Somos millones gritando Fuera Bolsonaro, ese reaccionario que hay que tirar abajo. Pero no podemos aceptar al vicepresidente Mourão y el creciente peso de los militares en el Gobierno y en el régimen. Por eso, hay que luchar por que se vayan Bolsonaro, Mourão y los militares. No hay que depositar ninguna confianza en el presidente de Diputados Rodrigo Maia, en los gobernadores y en la Corte Suprema. Esos golpistas, como los gobernadores de San Pablo y Rio de Janeiro, João Dória y Wilson Witzel, también son responsables por las muertes, el desempleo, la miseria y por este régimen político cada vez más autoritario. Los millones que queremos tirar a Bolsonaro somos una fuerza capaz de construir una salida progresiva que no sea la de la conciliación con los militares y golpistas, como propone el PT y otros sectores de la izquierda. El pueblo debe decidir: por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, que tire abajo a Bolsonaro y a los golpistas civiles y militares.
La negativa de Bolsonaro a declarar la cuarentena y su completa irracionalidad para enfrentar la pandemia tiene consecuencias directas sobre los sectores populares. El odio contra Bolsonaro crece de forma acelerada, especialmente en las grandes capitales del país, lo que se agudiza con el aumento de las muertes. Los cacerolazos en los grandes centros urbanos expresan la ruptura de nuevos sectores de las clases medias con Bolsonaro. En sectores del proletariado, incluyendo a los más precarizados, también se nota la ruptura de diversos sectores. Son nuevos millones que se suman como fuerza social a una demanda absolutamente esencial: tirar abajo al reaccionario Bolsonaro.
Que se hayan ampliado esas fuerzas es decisivo, porque Bolsonaro está cada vez más aislado en el ámbito del régimen político, pero sigue apoyándose en el imperialismo de Trump, en los grandes empresarios, comerciantes y del capital financiero. También se apoya en la pequeña burguesía blanca y reaccionaria, así como en los facistoides seguidores de Olavo de Carvalho, el oscurantista gurú presidencial. Además, cuenta con apoyo en sectores populares precarizados, hacia quienes Bolsonaro hace demagogia diciéndose preocupado con “los informales”, y de las Iglesias evangélicas y sus cúpulas, que se unieron al “ayuno” el último domingo.
Pero todos los que quieren tirar a Bolsonaro tienen que tener claro: uno de los puntos de apoyo fundamental del proyecto de Bolsonaro está en las Fuerzas Armadas. Ellos actúan como “moderadores” de sus “extremismos” buscando aparecer como “racionales” ante las masas y buscan quitarle peso a Bolsonaro en la conducción de la crisis, con generales como (el vicepresidente Hamilton) Mourão y (el jefe de Gabinete Walter) Braga Netto a la cabeza. Fueron ellos los que pesaron para mantener -al menos por ahora- al ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta en el cargo, que es otro que intenta presentarse como “racional” pero es un golpista que alimentó la destrucción del sistema público de salud (SUS) en toda su trayectoria. Pero se trata de un error profundo encontrar en Mourão y en los militares un “mal menor” frente a Bolsonaro.
Estos militares están vinculados por todos los lazos a la venta del país al imperialismo y al capital financiero nacional e internacional. Desde la ocupación militar de Haití, las diversas invocaciones de la Garantía de la Ley y el Orden (GLO) -una atribución constitucional del presidente de otorgar a las Fuerzas Armadas poderes de la policía- o la intervención federal a Rio de Janeiro, a sus escandalosas posiciones frente al golpe institucional y a la prisión de Lula, aumentaron su intervención política en el país, y no podemos dejar que eso siga. Se trata de una línea del imperialismo de construir en América Latina “democracias militarizadas”, como denunció el reaccionario periódico estadounidense The New York Times. Por eso, la consigna que debe orientar la lucha de los trabajadores y el pueblo debe ir más allá de Bolsonaro y decir: ¡Fuera Bolsonaro, Mourão y los militares!
¡Ninguna confianza en Maia, los gobernadores y la Corte Suprema!
Ante el pánico por la pandemia y la irracionalidad de Bolsonaro, se fortalecen los gobernadores que toman medidas supuestamente “racionales” como Doria y Witzel. Son los que capitalizan hasta aquí la respuesta a la crisis, que es lo que ocurre con la amplia mayoría de los gobernantes del mundo que al menos en el discurso siguen las orientaciones de la OMS y aumentan su popularidad. Son acompañados por el parlamento que tiene la figura de Maia como vocero y la Corte Suprema (STF) presidida por el juez José Antonio Toffoli.
Estos sectores eran los que antes veníamos denominando “bonapartismo institucional”, que es la derecha tradicional del país que quiere ponerle límites al proyecto de extrema derecha de Bolsonaro, pero que en el programa económico, incluyendo la destrucción de la salud pública en la aprobación del techo para los gastos públicos, en todos los ataques contra los trabajadores, estuvieron y están absolutamente juntos. Este espectro tiene ahora incluso algunos bolsonaristas descarados como el gobernador de Goiás, Ronaldo Caiado, y otros bolsonaristas “de ocasión” como Doria y Witzel. Son golpistas cínicos que hablan “en defensa de la vida” pero fueron todos parte del golpe institucional, del encarcelamiento de Lula que le impidió al pueblo votar a quien quisiera y abrió espacio a Bolsonaro, empeorando las condiciones del país para enfrentar una pandemia como esta, porque aceleraron los ataques en una escala mucho mayor y más acelerada de lo que venía haciendo el PT. Hacen una demagogia pero siquiera garantizan tests masivos y barbijos para la población de sus estados, o sea, ni lo más mínimo. Por eso, son también responsables por las muertes que están ocurriendo y su preocupación seguirá siendo la de salvar a los empresarios. La diferencia es que lo hacen con demagogia, por el miedo que tienen a la revuelta social que tiende a quedar planteada. Quieren una “unidad nacional” para controlar a las masas y hacernos pagar la crisis con nuestras vidas, pero con un discurso “racional”. Por eso no se puede tener ninguna confianza en esos golpistas.
El PT y el PCdoB, como sus gobernadores al frente, al alinearse acríticamente a este bloque “opositor a Bolsonaro”, como muestra también la política de las centrales sindicales que dirigen, trabajan por la ilusión de una “unidad nacional”, buscando un lugar en el régimen cada vez más reaccionario y militarizado que se va construyendo. Con eso, no solo se fortalecen Doria (a lo que Lula hizo señales directas) y esos golpistas civiles reaccionarios, sino también Mourão y los militares, que están ubicándose como “árbitros”, “moderadores” entre el bolsonarismo y este bloque del “bonapartismo institucional”, controlando los “extremismos” de Bolsonaro pero para consolidar un régimen con un peso todavía mayor de los militares, lo que solo puede reservar a los trabajadores y al pueblo ataques económicos y un creciente autoritarismo.
¿Mourão presidente? El absurdo pedido de renuncia y error de la política de impeachment
El verdadero eje de la línea del PT y del PCdoB no es “Fora Bolsonaro” sino alinearse con los gobernadores, Maia y la Corte Suprema, como explicamos antes. Pero combinado con esa línea predominante de seguir acríticamente a ese bloque opositor, el PT y el PCdoB, junto con partidos burgueses opositores como el PDT de Ciro Gomes, hacen movimientos tácticos para cabalgar el cada vez más amplio sentimiento por el “Fora Bolsonaro”, pero conduciéndolo al callejón sin salida de este régimen militarizado en construcción, defendiendo políticas que son para meter a Mourão en la presidencia. Esa política es un abandono de cualquier perspectiva de una salida progresiva a la crisis en Brasil, que no puede estar en manos de nuestros enemigos. El gobernador de Maranhão, Flávio Dino (PCdoB), fue solo el más descarado, al defender a Mourão hasta el 2022.
Lo más nefasto fue el manifiesto por la renuncia de Bolsonaro firmado no solo por Ciro Gomes (PDT), Flávio Dino (PCdoB), Fernando Haddad (PT) y Roberto Requião (MDB), sino lamentablemente por los representantes de la mayoría del PSOL y el PCB. La subordinación de la izquierda a un manifiesto con supuestos “burgueses progresistas” debería ser un problema de principios. Intentan argumentar como si fuese algún tipo de “unidad de acción”, lo que es absurdo porque lejos de cualquier “acción”, es un papel que pide la renuncia de Bolsonaro y levanta un programa de exigencias ¡a un futuro gobierno de Mourão! Venido de Ciro o Requião es natural, porque son burgueses, o partidos declaradamente de la conciliación de clases como el PT y el PCdoB, pero que sectores del PSOL y el PCB adopten esa política es una muestra de que a pesar del discurso, adoptan la misma estrategia de conciliación de clases. En el caso del PCB, muestra una vez más su histórico ADN.
Por otro lado, la corriente del PSOL de Samia Bomfim, el MES, adopta la política de impeachment, que pone al presidente de Diputados Rodrigo Maia, al del Senado Davi Alcolumbre, y al parlamento, al frente del “Fora Bolsonaro” para dar lugar a Mourão. Lamentablemente esa política arrastró incluso a los que hasta ayer levantaban la consigna de “Fora Bolsonaro y Mourão”, como el “Bloque de Izquierda Radical” del PSOL (CST y otras corrientes) y el propio PSTU. Una vez más se muestra la importancia de haber definido que hubo un golpe institucional en el país, porque al no hacerlo parece que ahora consideran a Maia y Alcolumbre unos “demócratas” que pueden ayudar a dar una salida progresista.
La izquierda no debería seguir limitándose “a lo posible”, menos frente a una crisis histórica del capitalismo. Esta “miseria de lo posible” se traduce en negociaciones con alas cada vez más degeneradas del régimen, saltando de “mal menor” a “mal menor”, pero con eso construyen un mal cada vez mayor. Por detrás de los argumentos de la “correlación de fuerzas” que impediría salidas por izquierda e independientes de la burguesía y sus instituciones, no actúan justamente para construir otra correlación de fuerzas más favorable. Esa fue la lógica de apostar al camino de la conciliación y negociación con golpistas y sus instituciones que llevó al golpe institucional, a la prisión de Lula, al ascenso de Bolsonaro, a las reformas previsional y laboral y todos los ataques. Fueron entregadas prácticamente sin lucha buena parte de las posiciones conquistadas en los últimos 40 años por la clase trabajadora y el pueblo brasileño. Contra eso, la tarea que la izquierda debería plantearse es, mediante la propaganda y agitación constantes, instalar la idea de que nada podemos esperar de los actores políticos y sociales que llevaron al país al desastre de hoy, batallando por un programa independiente.
Hay una tercera política que viene siendo levantada, que es más “de izquierda” porque implicaría impugnar la fórmula Bolsonaro-Mourão y convocar a elecciones anticipadas, con Lula en la disputa. Es la política por ejemplo de sectores de la izquierda petista como Articulação de Esquerda y Breno Altman. Pero se trata de una ilusión pensar que este régimen golpista habilitaría las condiciones para que se candidatee Lula, y peor aun, que vuelva a gobernar el país. Los golpistas van a armar siempre todo tipo de maniobras antidemocráticas para manipular cualquier elección.
El pueblo debe decidir: ¡por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que asuma todos los poderes del Estado!
La única solución democrática posible es luchar por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana (ACLS) que asuma los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Esa Constituyente disolvería el Senado y el Congreso antidemocrático de hoy (mientras dure su mandato) y funcionaría como una cámara única con diputados elegidos por sufragio universal, dividiendo el país por distritos electorales que eligirían diputados que ganen el salario de un trabajador calificado y que pudiese ser revocado por los que lo eligieron en su distrito. El Poder Judicial también tendría que responder solo a la Constituyente. Solamente ella podría elegir si quiere disolver el cargo presidencial o elegir un poder ejecutivo. Es la única forma de evitar que los militares y golpistas hagan sus maniobras de todo tipo y poner en la mano del pueblo el poder de decidir sobre los rumbos del país. No hay salida democrática y anti ajustes que no sea por decisión soberana del pueblo.
Obviamente que solo una movilización revolucionaria podría imponer una ACLS de este tipo, y sabemos que esa no es la perspectiva que está planteada ahora, tanto porque venimos de una situación reaccionaria en el país como por los obstáculos concretos de la pandemia que obliga al aislamiento social de amplios sectores. Pero el papel de la izquierda, en un momento en que las grandes direcciones de las organizaciones de masas imponen su parálisis, debería ser prepararse para la perspectiva de revuelta social que tiende a plantear el próximo período (no estamos tratando de cuándo), como empieza a expresarse en otros países, batallando por un programa que pueda dar una salida de fondo a la crisis y no salidas que legitimen el régimen militarizado en construcción.
El debate sobre qué política la izquierda debe levantar ante la ampliación del rechazo a Bolsonaro tiene, en ese sentido, un carácter preparatorio. Sin dudas que en el primer plano de la agitación por parte de la izquierda debe estar la respuesta urgente a la crisis sanitaria y económica, que es lo que puede defender las vidas y que la clase trabajadora surja como sujeto capaz de tirar abajo a Bolsonaro y enfrentar la crisis de conjunto. Luchamos por la organización de los trabajadores por imponer medidas de emergencia frente a la pandemia y luchar para que el pueblo decida a través de una Asamblea Constituyente Libre y Soberana.
Este programa de emergencia incluye la exigencia de test y barbijos distribuidos masivamente, por la prohibición de los despidos y un ingreso mínimo de 2.000 reales para todos los afectados por la desocupación, por la reconversión de la industria para el combate a la pandemia, por la centralización del sistema de salud público y privado por el Estado, por el control obrero lo más amplio posible de todo el proceso de producción y otras medidas que venimos levantando y que la direcciones del movimiento obrero y popular tienen la obligación de levantar con toda la fuerza, en primer lugar las centrales sindicales.
Este programa es lo que puede ser el principal motor para que la clase trabajadora pueda emerger como sujeto independiente, capaz de dar una respuesta a la crisis del país, lo que va mucho más allá de sacar a Bolsonaro. Hay que levantar un programa a la altura de la crisis histórica que se abre en Brasil y en el mundo y batallar para que en ese proceso de lucha se desarrollen organismos de autoorganización que puedan, en perspectiva, ser las bases de un gobierno de los trabajadores de ruptura con el capitalismo, que es lo que podría llevar adelante un programa revolucionario plenamente, como por ejemplo el no pago de la deuda pública y la estatización bajo control de los trabajadores de todos los sectores esenciales.
A esta perspectiva que desde el MRT, con Esquerda Diário y los comités virtuales que estamos impulsando, y la Fracción Trotskista que impulsa la Red Internacional La Izquierda Diario en 12 países y 8 idiomas, está poniendo todas sus fuerzas y llama a todas y todos a sumarse.
Por todo esto:
¡Fuera Bolsonaro, Mourão y militares!
¡Ninguna confianza en Maia, los gobernadores y la Corte Suprema!
¡El pueblo debe decidir: por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana! |