Como corolario a su informe de gobierno de ese domingo, López Obrador resumía que “la fórmula que estamos aplicando para remontar la “crisis transitoria … es la suma de tres elementos básicos: mayor inversión pública para el desarrollo económico y social, empleo pleno y honestidad con austeridad republicana”; y de ahí pasó a ejemplificar con sombrero ajeno:
“Recuerdo lo que afirmaba el presidente Franklin Delano Roosevelt, en una circunstancia parecida durante la Gran Depresión originada a partir de 1929. Este ’titán de las libertades’, para mí, el mejor presidente que ha tenido Estados Unidos en toda su historia, llegó a decir —en esos momentos que a él le tocó enfrentar— difíciles, y que pudo, con su política, restablecer el desarrollo y garantizar la felicidad de su pueblo. Decía el presidente Rossevelt: ’el interés propio, egoísta, suponía una mala moral, ahora, sabemos también, era una mala economía’ ”
Sobra decir que la herencia de Herbert C. Hoover para Roosevelt en 1933 era una mala economía; al igual que le ha ocurrido a AMLO, cargar con la herencia desastrosa de los gobiernos anteriores, lo cual le reduce sus márgenes de maniobra ante las masas y tiene que recurrir a su cruzada discursiva contra la corrupción inmoral en tanto impulsa los recortes y despidos. Pero, aunque nos tiene acostumbrados, en su repetitivo discurso con referencias nacionalistas, a escucharlo hablar y asumirse como heredero, parcialmente por supuesto, de las grandes personalidades de la historia mexicana, llámese, Hidalgo, Juárez, Madero, o Cárdenas —de esto nos hemos referido en otras notas—, también es notable que busque referencias externas para ejemplificar su política. ¿Por qué ahora habría que investirse de la imagen de Roosevelt?
Analogías de ayer y hoy
Resulta por lo menos desproporcionado que AMLO pretenda hacer una analogía entre la crisis que vivimos en México, hoy aderezada por un virus malévolo, pero que no se compara con el desastre económico y social producido por la brutal crisis de la Gran Depresión de 1929, hasta ahora la más terrible de la historia del capitalismo estadounidense.
Aunque, como veremos a continuación, la numeralia de la crisis actual en EE. UU., con más de 22 millones de solicitantes de seguro de desempleo, hace pensar a muchos analistas si no se están acercando demasiado a dicho hito histórico e incluso superarlo con creces pues, además del desempleo creciente y la implosión del sistema de salud, las arcas del Estado han sido severamente comprometido con el billonario rescate a los capitalistas anunciado por Trump, cuando la economía de dicho país ni siquiera había logrado recuperarse de la crisis anterior del 2008.
La comparación que AMLO busca establecer entre México y el Estados Unidos de ese momento es errada no sólo porque se trataba de la principal potencia imperialista que dominaba financieramente a los países destrozados por la Primera Guerra Mundial, sino por el rol plenamente subordinado en lo político y económico de México en la cadena productiva mundial durante décadas que lo ha convertido, con la subordinación entusiasta de la burguesía “nacional”, en mero apéndice de la mega crisis estadounidense actual.
Inmerso en una crítica postración económica desde hace poco más de cuatro décadas, el Estado mexicano, sea el que fuere el partido en el poder, si acaso juega un rol promotor del avance de la propiedad extranjera sobre nuestros recursos naturales y el avance también de la enajenación de la mano de obra mexicana víctima principal de la globalización neoliberal.
Así, por la fuerte dependencia del imperialismo, desde hace unas décadas cada gobernante mexicano, independientemente del partido al que pertenezca, sólo "administra" la crisis de la economía del país a base de periódicas inyecciones de capital extranjero —la terrible deuda externa que se vuelve eterna— y la voluptuosa, pero enorme, inversión extranjera, mientras satisface una a una las exigencias imperialistas, como la entrega del sector energético, el T-MEC, la Guardia Nacional convertida en extensión de la border patrol,etc. Esto impone la reducida capacidad de solventar situaciones emergentes de gran calado como la que padecemos al entrar el coronavirus en escena en medio de la tendencia a la recesión mundial.
La enorme diferencia con el EE. UU. de los 30´s, y el actual también, es la capacidad, aunque sea limitada, de manejar sus crisis aún teniendo que imprimir enormes cantidades de papel moneda sin respaldo en metal aúreo, como lo hicieron en los rescates bancario y empresarial de Obama en 2008 y el actual de Trump por 2.2 billones de dólares. Por ello el reciente anuncio, en la mañanera, de aportar 25,000 millones de pesos para apoyar a las pequeñas empresas, está por verse, a menos que ceda a los ofrecimientos del FMI de endeudarse más para salir de esta.
¿Qué fue la Gran Depresión de 1929?
En los años ’30 del siglo pasado, en Estados Unidos emergió una profunda crisis que irrumpió con el crack bursátil de 1929, que del ámbito financiero pasó a impactar duramente en la planta productiva y generó con ello casi una década de desempleo, miseria y carencias para las masas trabajadoras.
En 1931 hubo 7.9 millones de trabajadores en paro, es decir, casi el doble del porcentaje del año anterior. En 1932, el 24% de la población activa estaba en paro, es decir, casi 12 millones de estadounidenses.
El peso económico de la naciente potencia mundial hizo que lo que comenzó como una fuerte crisis interna atravesara las fronteras nacionales alcanzando a toda la Europa devastada por la I Guerra Mundial y a todo el patio trasero estadounidense, (Latinoamérica) convirtiéndose en una extensa crisis internacional.
Hoy en día, los números de la economía estadounidense son ampliamente superiores a los de aquella época, pues no se corresponden los valores de la moneda de ayer y hoy ni los volúmenes de producción y población en el corazón del capitalismo mundial. Pero el espectro del ’29 ha vuelto a manifestarse luego de que en las tres últimas semanas se han acumulado más de 22 millones (el 13.7% aprox. de la plantilla laboral) de solicitudes de ayuda por desempleo. [1] Cifra que, al parecer, seguirá incrementándose semana a semana. ¿Cómo era entonces esa década maldita (1929-1939) en la historia de EE. UU.? Citemos a un testigo de la época, León Trotsky:
Durante los años de la (primera) Gran Guerra, cuando las naciones estaban heridas de muerte, cuando los sistemas fiscales rodaban hacia el abismo, arrastrando tras de sí a las clases medias, los monopolistas obtenían provechos sin precedentes con la sangre y el barro. Las compañías más poderosas de Estados Unidos aumentaron sus beneficios durante los años de la guerra dos, tres y hasta cuatro veces y aumentaron sus dividendos hasta el 300, el 400, el 900%, y aún más. [2]
Pero luego de un período corto de auge, de optimismo desbordante para las masas en EE. UU. —al grado de que a esa década se le llegó a denominar “los alocados años veinte”— habiéndose convertido en el principal acreedor y avituallador de Europa, se desarrollaron bruscos cambios en la economía de EE. UU. abriéndose el período de la Gran Depresión. [3]Continuando con Trotsky:
La renta nacional de Estados Unidos se había elevado por primera vez en 1920 a 69 mil millones de dólares para caer al año siguiente a 50 mil millones (un descenso del 27%). Como consecuencia de la prosperidad de los años siguientes, la renta nacional se elevó de nuevo, en 1929, a su punto máximo de 81 mil millones, para descender en 1932 a 40 mil millones de dólares, es decir, ¡a menos de la mitad! [4]
Esto se reflejaba brutalmente en las condiciones de vida de la clase trabajadora estadounidense incrementada numéricamente por la oleada de inmigrantes que llegaban de todo el mundo buscando ganarse la vida. Así lo explicaba, hace unos años, una reconocida revista trotskista:
“El tejido social de Estados Unidos se vio desgarrado por la crisis: una cuarta parte de los niños sufrieron desnutrición, las tasas de natalidad disminuyeron, las tasas de suicidio aumentaron. Muchas familias fueron destrozadas. Sólo en la ciudad de Nueva York, 20,000 niños fueron colocados en instituciones de asistencia porque sus padres no podían mantenerlos. Ejércitos de gente sin hogar deambulaban por el país colgándose de los trenes de carga; un funcionario ferroviario testificó que el número de saltadores de trenes capturados por su compañía aumentó de 14,000 en 1929 a 186,000 en 1931.” [5]
La política del presidente de entonces, Herbert C. Hoover, era extremadamente conservadora y su actitud ante los problemas fundamentales del momento,el enorme desempleo y la carencia de vivienda de los trabajadores precarizados, era totalmente pasiva también. Dicho gobierno se apegaba a la larga tradición depredadora de la burguesía de EE. UU. de que el gobierno no debe hacerse responsable de los hombres sin trabajo, en todo caso es problema de esos individuos y "la comunidad", es decir, la “beneficiencia” privada y sus organizaciones de asistencia:
El sistema de ayuda privada dependía de organizaciones benéficas y religiosas, cuya ayuda generalmente era insuficiente y degradante. Los trabajadores desempleados solteros se vieron obligados a vivir en miserables albergues para indigentes, mientras que aquellos con familias tuvieron que someterse a investigaciones y normas “condescendientes”.
La catástrofe estaba en marcha, según Trotsky, “durante los nueve años de 1930 a 1938 se perdieron aproximadamente 43 millones de años de trabajo humano y 133 mil millones de dólares de la renta nacional." [6]
Los trabajadores ante la gran crisis
La clase obrera fue dividida por la via de la inicial derrota económica: los sectores de trabajadores calificados, una minoría predominantemente blanca con mejor nivel de vida que los demás, se volvieron muy conservadores, dando la espalda a las duras luchas, como las que muchos de ellos protagonizaron en la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX.
En ese entonces, la Federación Americana del Trabajo (AFL) tenía la misma reflexión que hoy tiene su sucesora, la AFL-CIO ante la política de globalización de las grandes transnacionales estadounidenses, cuestión que se refleja especialmente ante los tratados comerciales con México, el TLCAN y el T-MEC: el rechazo a éstos por el temor a que “los mexicanos les roben sus trabajos”. En ese entonces convirtieron a la mano de obra no calificada, inmigrantes en su mayoría, en un virtual enemigo dentro de sus propias filas.
Las centrales obreras burocratizadas obedecían así a una actitud conservadora que apelaba más a una relación consensuada con la patronal yanqui que a la unidad con los millones que se estaban quedando en la calle junto a sus familias. Misma actitud que adolecen hoy al no impulsar la unidad de las filas obreras a través de las fronteras, para igualar las condiciones laborales de los trabajadores del norte y del sur, que nos parece más propicia ante los tiempos globalizadores de hoy.
En aquellos días, el temor a que los desempleados, sin calificación técnica, sin experiencia pero dispuestos a engancharse en cualquier trabajo con salarios irrisorios y jornadas extenuantes los sustituyeran, provocaba la división en las filas obreras. Así, la AFL, lejos de apoyar la creación del seguro del desempleo, a través de su lider, Samuel Gompers,
trataba de convencer a las empresas y al gobierno estadounidense de que los trabajadores calificados —a diferencia de las masas no calificadas— merecían un asiento en su mesa. Muchos líderes de la AFL estaban demasiado dispuestos a aceptar el estereotipo del trabajador no empleable —no calificado, a menudo afroamericano o un inmigrante reciente— para contrastarlos con la respetabilidad de sus propios miembros.
Así, en un marco de poca combatividad obrera, el sector más dinámico del activismo, compuesto por militantes de izquierda, (socialistas, comunistas, anarquistas) y liberales pro-obreros (como el líder religioso A.J. Muste) se orientó a organizar a los desempleados, construyendo en pocos años un poderoso movimiento de alcance nacional. [7]
Era un escenario en que el movimiento obrero estadounidense cambiaba su centro de gravedad, atrincherándose en el movimiento de desocupados para desde ahí impactar en las grandes industrias, las minas y el transporte. Aunado a la conformación de nuevas camadas de militantes políticos, socialistas que se radicalizaban alejándose de los partidos Socialista y Comunista, que de manera directa el primero y a través del giro frente populista del segundo (con su táctica de “Farmer and Labor Party”) terminaban convalidando las reformas de Rooselvelt.
Estos militantes, entre ellos los trotskistas, se convertirían en poco tiempo en protagonistas de un ascenso de luchas con tendencia a la unidad de las filas obreras en las ciudades más importantes; que llevó a fuertes, y cruentos, enfrentamientos entre el capital y el trabajo. Así las cosas cuando subió al poder Franklin D. Roosevelt, tan aclamado por líderes liberales de ayer y hoy.
¿Quién fue el “titán de las libertades” y qué fue el "New Deal"?
La historia que se enseña en la mayoría de las escuelas secundarias es que Roosevelt creó la Ley de Seguridad Social (SSA) con el objetivo de "aliviar el sufrimiento humano ... ayudar a las empresas y la industria a recuperarse ... [y] ajustar el sistema económico para evitar la recurrencia".
Los libros de texto generalmente no explican por qué Roosevelt, elegido en 1932, y que opinaba que la asistencia social desde el Estado era "repugnante a los ideales estadounidenses de autosuficiencia", no presentó la SSA al Congreso sino hasta 1935, Roosevelt “no tenía intención alguna de crear los programas que lo convirtieron en un héroe liberal. Asumió el cargo con un modesto paquete de programas de regulación gradualista, muchos de los cuales fueron diluidos en el Senado por la reaccionaria ala segregacionista sureña de su propio Partido” [8]
Roosevelt se diferenciaba de Hoover principalmente en su disposición a "considerar una mayor intervención del gobierno en el mercado privado para salvar el capitalismo". En sus famosos primeros cien días, el nuevo presidente emitió una serie de regulaciones de la banca y la industria en un intento por detener las quiebras y la sobreproducción que habían detenido la economía.
Pero el paquete de medidas, el primer “New Deal”, que ofrecía magros empleos a los trabajadores calificados sin empleo sería insuficiente: había quince millones de personas desempleadas en 1933, pero la administración Roosevelt, además que reconocía una cantidad menor, no estaba preparada para financiar trabajos para todos ellos, como vemos en esta declaración de su consejero Harry Hopkins, creador de la Administración de Obras Civiles (CWA),
"Dijimos que íbamos a poner a trabajar a cuatro millones de hombres", recordó Hopkins. “¿Cuántos supones que solicitaron esos cuatro millones de empleos? Unos diez millones. Ahora no digo que haya diez millones de personas sin trabajo, pero diez millones ... hicieron cola, muchos de ellos toda la noche." [9]
Trotsky analizaba la situación de esta manera:
"(El régimen de Roosevelt) utilizó los recursos financieros del Estado para socorrer a las empresas bancarias e hizo votar leyes que restringían la competencia, permitían el alza de los precios, etc., es decir, que favorecían al capitalismo monopólico... Roosevelt servía efectivamente a los intereses capitalistas conteniendo el descontento de las masas trabajadoras urbanas y rurales por la vía de una política que consistía en pequeñas concesiones parciales, con frecuencia ilusorias y principalmente en promesas demagógicas." [10]
Pareciera que estamos hablando de López Obrador, pero no es así. Aunque, de hecho, el mismo AMLO resalta dichas "concesiones parciales, ilusorias y demagógicas" en su libro "La gran tentación" de la siguiente manera:
"construir obra pública para reanimar el empleo, subsidiar los precios agrícolas para frenar la ruina de los granjeros, unificar y desarrollar las políticas asistenciales para reducir la pobreza; someter las instituciones financieras a un riguroso contro político y reglamentar las relaciones entre capital y trabajo, para estimular la producción industrial, y mejorar, al mismo tiempo, las condiciones de vida de los trabajadores." [11]
López Obrador asume que estas medidas, que coinciden en varios aspectos con su programa actual, fueron llevadas a cabo exitosamente:
"Con este programa o Nuevo Pacto Rooselvellt frenó los efectos más nocivos de la crisis y, más que nada, generó la esperanza en su pueblo para las transformaciones futuras." [12]
Tenemos otros datos, pues, en relación a las masas, las medidas del New Deal que presume López Obrador no ayudaron a mejorarles su situación, eran medidas muy parciales y limitadas; las pequeñas concesiones decretadas no sirvieron para erradicar de raíz la pobreza, el desempleo ni la carencia de vivienda, mucho menos la recuperación salarial y una mayor asignación de horas de trabajo. Las medidas cosméticas ya no engañaban a los pobres de la ciudad y el campo. Por ello siguieron dándose ejemplares peleas clase contra clase.
El desempleo bajó de 25% a 21.7 en 1934, es decir, muchas fábricas empezaron a contratar, muchos de los que entraron tenían años de experiencia de lucha en las calles como desempleados y ahora se estructuraban para recuperar las pérdidas en salarios y horas asignadas, entre ellos, destacados luchadores ganados a la militancia revolucionaria.
Se vino una gran oleada de huelgas, de trabajadores textiles desde Nueva Inglaterra hasta Georgia. Y luego de los mineros y los transportistas, destacándose en tres huelgas en Toledo, Minneapolis y San Francisco en las que los trabajadores sindicales, liderados por socialistas, ganaron la mayoría de los trabajadores de cada ciudad para apoyar activamente su lucha contra las empresas y la policía.
La Liga de Desempleados, empujó la huelga de Toledo: "Los partidarios del pastor Muste habían dirigido una gran huelga en Toledo. Los trotskistas se habían distinguido en Minneápolis. Toledo y Minneápolis se habían ligado como símbolos gemelos de los dos puntos más altos de militancia proletaria y dirección conciente." [13]
El escenario de la respuesta del Estado ante el ascenso obrero y la crisis internacional nos lo proporciona Trotsky:
"El capitalismo no ve claramente otra salida a semejante impasse que el empleo de la fuerza contra las masas trabajadoras por un lado, y contra otros grupos de potencias imperialistas por el otro. Es así que se observa a la vez un agravamiento de las leyes represivas y de los recortes a las libertades civiles —aunque se lo pueda atribuir sobre todo a los estados y municipios, dejando al presidente nacional el privilegio de posar de "liberal"— y bajo la inspiración, esta vez, de Roosevelt, un gasto anual de más de mil millones de dólares para la preparación militar y naval, una suma muy superior a a todas las de los períodos precedentes." [14]
Así que Roosevelt se caracterizaba más como autoritario y represor en lo nacional y como militarista en lo internacional, lo cual combinaba con pequeñas e insuficentes concesiones a algunos sectores de las masas. Entonces, el New Deal, complementado por la ley del Seguro Social no fue una dádiva de Roosevelt, una medida progresista de un hijo de una de las 50 familias más poderosas de EE.UU., sino una conquista arrebatada con los piquetes huelga y la organización de los demás sindicatos y mujeres de cada ciudad en derredor de los huelguistas.
A diferencia de la visión lopezobradorista de la aparición de un "rico bueno" en el peor hito de la historia de EE. UU. (y quizás hasta antes de la actual pandemia, habrá que esperar y ver), ¿no será que el poder determinante de una clase obrera organizada, fue el que dejó su marca, las conquistas de la seguridad social, por varias décadas, que sólo pudieron empezar a desmantelaras a partir delos años 80’s, los gobiernos demócratas y republicanos hasta dejarlas prácticamente privatizadas?
Aún así, que López Obrador diga que aplicará un New Deal en México, apoyándose en la imagen de Roosvelt, para salir de la crisis, pudo ser una forma espontánea de salir del paso en aquel día en que tenía que reconocer los malos pasos de la economía y el obstáculo de la pandemia para lograr una pronta recuperación.
Cómo se resolvió la crisis provocada por la Gran Depresión
Una enorme cantidad de dinero, como la que se invirtió en 1933 en EE. UU., guardando las debidas proporciones, simplemente no la tenemos disponible, aunque los buitres del FMI ya están rondando Palacio Nacional ofreciendo mayor endeudamiento eterno.
"el mismo New Deal sólo fue posible gracias a la tremenda riqueza acumulada por las generaciones precedentes. Únicamente una nación muy rica puede llevar a cabo una política económica tan extravagante. Pero ni siquiera esa nación puede seguir viviendo indefinidamente a expensas de las generaciones anteriores. La política del New Deal, con sus resultados ficticios y su aumento real de la deuda nacional, tiene que culminar necesariamente en una feroz reacción capitalista y en una explosión devastadora del imperialismo." [15]
Más pronto que tarde llegaría esa "feroz reacción capitalista" y la "explosión devastadora del imperialismo". La gran oleada de pedidos de armamento y los preparativos para implantar su hegemonía interviniendo en la segunda guerra mundial transformó a Estados Unidos. Fue la guerra la que sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión; la que transformó su estructura social incorporando a millones de mujeres y de negros al trabajo industrial; la que creó las bases de lo que Eisenhower denominó el complejo militar industrial; y la que convirtió a este país en una potencia mundial.
Lo del "titán de las libertades" y su New Deal, pareciera una referencia más de los discursos propios de la "Cuarta Transformación" para mantener el ánimo de los millones de seguidores del Morena, cuyo proyecto es, según parece, rescatar de su profunda crisis política y dar continuidad al viejo régimen de subordinación al imperialismo estadounidense, favoreciendo a los grandes ricos de ayer y hoy con los nuevos megaproyectos amloístas, haciendo antesala ante Trump para conseguir un millar de ventiladores, mismos que nos niegan las maquiladoras estadounidenses que los fabrican con esfuerzo de miles de mexicanos, por poner un ejemplo, mientras que para los trabajadores del campo y la ciudad y los pueblos originarios, sólo hay despojos de tierras, asesinatos impunes, precarización laboral y despidos.
Ante una política así, hay que refrendar y sacar a la luz pública la versión de los trabajadores que vivieron y pelearon en medio de las grandes cirisis del capital, de aquellos que se plantaron en los piquetes de huelga y tomaron las calles de las ciudades para torcerle el brazo al gran capital y que los luchadores obreros de hoy deben tener en mente para sustentar las victorias del futuro. |