la historia argentina se fueron estableciendo y consolidando bajo el paradigma mercantilista y que hoy en día debe ser cambiado radicalmente a beneficio del pueblo trabajador bajo el paradigma de la salud como derecho.
Un vínculo histórico
Antes del primer gobierno de Perón la medicina privada, al igual que la pública, estaban inmersas en una crisis social y económica que se reflejaba en las mutualidades, las sociedades de beneficencia y los hospitales. El carácter agroexportador de la economía había configurado un modelo de atención liberal relegando el tratamiento de la enfermedad a la capacidad de pago de los pacientes; debido a esto se organizaron las mutualidades para dar una cobertura de salud. Los hospitales se centraban en la atención de los indigentes. Con el gobierno de Perón y Ramón Carrillo en la dirección del Ministerio de Salud, el sistema sanitario adquiere determinadas particularidades.
Carrillo trazó un plan para desarrollar las acciones del Ministerio de Salud aumentando considerablemente el número de camas, la capacidad hospitalaria e inauguraba el sanitarismo nacional con un paradigma nuevo desarrollado en la “Teoría del Hospital”. Para ello necesitaba contar con mayores recursos del Estado, que le fueron negados, para un mayor desarrollo de la Fundación Eva Perón (FEP), estandarte de la demagogia peronista.
El sanitarista va a encontrar esta traba en su proyecto de unificar los recursos sanitarios, debido a que la FEP contaba con un mayor presupuesto y un desvío de fondos desde la Secretaría de Salud Pública hacia la misma por medio de las leyes 13.992, 13.941 y 14.044. Para ese entonces la FEP contaba con muchos policlínicos y un tren sanitario que recorría el país atendiendo en diversos territorios donde no habían hospitales. Conjuntamente con estas divergencias se abre una nueva confrontación con el frente sindical, ya que la burocracia dirigente había encontrado una mayor participación en la atención de la salud por medio de las Obras Sociales que comenzaban a configurarse como elementos determinantes en el desarrollo y beneficio de la medicina privada.
El ejercicio liberal de la medicina estaba regulado por las agremiaciones médicas, como Confederación Médica de la República Argentina (COMRA) quienes presentaban en su interior una tensión permanente entre médicos peronistas y opositores. Los primeros defendían el ejercicio de la medicina intervenida por el Estado y los segundos querían el ejercicio liberal de la misma como una profesión privada en los sanatorios y consultorios. Esta discusión continuará desarrollándose a lo largo de los años siguientes y con el desarrollo de las obras sociales, a las agremiaciones médicas no les quedará otra que negociar con ellas.
Hasta ese entonces las clínicas privadas no eran tan numerosas como ahora. El intento del peronismo de construir un Estado de Bienestar va a mostrar su faceta benefactora para el capitalismo a la hora de planificar la salud pública. La fragmentación del sistema de salud en beneficio de la medicina privada tiene sus orígenes embrionarios en esa época con la consolidación de la burocracia sindical manejando las obras sociales, sentando las bases para que el sector público sea desfinanciado y beneficiando a la medicina privada mediante el apoyo financiero.
El peronismo no va a absorber la medicina privada, sino todo lo contrario. En el Plan Sintético de Salud Pública (1952 - 1958), Ramón Carrillo establece que uno de los objetivos es la protección a la asistencia sanatorial privada mediante la promoción y facilitación del desarrollo de la atención médica para “los pudientes” (sic) y brindarles protección, seguridad y facilidades crediticias por parte del Estado.
Beneficiar a la medicina privada desde el Estado
Algo similar ocurrió con la industria farmacéutica. A pesar de la creación de la primera fábrica nacional de medicamentos (EMESTA), se le dio la concesión del monopolio de la fabricación de Penicilina a la industria Squibb de EEUU (hoy conocida como Bristol-Meyers-Squibb, BMS que fabrica medicamentos oncológicos) a la que se le unieron los capitalistas farmaceticos argentinos para beneficiarse de la protección del monopolio, como los laboratorios Roemmers, ELEA y Bagó.
En los años posteriores el neoliberalismo va a destrozar el sistema público de salud y beneficiar aún más a la medicina privada con la proliferación de miles de sanatorios y seguros privados. Las empresas privadas de salud se fueron enriqueciendo a costa del trabajo precario, los bajos salarios y el parasitismo a los trabajadores. Ningún gobierno perjudicó los intereses de estos capitalistas y en la actualidad no habría motivos para que el peronismo lo haga; más bien estaría dispuesto a “comprar” sus prestaciones si la crisis sanitaria lo amerita.
No fue magia
De los datos publicados por el Ministerio de Salud de la Nación en los Indicadores Básicos 2008 a 2019 ponen de manifiesto la evolución de las camas disponibles y el número de establecimientos con internación en la parte pública y privada. En una década las camas disponibles aumentaron en un 8,5%, los establecimientos públicos con internación un 22,1% y los establecimientos privados con internación un 85,7%.
A los empresarios de la salud le fue muy bien en este período no solo porque aumentaron su capacidad instalada sino también sus ganancias.
Durante décadas la medicina privada fue beneficiándose de forma directa e indirecta del desembolso de fondos, ya sea desde las obras sociales, el Estado o el pago directo de las personas. La revista Mercado posiciona a OSDE en el puesto número 15 con sus ganancias, y a Swiss Medical en el 27, con 82.000 millones y 60.000 millones de pesos respectivamente. Esto equivale a tres veces el presupuesto asignado a la Secretaría de Salud Pública de la nación en 2019. Según el informe oficial de la oficina de Desarrollo Productivo y Tecnológico (dpt), el DNU de Cristina Fernández y Juan Manzur, puesto en vigencia en noviembre del 2011, promovió el aumento de las ganancias de las empresas de salud ya que permitió el aumento sucesivo de las cuotas.
En nuestro país, el complejo entramado entre la medicina privada y las obras sociales también determina la calidad de atención en todos los subsectores ya que muchas obras sociales contratan a los sanatorios para la atención de sus afiliados, servicios que muchas veces son deficientes y terminan siendo internados en los hospitales públicos. Del 9,4% de PBI que destina la nación para salud, sólo el 2,7% le corresponde a la salud pública; el resto ingresa al circuito de los negocios de la medicina privada y las obras sociales.
Por su parte, la industria farmacéutica amasó fortunas durante años y no existió crisis capaz de afectar sus ganancias. Siempre fueron beneficiadas, aun con el Programa Remediar de Ginés, porque que los laboratorios que producen los medicamentos esenciales como el Enalapril para la presión, la Metformina para la diabetes, los antibióticos y anticonvulsivantes, los hacen grandes laboratorios como Bagó, Fabra, Denver, Savant y Abbot para colocarlos en cajas del ministerio.
A continuación, vemos un cuadro comparativo de las facturación de la industria farmacéutica argentina en un trimestre: en tres meses tuvieron ingresos equivalentes al total del presupuesto en salud del 2019.
Durante décadas la medicina privada y la industria farmacéutica han lucrado con la salud de la población, y para ello tuvieron socios y cómplices en todos los gobiernos. Por esta razón, que tiene bases históricas y actuales, el peronismo no estatizará la medicina privada ni la industria farmacéutica, sino que buscará establecer negocios o convenios para fortalecer el sector empresarial y a la burocracia sindical. La crisis sanitaria desatada por la pandemia sólo puede ser resuelta favorablemente si comenzamos por estatizar y centralizar todos los recursos sanitarios y económicos para ponerlos al servicio de la clase trabajadora.
Nacionalizar y estatizar sin pago a la medicina privada y a la industria farmacéutica es clave en esta crisis. Porque somos nosotros y no los gerentes, quienes ponemos el cuerpo en los hospitales y sanatorios. Somos nosotros y no los empresarios quienes ponemos el cuerpo las fábricas para enfrentar la pandemia. Es nuestra clase la que sufre los problemas económicos de la pandemia mientras los empresarios están cómodos en sus casas. En esta crisis sanitaria o se benefician ellos o nos salvamos nosotros.