El escenario actual está, bajo todas luces, signado por la experiencia colectiva de la pandemia de Coronavirus. El mundo de la academia e intelectualidad de izquierda no ha estado por fuera del fenómeno, y ha suscitado importantes reflexiones en el ámbito político y filosófico respecto de los problemas y potencialidad de la situación que estamos viviendo [1].
Recientemente, la escritora, profesora y activista feminista italo-estadounidense Silvia Federici publicó un video [2] donde expuso algunas de sus posiciones respecto a la relación entre la pandemia, el capitalismo y la situación actual de las mujeres, proponiendo también perspectivas programáticas. En el debate convocado por la editorial Traficantes de Sueños, titulado #LuchasPorLaVida, Federici se refirió profusamente a la importancia de la reproducción de la vida, incorporando además algunas medidas concretas sobre cómo responder ante la crisis actual.
En este artículo intentaremos profundizar algunas de las definiciones que plantea la feminista y polemizar con otras, reforzando la idea de la necesidad de debate teórico en el movimiento de mujeres, poniendo la clave en ideas para la acción. Responder desde el ámbito teórico a las problemáticas que atraviesan las personas oprimidas y explotadas del mundo, dentro de ellas nosotras las mujeres, implica desarrollar herramientas que permitan orientar la praxis, sobre todo en un contexto tan complejo como el que atravesamos.
La primera línea contra el COVID-19
Como decíamos anteriormente, el video tiene dos grandes claves: Una, la visibilización de la importancia estratégica de la reproducción de la vida; y la segunda, es la propuesta político-programática que se desprende de su diagnóstico; una especie de programa de acción. Inicia con la siguiente frase: “Las feministas llevamos años diciendo que este sistema no garantiza nuestro futuro ni la reproducción de la vida”. Y es que con el desarrollo a nivel internacional del movimiento de mujeres, los debates que han planteado muchas feministas de izquierda coinciden en cómo el capitalismo neoliberal ha generado una pauperización en las condiciones de vida, reflejado con mayor crueldad en las mujeres, sobretodo en las más precarizadas.
Federici sostiene que la pandemia ha visibilizado la importancia estratégica del trabajo reproductivo, trabajo silencioso que ha recaído en las mujeres a lo largo de la historia. Esto implica que “en situación de pandemia las mujeres somos quienes más sufrimos”. Un ejemplo de esto es la sobrecarga laboral, puesto que las tareas del teletrabajo, por ejemplo, se mezclan con las tareas “domésticas” como el cuidado de infantes.
Esto ha significado un escandaloso aumento de la violencia machista [3]
, crisis de salud mental, estrés y precariedad en la vida de miles de mujeres y personas que realizan labores reproductivas, como las y los trabajadores de la salud. Hoy son quienes están más directamente en exposición a contraer el virus. La cuarentena a la que nos han obligado tiene un carácter muy marcado de clase. Pocas son las que pueden estar tranquilamente en sus casas. Federici afirma entonces que “la primera línea hoy contra la pandemia son (quienes) realizan trabajos de cuidado, que hacen visible la importancia de la reproducción: crianza, cuidado, alimentación”. Para aproximarnos a lo que la autora plantea, debemos poner en común a qué se refiere cuando enuncia “reproducción”.
Reproductivas y productivos
Con esta palabra, no se refiere solamente a la “reproducción” biológica humana, sino a la reproducción de la vida y de la circulación de las mercancías en el capitalismo. Esto está representado en todas las tareas que garantizan la reproducción de la fuerza de trabajo: que las y los obreros vuelvan al día siguiente a trabajar habiendo resuelto sus necesidades básicas. Estas tareas abarcan los cuidados, crianza, alimentación, entre otras. Los cuidados, por ejemplo, van desde la atención en los sistema de salud, hasta tener a nuestro cargo personas ancianas que requieren de asistencia permanente.
Es por esto que Federici afirma que “la reproducción es igual a futuro”.
Lise Vogel [4]
propone una tipología de reproducción que resulta útil para pensar este problema al calor de la pandemia con tres formas en las que la fuerza de trabajo se reproduce:
- Las actividades diarias que ayudan a recuperar al trabajador o trabajadora permitiéndole que regrese al trabajo; incluyendo comida, cobijo, cuidado psicológico y contención emocional dentro del hogar
- Actividades similares dirigidas a no trabajadores (ancianas, hijos, desempleadas) que están fuera de los procesos de producción.
- La reproducción de nuev@s trabajadores: las labores de gestación y parto.
Lo cierto es que la crisis sanitaria visibiliza que el factor reproductivo es clave, lo hemos visto con el rol que han jugado los y las trabajadoras de la salud pública. Y que en este sistema capitalista y patriarcal, quienes realizamos dichas tareas reproductivas somos mayoritariamente mujeres y feminidades.
El trabajo reproductivo en nuestra época sigue siendo un trabajo feminizado, dada la división sexual del trabajo. Y esta división debe su origen en última instancia en un factor que sí responde a la vida misma, la capacidad reproductiva de gestar y parir nuevos seres humanos. Este origen biológico se extiende a lo social, y su división abarca a diversidades y cuerpos feminizados y no binarios, todo lo que no se identifica con lo masculino.
Simone de Beauvoir [5] propone que gestar y parir es una diferencia evolutiva de los mamíferos que en el caso de la especie humana acarrea una serie de complicaciones que pese a los avances de la ciencia requieren de un periodo de manutención donde el cuerpo gestante no puede realizar muchas actividades fuera de gestar: los cuerpos gestantes cargan con el peso de la tiranía de la especie sobre sus hombros. Y pese a que trae costos para los capitalistas, hoy es es preferible pagar bonos y periodos de pre/post natal, a no tener reproducción de la fuerza laboral, es decir, a que no existan nuevos trabajadores y trabajadoras a quienes explotar y extraer plusvalor de su trabajo productivo.
La teoría de la reproducción social que desarrolla Vogel entiende que dentro del capitalismo produccion y reproduccion son ambos procesos intrínsecos para la vida y la circulación del capital. No se trata de desvalorizar un tipo de trabajo o experiencia en función de otra: en palabras de Cinzia Arruzza [6],
“En la realidad vivida, la clase, la raza, la desigualdad de género no son experiencias separadas ni fenómenos compartimentados que interseccionan externamente: su separación analítica es producto de un proceso de pensamiento, que no debe ser confundido o tratado como si fuera el reflejo de la experiencia”.
Lo que se tiende a difuminar cuando hablamos de estas esferas es que si en oposición a la dinámica de extracción de plusvalía se pone centro en lo reproductivo, homologa la utilidad del trabajo concreto a su forma social, cuando son cuestiones distintas. Es decir, en el capitalismo solo el trabajo que genera plusvalor se considera productivo, pero esto no constituye una categoría ética sino económica. Pero, como sostiene Rosa Luxemburgo [7]
: “Mientras el capitalismo y su sistema salarial gobiernen, sólo el tipo de trabajo que genere plusvalía, que genere beneficio capitalista, será considerado productivo”.
Vogel y otras teóricas de la reproducción social proponen que la noción de trabajo productivo utilizada por Marx no tiene nada que ver con una falta de reconocimiento a la importancia del trabajo reproductivo, es más, su valor uso (satisfacción de una necesidad social) es incalculable; caracterizar al trabajo doméstico como “no productivo” es definirlo como un trabajo que no está controlado directamente por un capitalista y no es por tanto reductible a “tiempo de trabajo socialmente necesario”, entiéndase valor de cambio, en la lógica capitalista.
El terreno de la estrategia
Así, al pasar a las definiciones programáticas, Federici sostiene que “el terreno de la reproducción es el terreno estratégico”, futuro de la sociedad. Aquí comienza más radicalmente nuestra diferencia con lo expuesto por Federici, puesto que las condiciones de lo productivo también determinan lo reproductivo. Por ejemplo, los cambios en la macroeconomía, desarman cadenas de valor que influyen en la capacidad de cumplir con tareas reproductivas (la alimentación, por ejemplo). Lise Vogel también enfatizó sobre el impacto que los cambios en la esfera de la producción tenían en el hogar. Esto es crucial: si las y los trabajadores reciben menos salario, son menos capaces de proveer para sí mismos y para quienes dependen de ellos. El trabajo reproductivo es fundamental para la vida". Pero si entramos al terreno de la estrategia, cómo transformar la sociedad actual, para terminar con la explotación y la opresión, cabe preguntarse ¿de dónde provienen los implementos para la realización de las labores reproductivas? ¿Quiénes ponen en movimiento esas palancas?
El ámbito de la producción constituye una dimensión dual: espacial y de fuerza social. Womack [8]
analiza la producción más allá del factor plusvalía; problematiza cuáles son los procesos laborales que explican la idea de “posición estratégica”: aquellas posiciones laborales que cuando frenan determinadas tareas, afectan directamente a otras redes más amplias de la economía, como por ejemplo las tareas de distribución, trabajo portuario o el transporte público en las grandes ciudades.
Esto además implica revitalizar la idea de la centralidad o hegemonía de la clase trabajadora como elemento fundamental de una teoría de ruptura con el capitalismo: no es una ontología, es una realidad material su posición estratégica. Hoy, se hace necesario ampliar esa definición también a sectores productivos y reproductivos que tienen la capacidad de concitar el apoyo político de las masas, estableciendo nuevos márgenes para el concepto de “estratégico”, como se ha demostrado en los sectores de trabajadores de la salud: nuevamente este concepto opera como categoría política, no ética. En el ámbito de la salud, o educación, que si bien no cumplen un rol productivo, se visibiliza su peso estratégico en la coyuntura actual.
En el caso de lo propuesto por la activista feminista y académica italoamericana, Silvia distorsiona el factor de la lucha de clases, y de sujet@ revolucionari@, que hoy ha cambiado profundamente su fisonomía, y ya no podemos pensar en el proletariado clásico masculinizado. Precisamente porque las tareas reproductivas, por su relación con el pueblo, tienen la potencialidad de hacerles política a grandes sectores de masas, es que es importante pensar su relación con lo productivo y no verlas como cuestiones escindidas, sino, como propone Vogel, analizarlas como conjuntos unidos dialécticamente.
El programa de acción de Silvia Federici parte con proponer relocalizar los lugares de cuidado de la salud, haciendo referencias históricas a las antiguas pequeñas clínicas locales y argumentando que hoy existe miedo al hospital, y se requiere mayor control de los tipos de cuidado. Aquí tenemos un problema importante, porque no es solamente una cuestión de localización, sino de una lógica estatal neoliberal de precarización de la salud pública, llegando a cuestiones verdaderamente horrorosas como las fosas comunes en EEUU o a nivel local, la falta de insumos básicos que llevan denunciando hace ya semanas las y los trabajadores del hospital Barros Luco Trudeau o el Hospital Regional de Antofagasta. Lo que ha demostrado la pandemia en el mundo es precisamente la necesidad de un sistema de salud público centralizado que garantice el acceso y la atención gratuita.
Es claro que se deben usar las instituciones, porque todavía no hay alternativa, dice Federici. Pero esto es una realidad completamente modificable, en el marco de la acción que es posible generar desde una organización política coordinada como la que puede sostener un partido revolucionario, o al menos, una organización que aspira a serlo. Debemos exigirle todo al Estado, pero para aumentar los mecanismos de control obrero y popular, que abran el camino a la planificación del conjunto de la sociedad.
Pensar nuestra batalla
Las posiciones estratégicas se caracterizan por su potencial de desorganizar a las fuerzas estatales o represivas, definición muy ligada a la tarea actual de desarmar la maquinaria bonapartista del gobierno de Piñera que usa la pandemia a su favor. Al respecto, Federici señala que “usan nuestro miedo para desmantelar la protesta” y “tratan de aislarnos en nombre de la pandemia, debemos responder desde la política de los comunes”. La escritora y activista propone como una de las tareas del momento “crear formas de control colectivo (...) fortalecer y crear redes de mujeres (...) para constituir una fuerza que se enfrente al Estado”. La pregunta que inmediatamente sugiere esta afirmación es ¿cómo?
En el terreno de la estrategia, existen relaciones de centro-periferia, y una relación entre la hegemonía y las alianzas. La hegemonía “tiene que ver no solamente con que la clase trabajadora tome como propias las demandas de todos los sectores oprimidos con los que puede tener un interés convergente, sino que también gane liderazgo en relación con esos sectores a partir de demostrar una voluntad muy decidida de luchar por sus propias demandas” [9]
Estas definiciones no cuestionan el terreno de la experiencia, ni disminuyen su importancia o la relegan para después. El concepto de hegemonía en este caso, responde a una concepción que haga hincapié en la centralidad de la lucha de clases. Al respecto, señala Arruzza:
“el problema de la sustitución de la lucha de clases por luchas basadas en la identidad debe ser reformulado como un problema político surgido de la hegemonía de la articulación liberal del discurso feminista. Esta articulación convierte el feminismo en un proyecto de autopromoción al servicio de una élite de mujeres mediante la eliminación de la noción fundamental de que la opresión de género y el capitalismo están estructuralmente relacionadas entre sí”.
Nos parece completamente acertada esta afirmación.
Si queremos realmente “crear una nueva sociedad con centro en la vida” como plantea Federici, necesitamos recurrir, para vencer, al terreno de la estrategia. La estrategia es el arte de vencer. Si existe un poder centralizado al cual enfrentar, es necesaria igualmente una acción centralizada que pueda emprender una ofensiva contra el poder burgués, patriarcal y colonial. Así, resulta evidente que si bien no se puede diluir la necesidad de un centro de gravedad, y esa idea no contrapone esferas de lo productivo y reproductivo. Es su valor en el terreno de la estrategia.
Como mujeres y disidencias podemos dinamizar la situación política y hacernos cargo de la tarea histórica que tenemos frente a nosotras. Federici sostiene que es de vital importancia recuperar la medida más básica de nuestra reproducción, la riqueza social; recuperar nuestra vida desde abajo”. Pero no podremos derrotar al Estado que sostiene la violencia hacia las mujeres y la pauperización de la existencia sin saltar al terreno de la estrategia en la lucha de clases.
Si queremos echar abajo este sistema capitalista-patriarcal, y avanzar hacia una sociedad sin opresión y explotación, debemos echar mano de una estrategia de ruptura: una estrategia insurrecta, una estrategia proletaria. No estamos obligadas a resistir eternamente. Podemos marcar una diferencia si desde el movimiento de mujeres y los feminismos pensamos una teoría insurreccional, una teoría de enfrentamiento franco y directo con toda la pesada estructura política, económica y social que nos oprime. Si las mujeres somos la primera línea bajo la pandemia machista del capital, es necesario pensar la batalla. |