El laburo arranca temprano. Depende en que sector estés puede ser cosecha, empaque o fábrica. Desde antes de que salga el sol filas de obreros se reparten para la producción del limón. Producto que luego ira a distintos puntos del planeta tierra: China, India, la Unión Europea. La super producción del limón tucumano le pone precio al cítrico en todo el mundo.
"Vamos con dos obreros desde temprano al empaque. Es uno chico, habrá unos 80 obreros. Es un tinglado chiquito". Ahí cuentan que pasaron por otros donde no te dan las manos para agarrar el precioso cítrico amarillo. "El salario no está estipulado en el limón. Te pagan por cajón entregado. El laburo es de unas 12 horas seguidas".
Le pregunto a J. cuanto tarda en llenar y tener listo uno. Me dice que fue perfeccionando su técnica, tarda entre 3 a 4 minutos en hacer un cajón. En todo el jornal llega a hacer entre 250 y 300 bultos. El proceso es así, una maquina tira los limones en función del peso en tres cajoneras distintas. Cada obrero u obrera manotea de la cajonera y va llenando los cajones a sus pies. Un supervisor va viendo los cajones que se van apilando atrás de cada operario, de ahí saldrá la suma de lo empaquetado en el día, también de ahí saldrá el salario de cada uno y una. El precio del cajón entregado es de $12, aunque depende del empaque ese es el precio estándar.
Todo depende del clima en el limón. Si llueve no se trabaja. Si no estacionó la fruta, proceso que dura unos dos días, no se trabaja. Cada día no trabajado se vuelve un pesar para los obreros y sus familias. Cada cajón hecho no alcanza ni para comprar un paquete de fideos.
Laburar y vivir por temporada
En la edad media la vida era básicamente por temporada. En primavera y verano se producía lo que luego se consumiría en el otoño e invierno. El retrato que Vivaldi hace de las temporadas en su famosa sinfonía de “Las cuatro estaciones”, es que el invierno siempre estaba ligado a la oscuridad y a la tristeza, no es extraño, era el momento en que todo se caía y donde miles morían de hambre. Esa idea del invierno llega hasta nuestros días pandémicos, pero con otros correlatos.
En el S. XXI, D. me dice que el labura 4 meses en el limón (de finales abril a agosto), 4 meses en la construcción o si el rubro viene mal en changas o directamente desocupado y 4 meses en la manzana y en la pera en el sur (de enero a abril). Su vida tiene un ciclo. Sabe que durante meses no vera a su familia. Dice que su familia está contenta de que por lo menos tenga trabajo. Me cuenta que en el sur, en la provincia de Río Negro, vio mucha gente con los bolsos, varada sin saber que hacer porque no tenían un trabajo, sin poder trabajar, sin poder volver. El pasaje para volver sale más de $4.000. Hay veces que viajan familias enteras, que sin saber van con sus familias y allá lejos de todo quedan en la nada, durmiendo en las plazas. Que eso lo puso triste. A mi también.
El trabajo a destajo, el secreto atrás del milagro del limón tucumano
Abro la revista Forbes, ahí ubicados en el puesto 26 de los superricos de la Argentina aparecen los hermanos Daniel y Pablo Lucci, los dueños de grupo Citrusvil. La principal productora de limón del país. Empresa exportadora, empresa emprendedora, empresa insignia de su rubro. Su fortuna escala hasta los 680 millones de dólares. O la citrícola San Miguel que tuvo ganancias por 5.700 millones el año pasado.
Busco googleando a la empresa Argenti Lemon, otra exportadora de limón. Veo atrás de muchas pestañas que saltan que exporta a Estados Unidos. Veo un video de su presidente, Álvaro Bulacio, que nos cuenta el enorme aporte al federalismo y al trabajo que hacen estos grupos citrícolas. Recuerda este empresario que bajo el Onganiato, 50 mil tucumanos tuvieron que emigrar de la provincia producto de la baja del azúcar y el cierre del sector azucarero, formando el primer cordón de lo que hoy se conoce como el conurbano bonaerense. Nos recuerda cuan caritativa y productiva es su presencia en la provincia. Nos recuerda que hay que agradecer que entre el trabajo a destajo y el no trabajo, existen ellos.
Me esfuerzo y veo otro video de Pablo Lucci en la cumbre empresarial de “Federalismo y libertad”, quien le agradece al anterior gobierno de Mauricio Macri haberle recordado a los empresarios que hay gente “que quiere trabajar y no vivir de la dadiva del gobierno”. Que es una suerte para los emprendedores tener la ambición de apostar a la Argentina, de ser mejores ciudadanos. Esta gente chorrea ganas de recibir agradecimientos. El gobierno de Manzur y de Alberto Fernández los halaga, son a fin de cuentas la industria insignia del norte.
Hay que agradecer a estos señores. Ellos se esfuerzan por darle trabajo a la población de la periferia argentina. Son hombres correctos, de ley. Lograron, como hombres de ley que son, pagar menos impuestos que los trabajadores precarios que contratan. El limón no paga ni ingresos brutos, están exentos por el bien que le hacen al país. Lograron abrirse al mundo y llevar el limón hasta la India como tan patrióticamente nos recuerda el diario La Gaceta. Lograron en base a callos y sangre de los trabajadores y las trabajadoras, abrirse camino hasta las páginas de la revista Forbes que tengo en mis manos.
Lo lograron. Han sabido abrirse camino en el tremendo mundo de los negocios. ¿Cuál fue su secreto? Lograr que no exista siquiera un salario mínimo para los 40 mil trabajadores citrícolas que trabajan en el limón en Tucumán. Es el mundo de la libre empresa, no los señalen con el dedo, tienen su derecho. Son una actividad esencial e importante, como nos recuerda el gobernador. Son emprendedores como nos recuerda Ramón Ayala, señor Secretario General de la UATRE nacional.
¿Dónde está el secreto? En los $12 por bulto, a cajón entregado. J. es un hombre sereno, es un hombre con la mirada tranquila. En sus manos, en su espalda, ahí está todo el peso del limón. Un cítrico valioso. Un negocio. Son los 3 o 4 minutos por bulto entregado. Ni más, ni menos. Los buenos hombres del imperio del limón, los “federalistas”, viven de la productividad de ellos, de los J.
Algo se pudre en el Jardín de la República
El limón. Eso que vos usas para meterle a tu ensalada. Para esparcir en la milanesa. Eso que llega a vos tan sencillo, amarillo reluciente. Eso sabelo, se hizo a destajo. Eso se hizo con un hombre o una mujer manoteando de una cajonera honda llenando la mayor cantidad de cajones por minuto. Eso se hizo con las manos callosas. Hijo de yuta el limón, que sabe abrirse paso hasta vos.
Manzur insistió para que se activase en la cuarentena el limón, diciendo que iban a estar las medidas de seguridad. Dentro del caluroso tinglado no hay medidas de seguridad e higiene. Hay hombres y mujeres amontonadas, en una cajonera agarrando limones sin parar. Hay desesperación por alcanzar una producción que resista los tiempos de desocupación. Hay en cada limón algo que te lleva a estar más cerca de los $12. Ni siquiera pueden cobrar los 10 mil que propuso el gobierno porque están trabajando (en negro), pero están trabajando, razonan los burócratas gubernamentales.
La belleza de los valles verdes, con las plantas de limón en el horizonte fueron la primera imagen que me cautivo de Tucumán. Es de una hermosura tremenda. La belleza de los Valles calchaquíes, del verde mezclado. Es bellísimo. Detrás de toda esa belleza se esconde una historia de esclavitud y de trabajo a destajo. El verde de los limoneros y la crueldad empresaria. Algo se está pudriendo en el Jardín de la república. |