Antes de la pandemia otro virus azotaba a distintas partes del mundo, el virus de las revueltas populares contra los planes de ajuste de los gobiernos en Chile, Francia, Hong Kong, entre otros. La clase trabajadora como tal había mostrado su fuerza con huelgas salvajes en París de sectores decisivos de la economía, como los trabajadores del transporte o de la energía.
Aunque la pandemia frenó por ahora las movilizaciones masivas, en algunas partes del globo las respuestas desde abajo están latentes, como en Italia con la huelga general del 25 de marzo contra la desidia del gobierno de Giuseppe Conte.
En particular nos queremos detener en las experiencias de organización del movimiento obrero que conformaron comisiones de higiene y salubridad (o están exigiendo que se organicen), las cuales son espacios de debate y resolución frente a las condiciones en las que se trabaja. Como por ejemplo, la de los trabajadores aeronáuticos, de la alimentación y la salud en Argentina, así como también de las enfermeras de Nueva York y los trabajadores de General Electric en Estados Unidos, que cuestionaron lo que producen, que de desarrollarse pueden ser un faro en la oscuridad de décadas de recortes en la salud y de una crisis económica internacional que tiene larga data.
La salud bajo la lupa de los trabajadores
Pensar la salud en una sociedad donde para las grandes mayorías sus condiciones de vida se definen a partir del trabajo asalariado, nos obliga a reflexionar las condiciones de la salud de la mano de las condiciones de trabajo. Sin dudas la salud tiene múltiples determinaciones, pero dentro de estas, el trabajo es uno de los factores más significativos.
En la producción capitalista los objetivos están destinados exclusivamente a producir cada día más ganancias y las condiciones de trabajo se ven conformadas en función de esto. La posibilidad y capacidad de organización de los trabajadores es, en un principio, la única forma que tienen para oponerse a los intentos empresariales de empeorar sus condiciones de vida.
En Argentina las y los trabajadores tienen historia y retoman experiencias anteriores para hacer frente a la pandemia y a las condiciones inseguras en las que hacen trabajar las patronales. El caso que se viralizó es el de trabajadores aeronáuticos de Aeroparque, de la empresa tercerizada GPS que trabaja para Aerolíneas Argentinas y también junto a trabajadores de limpieza, que al inicio del contagio en el país era el sector más expuesto a enfermarse, ya que venían haciendo vuelos de repatriación a argentinos varados en distintas partes del mundo. Por ese motivo y al no tener ninguno de los insumos básicos para su cuidado es que pusieron en pie una comisión de seguridad e higiene. Exigieron barbijos, guantes, alcohol en gel y la implementación de testeos masivos para detectar si había trabajadores contagiados.
El mismo reclamo surge entre las y los trabajadores de la salud a quienes “los mandan a la guerra sin armas” en todo el mundo. Las comisiones de higiene y seguridad en este ámbito se vuelven de vida o muerte. En el caso de Italia 80 médicos murieron a causa del coronavirus porque los Estados no otorgan los cuidados necesarios.
La lucha de las enfermeras en EEUU es un ejemplo que recorrió los medios de comunicación en todo el mundo. En Nueva York, las trabajadoras que están en la primera línea de batalla contra el Covid19 fueron las que protagonizaron la manifestación. Es el caso del Hospital Mount Sinai el que se viralizó, donde formaron el “Grupo de Trabajo de Trabajadores de Primera Línea contra el COVID-19”, para impulsar la auto-organización como una respuesta al intento de los hospitales y del gobierno de mantener un funcionamiento “normal” en esta situación. Lo hicieron sin el apoyo de los dirigentes sindicales, demostrando una vez más que son los trabajadores, los que desde las bases, pueden dar respuesta a las verdaderas necesidades. Es parte de este grupo de trabajo la enfermera y miembro de Left Voice Tre Kwon.
Las comisiones de seguridad e higiene se inician como herramienta de la clase trabajadora para cuidar su salud frente a las patronales que, a costa de producir o atender en el caso de la salud, exponen miles al contagio. Es decir, una necesidad inmediata y defensiva para exigir y resolver medidas en las que se les garantice elementos básicos de higiene, en los casos que se necesite reducción de los turnos laborales, entre otras medidas, para prevenir el contagio del virus.
A mediano plazo, las comisiones que reúnen a trabajadores en su propia defensa, pueden pasar a la ofensiva, proponiendo un modo de funcionamiento de las fábricas, establecimientos de trabajo, controlando la producción y reproducción social en el capitalismo o discutiendo a dónde destinar los recursos con los que se cuenta como en el caso de la salud. Para hacerse una idea, los trabajadores del sistema sanitario, junto con profesionales, podrían determinar qué hacer con los insumos con los que cuenta (tanto el sector privado como el público), permitir que toda la población tenga el derecho a acceder a una salud de calidad sin distinción. A esta perspectiva de gestionar o autogestionar las empresas e instituciones de salud la denominamos “gestión obrera”. La historia de los trabajadores ha mostrado centenares de ejemplos en este sentido y es posible que, al calor de una crisis económica y social como la actual, vuelva a ser el horizonte necesario para la clase trabajadora.
En esta sintonía, es vigente la reflexión de León Trotsky sobre la consigna del control obrero que desarrolló, hablando sobre la situación de crisis económica en Alemania en 1932. Allí el revolucionario ruso se remite al mismo periodo en que la clase trabajadora crea sus organismos de poder como los consejos obreros (en ese momento denominados “soviets” en ruso). Sin embargo, no se tiene que razonar de manera mecánica, condiciones particulares pueden llevar a las grandes mayorías a controlar la producción mucho antes de que estén preparadas para crear esos consejos y tomar el poder.
Actualmente, a algunos sectores de trabajadores que produce en los sectores determinantes de la economía (algunos de ellos como el transporte, los bancos, la logística, grandes industrias alimenticias, automotrices entre otras), empieza a aparecerle la posibilidad de planificar de otro modo que el que ofrece el sistema capitalista, es decir en función de las necesidades sociales y de manera racional.
La creación de las comisiones obreras puede apoyarse en el cuestionamiento masivo de la población que está sufriendo en todo el mundo descarnadamente esta falta de cuidados básicos sobre su vida. Es decir, las demandas de los trabajadores de producir en condiciones de higiene y salubridad, como también plantear cómo y qué elaborar en respuesta a lo que los distintos sectores populares necesitan, pueden provocar el deseo de que sean los trabajadores los que controlen la producción para terminar con la ganancia capitalista.
En el caso de la industria de la alimentación, son los trabajadores en sus comisiones de seguridad e higiene junto con la participación de “amas de casa” que podrían poner en cuestión las condiciones de trabajo en las empresas alimenticias. Unos expuestos a trabajar en condiciones insalubres y producir productos no esenciales como es el caso de Mondelez haciendo galletitas oreos como denunciaron sus trabajadores, y las “jefas” de familia, que son quienes sufren la falta de alimentos, sin posibilidad en muchas ocasiones de tener trabajo genuino con un sueldo que alcance a cubrir las necesidades.
Son las familias obreras junto con los trabajadores en la industria alimenticia los que podrían, por ejemplo, investigar la suba de precios, abrir los libros de contabilidad de las empresas que están lucrando con el hambre de millones, así como también son los trabajadores los que pueden decidir qué y cómo producir, para poder abastecer al conjunto de la población que están sin poder hacer las comidas necesarias por día.
Ante el peligro inminente de la desocupación de sectores masivos, como vemos en Estados Unidos, urge pensar la perspectiva de cómo evitar ese desenlace. En el caso de norteamérica ya son más de 10 millones de despidos los que hubo tan solo en el mes de marzo. El impacto en Latinoamérica del modus operandi de las empresas para preservar sus ganancias no se puede descartar que tenga la misma dureza. Contra ello es necesario plantear la perspectiva del control obrero de la producción, para volver a poner en funcionamiento las empresas que despidan masivamente y cierren.
¿Producir motores o producir respiradores?
Los trabajadores de General Electric de distintas sedes en Estados Unidos que realizan componentes aeronáuticos se manifestaron para exigir que las fábricas, que en medio de la pandemia iban a estar frenadas, pudieran orientar su producción a la creación de respiradores.
En la economía más importante del mundo la salud pública casi no existe, muy pocos tienen acceso al sistema privado y los insumos necesarios para enfrentar el COVID 19 o están en manos de los empresarios de la salud o podrían fabricarse si no rigiera la irracionalidad de la producción capitalista.
Ante millones de trabajadores se abrió una gran contradicción ¿Cómo en el mundo de la clonación, de la tele-presencia holográfica, de la comunicación mundial inmediata, de la inteligencia artificial, no es posible tener garantizado un test, un respirador y una cama para cada uno de los enfermos?
A fines de marzo en una fábrica de componentes aeronáuticos de Massachusetts y en la sede de General Electric en Boston, se manifestaron los trabajadores exigiendo que las fábricas sean utilizadas para enfrentar la crisis sanitaria colapsada por el vaciamiento y con la irrupción del Covid-19.En el caso de General Electric, son los propios trabajadores los que saben los recursos y el desarrollo tecnológico con el que cuenta la empresa para poder producir en respuesta a las necesidades acuciantes de millones. Se trata de una respuesta a los despidos, así como también a la potencialidad de su “saber obrero” para salir de esta crisis sanitaria, social y económica.
Al mismo tiempo, a la clase trabajadora se le plantea el desafío de “ganarse” a los profesionales, por ejemplo programadores en el caso de la industria que cuenta con alta tecnología, o a contadores y administradores, para hacer altamente eficiente la producción. La clase capitalista, con diversos mecanismos, entre ellos por la vía de sueldos abultados, coopta a un sector de los profesionales más capacitados. Sin embargo es actual el desafío de los trabajadores de vanguardia de establecer lazos con sectores del movimiento estudiantil que pongan sus conocimientos a disposición de la gestión obrera que están convirtiendo su producción para hacerle frente a la crisis sanitaria, como se ve en el caso de Madygraf junto a estudiantes y docentes de la UNSaM por iniciativa del Centro de Estudiantes o el caso de los estudiantes y docentes de un sector de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA que colaborará con sus conocimientos para la administración obrera.
Otra solución es posible frente a la desidia capitalista
De lo que se trata entonces es de generalizar la intervención de la clase trabajadora y sus sectores más organizados y conscientes, en el marco de una crisis que volvió a tener un nuevo estallido, hoy ligado en gran parte a lo sanitario, pero en la que todos auguran una profundización en el terreno de la economía. Lo que en términos concretos es mayor desocupación, hambre y pobreza para millones frente a unos pocos “dueños de todo” que se enriquecen cada vez más.
Los ejemplos arriba relatados son una muestra de la potencia de la clase trabajadora con sus propios métodos para hacerle frente en lo inmediato a que las consecuencias de una crisis generada por otros no la paguen las grandes mayorías con sus propias vidas. Aunque no es un camino fácil, los sectores que comienzan a organizarse deben también saltar las trabas que imponen las patronales, o los sindicatos que lejos están de ponerse al frente de estas peleas, es la decisión colectiva democrática y el debate, uniendo lo que siempre dividen, trabajadores en blanco e informales, en planta o tercerizados, nativos e inmigrantes, mujeres, la que puede crear una fuerza poderosa.
En los tiempos que corren, distintos gobiernos capitalistas absorbidos por la necesidad de dar una respuesta inmediata para no perder el control, toman algunas medidas “radicales” que en tiempos normales no se ven. A lo que no están dispuestos es a pasar el control de la economía de las manos de una clase (para la que gobiernan) a la otra (la gran mayoría de las y los explotados). Esta es nuestra perspectiva.
En 1918, un año después de iniciada la revolución rusa León Trotsky, el dirigente del ejército rojo, para referirse al control obrero en una conversación con un académico liberal planteaba:
"Quiero decir que controlaremos que la fábrica esté dirigida no desde el punto de vista de la ganancia privada, sino desde el punto de vista del bienestar social democráticamente entendido. Por ejemplo, no permitiremos que el capitalista cierre su fábrica para hambrear a sus trabajadores hasta la sumisión o porque no le está rindiendo beneficios. Si está fabricando un producto económicamente necesario, debe mantenerse funcionando. Si el capitalista la abandona, la perderá, y será puesto a cargo un directorio elegido por los trabajadores." "Otra vez, ’control’ implica que los libros y la correspondencia de la compañía serán abiertos al público, de modo que, de aquí en adelante, no habrá secretos industriales. Si esta compañía tiene éxito por un proceso o dispositivo técnico mejores, será comunicado a todas las otras compañías de la misma rama de la industria, de modo tal que el público extraiga el máximo beneficio posible de este descubrimiento. En este momento, esto se oculta a otras compañías bajo el dictado del motivo de la búsqueda de ganancias, y por años el artículo puede mantenerse escaso y caro para el público consumidor sin necesidad." “’Control’ también significa que los requisitos primarios, limitados en cantidad, como carbón, petróleo, hierro, acero, etc., serán asignados a las diferentes plantas prestando atención a su utilidad social. Sobre un stock limitado de materiales de producción, las compañías que producen bienes de lujo pueden reclamar mucho menos que los que producen bienes necesarios." "No me malinterprete", "no somos ascéticos. Los bienes de lujo también se producirán, cuando haya suficiente combustible y materiales para todas las fábricas".
En momentos donde la clase obrera tiene que afilarse las “garras”, es necesario retomar las experiencias más avanzadas que pudieron dar, producto del avance de su conciencia, y viceversa son estas experiencias las que hicieron que sectores de vanguardia de la clase obrera den un salto en sus conciencias. Como muestra sirve recordar las palabras de una trabajadora de la textil Brukman recuperada en el 2001 puesta a producir por inmigrantes y mujeres trabajadoras: “Si podemos manejar la fábrica, podemos manejar un país”.
Para los revolucionarios, se trata de ser parte de las experiencias del movimiento obrero y ayudar a que se transformen en sujetos políticos tomando en sus manos un programa anticapitalista, que sólo en su conjunto puede llevar adelante la clase trabajadora, para romper con la miseria que ofrecen todos los días. Algunas de ellas sería nacionalizar la banca para tener todos los recursos económicos en mano de los trabajadores, dejar de pagar la deuda, el monopolio del comercio exterior para determinar que se compra y que se vende, asi como también reorganizar y reconvertir la producción.
Para enfrentar la crisis sanitaria y económica actual, se hace más que urgente la intervención de la clase trabajadora y dentro de ello la construcción de fuertes partidos revolucionarios nacionales y a escala internacional, como estamos haciendo desde nuestro modesto lugar en diferentes partes del mundo junto a la red La Izquierda Diario, con agrupaciones y militancia en los puntos neurálgicos de la clase trabajadora, para en los momentos decisivos poder torcer la balanza del lado de los explotados, en el camino de la construcción de una nueva sociedad que reorganice el trabajo, la ciencia y la técnica democráticamente, en su verdadero sentido de la palabra, donde deje de dominar la irracionalidad capitalista. |