Escribo esto en medio de la crisis del coronavirus en la ciudad de Nueva York. Es un momento difícil para saber exactamente cómo responder a lo que está pasando. Normalmente en una situación de este tipo, los anticapitalistas estaríamos en las calles, manifestándonos y agitando.
En cambio, me encuentro en una frustrante situación de aislamiento personal, en un momento en que el tiempo exige formas de acción colectiva. Pero como dijo Karl Marx, no podemos hacer historia bajo circunstancias de nuestra propia elección. Así que tenemos que averiguar cómo aprovechar mejor las oportunidades que tenemos.
Mis propias circunstancias son relativamente privilegiadas. Puedo seguir trabajando, pero desde casa. No he perdido mi trabajo, y todavía me pagan. Todo lo que tengo que hacer es esconderme del virus.
Mi edad y mi género me ponen en la categoría de vulnerable, así que no se aconseja ningún contacto. Esto me da mucho tiempo para reflexionar y escribir, entre las sesiones de Zoom. Pero en lugar de insistir en las particularidades de la situación aquí en Nueva York, pensé que podría ofrecer algunas reflexiones sobre posibles alternativas y preguntar: ¿Cómo piensa un anticapitalista las circunstancias de este tipo?
Elementos de la nueva sociedad
Comienzo con un comentario que Marx hace sobre lo que ocurrió en el fallido movimiento revolucionario de la Comuna de París de 1871. Marx escribe:
La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla par décret du peuple. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendràn que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y los hombres. Ellos no tienen que realizar ningún ideal, sino simplemente liberar a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno. [1]
Permítanme hacer algunos comentarios sobre este pasaje. Primero, por supuesto, Marx era algo antagónico al pensamiento de los utópicos socialistas, de los cuales había muchos en los años 1840, 50 y 60 en Francia. Esta fue la tradición de Charles Fourier, Henri de Saint-Simon, Étienne Cabet, Louis Auguste Blanqui, Pierre-Joseph Proudhon, etc.
Marx sentía que los socialistas utópicos eran soñadores, y que no eran trabajadores prácticos que iban a transformar realmente las condiciones del trabajo en el aquí y ahora. Para transformar las condiciones aquí y ahora, se necesitaba una buena comprensión de la naturaleza de la sociedad capitalista.
Pero Marx tiene muy claro que el proyecto revolucionario debe concentrarse en la emancipación de los trabajadores por ellos mismos. La parte del “por ellos mismos” de esta formulación es importante. Cualquier proyecto importante para cambiar el mundo también requerirá una transformación propia. Así que los trabajadores tendrían que cambiarse a sí mismos también. Esto estaba muy presente en la mente de Marx en la época de la Comuna de París.
Sin embargo, también señala que el propio capital está creando las posibilidades de transformación, y que a través de largas luchas, sería posible “liberar” los lineamientos de una nueva sociedad en la que los trabajadores podrían ser liberados del trabajo alienado. La tarea revolucionaria era liberar los elementos de esta nueva sociedad, ya existentes en el seno de un viejo orden social burgués que se estaba derrumbando.
Liberar el potencial
Ahora, acordemos que vivimos en una situación de una vieja sociedad burguesa en colapso. Claramente, está llena de todo tipo de cosas desagradables, como el racismo y la xenofobia, que no queremos liberar. Pero Marx no está diciendo “liberen todo lo que hay dentro de ese viejo y horrible orden social en colapso”. Lo que dice es que debemos seleccionar aquellos aspectos de la sociedad burguesa en colapso que contribuyan a la emancipación de los trabajadores y las clases trabajadoras.
Esto plantea la pregunta: ¿cuáles son esas posibilidades y de dónde vienen? Marx no explica esto en su panfleto sobre la Comuna, pero gran parte de su trabajo teórico anterior se había dedicado a revelar exactamente cuáles podrían ser las posibilidades constructivas para las clases trabajadoras. Uno de los lugares donde lo hace con gran detalle es en el muy grande, complejo e inacabado texto llamado los Grundrisse, que Marx escribió en los años de crisis de 1857-58.
Algunos pasajes de esa obra arrojan luz sobre lo que Marx podría haber tenido en mente en su defensa de la Comuna de París. La idea de “liberar” se relaciona con la comprensión de lo que pasaba entonces dentro de una sociedad burguesa y capitalista. Esto es lo que Marx estaba perpetuamente luchando por entender.
En los Grundrisse, Marx se detiene en la cuestión del cambio tecnológico y el dinamismo tecnológico inherente al capitalismo. Lo que muestra es que la sociedad capitalista, por definición, va a estar fuertemente volcada a la innovación, y fuertemente volcada a la construcción de nuevas posibilidades tecnológicas y organizativas. Y eso es porque, como capitalista individual, si estoy en competencia con otros capitalistas, obtendré un exceso de ganancias si mi tecnología es superior a la de mis rivales. Así, todo capitalista individual tiene un incentivo para buscar una tecnología más productiva que las utilizadas por otras empresas con las que compite.
Por esta razón, el dinamismo tecnológico está incrustado en el corazón de una sociedad capitalista. Marx reconoció esto desde el Manifiesto Comunista (escrito en 1848) en adelante. Esta es una de las principales fuerzas que explica el carácter permanentemente revolucionario del capitalismo.
Nunca se conformará con su tecnología existente. Buscará constantemente mejorarla, porque siempre recompensará a la persona, la empresa o la sociedad que tenga la tecnología más avanzada. El Estado, nación o bloque de poder que posea la tecnología más sofisticada y dinámica es el que va a ser el líder del grupo. Así que el dinamismo tecnológico se construye en las estructuras globales del capitalismo. Y así ha sido desde el principio.
Innovación tecnológica
La perspectiva de Marx sobre esto es tan iluminadora como interesante. Cuando imaginamos el proceso de innovación tecnológica, típicamente pensamos en alguien haciendo algo y buscando una mejora tecnológica en lo que sea que esté haciendo. Es decir, el dinamismo tecnológico es específico de una fábrica particular, un sistema de producción particular, una situación particular.
Pero resulta que muchas tecnologías se extienden de una esfera de producción a otra. Se convierten en genéricas. Por ejemplo, la tecnología informática está disponible para cualquiera que quiera usarla para cualquier propósito. Las tecnologías de automatización están disponibles para todo tipo de personas e industrias.
Marx nota que para cuando llegas a las décadas de 1820, 30 y 40 en Gran Bretaña, la invención de nuevas tecnologías ya se había convertido en un negocio independiente y autónomo. Es decir, ya no es alguien que hace textiles o algo así quien está interesado en la nueva tecnología que aumentará la productividad de la mano de obra que emplea. En su lugar, los empresarios crean una nueva tecnología que puede ser utilizada en todas partes.
El principal ejemplo inicial de esto en la época de Marx fue la máquina de vapor. Tenía todas estas diferentes aplicaciones, desde el drenaje de agua de las minas de carbón hasta la fabricación de máquinas de vapor y la construcción de ferrocarriles, mientras que también se aplicaba a los telares eléctricos en las fábricas textiles. Así que si querías entrar en el negocio de la innovación, entonces la ingeniería y la industria de la máquina herramienta eran buenos lugares para empezar.
Economías enteras —como la que surgió alrededor de la ciudad de Birmingham, que se especializó en la fabricación de máquinas herramientas— se orientaron a la producción no solo de nuevas tecnologías, sino también de nuevos productos. Incluso en la época de Marx, la innovación tecnológica se había convertido en un negocio independiente por derecho propio.
Corriendo para quedarse quieto
En los Grundrisse, Marx explora en detalle la cuestión de lo que sucede cuando la tecnología se convierte en un negocio, cuando la innovación crea nuevos mercados, en lugar de funcionar como respuesta a una demanda específica y preexistente del mercado para una nueva tecnología. Las nuevas tecnologías se convierten entonces en una punta de lanza del dinamismo de una sociedad capitalista.
Las consecuencias son de gran alcance. Un resultado obvio es que las tecnologías nunca son estáticas: nunca se asientan, y rápidamente se vuelven obsoletas. Ponerse al día con la última tecnología puede ser estresante y costoso. Acelerar la obsolescencia puede ser desastroso para las empresas existentes.
Sin embargo, sectores enteros de la sociedad —electrónica, farmacéutica, bioingeniería y similares— se dedican a crear innovaciones por el bien de la innovación. Quien pueda crear la innovación tecnológica que va a captar la imaginación, como el teléfono móvil o la tablet, o que tenga las más variadas aplicaciones, como el chip de una computadora, es probable que salga ganando. Así que esta idea de que la tecnología en sí se convierte en un negocio se convierte en absolutamente central en el relato de Marx de lo que se trata una sociedad capitalista.
Esto es lo que diferencia al capitalismo de todos los demás modos de producción. La capacidad de innovar ha sido omnipresente en la historia de la humanidad. Hubo cambios tecnológicos en la antigua China, incluso bajo el feudalismo. Pero lo que es único dentro de un modo de producción capitalista es el simple hecho de que la tecnología se convierte en un negocio, con un producto genérico que se vende tanto a los productores como a los consumidores.
Esto es muy específico del capitalismo. Se convierte en uno de los principales impulsores de la evolución de la sociedad capitalista. Este es el mundo en el que vivimos, nos guste o no.
El apéndice de la máquina
Marx continúa señalando un corolario muy significativo de este desarrollo. Para que la tecnología se convierta en un negocio, es necesario movilizar nuevas formas de conocimiento de ciertas maneras. Esto conlleva la aplicación de la ciencia y la tecnología como entendimientos distintivos del mundo.
La creación de nuevas tecnologías sobre el terreno se integra con el auge de la ciencia y la tecnología como disciplinas intelectuales y académicas. Marx observa cómo la aplicación de la ciencia y la tecnología, y la creación de nuevas formas de conocimiento, se convierten en esenciales para esta revolucionaria innovación tecnológica.
Esto define otro aspecto de la naturaleza del modo de producción capitalista. El dinamismo tecnológico está conectado con un dinamismo en la producción de nuevos conocimientos científicos y técnicos y nuevas, a menudo revolucionarias concepciones mentales del mundo. Los campos de la ciencia y la tecnología se entrelazan con la producción y movilización de nuevos conocimientos y comprensiones. Con el tiempo, instituciones totalmente nuevas, como el MIT y Cal Tech, tuvieron que ser fundadas para facilitar este desarrollo.
Marx continúa preguntando: ¿qué produce esto en los procesos de producción dentro del capitalismo, y cómo afecta la forma en que el trabajo (y el trabajador) se incorpora a estos procesos de producción? En la era pre-capitalista, digamos en los siglos XV y XVI, el trabajador generalmente tenía el control de los medios de producción —las herramientas necesarias— y se capacitaba en la utilización de estas herramientas. El trabajador especializado se convirtió en un monopolio de un cierto tipo de conocimiento y un cierto tipo de comprensión que, como señala Marx, siempre se consideró un arte.
Sin embargo, cuando se llega al sistema de fábricas, y más aún cuando se llega al mundo contemporáneo, ya no es así. Las habilidades tradicionales de los trabajadores se vuelven redundantes, porque la tecnología y la ciencia toman el control. La tecnología y la ciencia y las nuevas formas de conocimiento se incorporan a la máquina, y el arte desaparece.
Y así Marx, en un asombroso conjunto de pasajes de los Grundrisse —páginas 650 a 710 de la edición de Penguin, si les interesa [2]— habla de la forma en que las nuevas tecnologías y el conocimiento se incrustan en la máquina: ya no están en el cerebro del trabajador, y el trabajador es empujado a un lado para convertirse en un apéndice de la máquina, un mero maquinista. Toda la inteligencia y todo el conocimiento que pertenecía a los trabajadores y que les confería un cierto poder de monopolio frente al capital, desaparece.
El capitalista que una vez necesitó las habilidades del trabajador ahora se libera de esa restricción, y la habilidad se encarna en la máquina. El conocimiento producido a través de la ciencia y la tecnología fluye en la máquina, y la máquina se convierte en “el alma” del dinamismo capitalista. Esa es la situación que Marx está describiendo.
Emancipación del trabajo
El dinamismo de una sociedad capitalista se vuelve crucialmente dependiente de las innovaciones perpetuas, impulsadas por la movilización de la ciencia y la tecnología. Marx vio esto claramente en su propio tiempo. ¡Estaba escribiendo sobre todo esto en 1858! Pero ahora, por supuesto, estamos en una situación en la que este tema se ha vuelto crítico y crucial.
La cuestión de la inteligencia artificial (IA) es la versión contemporánea de lo que Marx estaba hablando. Ahora necesitamos saber hasta qué punto la inteligencia artificial se está desarrollando a través de la ciencia y la tecnología, y hasta qué punto se está aplicando (o es probable que se aplique) en la producción. El efecto obvio sería desplazar al trabajador, y de hecho desarmar y devaluar aún más al trabajador, en términos de la capacidad del trabajador para la aplicación de la imaginación, la habilidad y la experiencia dentro del proceso de producción.
Esto lleva a Marx a hacer el siguiente comentario en los Grundrisse. Permítanme citarlo, porque creo que es muy, muy fascinante:
La transformación del proceso productivo a partir del proceso simple de trabajo en un proceso científico —que pone a su servicio las fuerzas naturales y, de esta suerte, las obliga a operar al servicio de las necesidades humanas— se presenta como cualidad del capital fixe frente al trabajo vivo (...) todas las fuerzas del trabajo aparecen traspuestas en fuerzas del capital” [3]
El conocimiento y la experiencia científica se encuentra ahora dentro de la máquina bajo el mando del capitalista. El poder productivo del trabajo se reubica en el capital fijo, algo que es externo al trabajo. El trabajador es empujado a un lado. Así que el capital fijo se convierte en el portador de nuestro conocimiento y la inteligencia colectiva cuando se trata de la producción y el consumo.
Más adelante, Marx se da cuenta de que el orden burgués en colapso está embarazado de lo que podría redundar en beneficio del trabajo. Y es esto: el capital “—sin querer— reduce el trabajo humano, el gasto de energía al mínimo. Esto redundará en beneficio del trabajo emancipado y es la condición de su emancipación”. En opinión de Marx, el surgimiento de algo como la automatización o la inteligencia artificial crea condiciones y posibilidades para la emancipación del trabajo.
Desarrollo libre
En el pasaje que cité del panfleto de Marx sobre la Comuna de París, el tema de la autoemancipación del trabajo y del trabajador es central. Esa condición es algo que debe ser aceptado. ¿Pero qué es lo que hace que esta condición sea tan potencialmente liberadora?
La respuesta es simple. Toda esta ciencia y tecnología está aumentando la productividad social del trabajo. Un trabajador, cuidando todas esas máquinas, puede producir un gran número de productos en un corto plazo de tiempo. Aquí está de nuevo Marx en los Grundrisse:
En la medida, sin embargo, en que la gran industria se desarrolla, la creación de la riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo y del cuanto de trabajo empleados, que del poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, poder que a su vez —su powerful effectiveness— a no guarda relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción, sino que depende más bien del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción (...) La riqueza efectiva se manifiesta más bien —y esto lo revela la gran industria— en la enorme desproporción entre el tiem po de trabajo empleado y su producto [4].
Pero entonces —y aquí Marx cita a uno de los socialistas ricardianos de la época— añade lo siguiente: “una nación es verdaderamente rica cuando en vez de 12 horas se trabajan 6 . La riqueza no es disposición de tiempo de plustrabajo (...) sino tiempo disponible, aparte el usado en la producción inmediata, para cada individuo y toda la sociedad” [5].
Esto es lo que lleva al capitalismo a producir la posibilidad del “libre desarrollo de las individualidades”, incluyendo la de los trabajadores. Y, por cierto, ya he dicho esto antes, pero lo voy a repetir: Marx siempre, siempre enfatiza que es el libre desarrollo del individuo el punto final de lo que la acción colectiva va a impulsar. La idea corriente de que Marx se trata acción colectiva y la supresión del individualismo es errónea.
Es al revés. Marx está a favor de movilizar la acción colectiva para ganar la libertad individual. Volveremos a esa idea en un momento. Pero el potencial para el libre desarrollo de las individualidades es el objetivo crucial aquí.
Trabajo necesario e innecesario
Todo esto se basa en “la reducción general del trabajo necesario”, es decir, la cantidad de trabajo que se necesita para reproducir la vida cotidiana de la sociedad. El aumento de la productividad del trabajo significará que las necesidades básicas de la sociedad pueden ser atendidas muy fácilmente. Esto permitirá entonces disponer de abundante tiempo para liberar el potencial desarrollo artístico y científico de los individuos.
Al principio, este será el tiempo para unos pocos privilegiados, pero en última instancia, creará tiempo libre disponible para todos. Es decir, liberar a los individuos para que hagan lo que quieran es fundamental, porque se pueden atender las necesidades básicas mediante el uso de tecnología sofisticada.
El problema, dice Marx, es que el capital en sí mismo es una “contradicción en proceso”. “tiende a reducir a un mínimo el tiempo de trabajo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza” [6]. Por lo tanto, disminuye el tiempo de trabajo en la forma necesaria, es decir, lo que es realmente necesario, para aumentarlo en la forma superflua.
Ahora, la forma superflua es lo que Marx llama plusvalía. La pregunta es, ¿quién va a capturar el excedente? El problema que Marx identifica no es que el excedente no esté disponible, sino que no está disponible para el trabajo. Mientras que la tendencia “por un lado es crear tiempo disponible”, por el otro es “convertirlo en trabajo excedente” en beneficio de la clase capitalista.
En realidad no se está aplicando a la emancipación del trabajador cuando podría serlo. Se está aplicando al emplumamiento de los nidos de la burguesía, y por lo tanto a la acumulación de riqueza por medios tradicionales dentro de la burguesía.
Aquí está la contradicción central. “Verdaderamente —dice Marx— la riqueza de una nación. ¿Cómo podríamos entender eso? Bueno, se puede entender en términos de la masa de dinero y todo lo demás que alguien manda”. Pero para Marx, como hemos visto, “una nación verdaderamente rica es aquella en la que la jornada laboral es de seis horas en lugar de doce. La riqueza no es el dominio sobre el tiempo de trabajo excedente, sino más bien el tiempo disponible fuera de lo necesario en la producción directa para cada individuo en toda la sociedad”.
Es decir: la riqueza de una sociedad se va a medir por la cantidad de tiempo libre disponible que todos tenemos, para hacer lo que queramos sin limitaciones, porque nuestras necesidades básicas están cubiertas. Y el argumento de Marx es este: necesitas tener un movimiento colectivo para asegurarte de que ese tipo de sociedad pueda ser construida. Pero lo que se interpone en el camino es, por supuesto, el hecho de la relación de clase dominante, y el ejercicio del poder de clase capitalista.
Encerrados
Ahora, hay un eco interesante de todo esto en nuestra actual situación de encierro y colapso económico como consecuencia del coronavirus. Muchos de nosotros estamos en una situación en la que, individualmente, tenemos mucho tiempo disponible. La mayoría de nosotros estamos atrapados en casa.
No podemos ir a trabajar; no podemos hacer las cosas que normalmente hacemos. ¿Qué vamos a hacer con nuestro tiempo? Si tenemos hijos, por supuesto, entonces tenemos mucho que hacer. Pero hemos llegado a esta situación en la que tenemos mucho tiempo disponible.
La segunda cosa es que, por supuesto, ahora estamos experimentando un desempleo masivo. Los últimos datos sugieren que, en los Estados Unidos, algo así como 26 millones de personas han perdido su trabajo [7]. Ahora bien, normalmente se diría que esto es una catástrofe, y, por supuesto, es una catástrofe, porque cuando se pierde el trabajo, se pierde la capacidad de reproducir la propia fuerza de trabajo yendo al supermercado, porque no se tiene dinero.
Muchas personas han perdido su seguro de salud, y muchas otras tienen dificultades para acceder a las prestaciones por desempleo. El derecho a la vivienda está en peligro, ya que los alquileres o los pagos de la hipoteca se vencen. Gran parte de la población de EE. UU. —tal vez hasta el 50 por ciento de todos los hogares— no tienen más de 400 dólares ahorrados en el banco para hacer frente a pequeñas emergencias, por no hablar de una crisis en toda regla del tipo en que estamos ahora.
Una nueva clase trabajadora
Es probable que estas personas salgan a la calle muy pronto, con el hambre mirándolos a ellos y a sus hijos en la cara. Pero veamos más profundamente la situación.
La fuerza de trabajo que se espera que se ocupe del creciente número de enfermos, o que proporcione los servicios mínimos que permitan la reproducción de la vida diaria, es, por regla general, altamente sexista, racializada y étnica. Esta es la “nueva clase trabajadora” que está a la vanguardia del capitalismo contemporáneo. Sus miembros tienen que soportar dos cargas: al mismo tiempo, son los trabajadores que corren mayor riesgo de contraer el virus a través de sus empleos, y de ser despedidos sin recursos financieros debido a la reducción económica impuesta por el virus.
La clase obrera contemporánea de los Estados Unidos —compuesta predominantemente por afroamericanos, latinos y mujeres asalariadas— se enfrenta a una fea elección: entre sufrir la contaminación en el curso de la atención a las personas y mantener abiertas formas clave de provisión (como las tiendas de comestibles), o el desempleo sin beneficios (como una atención sanitaria adecuada).
Esta fuerza de trabajo ha sido socializada durante mucho tiempo para comportarse como buenos sujetos neoliberales, lo que significa culparse a sí mismos o a Dios si algo sale mal, pero nunca se atreven a sugerir que el capitalismo podría ser el problema. Pero incluso los buenos sujetos neoliberales pueden ver que hay algo malo en la respuesta a esta pandemia, y en la carga desproporcionada que deben soportar para sostener la reproducción del orden social.
Hacerlo de nuevo
Se necesitan formas de acción colectiva para salir de esta grave crisis en el tratamiento de COVID-19. Necesitamos una acción colectiva para controlar su propagación —encierros y comportamientos de distanciamiento, todo ese tipo de cosas. Esta acción colectiva es necesaria para eventualmente liberarnos como individuos para vivir de la manera que queramos, porque no podemos hacer lo que queremos en este momento.
Esto resulta ser una buena metáfora para entender de qué se trata el capital. Significa crear una sociedad en la que la mayoría de nosotros no somos libres de hacer lo que queremos, porque en realidad estamos ocupados con la producción de riqueza para la clase capitalista.
Lo que Marx podría decir es, bueno, tal vez esos 26 millones de desempleados, si pudieran encontrar alguna manera de obtener suficiente dinero para mantenerse, comprar los productos básicos que necesitan para sobrevivir, y alquilar la casa en la que necesitan vivir, entonces ¿por qué no buscar la emancipación masiva del trabajo alienante?
En otras palabras, ¿queremos salir de esta crisis diciendo simplemente que hay 26 millones de personas que necesitan volver a trabajar, en algunos de esos trabajos bastante horribles que pueden haber estado haciendo antes? ¿Es así como queremos salir de ella? O queremos preguntar: ¿hay alguna manera de organizar la producción de bienes y servicios básicos para que todos tengan algo que comer, todos tengan un lugar decente para vivir, y podamos poner una moratoria sobre los desalojos, y todos puedan vivir sin pagar alquiler? ¿No es este momento uno en el que podríamos pensar seriamente en la creación de una sociedad alternativa?
Si somos lo suficientemente duros y sofisticados para hacer frente a este virus, entonces ¿por qué no asumir el capital al mismo tiempo? En lugar de decir que todos queremos volver a trabajar y recuperar esos trabajos y restaurar todo a la forma en que estaba antes de que esta crisis comenzara, tal vez deberíamos decir: ¿Por qué no salimos de esta crisis creando un tipo de orden social completamente diferente?
¿Por qué no tomamos esos elementos de los que está embarazada la actual sociedad burguesa en colapso —su asombrosa ciencia y tecnología y su capacidad productiva— y los liberamos, haciendo uso de la inteligencia artificial y el cambio tecnológico y las formas de organización para que podamos crear realmente algo radicalmente diferente de todo lo que existía antes?
Un vistazo a una alternativa
Después de todo, en medio de esta emergencia, ya estamos experimentando con sistemas alternativos de todo tipo, desde el suministro gratuito de alimentos básicos a los barrios y grupos pobres, hasta tratamientos médicos gratuitos, estructuras de acceso alternativo a través de Internet, etc. De hecho, los lineamientos de una nueva sociedad socialista ya están siendo puestos al descubierto -que es probablemente la razón por la cual la derecha y la clase capitalista están tan ansiosos de volver al status quo ante.
Este es un momento de oportunidad para pensar en cómo podría ser una alternativa. Este es un momento en el que la posibilidad de una alternativa realmente existe. En lugar de reaccionar de manera instintiva y decir, “Oh, tenemos que recuperar esos 26 millones de puestos de trabajo inmediatamente”, tal vez deberíamos tratar de ampliar algunas de las cosas que ya están sucediendo, como la organización de la provisión colectiva.
Esto ya está sucediendo en el campo de la atención de la salud, pero también está empezando a suceder a través de la socialización del suministro de alimentos e incluso de las comidas cocinadas. En la ciudad de Nueva York ahora mismo, varios sistemas de restaurantes han permanecido abiertos, y gracias a las donaciones, están proporcionando comidas gratuitas a la masa de la población que ha perdido sus trabajos y no puede desplazarse.
En lugar de decir, “bueno, está bien, esto es lo que hacemos en una emergencia”, por qué no decimos, este es el momento en que podemos empezar a decir a esos restaurantes, que su misión es alimentar a la población, para que todo el mundo tenga una comida decente al menos una o dos veces al día.
Imaginación socialista
Y ya tenemos elementos de esa sociedad aquí: muchas escuelas proporcionan comidas escolares, por ejemplo. Así que sigamos con eso, o al menos aprendamos la lección de lo que podría ser posible si nos importara. ¿No es este un momento en el que podemos usar esta imaginación socialista para construir una sociedad alternativa?
Esto no es utópico. Esto es decir, muy bien, mira todos esos restaurantes en el Upper West Side que han cerrado y ahora están sentados allí, como inactivos. Vamos a hacer que la gente vuelva a entrar —pueden empezar a producir la comida y alimentar a la población en las calles y en las casas, y pueden dársela a los ancianos. Necesitamos ese tipo de acción colectiva para que todos seamos libres individualmente.
Si los 26 millones de personas que ahora están desempleadas tienen que volver a trabajar, entonces tal vez debería ser durante seis en lugar de doce horas al día, para que podamos celebrar el surgimiento de una comprensión diferente de lo que significa vivir en el país más rico del mundo. Tal vez esto es lo que podría hacer a América verdaderamente grande (dejando que el "otra vez" se pudra en el basurero de la historia).
Este es el punto que Marx está haciendo una y otra vez y otra vez: que la raíz del verdadero individualismo y la libertad y la emancipación, en oposición a la falsa que se predica constantemente en la ideología burguesa, es una situación en la que todas nuestras necesidades se atienden a través de la acción colectiva, de modo que solo tenemos que trabajar seis horas al día, y podemos utilizar el resto del tiempo exactamente como nos plazca.
En conclusión, ¿no es este un momento interesante para pensar realmente en el dinamismo y las posibilidades de construcción de una sociedad alternativa y socialista? Pero para entrar en tal camino emancipador, primero tenemos que emanciparnos para ver que un nuevo imaginario es posible junto con una nueva realidad.
Traducción: Maximiliano Olivera |