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30 de enero de 2025 Twitter Faceboock

SUPLEMENTO IDEAS DE IZQUIERDA MX
Distopia COVID19-2020: crisis y revolución social
Juan Castellanos

He mirado las noticias sobre Nueva York. Se dice que habrá fosas comunes, varios cientos, para enterrar sin funeral a los infectados por COVID-19.

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Nueva York es uno de los epicentros de esta catástrofe. Los presos comunes producen cubrebocas y cavan fosas comunes. El sistema de salud está en colapso.

Pero Guayaquil, en Ecuador, se gana el premio a la ignominia: he visto vídeos de personas que mueren en plena vía pública. Esos videos llegan a la apoteosis del desastre: se abandonan cuerpos en plena calle, algunos otros son quemados en avenidas, abandonados.

Uno de esos vídeos es para sacarle lagrimas al más desalmado: una familia saca a un familiar muerto a la calle pues ya no soportan el hedor de ahí adentro, en casa, de varios días de un cuerpo en descomposición. En estos tiempos ya no podemos dar luto: a los muertos mejor ni acercarse, no podemos dar un beso en la mejilla para decir adiós.

La cuarentena es la confirmación de que llegamos al futuro que no pensábamos que sucedería: ahora en plena época de vacaciones miramos el sol en las pantallas de teléfonos, no salimos de casa y miramos la playa en una página de Facebook, una patrulla está fuera de nuestras casas con un altavoz “quédate en casa”.

Es la hora de la política en tiempo real y en pantalla plana: día con día miramos los reportes de la Secretaria de Salud a las 19 horas. De esta conferencia de prensa depende todos los días nuestro futuro: tengo la impresión que ellos controlan nuestras vidas.

El COVID-19 vino a dar un golpe de realidad a todos. La pandemia vino a recordarnos que el mundo ya se había vuelto, mucho tiempo atrás de la pandemia, en una verdadera pesadilla.

La cantidad de especies en peligro de extinción es alarmante. El control de los grandes corporativos sobe los individuos por medio de la tecnología es inimaginable: hoy pueden saber en dónde estamos, dónde estuvimos y a dónde vamos y hasta que queremos con los algoritmos a disposición de las grandes empresas y gobierno.

La migración había llegado a una situación límite. Las ciudades cada vez más son inhabitables por la falta de agua, por el precio de las casas y pisos, porque no cabemos. La crisis económica está por llegar como nunca la habíamos visto. Dice el Fondo Monetario Internacional que la crisis que viene será peor que la de 1929.

Las enfermedades psicológicas han adquirido un nuevo pico: 6 de cada 10 tienen efectos en este sentido, estrés y bournout. La crisis climática ha llegado al límite: David Harvey sugiere que el COVID-19 es una venganza de como el sistema capitalista destruye la naturaleza. Los mares, los ríos, el aire convertidos en mercancía llegan a un límite: hay quienes dicen que no pasa de 200 años para que desaparezca el mundo tal y como lo conocemos.

La gran crisis que vivimos es la síntesis de todas las convulsiones posibles. Es imposible enumerar las relaciones de dominio que generan esta catástrofe. Pero todos, sin saberlo, estamos conscientes de los temas que son la esencia del desastre. Crisis de energía: el fin de los combustibles fósiles.

Crisis del empleo: 2 millones de personas no tienen trabajo en México... según el INEGI, y a cifra que crecerá con el COVID-19 será a un millón más. Crisis ecológica: el científico Stephen Hawking sugirió que estamos destruyendo en planeta. Su teoría le llevó a pensar la ocupación de Alpha Centauri.

Crisis demográfica: no existen cálculos de los que viajan sobre el tren de la “Bestia” para el sueño americano. Vienen de Nicaragua, Salvador viajan a Estados Unidos, ni pensar en Europa. Crisis del feminicidio: 80% del continente sucede en México como cáncer en comparación con América Latina.

La mitad de la población mundial no tiene acceso al agua potable. El mismo parámetro para pensar el analfabetismo. En México el 45.5 por ciento de la población, 53.3 millones de personas vive en pobreza. Pero en el mundo es más que el 60%. mundo se ha convertido en una pirámide de la miseria: un monumento a la explotación.

Los expertos en economía nos dicen que exageramos. Los políticos que somos rebeldes. Este es el orden social. Lo garantiza la policía, el ejército. Los medios de comunicación. Este tipo de sociedad no es posible sin coerción social: del ejército al periódico del día a día. Son las instituciones.

Es necesario imaginar la revolución

Nos han acostumbrado a pensar que toda esta crisis es normal en pleno siglo XXI. Es más sencillo pensar el final del mundo, es común pensar que nos infectaremos por COVID-19, o que miles enfermarán en vez de pensar que podemos cambiar el orden establecido. Necesitamos medidas radicales y urgentes para cambiar el mundo.

Este gran momento crítico puede ser el partero de grandes revoluciones. Ya estén emergiendo luchas, alaridos de protesta, paros, huelgas, asambleas en una desesperada búsqueda de vivir: “queremos vivir” es uno de los principales lemas de los huelguistas de Amazon en Estados Unidos, de las huelguistas enfermeras en Nueva York, de los maquiladores de la zona fronteriza en Tijuana, Matamoros y Ciudad Juárez.

Entre estas desesperadas acciones de protesta tenemos que imaginar un mundo enteramente nuevo que nacerá de las fauces del sistema actual de dominio. No es un mundo que emergerá de la evasión, sino resolviendo las contradicciones del sistema mismo; debemos pensar una sociedad de la obsolescencia y transitar a una de bienes duraderos esto quiere decir que debemos poner un freno de emergencia a la producción indiscriminadas de mercancías. Es mejor que cambiemos el sistema, no tenemos que conformarnos con el que ya tenemos que nos lleva al borde del desastre.

La burguesía arrastra al mundo a un colapso. La idea de la revolución por lo tanto sólo no es si una clase vence o no sino la necesidad de detener a tiempo la catástrofe: se convierte en una urgencia de la civilización, la revolución es un acto que requiere prisa y del que no hay tiempo que perder. Así vale la pena volver a soñar.

Dicen que los que quieren cambiar el mundo son unos soñadores: que su pensamiento no tiene principio de realidad. Tienen razón: la tensión es el principio de la esperanza. Y con eso vale la pena regresar a Lenin: en su texto en defensa de los sueños.

Soñar en medio de uno de los momentos más oscuros de la humanidad. Imaginar si quiera: en 1914 comenzaba la Primera Guerra Mundial. Decenas de miles de muertos. La Socialdemocracia Alemana, la más fuerte y poderosa organización socialista del planeta en esos tiempos, capitulaba en agosto de ese año a una de las guerras más sanguinarias de la historia a favor de una carnicería imperialista.

Pelear por la revolución socialista en uno de los países menos esperados por cualquier marxista alemán: la primera revolución socialista en el país más atrasado de Europa: en la gigantesca Rusia campesina. Conseguir detener la guerra por medio de las consignas: “paz, pan y tierra”. En el fondo el bolchevismo rompió con todo paradigma de lo posible de sus tiempos. Eso, según Ernst Bloch, es el poder de la esperanza. La cuadratura de la sinfonía es la militancia: la organización de la esperanza, de la certeza de que es posible cambiar más que temprano el mundo. Dice Lenin:

"¿Con qué tenemos que soñar?" Acabo de escribir estas palabras y el pánico me invade. Me imagino que me encuentro en una "conferencia de unificación" y que, frente a mí, se encuentran los redactores y colaboradores del Rabócheie Dielo. Y el camarada Martinov se levanta y se dirige a mí amenazadoramente: «Permítame usted que le pregunte: ¿tiene una redacción autónoma el derecho a soñar, sin preguntar antes al comité del partido?

"Y después se levanta el camarada Krichevski y prosigue (profundizando filosóficamente al camarada Martinov, que ya hacía mucho que había profundizado al camarada Plejánov) en tono aún más amenazador: "Continuo. Pregunto si un marxista tiene el derecho a soñar, a no ser que olvide que, después de Marx, la humanidad solo puede plantearse cometidos que está en su mano resolver, y que la táctica es un proceso del crecimiento de los cometidos, los cuales crecen junto con el partido.

"Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.”

Necesitamos nuevos soñadores en pleno Siglo XXI, los que en vez de pensar que se acabará el mundo, imaginaremos el nuevo mundo enteramente libre de opresión y desastre. El proletariado es la clase esencial para cambiar de raíz el mundo moderno y es la clase que puede, por ser la que sufre doble o triplemente las injusticias del sistema, dar una salida de fondo a la crisis actual.

Sólo una economía planificada, comunista, podría garantizar que las mercancías sean bienes duraderos pues Karl Marx opinaba que en el capitalismo existe la anarquía de la producción por la lógica de la ganancia. En el comunismo Karl Marx proponía la producción de mercancías para la resolución de las necesidades sociales de un modo planificado y no para la ganancia de los empresarios capitalistas.

A grandes crisis, necesitamos grandes, soluciones. Imaginemos. ¿Y si todas las empresas farmacéuticas, de investigación genética, de biotecnología y de medicina se ponen al servicio de encontrar la cura del COVID-19? ¿Si todas las empresas se pusieran al servicio de producir todo con utilidad social, por ejemplo, gel, pero también equipos de protección? ¿Si las ganancias de los empresarios pudieran ser confiscadas para aliviar el hambre de millones? ¿Si hacemos que el estado se ponga de cabeza y ayude a los más pobres y desprotegidos? ¿Si estatizamos todos los hospitales privados y garantizamos la salud pública para todos? ¿Si hacemos que la industria del auto produzca respiradores? ¿Y si ponemos un freno a la actual crisis y ponemos a los productores asociados a comandar el país y el mundo? ¿Si desaparecemos las fronteras y garantizamos una vida digna para todos?

La lucha contra la pandemia debe convertirse en una lucha contra el capitalismo y por el comunismo. Las y los trabajadores son el sujeto central para transformar el mundo: somos la sal de la tierra, la clase con cadenas radicales, las que tenemos en nuestras manos las llaves para cambiar el mundo. Somos la clase que puede encabezar a los oprimidos del mundo para conseguir una sociedad sin explotación y sin miseria.

Pero esto no se logrará de forma automática, ni si quiera pensamos que el capitalismo morirá de enfermedad. Para eso hay que organizarnos, conspirar, reunirnos y construir un partido: un partido revolucionario, anticapitalista, socialista, comunista, no vendrá un cambio revolucionario de forma espontánea: es necesario organizarse y luchar en una perspectiva revolucionaria.

 
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