Bernie Sanders anunció oficialmente este miércoles que se retira de pelea por nominación del Partido Demócrata dejando el camino libre a Joe Biden, el exvicepresidente de Obama, para ser quien enfrente a Trump en las elecciones pautadas para noviembre de este año.
La pandemia del coronavirus y la profunda crisis en la que se encuentra EE. UU opacó en cierto modo tanto la interna Demócrata como la campaña presidencial. O le cambió la cara al menos. La prohibición de realizar grandes eventos hizo que la actividad se mude completamente a las redes y, en el caso de Trump, a las conferencias de prensa periódicas que son una mezcla de informes del estado de la epidemia y campaña presidencial.
En este marco, hace unas semanas fue tendencia en twitter #WhereIsJoe (¿Donde está Joe) haciendo referencia a la virtual desaparición de quien encabezaba la interna, mientras que Sanders seguía con una fuerte campaña en redes. Pero la suerte ya estaba echada luego del Super Martes, del que Biden emergió con una gran diferencia de delegados a su favor de cara a la conferencia de nominación, una vez que el estáblishment demócrata, empezando por el expresidente Obama volcaron todo su peso, y dinero, a Biden en contra de Sanders. Las internas posteriores en otros estados sólo acrecentaron esa diferencia.
Las dos campañas de Sanders, tanto la actual como la de 2016, dejan una huella en la política estadounidense. Fue él quien puso en agenda temas como la necesidad de un sistema de salud público, el llamado Medicare for All, el pedido de un salario mínimo de 15 dólares la hora, entre otros. Esto fue lo que impulsó a grandes sectores de la juventud a apoyarlo y a hacer campaña por él. Pero su gran debilidad fue que nunca logró apoyo entre la comunidad afroamericana, que es clave para cualquier elección demócrata, al mismo tiempo que sembraba confianza entre sus seguidores en que el partido demócrata podría ser un vehículo de cambio social.
La contracara de las dos enormes campañas de Bernie y el movimiento anti establishment que las acompañó fue que le dieron nueva vida a un Partido Demócrata que estaba muy golpeado luego del triunfo de Trump en 2016.
El anuncio de este martes da por tierra con las expectativas generadas y deja al desnudo la imposibilidad de torcer al partido demócrata por dentro. Al igual que lo hizo a lo largo de la historia el partido demócrata es un enorme asimilador y pasivisador de los movimientos sociales que surgen a su izquierda. Aunque Sanders no anunció oficialmente que endorsará (entregará sus votos) a Biden, durante la campaña ya había señalado que apoyaría a quién ganara las internas para enfrentar a Trump. Ahora es claro que tras su renuncia, quedan a la cabeza de la pelea electoral los candidatos del estáblishment de cada partido. Trump porque no tenía competencia y Biden porque fue la opción de último momento de este sector del partido para alejar a Sanders de la carrera.
Ahora el establishment del partido se enfrenta con dos grandes retos. Uno es lograr que Biden, un hombre blanco de 77 años del ala más conservadora del partido logre atraer a los votantes de Sanders que en 2016 ya le dieron la espalda a Hillary Clinton. El segundo, ganarle la elección a Trump. Este escenario está aún abierto ya que el curso que siga la catastrófica situación de la pandemia de coronavirus va a alterar significativamente todo el escenario económico, social y político en la principal potencia mundial. |