Entre tantos de los problemas que plantea la pandemia del coronavirus para la clase trabajadora y el movimiento de masas, se encuentra el de cómo responder frente a la bonapartización de los regímenes y el despliegue de fuerzas policiales y militares realizado por los distintos estados, así como ante la profundización de diversos mecanismos de vigilancia y control social.
¿Un "fenómeno de la naturaleza"?
Llama la atención al respecto por su grado de adaptación a la política estatal un artículo publicado por la Mesa Ejecutiva del grupo encabezado por Jorge Altamira y Marcelo Ramal escindido del PO (PO Tendencia) (1). La nota pretende responder a un artículo de Iván Marín (2), a quien se le distorsiona su posición para justificar una adaptación a la coerción estatal desplegada frente al coronavirus.
Altamira y Ramal presentan la cuarentena y las medidas de coerción estatal que la acompañan como una respuesta inevitable frente a una crisis desatada por “un fenómeno de la naturaleza”. En primer lugar, digamos que, al contrario de lo que se afirma, es clara la relación entre esta y otras pandemias recientes y los mecanismos actuales de la acumulación capitalista.
En un artículo reciente publicado en Monthly Review se señala correctamente: “Los ecosistemas en los que estos virus ‘salvajes’ estaban en parte controlados por las complejidades del bosque tropical están siendo drásticamente racionalizados por la deforestación liderada por el capital y, en el otro extremo del desarrollo periurbano, por los déficits en salud pública y saneamiento ambiental. Mientras que muchos patógenos selváticos se están muriendo con sus especies huésped como resultado, un subconjunto de infecciones que una vez se quemaron relativamente rápido en el bosque, aunque solo sea por una tasa irregular de encontrar sus especies huésped típicas, ahora se propagan a través de poblaciones humanas susceptibles. La vulnerabilidad a la infección a menudo se ve exacerbada en las ciudades por los programas de austeridad y la regulación corrupta. Incluso frente a las vacunas eficaces, los brotes resultantes se caracterizan por una mayor extensión, duración e impulso. Lo que antes eran desbordamientos locales ahora son epidemias que se abren camino a través de redes mundiales de viajes y comercio”. (3)
A la vez, que los gobiernos hayan recurrido a la “cuarentena” generalizada como mecanismo privilegiado para enfrentar la difusión del virus es también un resultado de las políticas de recortes de los presupuestos de salud y de privatización y control oligopólico de ese sector a nivel internacional. Gran Bretaña e Italia, por ejemplo, tienen un 30% menos de camas que hace una década. En nuestro país, sin ir más lejos, el presupuesto de salud en términos reales cayó entre un 20 y un 25% en los últimos cuatro años. En la Provincia de Buenos, su caída en cuanto a proporción del presupuesto provincial fue del 8% a poco más del 5% del 2003 a la fecha. Los grandes laboratorios que manejan la industria farmacéutica en el mundo dirigieron la producción hacia otras áreas más rentables que las enfermedades infecciosas, mientras la investigación estatal en este terreno también ha sido fuertemente desfinanciada.
Mike Davis ha señalado cómo las corporaciones que componen la “Big Pharma” en los Estado Unidos han dejado de lado la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos y antivirales: “De las dieciocho compañías farmacéuticas más grandes, quince han abandonado totalmente el campo. Los medicamentos para el corazón, los tranquilizantes adictivos y los tratamientos para la impotencia masculina son líderes de ganancias, no las defensas contra las infecciones hospitalarias, las enfermedades emergentes y los patógenos tropicales tradicionales. Una vacuna universal contra la influenza, es decir, una vacuna que se dirige a las partes inmutables de las proteínas de la superficie del virus, ha sido una posibilidad durante décadas, pero nunca lo suficientemente rentable como para ser una prioridad”. (4)
Recordemos además que no estamos ante un hecho completamente imprevisible, sino frente al tercer o cuarto episodio (según el criterio que tomemos) de este tipo en lo que va del siglo y que la propia Organización Mundial de la Salud había advertido sobre la posibilidad de difusión de un virus similar. Sin embargo, no se tomó previsión alguna.
En nuestro país, si bien la medida del aislamiento social, preventivo y obligatorio se tomó antes que en otros países (como Italia, el Estado Español, los Estados Unidos o Brasil) no fue acompañada de testeos masivos, seguimiento de los infectados y uso generalizado de barbijos, medidas centrales que en conjunto con el aislamiento social (general o focalizado según el caso) y las medidas de higiene personal permitieron hasta el momento contener la transmisión del virus en algunos países y realizar medidas de aislamiento focalizado y no general. Como dijimos en su momento, una “cuarentena sin GPS”. No haberlo hecho dificulta hoy cualquier política de salida, aún paulatina, de esta medida, cuando entre un 70% y un 80% de los infectados son asintomáticos.
Como ya lo anticipó el escándalo ocurrido cuando los jubilados fueron expuestos masivamente el viernes 3 de abril, mostrando la absoluta desidia de los bancos y del estado capitalista y sus funcionarios ante la principal población de riesgo, sin un plan integral, todo el esfuerzo realizado por la población en estas semanas y en especial por parte de quienes tienen menos recursos, se quedaron sin sustento y viven en condiciones de hacinamiento, puede ser borrado de un plumazo a partir de las presiones del gran capital por “volver a la normalidad”.
Hoy mismo numerosos sectores de trabajadores están en actividad sin que se cumplan las condiciones sanitarias mínimas, empezando por el sector de la salud, donde ha habido múltiples protestas, algo que también se expresa en el terreno internacional en sectores que siguen produciendo sin ser “esenciales”. De la huelga general italiana del 25 de marzo a las protestas en los hospitales de los Estados Unidos, pasando por los trabajadores de las contratistas de Airbus en Francia y España o los aeronáuticos en nuestro país.
Con la coerción estatal
Sin embargo lo peor del artículo del grupo de Altamira y Ramal es su alineamiento con las medidas de coerción tomadas por el estado burgués: “Los kirchneristas y macristas dicen: ‘vamos con la gendarmería, la policía y el ejército’. El infantilismo de izquierda dice: "fuera todos ellos". ¿Qué quieren que digamos? ¿Viva “la gorra”? Insólito para alguien que se llame marxista no ver que todo el despliegue policial (y militar) realizado tiene un claro carácter de clase, sobre todo destinado a evitar preventivamente protestas contra el hambre o contra los despidos o rebajas salariales.
La multitud de actos represivos realizados por las fuerzas de seguridad contra transeúntes fueron hechos en barrios populares. Mientras terminamos estas líneas la policía de la provincia de Buenos Aires reprime brutalmente en Quilmes a trabajadores del Frigorífico Penta que reclaman por salarios. A su vez, la Ministra de Seguridad, Sabina Frederic, confirmó que están realizando “ciberpatrullaje” sobre “el humor social” (algo completamente ilegal) para evitar “estallidos sociales”. ¿Qué humor quieren que tenga alguien que está hacinado y sin un peso en el bolsillo, o que lo acaban de despedir, o le rebajaron el sueldo? Este hecho lo admitió la Ministra luego que Nicolás Del Caño le preguntase al respecto durante una sesión por medios informáticos de la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados. Después de que Nicolás y Myriam Bregman lo denunciaran con fuerza, hipócritamente fue también utilizado por la oposición de Juntos por el Cambio, cuando ellos mismos lo habían empleado estando en el gobierno.
Por su parte, el despliegue del ejército para repartir comida en barrios carenciados, inicialmente del Gran Buenos Aires (impulsada por La Cámpora e intendentes del PJ), está en completa consonancia con la política de “dar vuelta la página” anunciada por Alberto Fernández respecto de las fuerzas armadas. Es una política que tenemos que criticar fuertemente. Primero porque está dedicada a una tarea que no es imprescindible (no estamos hablando de poner a disposición un hospital militar en la crisis o auxilio logístico si hubiese un terremoto, por ejemplo) como el reparto de comida y que no puede tener otro fin que represtigiar al principal brazo armado del estado capitalista.
Con esto abren una caja de Pandora, ya que si hoy pueden cumplir este tipo de tareas, ¿por qué no hacerlo mañana con la excusa de “enfrentar al narcotráfico” u otras? Los resultados de políticas de este tipo podrían preguntárselos a Evo Morales, donde el mismo generalato que juraba por el “antiimperialismo” le dio el golpe de gracia a su gobierno de la mano de toda la reacción oligárquica. Significa no considerar los múltiples lazos que unen a las fuerzas armadas con el aparato de defensa continental montado por los Estados Unidos, como mostró Bolivia.
A la vez, la presencia del ejército por sí misma cumple el rol disuasivo a cualquier tipo de protesta popular por las carencias que genera la pandemia en los barrios populares. Esto no puede ser tampoco obviado. Las medidas de aislamiento social no requieren del amedrentamiento y represión de las fuerzas de seguridad y del ejército. Perfectamente podrían garantizarse en base a la organización popular en cada barrio, relevando además las necesidades y carencias de la población para llevarlo adelante (como la falta de comida u otras necesidades básicas o la imposibilidad de acceso a la atención sanitaria).
Pero esto no es todo. El grupo escindido del PO va más allá y llega a afirmar sin ruborizarse: “Alentar una rebelión popular en las circunstancias actuales sería más que un error. Para que se dé una perspectiva de rebelión, la crisis tendrá que evolucionar en su dimensión sanitaria y social, por un lado; por el otro, las masas deberán atravesar la experiencia política que tienen por delante y asimilarla en forma revolucionaria”. Es decir, que a los que están pasando hambre en sus casas, a quienes los están despidiendo, a quienes les rebajan salarios, Altamira y sus seguidores les dicen que no protesten, que no se rebelen, que otra no hay, hay que aceptar dócilmente lo que disponen los capitalistas y su estado… Un derrape en toda la línea.
Con el gobierno por decreto
Este alineamiento con la coerción estatal es parte de una capitulación frente a las tendencias a medidas bonapartistas que están en curso en diferentes estados. Entre ellas está el gobierno por decreto y la limitación o cierres de hecho de los parlamentos y legislaturas, algo particularmente escandaloso en nuestro país en lo que atañe a la paralización del Congreso Nacional y de la legislatura bonaerense, algo que hemos cuestionado en la declaración frente a la pandemia que publicamos desde el Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad.
Al final del artículo con el que venimos polemizando, el grupo escindido del PO plantea: “El ultimatismo izquierdista está provocando un daño político a la izquierda, que es vista ajena a la realidad e incapaz de ofrecer un programa de acción ajustado a las circunstancias y al período político en general – salvo para proponer que se reúna el Congreso nacional. Este Congreso es el que sale más devaluado políticamente a esta altura de la crisis”. Claro está que nuestra propuesta lejos está de ser simplemente “que se reúna el Congreso” sino un programa integral frente a la crisis sanitaria, económica y social que estamos viviendo (5). Pero más allá de esto la adaptación al “gobierno por decreto” y la negativa a denunciar el cierre de hecho del Congreso es otra capitulación al gobierno y al régimen del DNU permanente. Algo particularmente relevante cuando el recurso a las medidas y estados “de alarma” y de “excepción” se están generalizando en todo el mundo y serán utilizados para imponer que la costos de esta crisis sean pagados por la clase trabajadora.
Ya Trotsky señalaba la importancia de enfrentar toda tendencia al autoritarismo de los estados capitalistas: “La burguesía comienza a llevar a cabo su plan de transformación del poder estatal, destinado a eliminar de una vez y para siempre la resistencia de los obreros: cercenamiento de los derechos de las instituciones democráticas electivas (parlamento y comunas) e incluso supresión total de estos derechos, ya que la presión proletaria, aunque distorsionada, también se siente allí. La burguesía trata de concentrar el Poder Ejecutivo en manos de unos pocos hombres que imponen sus decisiones por medio de un aparato administrativo, militar y policial que es brutal, incontrolado, costoso. El plan burgués de ‘estado autoritario’, dirigido contra los explotados debe ser rudamente combatido por las masas laboriosas” (resaltado nuestro) (6). ¿Será que Altamira olvidó este principio esencial? ¿O será simplemente una respuesta infantil frente al hecho de que quienes están en el Congreso sean diputados de fuerzas de izquierda distintas a la suya?
Escepticismo de la clase trabajadora
¿Por qué marxistas de años como Altamira y Ramal pueden llegar a una política tan claudicante? A nuestro entender es el extremo de una política sindicalista y corporativa hacia la clase obrera, totalmente escéptica de que esta pueda intervenir en la crisis en forma independiente. Para esta visión, la intervención del movimiento obrero durante la pandemia debería limitarse al derecho a no trabajar. Desde ya que enfrentar los intentos del capital de sostener sus ganancias manteniendo la actividad en rubros no esenciales y sin garantizar la implementación de medidas de seguridad para los trabajadores es, como señalamos, una línea de acción muy relevante ante la actual crisis. Muchos de estos reclamos se han producido a pesar de las burocracias sindicales, cómplices de las patronales y los gobiernos.
Tanto en nuestro país como en otros países donde tenemos presencia, la militancia del PTS y de las organizaciones socialistas e internacionales con las que intervenimos en común han estado a la cabeza de estos reclamos en la medida de sus posibilidades, así como impulsando Comisiones de Seguridad e Higiene en los lugares que están produciendo y son esenciales. Sin embargo, esto no agota la intervención de los trabajadores frente a la crisis actual. Menos cuando más de un tercio de la clase trabajadora está sin registrar y son quienes se cuentan entre los más afectados por el freno económico. Solo la profunda estatización de las burocracias obreras hace que los sindicatos hayan dejado en manos del propio ejército sin decir palabra la tarea de auxiliar a los que menos tienen. ¿Por qué la tarea de colaborar en la alimentación de la población de los barrios populares no podría hacerse en común y, tomando los recaudos sanitarios correspondientes, por parte de los sindicatos, empezando por los docentes, como lo está haciendo inicialmente el Sute en Mendoza, en coordinación con los movimientos piqueteros y organizaciones del movimiento estudiantil? ¿Por qué dejar el campo libre para que avance la tarea de represtigio de las Fuerzas Armadas?
Lo que han empezado a realizar Madygraf, las obreras textiles de Neuquén y otras fábricas bajo gestión obrera, en el sentido de reconvertir su producción para generar productos necesarios para enfrentar la pandemia (como alcohol sanitizante, mascarillas y barbijos) va claramente en un sentido opuesto y muestra a los trabajadores como la contracara de los empresarios que especulan con los precios y no distribuyen alcohol en gel y otros productos necesarios. Si los sindicatos en general, y los que se agrupan en el sindicalismo combativo en particular, tuvieran una política activa en este terreno, crearían condiciones más favorables para responder ante la catástrofe económica que ya se empieza a materializar, es decir, ante los cierres, despidos o bajas de salarios implementados por las patronales. Es también una forma para fortalecer el planteo por el control obrero en la producción de las actividades que se siguen desarrollando, algo fundamental en esta situación para defender la salud de la clase trabajadora e imponer la rebaja de la jornada laboral sin afectar el salario, entre otros puntos.
Estamos viviendo una situación inédita donde se combinan la crisis sanitaria, la crisis económica y la crisis social. En diversos países esto ya ha conducido también a crisis políticas de magnitud. Las patronales ya están aprovechando la situación para despedir, bajar salarios y liquidar conquistas de la clase trabajadora. En nuestro país las patronales presionan para una salida de la “cuarentena” donde la situación sanitaria de quienes vuelvan a trabajar en poco será contemplada. Hoy mismo se está produciendo en numerosos establecimientos sin cumplir los recaudos mínimos. La prohibición de despidos no se cumple y se rebajan salarios sin contemplación alguna. Si la clase trabajadora no interviene será la que pagará los costos de la crisis.
Pero, a pesar de las burocracias sindicales, en distintos sectores hay decisión para no ser nuevamente los patos de la boda. Tenemos que alentar cada experiencia de resistencia en curso y plantear la perspectiva para que la clase trabajadora intervenga en todos los terrenos que esta crisis plantea en forma independiente, sabiendo que el encierro actual es el preámbulo de tiempos convulsivos que vamos a ver más temprano que tarde. Ante la presión del régimen y el estado para que la izquierda y la clase trabajadora no actúen en forma independiente y se subordinen al bonapartismo estatal, el grupo de Altamira y Ramal no ha pasado la prueba.
Notas al pie
1) Un gran equívoco político. Acerca de la izquierda y la pandemia política, Mesa Ejecutiva PO (T), 03/04/2020. Disponible en https://politicaobrera.com/debate/820-un-gran-equivoco-politico
2) Iván Marín, Coronavirus, La Nación y otra editorial que pretende la reconciliación con los militares, 03-04-2020. Disponible en https://politicaobrera.com/debate/819-coronavirus-la-nacion-y-otra-editorial-que-pretende-la-reconciliacion-con-los-militares
3) Rob Wallace, Alex Liebman, Luis Fernando Chaves and Rodrick Wallace, COVID-19 and Circuits of Capital, Monthly Review, 01-04-2020, disponible en https://monthlyreview.org/2020/04/01/covid-19-and-circuits-of-capital/
4) Mike Davis, “In a Plague Year”, Jacobin, 14-03-2020, disponible en https://jacobinmag.com/2020/03/mike-davis-coronavirus-outbreak-capitalism-left-international-solidarity
5) Entre otros puede verse este programa en Declaración del FIT Unidad ante la crisis del coronavirus, 21-03-2020 (disponible en http://www.laizquierdadiario.com/Declaracion-del-FIT-Unidad-ante-la-crisis-del-coronavirus) y Medidas de emergencia de la izquierda frente a la crisis del coronavirus, 25-03-2020 (disponible en https://www.laizquierdadiario.com/Medidas-de-emergencia-de-la-izquierda-frente-a-la-crisis-del-coronavirus).
6) León Trotsky, Un programa de acción para Francia, junio de 1934. Disponible en http://www.ceip.org.ar/escritos/Libro4/html/T06V103.htm |