En uno de los correos que envía periódicamente el Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a quienes nos desempeñamos como docentes en el Nivel Terciario llegó el link a un podcast realizado por la Fundación Luminis en el que se entrevistaba a Denise Abulafia, PhD en Biología celular por la Universidad de Miami y presentada en dicho mail como especializada en Neurociencias.
El objetivo aparente de adjuntar esta entrevista en un espacio dispuesto principalmente a la circulación de información entre docentes era el de “ampliar los límites de la escuela”. Son estos discursos los que nos gustaría analizar ya que se hacen presentes con mucha fuerza en estos tiempos de coronavirus, cuarentena y trabajo escolar virtual.
Lo que primero llama la atención y obliga a prestar una mirada más atenta a los dichos de esta especialista es que es fundadora de una plataforma educativa virtual llamada Educatina. La misma se presenta como una Compañía que desarrolla lo que ellxs llaman EdTech, Educación Tecnológica. Cabe aclarar que dicha plataforma fue adquirida hace unos años por la empresa Competir Edutech Group, líder en el desarrollo de “soluciones” tecnológicas para la educación y que convenientemente puso a disposición sus plataformas gratis durante este 2020 luego de la cuarentena obligatoria.
Resulta evidente que ante la obligatoriedad del trabajo educativo virtual lxs primerxs en salir al ruedo serán lxs desarrolladorxs de plataformas educativas virtuales. Su negocio es ese y este momento es propicio para presentar sus productos y, sobre todo, testearlos en tiempo real, con trabajo docente y estudiantil masivos, gratuitos y voluntarios.
El gran dilema que se presenta es el contenido ideológico político que pareciera estar promocionando esta especie de “revolución pedagógica” que casi deberíamos agradecer al COVID-19. Este contenido circula principalmente en los discursos no solo empresariales sino también pedagógicos, estatales, en las escuelas, en las casas, en los medios. Este es un momento de oportunidad nos dicen, aprovechémoslo, adaptémonos, ya que “el cambio es la única constante”.
Algunos de los planteos que nos propone Denise Abulafia están ligados a repensar el rol docente y aquí es donde reaparecen, resignificados por el contexto, prototipos de maestrxs que brindan principalmente contención, acompañamiento. Imagina ella una escuela en la que lxs docentes acompañen el “active learning” de sus estudiantes, que dispondrán de aplicaciones en el celular u otros dispositivos.
El rol sería el de apuntalar, guiar ese aprendizaje (repito, lo llaman active learning, aprendizaje activo) que surgirá principalmente de la interacción entre estudiantes y aplicaciones. Docentes facilitadorxs nos llama ese discurso que en los cuatro años de macrismo hemos escuchado hasta el hartazgo en cada uno de los proyectos de reforma educativa que han elevado o impuesto. Sabemos que una de las búsquedas es la de una mayor flexibilización de nuestro ya mal pago trabajo, en un contexto de uberización del empleo disfrazado de emprendedurismo.
El componente empresarial de estas “resignificaciones” del rol docente es evidente. Más si nos remitimos al año 2017 en el coloquio de IDEA realizado en Mar del Plata. Allí Denise Abulafia participó de una mesa en la que, en palabras del diario La Nación, “varios emprendedores relataron su experiencia y llamaron a renovar el modelo escolar” . En este diálogo entre empresarixs se lanzan sentencias al boleo sin ningún pudor y con el mero objetivo de lograr la colocación de sus productos (algo obvio sabiendo que se trata de un coloquio de IDEA). Denise Abulafia cree “en la escuela, pero no en la de hoy”, y refiere para justificar dicha preferencia a su propia experiencia: “Hay chicos que nos agradecen porque entendieron por
Educatina lo que en clase no entendían. Y si yo pude hacer eso, imagínense lo que puede hacer cada empresa, al menos por las familias de sus empleados” . Es interesante ver cómo, en este discurso, esa escuela de hoy (sin historia, sin contexto, sin conflictos) puede ser reemplazada por el trabajo de muchxs empresarixs, que no solo pueden desarrollar las herramientas tecnológicas que quieren sino que las encauzarán a sus propios objetivos, ya que ellxs saben cuáles son los saberes necesarios para lograrlos. Además esta afirmación plantea una privatización de lo educativo llevado al extremo tal de que cada empresa podría ocuparse de la formación de sus empleadxs y sus familias.
La transformación de las relaciones sociales genera necesarias transformaciones en la escuela, pero ese proceso de cambio es visto por esta mirada empresarial como algo dado, casi biológico, y que, en última instancia no vale la pena analizar ni desentrañar su naturaleza, sus causas. Lo único cierto es que parecen haber encontrado la solución: las nuevas tecnologías. Históricamente se ha dado el debate acerca de las bondades o no de la tecnología. Compartimos aquí la necesidad de pensar históricamente y a la luz de la situación concreta esta realidad. No creemos que las nuevas tecnologías puedan ser tomadas como algo dado (“usemos los celulares en clase porque hoy es lo que manejan lxs chicxs”) sino que su uso debe pensarse en función de las relaciones sociales, políticas y económicas en las que surgen. Uno de los puntos en los que cristaliza con claridad el conflicto de las nuevas tecnologías es la disponibilidad de las mismas.
En pos de una supuesta democratización, este discurso empresarial de la educación virtual nos habla del uso de las “tecnologías diponibles”. Quién no pueda acceder a plataformas podrá usar Whatsapp, quien no conozca los rudimentos de un procesador de textos podrá sacarle una foto a su cuaderno y enviarla. Esto desnuda el carácter desigualador que tienen estos proyectos. Al hablar de “tecnologías disponibles” nos preguntamos ¿qué significa disponer? ¿Yo dispongo en función de qué? ¿Es azarosa la disposición de tecnologías informáticas más avanzadas? Ese no es un problema para estos discursos.
El empresariado interesado en la educación encuentra herramientas disponibles en unxs y no disponibles en otrxs. Seguimos en el terreno de lo dado, y pensar desde ese lugar refuerza las desigualdades. Quienes trabajamos en educación sabemos que no es lo mismo usar plataformas educativas que redes sociales como Whatsapp, y creemos que nuestro rol también nos exige preguntarnos acerca de las desigualdades y de la (no) disponibilidad de herramientas tecnológicas.
El negocio de las plataformas de educación a distancia apunta a sectores medios y altos de la sociedad, aquellos con saberes básicos de informática, aquellos con tiempos para desarrollar una educación virtual, aquellos con hogares adecuados para el trabajo que implica y aquellos con mayor estabilidad y posibilidad de pago respecto de la conectividad a internet.
Estos aparentes discursos pedagógicos que estarían dialogando en las escuelas y centros de formación docente son en realidad discursos empresariales que apuran reformas educativas, evaluaciones estandarizadas y grandes negocios. Mario Pergolini (que, según tengo entendido, de educación no sabe un ápice), moderador del panel antes mencionado en el Coloquio de IDEA, afirmó en una de sus intervenciones dirigida al numeroso público empresario presente: “Ustedes tienen que exigir que modifiquen el sistema de educación que tenemos, porque vamos a perder más tiempo del que estamos perdiendo si seguimos educando igual que nos educaron a nosotros a los chicos de hoy” . Sabemos lo que el tiempo significa para la lógica empresarial.
Estos discursos que escuchamos repetir hasta el hartazgo no son nuevos. Los venimos oyendo desde hace tiempo en las escuelas y en ámbitos más o menos académicos. Desde la necesidad de construir nuevos modos de ser docentes hasta el aprendizaje por proyectos, desde la sociedad el conocimiento hasta el emprendedurismo y la meritocracia.
Este contexto de pandemia y cuarentena nos pone a lxs docentes en el centro de una discusión que pareciera que nosotrxs no damos (o al menos no proponemos las soluciones) y potencia a lxs gurúes de las reformas educativas que vienen acompañados de un discurso biologicista, desde las neurociencias hacia la educación emocional. Muchas veces son tentadores esas fórmulas, por eso no podemos como docentes caer en la trampa que renuncia a la reflexión crítica de nuestras propias prácticas.
No renunciamos al uso de las nuevas tecnologías, reclamamos el acceso a ellas de todos los sectores excluidos; no nos oponemos a innovar en nuestras prácticas incorporando herramientas nuevas, exigimos formación y participación en el desarrollo de esas herramientas; no nos oponemos a la redefinición de nuestro rol de educadorxs, nos oponemos a la mercantilización de la educación, al emprendedurismo como modelo de empleo, a la precarización de nuestros trabajo y de nuestros lugares de trabajo.
No nos oponemos al debate al interior de la comunidad educativa, nos oponemos a un estado que nos propone como insumos propuestas ligadas al modelo empresarial (y en obvia connivencia con él) que piensa a la escuela en función de la maximización de ganancias, de modelos de equidad en los que cada unx tendrá acceso a la educación acorde sus posibilidades socioeconómicas, con las herramientas a las que pueda acceder.
Entendemos que es este un momento complejo pero que nos obliga a reflexionar acerca del lugar que ocupamos, del que nos quieren hacer ocupar y del que nosotrxs queremos construir como trabajadorxs de la educación. |