Como lo había anunciado en un video hace unos días, el secretario de educación pública, Esteban Moctezuma, estuvo ayer en la conferencia matutina de López Obrador para hablar del “aprendizaje a distancia” y el calendario escolar.
En su intervención comenzó diciendo que “la escuela es relación con otros”, y que en este periodo de contingencia la SEP se ha dado a la tarea de facilitar el vínculo entre alumnos, padres y madres con el magisterio.
“La escuela es ese vínculo, no el edificio”, sentenció el secretario. Extraña declaración para quien, no por casualidad, en plena crisis económica desarrollándose, acaba de cerrar un contrato, como titular de la SEP, por 969 millones de pesos con Seguros Azteca, propiedad de Ricardo Salinas Pliego (Grupo Salinas), su ex jefe, precisamente para asegurar los edificios escolares.
Detrás de ese discurso, además, están las intenciones de incorporar paulatinamente la modalidad virtual como modo de enseñanza habitual, según expresó Esteban Moctezuma hace 20 días. Un jugoso negocio que se contempla desde la SEP, para que grandes compañías como Google y Microsoft puedan lucrar con la educación pública, sin darle importancia a lo que significa el espacio escolar en términos de socialización entre niñas, niños y adolescentes.
El secretario de educación continuó, dirigiéndose al presidente, para decir con orgullo que “no obstante las circunstancias anormales, el sistema educativo se mantiene activo".
El pequeño detalle es que estas “circunstancias anormales” consisten en que los contagios y las muertes por Covid-19 van a multiplicarse exponencialmente las próximas semanas (ayer se declaró la Fase 3), mientras médicos, enfermeras y personal hospitalario no dejan de denunciar la falta de insumos para proteger su salud y para atender a los pacientes.
Lo anterior, en un contexto signado por la especulación con los precios de artículos de primera necesidad, millones de despidos, reducciones salariales, suspensiones sin goce de sueldo, obligatoriedad de trabajar -bajo amenaza de perder el empleo- en sectores no esenciales de la economía durante la contingencia, y falta de condiciones de seguridad sanitaria en sectores esenciales; sin olvidar que más de 32 millones de personas se ocupan en la informalidad y se ven en la disyuntiva de salir a trabajar y arriesgarse al contagio, o quedarse en casa y morir de hambre.
Pero a pesar de estas circunstancias y sus consecuencias –materiales y psicológicas- en las familias de nuestros alumnos, el titular de la SEP insiste en que “juntos vamos a sacar adelante el ciclo escolar”, eso sí, “no para cumplir con un requisito”, sino que pretende que, así como están las cosas, se logren los aprendizajes esperados contemplados en planes y programas de estudio.
Por otra parte, han circulado en redes las críticas respecto a la falta de acceso a la tecnología necesaria para la educación a distancia, obstáculo que la SEP presenta como prácticamente superado mediante las clases por televisión que empezaron a transmitirse el lunes, junto a las clases por radio para comunidades indígenas y cuadernillos para las zonas más marginadas. ¿Y los alumnos que queden en rezago?, se promete apoyarlos tras el regreso a las escuelas.
El capital “a distancia”
Para entender este empeño de la SEP en mantener el ciclo escolar a toda costa, hay que considerar la presión que sectores empresariales están ejerciendo hacia el gobierno para reanudar las actividades productivas normales, sin importarles la salud de millones, con tal de recuperar sus ganancias.
Y qué decir de Salina Pliego, el campeón en defender la continuidad de las labores en sectores no esenciales, en primer lugar en sus empresas, como Elektra, y que en voz de Javier Alatorre llamó a no hacerle caso al subsecretario de salud Hugo López-Gatell y sus indicaciones frente a la pandemia.
Esta lógica empresarial, que es la lógica del capital, es la misma que guía los empeños de la SEP, como no puede ser de otra manera en las instituciones de un Estado capitalista. De ahí lo dicho ayer por Moctezuma en el sentido de que “Aprende en casa” no sustituye a los maestros, sino que es para aprovechar el valioso tiempo de la experiencia del aislamiento en casa.
En el mismo sentido, el secretario de educación deslizó la idea de que el aprendizaje a distancia que propone la SEP es para no estar “sin hacer nada” (tanto maestros como estudiantes), mostrando un absoluto desconocimiento de la vida cotidiana de nuestros alumnos y alumnas, que en su gran mayoría, si no en su totalidad, ayudan en las labores del hogar, muchos cuidan a sus hermanos u otros familiares y muchos trabajan con sus padres y madres o aparte.
En el caso del magisterio, las labores en el hogar tampoco han cesado, sino que se han incrementado en el caso de quienes tienen hijos, recayendo principalmente sobre las maestras, que son la gran mayoría del gremio docente, al menos en educación básica.
Cuántos casos habrá, además, de familias de la comunidad escolar con casos de contagio, con todo lo que implica, ya sea que estén hospitalizados o aislados en casa.
Entonces, para los tiempos que quedan libres, ¿es condenable que alumnos y maestros se distraigan con lo que les guste?, ¿lo que corresponde es tratar de meter los contenidos académicos -cuya crítica es tema de otra discusión- pensados para tiempos normales?
En lugar de continuar con los planes y programas como si el único cambio fuera que en vez de clases presenciales ahora son a distancia, los maestros podemos aportar, como guías en la medida de lo posible, con sugerencias para el desarrollo del aprendizaje autónomo, el pensamiento crítico frente a la situación actual, las capacidades creativas y artísticas de los niños, niñas y adolescentes, el hábito de la lectura, la inmersión en la cultura universal, la búsqueda de nuevos conocimientos, el aprendizaje práctico como cocinar, etc. Actividades que no representen una carga odiosa para “cumplir con un requisito”, y que no contribuyan al estrés y la tensión que se puedan estar viviendo en casa.
Los contenidos académicos bien podrían recuperarse, mediante ajustes en las planeaciones, una vez que se retomen las clases presenciales, incluso como parte del inicio del siguiente grado escolar si no hay condiciones para volver en el actual, y en este caso que haya pase automático, como se hizo en Italia. En medio de una crisis de esta naturaleza, las prioridades son otras. Esto es lo que debemos exigir las maestras y maestros, y darles un respiro a nuestros alumnos, alumnas, sus familias y las nuestras en medio de la crisis sanitaria, económica y social.
Por lo pronto, Moctezuma Barragán anunció la reanudación de clases presenciales para el 1 de junio (el 17 de mayo en los municipios “libres de riesgo”), además de una readecuación al calendario escolar para concluir el ciclo el 17 de julio (el fin de cursos estaba programado originalmente para el 6 de julio). Es pertinente preguntarse, ¿por qué esta readecuación al calendario si están imponiendo el aprendizaje a distancia basado en los planes y programas?
Negligencia institucional
Pero más grave aún es la precipitación con que se pretende reanudar las clases presenciales.
Ayer una periodista hizo notar la poca distancia que hay entre las fechas que se prevén para el pico máximo de la epidemia y el regreso a las escuelas, preguntándole sobre los riesgos de contagio en niños, profesores y padres a Esteban Moctezuma, quien desarmado para responder tuvo que recurrir a López-Gatell.
El subsecretario de salud explicó que, según modelos matemáticos y si se siguen las indicaciones de la jornada nacional de sana distancia, el momento de mayor intensidad de la epidemia se alcanzará entre el 8 y el 10 de mayo, es decir 20 días antes del retorno a las escuelas.
Se trata de menos de la mitad de los días que transcurrirán entre el inicio de la jornada nacional de sana distancia (23 de marzo) y el pico de contagios, pero en momentos en que la cantidad de infectados se habrá multiplicado exponencialmente, y con ello el riesgo de transmisión del virus si se retoman las actividades normales.
El subsecretario es claro al decir que las medidas de mitigación que se están adoptando no persiguen la extinción de la epidemia, sino su disminución, y que después del punto máximo seguirán habiendo casos pero en una tendencia decreciente. Lo que no menciona es la posibilidad de un rebote en los contagios si se vuelve a las concentraciones masivas de gente.
Ya hemos escuchado antes cómo el Dr. Gatell justifica la insuficiencia con que el gobierno está enfrentando la crisis sanitaria, por ejemplo, argumentando a favor de no implementar test masivos, que servirían para detectar, aislar y controlar la propagación del virus; recurriendo en su lugar al método centinela, que sólo sirve para muestrear, monitorear y administrar la pandemia.
Ahora el funcionario se contenta con presentar alternativas exageradas o imposibles, como una paralización total de la sociedad o mantener las medidas de restricción hasta el 2022, para justificar la vuelta precipitada a las aulas, como si en medio no hubiera otras posibilidades.
Volver a concentrarnos por cientos en las escuelas, apenas 20 días después de alcanzar el máximo de contagios, significaría exponer innecesariamente la salud de las comunidades escolares y nuestras familias. Maestras, maestros, madres y padres de familia debemos oponernos firmemente a esta negligencia, exigiendo la vuelta a las aulas hasta que haya condiciones seguras; y no para volver a las mismas condiciones de antes, sino organizándonos para obligar al Estado a garantizar lo mínimo para el cuidado de la salud, como agua corriente, jabón, gel antibacterial y médicos escolares, además de la construcción de más salones y más escuelas para reducir la cantidad de alumnos por grupo y conservar la sana distancia el tiempo que se requiera, pero también como parte de mejorar las condiciones de la educación pública, hoy expuestas en todas sus carencias por la pandemia. |