Luego de hacer una serie de entrevistas a trabajadoras y trabajadores de la salud que desarrollan sus actividades en hospitales públicos, tanto de la provincia de Buenos Aires como de CABA, donde buscaba detectar el nivel de impacto del coronavirus en su salud mental, ha quedado en descubierto la realidad “naturalizada” de sus condiciones de trabajo y los aspectos de la salud mental invisibilizados o negados como “sufrimientos” o enfermedades laborales que se potencian con esta actualidad.
En ese sentido, el reclamo legitimo de la falta de insumos deja al descubierto la potencialidad de contagiarse, y descubriendo esa primer capa de angustia, debajo se ven años y años de acumulación de desgaste emocional ligado al burnout, producto de las condiciones de trabajo generados por años de desinversión que se arrastran en el sistema de salud.
Cada persona que trabaja en este sector transmite una calma tensa cuando habla, esa en que sabe que algo va a venir, pero no cuándo, ni cómo va a llegar: “desde que empezó la crisis del coronavirus, llevé a mis hijos a vivir a la casa de mi madre por temor a contagiarlos”. Esta frase se repite una y mil veces con cada trabajador o trabajadora de la salud con la que hablé. Quien no tiene hijos me habló de sus padres, adultos mayores a los que decidieron no visitarlos más, o de sus hermanos, parejas, o de todos aquellos de quienes pudieran estar cerca.
Hoy la vulnerabilidad de sus cuerpos no pasa tanto por el temor a contagiarse a sí mismos, sino a ser quienes lleven el virus a sus casas y destruya así su refugio.
Me cuentan que: “En el hospital tenemos insumos escasos y que no van alcanzar”, “tenemos insumos que no son los adecuados”, “los camisolines son una prenda de lujo si les tapa los brazos enteros”, “los barbijos no llegan (algo que debería ser indispensable en todo momento)”, “siento que los esfuerzos que hacemos serán en vano cuando empecemos a enfermar quienes trabajamos en salud”, “no vamos a tener rotación”, “siento que a nosotras no hay quien nos cuide”. Estas frases son las que los y las hace quedar en descubierto, como sus brazos. Desprotegidos, sin defensas para afrontar la angustia de lo que va a venir. En varios hospitales han reconvertido el personal que allí trabaja y quienes antes estaban en un consultorio de atención ambulatoria hoy se encuentran en primera línea
Sin embargo, no es a la propia enfermedad a quien le temen, sino lo que pueden (trans)portar. “No somos héroes” repiten mucho, agradeciendo los aplausos y el reconocimiento de la población. “Somos personas que trabajamos en salud, precarizadas y con los recursos escasos”.
Las cifras internacionales coinciden en que el número de personas contagiadas que trabajan en los sistemas sanitarios, se encuentra entre el 10% y 12% de la población. Mientras que en Argentina, el tiempo que lleva el desarrollo de la enfermedad ya lleva infectada al 14 % de trabajadores de salud, según reconoció el Ministerio de Salud, siendo esta la más alta del mundo incluso superando a España, tal como lo denunció FESPROSA (Federación de Profesionales de la Salud)
Son quienes además conocen el desgaste que significa trabajar en medio de una pandemia. Florencia trabaja como médica en el Hospital Posadas en el sector pediátrico y recuerda cómo fue haber vivido la pandemia de la Gripe A: “Era residente, recién ingresaba al hospital, y fue una experiencia de estar horas y horas en el hospital, con poco tiempo de descanso, llegaba a casa y apenas podía descansar y ya tenía que volver, teníamos poca rotación.” Recuerda la sensación de agotamiento físico y mental de la que tardó mucho en reponerse.
No es la única que hace referencia a la Gripe A. Quienes llevan años trabajando en salud y ya han pasado por esa experiencia (y aunque saben que ambas enfermedades no son comparables) la asocian con un desgaste producto de estar largas jornadas y con rotaciones con pocos descansos, la incertidumbre de lo que no conocen y que no pueden anticipar.
Burnout y crisis de salud
El Paciente Cero pasó a ser la crisis que hay en salud producto de tres décadas de desinversión y de los ajustes en el sector, ya se veía un colapso previo a esta crisis sanitaria que hoy se abre a nivel mundial.
Jornadas extenuantes, que muchas veces superan las doce horas, los ritmos de trabajo que casi siempre incluye dos o más lugares de trabajo, condiciones de seguridad precarias, con poco tiempo de descanso entre tareas y lugares poco adecuados para hacerlo, guardias extensas, falta de insumos su escasez, para nombrar lo que primero señalan, son la cotidianeidad que se naturaliza en el trabajo en salud.
No se habla de la capacidad o tiempo de recreación y ocio porque eso lo ven como un lujo; y todo ello junto con las amenazas de despidos, de contratos precarios y salarios magros muy por debajo de la canasta familiar.
Hoy a esto se le suma un virus, que además amenaza su integridad física y la de sus familias. Quienes trabajan en el sector salud, ya llegan con montos elevados de estrés, y saben que lo peor está por venir.
Cinthia trabaja como enfermera en el Hospital Posadas y en el Hospital Durand, cuenta la preocupación que siente, ya que al trabajar en varios lugares tiene que viajar en transporte público de un lado a otro y puede contagiarse y contagiar con mayor facilidad: “trabajo todos los días de la semana, porque si no, no llego a cubrir mis gastos. Esto lo hacemos la mayoría de los que trabajamos en salud, vamos de un lado a otro, y descansamos cuando podemos, hay jornadas que trabajo durante 36 horas seguidas".
El “burnout” (síndrome del "quemado") no es una palabra nueva, es el padecimiento psíquico asociado a las personas que trabajan cuidando a otras personas, y en cada sector tiene su particularidad.
En el sector de salud, los más afectados resultaron ser las enfermeras y el personal que trabaja en guardia, emergencias y cuidados intensivos.
Este síndrome que produce despersonalización, desinterés por la tarea, insomnio, alteraciones de la conducta y agotamiento emocional, consumo problemático de sustancias (alcohol y drogas), llegando en los casos graves a depresión o incluso conductas autoagresivas, sobredosis o suicidios ya era una alarma en el sector, que era considerada la principal causa del ausentismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó el burnout como enfermedad en el CIE-11 (calificación internacional de enfermedades), sin embargo en la legislación argentina no es considerado como enfermedad profesional, es decir, que es producto por y en el trabajo, y como subproducto de ello, lleva a quienes lo padecen a convivir con este sufrimiento como una afección individual, naturalizando malestares para poder cumplir con sus tareas.
Si a este sufrimiento que ya está instalado, se le suma una nueva amenaza externa, esos psiquismos se encuentran doblemente amenazados.
Una residente de medicina general relata: “Trabajo doce horas seguidas, con guardias semanales de 24 horas. Llego a mi casa y además mi hija me demanda que la ayude con la tarea”. La angustia es no poder ayudar a su hija con sus tareas, pero no puede lograr asociar esa angustia y enojo con estar en tensión durante 12 horas en medio de una pandemia.
En investigaciones recientes que se hicieron con personal que trabajó durante la pandemia en China, se arrojó la cifra alarmante que, el 72% sufrió de angustia desmedida y el 50% presentó síntomas compatibles con la depresión.
(Portada de New Yorker. 6 de abril2020, su autor es el artista Chris Ware, que confesó que la idea surgió de su hija de 15 años, que le dijo: "Asegurate de que se refleje de que los médicos también tienen familia e hijos").
Otro índice que cobró significado fue la escala de ansiedad, irritabiliad y fatiga. Muchos de ellos mostraron sentimientos de culpa por no poder ayudar o colaborar aún más con las tareas que recaían en las espaldas de quienes se quedaban en la primera línea, y la triste noticia que recorrió el mundo de las enfermeras de Italia que se quitaron la vida.
Lo que se observó en los diferentes países fue la angustia que crecía entre este sector de trabajadores que tenían que enfrentar la pandemia sin el equipo y los instrumentos adecuados.
En Argentina se ha redoblado esta preocupación, ya que además se suma la amenaza de ser despedidas si lo denuncian públicamente. La falta de insumos ha sido el principal caudal de denuncias en este diario, proveniente de diferentes lugares, y podría asociarse rápidamente a los índices de contagio.
Una enfermera nos contaba que, en su lugar de trabajo, no tenían ni barbijos y que gracias a una vecina pudieron obtener algunos por una donación: “nos obligan a trabajar sin barbijos o camisolines en las zonas de riesgo porque no alcanzan y crean teorías para justificar que está bien que se trabaje así, aunque yo conozco muy bien como se tiene que trabajar”.
Otro de los aspectos indagados fue si frente a la situación que están viviendo y a esa angustia que muchas veces sienten, tienen espacios dentro de los Hospitales para poder ser contenidas o poder trabajar como equipos estas situaciones. La respuesta fue negativa. En contrapartida, Cynthia tomó una tarjeta que le hicieron llegar de un grupo autogestivo de profesionales de la salud mental, que se organizaron para brindar acompañamiento durante esta crisis para quienes trabajan en hospitales.
La OMS ha dado sugerencias para el cuidado de la salud mental de quienes se encuentran trabajando en el sector, que de solo enumerarlas (cuidar las necesidades básicas, descansar, alimentarse bien, planificar una rutina fuera del lugar de trabajo, mantener el contacto con sus seres queridos, entre otras) se cae por diez subsuelos en la lejanía que se encuentra con la realidad que viven hoy quienes están en la primera línea.
A este sector esencial por excelencia en medio de la pandemia, no alcanzan los aplausos que se repiten todos los días. La solidaridad es reconocida, y ese acompañamiento es necesario, pero saben que no alcanza. Con quienes hablamos, reclaman que como parte de los insumos de protección, se hagan los testeos para el personal de salud, porque es la única forma que tienen para saber cómo proteger también a sus familiares y pacientes.
Pero hay algo que también es necesario: desnaturalizar la manera en que se viene trabajando desde hace años. Como principal punto destaco el fin de las contrataciones y de la precariedad laboral con la que se encuentran la mayoría de quienes trabajan en el sector, como así también el fin de la tercerización de sectores. Pelear porque se hagan efectivas las 6 horas diarías que vienen reclamando en el sector y con salarios acordes a la canasta familiar; como así también la unificación del sistema de salud público y privado que permita que la salud sea realmente una prioridad para el conjunto de la población, es una exigencia de primer orden. |