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· Apple y Google anunciaron una alianza para crear una aplicación que ubique y rastree a las personas para saber cuándo te contactaste con alguien infectado de Covid-19.
· Es una situación crítica, podríamos decir: “Voy a dejar de lado mis dudas sobre la invasión a la privacidad y quién manejará esos datos”. Pero, ¿hay que dejar de criticar, alertar sobre las políticas y usos de la tecnología en nombre de la pandemia?
· Hay medidas estatales que incluyen restricciones momentáneas a las libertades individuales, la cuarentena es una. Y no porque entendamos su necesidad en un momento determinado, tenemos que renunciar a criticar lo que nos parezca.
· Durante los primeros días de la cuarentena en Argentina vimos: abusos de autoridad, hostigamiento de la Policía en los barrios populares, el Ejército volvió a la vida civil vía tareas sociales, ciberpatrullaje en redes.
· ¿Está de más preguntarnos qué pasará con el Ejército cuando se levante la cuarentena? ¿El Estado nos seguirá vigilando en las redes?
· Las preguntas son válidas. Y tenemos derecho a sospechar cada vez que un gobierno usa lenguaje bélico, habla de enemigos invisibles o usa la tecnología para vigilar. ¿Por qué? Porque sabemos que los Estados no actúan para el bien común, privilegian los intereses de las clases dominantes, a la minoría empresaria sobre la mayorías trabajadoras. Es un debate más que instalado.
· Este no es un problema exclusivamente argentino. Se habla mucho de los métodos de vigilancia del gobierno chino en la pandemia. Y también se hace mucha propaganda anti China, que nunca es demasiada.
· Más acrítico y dulce es el relato de la solución de Corea del Sur (un país amigo de EE.UU.), que usa la geolocalización, o sea el gobierno también detecta y vigila.
·Sabemos mucho sobre el autoritarismo en China, pero no tanto sobre los superpoderes que se otorgó a sí mismo el primer ministro de Israel, para que el Estado vigile sin supervisión.
¿Se reiniciará el sistema después de la pandemia?
· Pensemos en otras situaciones críticas, otras emergencias. En 2001, después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, se votó con apoyo casi total una ley llamada Acta Patriótica, que ampliaba los poderes de vigilancia del Estado sobre la población. Hoy casi 20 años después, la Agencia Nacional de Seguridad todavía vigila a ciudadanas y ciudadanos, el FBI puede revisar lo que compras, con quién hablás y qué lees si sospecha de vos.
· Me van a decir Barack Obama y Donald Trump no son iguales, por supuesto que no, pero Trump heredó un Estado con poderes de vigilancia ampliados, resultado de una unidad nacional que hoy no existe en Estados Unidos y de la continuidad que le dio un presidente que parecía el más progre del mundo.
· Un bonus trach: durante esos años, antes de que gane Donald Trump, en EE.UU. se perfeccionaron tecnologías que persiguen "preventivamente". Hay estados donde la Policía dispone de datos y ubicaciones y puede ir a tu casa a decirte que esta vigilandote. Por supuesto, es mucho más probable que te pase esto si sos una persona negra, latina o migrante.
· Algo parecido pasó en Argentina con cosas como el Proyecto X, que terminó espiando a comisiones internas como la de Kraft o a la familia de Santiago Maldonado. O la ley antiterrorista, votada durante el gobierno de Cristina Kirchner, que terminó dando argumentos a la ministra Patricia Bullrich para perseguir a tuiteros y hackers e incluso encarcelar a algunos.
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· Es lo que pasa: rara vez se retrocede en el avance sobre las libertades democráticas, más bien se construyen nuevos consensos, y el poder del estado, que no es cualquier estado, sino que es este estado, tiene poder de vigilar y perseguir a las personas.
· Estos problemas no aparecieron con la pandemia, muchos existen desde hace décadas, no solo el Estado vigila y maneja datos, las empresas son los agentes más dinámicos en desarrollar tecnología para rastrear personas y recolectar datos.
· A lo largo de la historia, los estados apelaron a la unidad nacional para imponer recortar libertades democráticas. La pandemia es un escenario donde se recrean esos intentos, no siempre exitosos. Hoy existen escenarios diferentes: países donde la unidad nacional puede agotarse rápidamente porque ya venían cascoteadas como Francia, críticas a los gobiernos por su actuación en la crisis sanitaria como España, inexistencia de esa unidad como en EEUU o Brasil. y también, problemas que arrastran estas democracias profundamente desiguales.
¿Qué pasará con las medidas tomadas en nombre de la pandemia? Nadie lo sabe.
· El problema es si los Estados actuales transforman una excepción en la regla y se atribuyen poderes que en el mundo pospandemia sean utilizados contra las protestas, la organización colectiva y las ideas que los desafíen.
· El mundo pospandemia no promete paz ni tiempos normales. Los problemas sociales de las democracias y los estados capitalistas prometen empeorar por ahora.
· Sabemos, no porque veamos el futuro sino porque conocemos el pasado, que los únicos límites los ponen las críticas, aunque sean minoritarias en ciertos momentos, la calle y las trabajadoras y los trabajadores ensayando otras soluciones que hablan, a la vez, de otra sociedad posible y sobre todo de la imposibilidad de esta. |