La mañana del 23 de abril, el pueblo de la localidad de Punta de Mata, estado Monagas, se concentró en las calles, frente a los comercios de alimentos, exigiendo rebajas en los precios que se han triplicado desde la última semana. Ante la negativa de los comerciantes, la multitud en desesperación entró por la fuerza a los comercios llevándose los productos.
La extensión de la cuarentena sin medidas que garanticen algún ingreso al pueblo sigue haciendo estragos. Millones son empujados al hambre y la desesperación.
El dólar prosigue su ascenso especulativo hasta llegar a los 200.000 Bs., que impacta fuertemente en los precios de la canasta básica, mientras millones no pueden salir a trabajar ni perciben ningún ingreso en el marco de la cuarentena y la crisis desencadenada por el Covid-19.
Desde finales de marzo se vienen presentando protestas en Falcón, Zulia, Cojedes, Lara, Miranda y Anzoátegui. El 21 de abril una ola de estallido social llegó a Sucre, los pescadores de Araya marcharon de forma multitudinaria a concentrarse en la alcaldía y el 22 el pueblo de Cumanacoa se concentró en las vías protestando por alimentos, desencadenando saqueos.
Paralelo a Punta de Mata, se desarrollan protestas y saqueos en Upata, estado Bolívar. Era el segundo día consecutivo en una ciudad del oriente del país donde estallaba en rabia por el aumento descomunal de los precios de los alimentos y la catastrófica situación que viven los sectores populares en medio de la cuarentena por el coronavirus. Allí se reportó un muerto y varios heridos por la acción represiva de los cuerpos de seguridad de la zona.
Lo mismo acontecía también en Guanare, Portuguesa, golpeados igualmente por el hambre y la precariedad que azota al país.
La represión gubernamental viene desplegándose con fuerza contra el pueblo con hambre y múltiples sectores en lucha. El gobierno emplea la criminalización y la persecución contra la clase obrera y el pueblo disgregado.
Mientras la especulación sigue rampantes en un país donde empresarios y comerciantes acumulan todavía grandes fortunas en un mar de miseria y la distribución en manos de los militares se vuelve un hervidero de corrupción.
En cada barrio puede organizarse la comunidad y conformar democráticamente comités para exigir tomar en sus manos el control de la distribución de los alimentos y su centralización a nivel de ciudad. Debe exigirse el acceso público e irrestricto a toda la información relativa a los lugares de almacenamiento, inventarios, centros de producción, cadenas de distribución y transporte, niveles de ganancias, etc. Y que sean esos comités los que fijen los precios y garanticen la distribución de alimentos. El control de las empresas productoras de alimentos e industrias afines por parte de los trabajadores se hace fundamental en articulación con los comités barriales, haciéndose efectiva la alianza obrera y popular.
Con la determinación de la movilización masiva que numerosos sectores populares y obreros vienen desplegando se puede luchar por comités obreros y barriales para garantizar la distribución y control de precios.
Es urgente la discusión y organización de los trabajadores en torno a un Plan Obrero y Popular de Emergencia para hacerle frente a la catástrofe. Solo del pueblo trabajador depende luchar por defender su propia alimentación y recuperar las condiciones de vida.
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