Si hay un peligro que puede afectar a las grandes mayorías en todo el mundo, es creer que en unos meses la pandemia pasará y todo volverá a la normalidad.
Pero el mundo no volverá a ser igual. Por un lado, aún está lejos de conocerse una salida sanitaria a una enfermedad que ya causó más de 3 millones de contagiados y más de 200.000 fallecidos. La sed de ganancias capitalista, que desoyó las advertencias científicas y desfinanció los sistemas de salud, es la responsable de este desastre que por ahora no tiene salida.
Pero además, la crisis del coronavirus está golpeando de forma inédita a la economía. Esta semana se conocieron datos de la principal potencia mundial, Estados Unidos, que muestran que ese país tuvo una caída del 4,8 % de su PBI en el primer trimestre del año. Se trata de la mayor caída desde la Gran Recesión de 2008. Pero lo más grave es que es apenas el comienzo, las próximas estadísticas mostrarán algo peor.
En el país gobernado por Donald Trump, ya más de 30 millones de personas han pedido el seguro de desempleo. Los economistas calculan que entre febrero y abril la desocupación tuvo un ascenso meteórico desde el 3,5 al 20 %.
Se trata de un ataque masivo contra la clase trabajadora, que también tiene otra faceta, la de las grandes multinacionales como Amazon, Mc Donald’s o WalMart que son denunciadas o bien por obligar a sus empleados a trabajar sin protección adecuada, o bien, como en el caso de Disney, por haber dejado de pagarle el sueldo a más de 100.000 trabajadores.
Así como el de Estados Unidos, se podrían tomar otros ejemplos. En el caso de la segunda economía mundial, la de China, la publicación especializada The Economist publicó recientemente un análisis de cómo ese país, que comenzó a salir del encierro inicial, hoy funciona al 90 %, implicando una gran caída económica con quiebres de empresas y un desempleo cercano al 20 %. Terminó la cuarentena, pero no hay vuelta a la situación anterior.
“En muchas cosas 90 % está bien; en una economía es miserable, y China muestra por qué”, concluye la publicación económica.
Según The Economist, “si el mundo rico posterior al cierre sufre su propia marca de la economía del 90 %, la vida será difícil, al menos hasta que se encuentre una vacuna o un tratamiento. Una caída en el PBI en Estados Unidos de alrededor del 10 % sería la mayor desde la segunda guerra mundial”.
Por último, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), elevó su proyección de pérdidas de puestos de trabajo por la pandemia hasta 305 millones de empleos solo en el segundo trimestre de 2020. Con el desarrollo de la crisis, unos 1.500 millones de personas, casi la mitad de la fuerza de trabajo formal en el mundo, podrían perder sus trabajos.
Un chantaje a gran escala
Todas estas estadísticas combinan en parte una realidad que ya es y afecta a millones, con proyecciones interesadas: excluyen la posibilidad de resistencia de la clase trabajadora y la variante de otra salida a la crisis que no implique esos niveles de desastre.
El miedo al desempleo es agitado y usado en todo el mundo por gobiernos y empresarios para avanzar también con reformas laborales de hecho, bajando salarios y precarizando las condiciones de trabajo.
Sin ir más lejos, es lo que estamos viendo en Argentina con Alberto Fernández. En los últimos días, por medio de un acuerdo entre el Gobierno nacional, la CGT y la Unión Industrial Argentina, se avanzó en bajar los sueldos de millones de trabajadores, incluso a pesar de que con fondos públicos ya se está subsidiando a las empresas.
Estamos viendo en nuestro país un ataque masivo contra la clase trabajadora, con esos tres actores complotados juntos contra las grandes mayorías. Avalados por ese acuerdo, burócratas de gremios como comercio, metalúrgicos, gastronómicos y muchos otros le pusieron la firma para que le bajen los sueldos a sus propios afiliados. Ni hablar de los miles que ya fueron despedidos a pesar del decreto que supuestamente lo prohíbe.
Como si fuera poco, en medio de esta emergencia el ministro Matías Kulfas confirmó esta semana que no le subirán los impuestos ni a los bancos, ni a las privatizadas, ni a los terratenientes, ni a ninguno de los grandes grupos económicos que siguen haciendo ganancias millonarias mientras amplios sectores se hunden en la pobreza.
La única propuesta para avanzar en ese sentido y recaudar 15 mil millones de dólares para atender la emergencia económica y sanitaria, es el proyecto presentado por Nicolás del Caño y Romina del Plá en el Congreso Nacional, parlamento que sigue sin sesionar mientras el Frente de Todos gobierna por decreto.
Solo la izquierda plantea una salida para que la crisis esta vez la paguen los poderosos y no, como siempre, las grandes mayorías.
Mientras tanto el Gobierno, apremiado por la situación, comienza a buscar la salida a la cuarentena. A la par de muchos empresarios que quieren retomar la actividad sin importarles la salud, también el ministro Guzmán ya avisó que el esfuerzo fiscal no se podrá “sostener por demasiado tiempo”. En el medio, los dólares alternativos dispararon su cotización y la negociación por la deuda entró en tiempo de descuento.
Enredado en este laberinto, el Gobierno buscará con dudoso éxito encauzar la economía y controlar la pandemia a la vez, sin haberse preparado adecuadamente, ya que siguen faltando tests masivos, elementos de protección y de atención en los hospitales. Con una economía estancada desde hace años en el país y un mundo en crisis, el panorama es oscuro si no se afecta los intereses de los grandes grupos económicos.
Por su parte, la oposición de Juntos por el Cambio del PRO y la UCR, después de semanas de desorientación, busca su lugar en el nuevo escenario político con una gran campaña de derecha a favor del punitivismo carcelario, ocultando la verdadera realidad que se vive en los penales de nuestro país y su rol de disciplinamiento social, con muchos más encerrados por pequeños robos y gente sin condena, que asesinos y violadores seriales como quieren hacer creer.
Ellos tienen su plan, este 1 de Mayo levantemos nuestras banderas
Las muertes por coronavirus, el aumento del desempleo o de la pobreza no son un fenómeno natural inevitable. Son el resultado de las políticas de los gobiernos capitalistas en todo el mundo.
Como contracara a ellxs, tanto en Argentina como en el mundo estamos viendo las primeras manifestaciones de protesta de trabajadores que se ponen de pie.
Por eso, mientras los poderosos quieren descargar la crisis sobre nuestras espaldas, se hace más urgente que nunca organizarse para apoyar esas luchas pero, más de fondo, para pelear por otra salida a la crisis, construyendo alternativas socialistas y revolucionarias en todo el mundo. Porque hoy más que nunca el capitalismo lleva al mundo al desastre y es necesario reorganizar la sociedad sobre nuevas bases, donde nuestras vidas valgan más que sus ganancias.
Este 1 de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, será histórico por su contexto. El mundo no será igual. Son ellos o nosotros. Sumate a los actos virtuales que haremos por internet desde las 15 hs junto a organizaciones de 14 países y desde las 17 hs con el Frente de Izquierda Unidad. En tiempos de crisis, tenemos que tomar el destino en nuestras propias manos.
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