Para conocer más de estas realidades nos contactamos con representantes del pueblo ayoreo y guaraní ubicadas en áreas urbanas de Santa Cruz; Zoila Monasterio Mburuvicha de la Capitanía Guaraní de Copa Bélgica; Manuel Chiqueno presidente de la Central Ayorea Nativa del Oriente Boliviano y Marilin Carayuri comunaria guaraní de Pueblo Nuevo.
La demanda principal de los pueblos indígenas es el acceso a la alimentación y a medidas que puedan asegurar su sobrevivencia en el tiempo que dure la cuarentena. Se ven perjudicados por la lejanía de sus comunidades con los centros de abastecimientos y además señalan la existencia de sobreprecios reduciendo aún más su acceso a la compra de productos.
Recordemos que la mayoría de las poblaciones de pueblos indígenas de tierras bajas han sido afectadas por los desastres ambientales a raíz de los incendios del segundo semestre del 2019 (fruto del acuerdo del ex gobierno del MAS con los agroindustriales que se encuentran ahora en el gobierno). Tras ese golpe, que acabó con sus medios de subsistencia, los pueblos indígenas sufren una doble afectación con la crisis alimentaria y sociosanitaria desatada por el coronavirus.
En entrevista para este medio expresaron que la mayor parte de las personas pertenecientes a pueblos indígenas en el área urbana obtiene sus ingresos del trabajo informal y trabajo por jornal. En el caso de las comunidades ayoreas una de las actividades más recurrentes, en el caso de los hombres, es la limpieza de lotes con herramientas manuales (azadón, machete, rastrillo,etc.) y en el mejor de los casos con una máquina desbrozadora. Sobre esta situación la Sra. Marilin señaló:
“Las familias salen a trabajar al centro de la ciudad se vive del día a día del trabajo informal; como le decía el lavado de ropa en el caso de las mujeres, hacer comida para vender; ahora no hay nada de eso entonces, aquí no se tiene un terreno para sembrar, alimentos como en un territorio donde se siembra yuca, frejol sino que aquí se trabaja del día a día” .
Uno de los fenómenos que se observa, producto de esta crisis, es el regreso de comunarios indígenas a sus lugares de origen. Paradójicamente, los diferentes niveles de aislamiento de algunas comunidades, en esta ocasión, son una fortaleza para su sobrevivencia. Sin embargo, si se llegara a tener un brote del virus en alguna de ellas las condenaría a una catástrofe segura al contar con escasos centros de salud que no tienen las condiciones para tratar este tipo de enfermedades. En este sentido manifiesta Zoila Monasterio:
“... ahora más que nunca es importante volver otra vez a vivir así en las TCO en las comunidades porque la mayoría tiene su pequeño chaco y tiene alimentos naturales, aunque a veces afecta porque no sale a vender su pequeña producción que tiene en el área, y resulta que pero ahora más que nunca es tan importante vivir en la comunidad y no en el área urbana donde ahorita estamos siendo más afectados.”
Por otro lado, la viabilidad de los cobros y pagos de las bonificaciones en muchos casos no se podrá concretar por la difícil accesibilidad a sus territorios. Además, existen comunarios que no cuentan con cédulas de identidad y algunos adultos mayores han sido bloqueados por tanto no reciben en años su renta dignidad. Sin embargo, muchas de las comunidades indígenas decidieron cerrar completamente los territorios, de tal forma que solo un miembro de la comunidad saldrá para el abastecimiento. A pesar que existen algunas entidades financieras, los cobros no se efectivizan por la escasa información que llega a las comunidades más alejadas.
Hay una preocupación generalizada de las organizaciones de pueblos indígenas porque si bien en el área urbana se tiene un deficiente sistema de salud, en el área rural esto es casi inexistente o se encuentra a horas de caminata. En el mejor de los casos cuentan con centros de salud o postas sanitarias que no tienen ni los más mínimos requisitos para atender la pandemia y tampoco de bioseguridad para los trabajadores de salud. Es por ello que las personas que habitan en territorios indígenas deben salir a buscar hospitales de segundo o tercer nivel a las ciudades más cercanas o recurrir a la medicina tradicional. Por todo esto, ellos demandan la dotación de materiales de bioseguridad para sus centros de salud y exigen a las autoridades que puedan, de alguna manera, prevenir el ingreso del virus a sus territorios.
Varias comunidades han manifestado demandas mediante cartas resolutivas, pero poco se sabe de las respuestas. El 2 de abril, el pueblo Ayoreo salió en una marcha, y consiguieron una reunión con el ministro de Desarrollo Productivo, Wilfredo Rojo, quien comprometió dar respuestas a sus demandas pasada la cuarentena. Según las entrevistas no hubo acercamiento por parte de las instancias gubernamentales. Ante esta situación, podríamos decir que estamos frente a una vieja (y nueva a la vez, producto del contagio de enfermedades importadas de otros continentes) forma de exterminio de los pueblos indígenas, como lo sucedido en la colonización.
Lamentablemente, sin cambios estructurales, dentro del sistema capitalista la opresión sobre los pueblos indígenas se sostiene a costa de su propia existencia. Además, con los desastres ambientales provocados por la sed de ganancia de los grandes empresarios como los agroindustriales y gamonales, las condiciones de vida empeoran. La situación es muy grave, sobretodo en un momento como el actual donde tiene tanto peso la necesidad de acceso al sistema de salud y el acceso a alimentos se ve restringido. |