Hoy el diario de la capital de las finanzas de Alemania, el Frankfurter Allgemeine Zeitung se ocupa, como no podía ser de otra manera, de la histórica huelga de seis días de los maquinistas de tren que acaba de transcurrir. Mientras tanto, se fueron sumando huelgas por sectores de otros gremios del transporte y está empezando la huelga del correo. La tradicional central sindical socialdemócrata DGB hoy es oficialista, parte del gobierno de la Gran Coalición que preside Angela Merkel y que une a los conservadores del partido demócrata cristiano con sus rivales históricos del Partido Socialdemócrata (SPD).
Esto provoca un gran desgaste, donde la integración del SPD al gobierno de Merkel profundiza su distanciamiento de los sindicatos, a la vez que hace corresponsable al partido de las leyes antiobreras. El título del artículo es “Por qué Claus Weselsky (líder del GDL, sindicato de maquinistas, NdR) no está loco”. Plantea que la razón es que el GDL está defendiendo simplemente su derecho a existir como sindicato. Weselsky es un burócrata sindical perteneciente al partido demócrata cristiano. La huelga paradójicamente lo enfrenta a su jefa política, la canciller Merkel.
Pero el problema es que esta burocracia se ha visto obligada a venir llamando a huelgas para defender que el sindicato pueda participar de las negociaciones colectivas y ampliar su capacidad de afiliación a otros sectores de trabajadores ferroviarios además de los maquinistas, frente a la parálisis absoluta y la paz social impuesta por el sindicato ferroviario mayoritario, el EVG.
Dice el diario de Frankfurt: “Es una ironía de la historia que los ministros del SPD se transformen en secuaces de las cámaras patronales (y de parte de la central sindical): Los dos cárteles se sienten amenazados por diferentes razones por parte de los pequeños sindicatos y entienden magníficamente que deben hacer pasar como si fuera un interés público su propia usurpación del poder. En realidad, se trata de los dictados de la mayoría para sofocar la minoría. De allí que hasta ahora las cámaras patronales nunca habían tenido problemas para administrar pacíficamente conflictos causados por tercerización laboral o por contratos de trabajo temporales.”
El conflicto con los ministros socialdemócratas al que se refiere el diario es debido al proyecto de ley que impulsan, como detalla un artículo reciente de un corresponsal en Berlín de La Izquierda Diario: “la ’unidad de los convenios’ que solo permite al sindicato mayoritario en una empresa de negociar un contrato colectivo, lo que significa la prohibición del derecho a huelga a todo el resto de los sindicatos. La huelga de la GDL se ha vuelto el caso emblemático de lucha contra este proyecto de ley anti-obrero que incluso viene siendo apoyado por las cúpulas sindicales de la industria y del DGB, en comparación con un tímido rechazo del sindicato de los servicios ver.di y de los profesores GEW.”
Mientras tanto, The Guardian/The Observer de hoy se concentra, previsiblemente, en un tirón de orejas por el papelón de la performance del Partido Laborista en las elecciones nacionales británicas del 7 de mayo. The Guardian es un vocero oficioso del laborismo. Le achaca, entre otras cosas, un problema generalizado de la socialdemocracia europea, como dijimos más arriba respecto a sus pares alemanes: no poder despegarse de haberse transformado en un partido de tecnócratas, que en el caso británico implica no haberse desprendido de la herencia del “Nuevo Laborismo” neoliberal del ex primer ministro Tony Blair, quien alguna vez durante su mandato dijo que si él hubiera vivido en la época en que se creó el Partido Laborista (1900) a partir de una ruptura de los sindicatos afiliados al Partido Liberal, él se hubiera opuesto a su fundación.
Ed Milliband, el líder laborista hijo del recordado Ralph Miliband (intelectual marxista que repudiaba al partido en el que militan tanto Ed como su hermano David) y que muchos daban como el próximo premier, acaba de renunciar a la presidencia partidaria.
Dice el Guardian: "Y encima de todo este fracaso de la dirección política se produjo un fracaso de la estrategia. En los papeles, había una cierta posibilidad en los cálculos que preveían que el laborismo podría superar el 35% de los votos [finalmente sacó 30,4%, NdR], aferrándose a los votos de Gordon Brown de 2010, y luego añadiendo una parte de votos de liberal-demócratas desilusionados. Se ganaron algunos votos extra, pero no los suficientes [apenas un 1,4 % más que en 2010, NdR]. Otros votos se fueron al UKIP, los Verdes y por encima de todos a los nacionalistas escoceses, mientras que los desertores de los liberal-demócratas finalmente no fueron de forma masiva al laborismo como se había supuesto, sino que fueron compartidos con los conservadores (…) Sin embargo, se trata de hacer las preguntas correctas y luego sugerir respuestas plausibles. Miliband en un principio fue bueno para esto. Se dio cuenta rápidamente que Gran Bretaña está cayendo en una economía de incluidos y excluidos, que proporciona seguridad para las personas con empleos seguros y propiedades, pero todo lo contrario para los muchos marginados. Identificó correctamente las señales de advertencia de la forma británica de hacer negocios: los contratos de empleo, la presión sobre los salarios, la precariedad; y señaló lo que se puede aprender de EE.UU., donde la mayor parte de todo esto se ha convertido en algo permanente, y el trabajador promedio ha visto cómo sus salarios se estancan desde 1973 y donde las mujeres trabajadoras están luchando cada vez más también.”
El laborismo perdió 40 escaños parlamentarios, y también la prensa británica señalaba que no hubo entusiasmo por parte de la base tradicional del partido como para acudir masivamente a las urnas y hacer la diferencia. |